El editor electrónico:
Entrevista con José Antonio Millán

 Javier Candeira

 

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Aparecida no estoy seguro de dónde, en julio del 2000

Es (o ha sido) lanzador de pesos, editor, poeta, recensionador de diccionarios en las páginas de Babelia, novelista (con El día intermitente, 1990, y Nueva Lisboa, 1992), y director de los proyectos del Centro Virtual Cervantes y la edición en CD-ROM del Diccionario de la Real Academia. El filólogo José Antonio Millán lleva pensando en letras y máquinas desde hace mucho tiempo, desde mucho antes de que las luces de Internet levantaran el resplandor de muchos céntimos en las pupilas absortas de legiones de licenciados en económicas.

Desde su centro de operaciones en el barrio (casi pueblo) barcelonés de Sarrià, Jose Antonio Millán saca algún tiempo para escribir cuentos para niños y menos niños, pero dedica el grueso de su actividad a la organización de proyectos sobre edición electrónica.

Del espléndido futuro del español, y cómo pagaremos por él

Sin entrar en el activismo político a favor del software libre, si que te has manifestado políticamente, al menos como ciudadano preocupado sobre el futuro del español. De hecho uno de tus artículos, publicado en el diario El País y disponible en tu sitio web, se titula "Del espléndido futuro del español, y cómo pagaremos por él". Una perspectiva algo deprimente, pero un riesgo cierto, ¿no es así? El tener que pagar por la lengua que uno usa.

Pues es verdad que de software libre no sé mucho, pero es un campo que me interesa políticamente, por así decirlo. En la medida en que he podido he recomendado a colectivos relacionados con la enseñanza que se fijaran en él: me ha parecido interesante apoyarlo como movimiento ciudadano.

Acabo de hacer una estimación que saldrá publicada en la Revista de Política Exterior, de la proporción de tecnologías lingüísticas en procesadores de texto, buscadores, diccionarios electrónicos, etcétera. Entonces, para un horizonte de unos dos a tres años, me saldría una cifra de negocio de medio billón de pesetas al año. Esto lo he cotejado con personas que saben un poco de economía, y han coincidido conmigo. Esto hay que sumarlo a las tecnologías emergentes como reconocimiento de voz, etcétera que se vayan utilizando cada vez más. Lo importante no son las cifras, sino lo que significan. Si no hay unas industrias autóctonas de la lengua, lo que quiere decir este medio billón de pesetas (o lo que sea) es que los países hispanohablantes van a tener que pagar por usar su lengua materna.

Mi análisis de la situación: El español no corre peligro, el español seguirá en uso, pero acabaremos pagando por usarlo. Y a esto, que ya lo he dicho públicamente un par de veces, nadie me lo ha refutado. Lo cual me pone los pelos de punta.

La interfaz de voz es algo de lo que la Ciencia Ficción lleva años hablando, y que todavía no tenemos.

Sí, pero fíjate, o invertimos en lupas de aumento y palillos de dientes, o en tecnología de reconocimiento de voz, porque los aparatos siguen haciéndose cada vez más pequeños.Y serán empresas extranjeras a las que les paguemos por hablar en español con nuestros aparatos.

¿Y qué hay de la cesión de los datos del corpus lingüístico del español, realizado por la Academia y cedido a Microsoft en una ceremonia con foto?

No sé muy bién qué es exactamente lo que se les ha dado, aparte de un fragmento del corpus lingüístico del español. No veo las contrapartidas de Microsoft por la utilización de algo que es una riqueza de la Academia, que es de todos nosotros, y que se empleará en el desarrollo de productos que luego se nos van a vender; no veo las contrapartidas.

Bueno, yo sí que las veo, y es que los miembros de la Academia se han hecho fotos con Bill Gates, y les debe haber hecho ilusión. Pero eso es sólo la opinión de este entrevistador. Porque esto fue mucho después de que dirigieras el proyecto del Diccionario de la Real Academia Española en CD-ROM.

Sí, en 1994 o por allí, bastante antes, hicimos el proyecto del Diccionario de la RAE en CD-ROM. Lo que hicimos fue convertir el diccionario de papel en una base de datos lexicográfica, un trabajo que realicé con mi hermano Rafael Millán, donde el mayor trabajo inicial no fue el técnico, sino el político-diplomático de convencer a una editorial como Espasa, y también a la Academia, de que convenía tener una edición electrónica. En ese momento, todas las lenguas de cultura tenían ya diccionarios electrónicos, los había en inglés, en francés, etc. El trabajo fue convencer a la editorial de que podía salir negocio. De hecho es la primera vez que una editorial española facturó más por una obra electrónica que por cualquier obra en papel, y además las ventas de la edición papel no se vieron afectadas; se vio que la edición electrónica y en papel son nichos distintos.

Desde un punto de vista lexicográfico lo más interesante fue convertir una obra de acarreo, como es el Diccionario, que ha acumulado cosas desde su origen hasta aquí, en una base de datos unitaria, creando enlaces, tratando con los académicos a la vez que nos dedicábamos a realizar la base de datos. Luego tuvimos que crear los formularios de consulta, árboles temáticos de acceso, eso también era muy interesante, y luego la actividad de combinarlo todo.

Parece un trabajo bonito.

Sí, un trabajo muy bonito, y también muy interesante, y que ocupó a mucha gente. Lo mejor, quizá, la posibilidad de trabajar con aquel equipo tan dispar, en el que había académicos, informáticos, editores...

También fuiste el director del proyecto de creación de la presencia en la red del Instituto Cervantes, el Centro Virtual Cervantes.

Sí, con el Centro Virtual Cervantes abrimos varios frentes simultáneamente. Uno de ellos, el que ha florecido más, son los foros moderados sobre el español, con traductores, profesores de español como idioma extranjero, incluso se han producido foros de tecnología general, ha salido un foro de lenguaje técnico. Esta es la parte que parece que mejor se ha desarrollado, junto con la parte de exposición del universo cultural español hacia el mundo, o más bien hacia la propia comunidad hispanohablante. Lo que no se ha desarrollado tan bien es la parte de enseñanza del español en la propia red. Quizá en cuanto a material y formación del profesorado de español como segunda lengua sí que haya habido desarrollo, pero falta claramente un sitio web donde las personas interesadas puedan aprender español a través de la propia red.

De la caspa de árboles a las relaciones virtuales

No paramos de hablar de edición electrónica, pero esto de la edición electrónica, no es lo mismo que llevamos haciendo ya desde que emitimos teletexto, o por la radio y lo grabamos en cinta magnetofónica?

Sí. Otra pregunta.

Está bien [risas]. ¿Qué te parece la edición electrónica desde el punto de vista del mercado, ese mercado que parece la vara de medir de todo en este cambio de milenio? ¿Es un mercado que recorta o se complementa con el de la edición llamada tradicional?

La edición tradicional entendida como caspa de árbol encuadernada en vaca muerta... Ahora que he estado dando cursos y haciendo entrevistas como ésta, me doy cuenta de que mi respuesta cambia a cada momento. Mi respuesta, hoy, es que si alguien saca un lector barato, a unos 30 dólares, y tienen los derechos de una biblioteca lo bastante extensa para satisfacer el 90 por ciento de la demanda (que como todo el mundo sabe se satisface con el 10 por ciento del producto), pues el mercado estará, y hará bastante pupa a la edición de ahora, esta de acarrear papel impreso de un almacén a otro y de ahí a la librería. La tecnología ya está aquí, yo creo que un libro tipo Rocket-ebook ya es lo bastante cómodo para poder leer en él (prejuicios aparte), y que de lo que depende todo es de las decisiones de los que mandan, o los que gastan.

Otra cosa es que Stephen King haya salido de forma rabiosa con ese argumento de "ahora entre todos vamos a cargarnos a las grandes editoriales" y haya tenido ese gran éxito: un 78% por ciento [la entrevista tiene lugar a fines de julio.- j.c.] de los lectores han pagado el dólar que pedía King, que además anuncia "¡Sin enojosos cifrados! ¡sin programas que descargar! ¡Cójalo, léalo, y si quiere, enséñeselo a su vecino!", con lo cual esto abre nuevas e insospechadas avenidas, por lo menos para King. Es un escenario posible en el que King decida plantarse hasta que alguien le pague un millón de dólares, y si no recibe su millón de dólares no escribe el final del libro. Cuando falten 200.000, puede que un mecenas le pague el final...

O que lo secuestre una loca...

O que lo secuestre una loca, como en Misery [risas].

Eso de enseñarle el libro al vecino, prestárselo, es una de las prácticas sociales habituales en la edición de "árboles muertos", cosa que parece que los editores electrónicos quieren evitar a toda costa.

En efecto, las limitaciones impuestas por los programas lectores electrónicos en cuanto a impresión, copia, etc. llegan al auténtico ridículo. Uno se puede bajar La isla del tesoro en versión GlassBook cuando da la orden de imprimir un texto seleccionado se encuentra con que le dice "usted podrá imprimir diez fragmentos durante los próximos diez días" ¡para un libro cuyo copyright está más expirado que el del Eclesiastés! Esto para un lector habituado a las herramientas electrónicas es intolerable, por no hablar del cifrado o encriptación, el pago... es un engorro. El problema es qué pasa cuando uno no es King, ¿no? Puede que haya una edición electrónica libre para aquellos que son amados por sus lectores, y otra para los que escriban sólo para sí, porque nadie esté dispuesto a pagarles.

¿Pero tú ves posible que la gente se habitúe a leer en un dispositivo lector rígido, en plan RocketBook o e-Reader...?

¿...e incluso si no es rígido?

Está bien: incluso si no es rígido.

Yo creo que, prejuicios y costumbres aparte, los dispositivos lectores actuales están en un punto en el que la calidad de lectura es mejor que en una mala impresión en pulpa de papel. Que hay una mezcla de fetichismo y mayor comodidad real en el papel flexible. Si se consiguieran esos papeles electrónicos tipo e-ink de los que tanto se habla, no cabe duda que el libro recargable es un producto con un público. Hoy por hoy estos aparatos son un poco engorrosos.

Una pregunta, y esto es un cambio de punto de vista. ¿Tú cómo lo verías desde tu lado personal, y no como observador?: Tú eres autor, y cobras tu tanto por ciento de la editorial, y por otro lado eres editor, asesor editorial de diversas editoriales de papel. ¿Cómo ves la edición electrónica desde esa esquizofrenia? Conteste primero el editor o el autor.

Como autor creo que, mientras no sea uno Pérez Reverte, lo que cobra uno de la editorial no es ni mucho menos el tiempo que ha invertido en la obra, ni a precio de fregona. En el fondo, al libro no se le presta atención, y luego está la promoción que se le podría hacer, pero últimamente tampoco se ve tanta promoción; lo único que quedaría, al final, es el orgullo de decir "yo soy autor de Anagrama". Los libros se pasan dos meses en las mesas de novedades, te dejan unos magros dineros, y de verdad, al final, las únicas satisfacciones que te dan son aquellos lectores que te han leído y han disfrutado. Y en este sentido es curioso, porque yo recibo un goteo, pequeño pero significativo, de gente que me encuentra por la red, me escribe, y entablamos una relación epistolar -a veces personal-, que es una satisfacción digamos "virtual" que el medio electrónico facilita, al liberarnos de la necesidad de coincidir en el tiempo y en el espacio. Esa satisfacción la obtengo en las cosas que me autoedito en http//jamillan.com. Donde soy a la vez autor y editor electrónico.

Jamillan.com

Sí, tú editas en la red algo que trasciende lo que sería una mera "página personal", (http://jamillan.com): no eres el único autor, tienes distintas secciones y varios proyectos de edición. Es la página de tus inquietudes intelectuales, más que la página del culto a José Antonio.

Uso esta página para editar cosas que, o bien no tienen salida, o bien he publicado en otros sitios pero aquí las retoco, las amplío, las extiendo y les doy una vida que pierden al editarse en sus destinos originales de papel. Es una tarea autoeditorial y también, de rebote, heteroeditorial en la medida en la que edito a otros autores.

¿Tienes un proyecto editorial?

No, lo que voy haciendo es ir incluyendo todo lo que hago, normalmente ampliado, y enlazar unos artículos con otros para entretejerlos temáticamente, que sea una web, una red en el sentido etimológico y no sólo una mezcolanza. Por ejemplo, un tema que me ha interesado desde que investigaba que es la metáfora, lo tengo vivo a base de enlaces hipertextuales. De hecho, a menudo trabajo más con enlaces que con texto.

Y sin embargo, hay temas recurrentes que se cruzan: por un lado está tu pasión por los diccionarios, y por otro tu página del insulto que ahora has podido casar gracias a la aparición de un Diccionario del Insulto.

Es un proyecto vivo que ahora se ha ampliado con un museo de la injuria que elaboro con material que ha caído en mis manos. Son enlaces a medida de mis intereses, a veces. De hecho esta sección es de las partes ahora más visitadas, pero no es nada premeditado. Todo viene de una reseña que hice de tres libros, y de ahí arranca.

¿Se aplica especialmente a la web esa frase un poco despectiva que se usaba para referirse a los autores que pagaban de sus bolsillos la edición de sus libros: Edición de Vanidad?

Sí, la Vanity Press... Se aplica especialmente a esas páginas personales de "hola, éste soy yo y este es mi gato, aquí está mi señora". Sobre todo en los países anglosajones se usa mucho la Vanity Press. Pero yo veo la expresión como un poco peyorativa, y no la usaría; sobre todo porque además yo he encontrado cosas muy interesantes y muy valiosas en libros autoeditados, del mismo modo que en páginas escritas por amateurs y publicadas en Geocities se puede encontrar uno material muy útil.

Vamos a ver, sus números: ¿Cuántos lectores tiene en su página web?

Pues de mi sitio descargan unas dos mil páginas diarias, lo cual no quiere decir que las lean, sólo que las descargan. Yo sospecho que las leen, porque luego me escriben corrigiéndome enlaces. Eso es algo que pasa menos con la edición en papel. Me relaciono con la gente, y no sólo de forma explícita. También les espío. Si alguien hace una búsqueda en mi sitio web, yo lo sé. Con los libros uno no sabe si el lector los ha leído de un tirón o intermitentemente, si buscó algo en el índice o no. Con la web uno ve funcionar la maquinaria según los lectores posan sobre ella sus palpos de mariposa.

El cuentista de las máquinas de información.

Tengo que preguntarte por tu literatura, porque ya desde tus cuentos, y posteriormente en tus novelas, las máquinas digitales, los ordenadores, los aparatos tienen un gran protagonismo. El día intermitente es una novela de tono conspiranóico que arranca a partir de un ordenador encontrado en la basura, y Nueva Lisboa parte del concepto de una realidad virtual análoga a la literatura. ¿Por qué esa fascinación?

Esa fascinación la recuerdo desde siempre. Para mí la máquina electrónica y de juego por excelencia, la máquina onanista y cerrada son los pinballs, mi primer amor tecnológico. Gombrowicz habla de los parques de atracciones con esa fascinación (algo así como que "las atracciones giraban y se divertían ellas solas"). Ese mismo ensimismamiento lo puedes reconoder en las esculturas de Jean Tinguely. Luego, cuando descubrí la informática, y con ella la máquina virtual (allí no solamente puede uno ver y actuar externamente y jugar, sino que permite también otros modos de expresión), pues me quedé fascinado por segunda vez y ya definitivamente.

Incluso has usado las máquinas en tus libros para niños...

Bueno, ahora acabo de terminar uno que se llama Base y el generador misterioso que son las aventuras de un programa de base de datos en su primer día de trabajo dentro del ordenador: sale, se descomprime, busca sus direcciones, sus registros... ahí me he metido en las tripas de la máquina y me ha salido una introducción a la informática de bajo nivel para niños, e incluso para adultos. Desde que he acabado este libro, cada vez que me siento delante de un ordenador palpo el gran trabajo que supone incluso algo tan sencillo como una pantalla en blanco.

Y la gente, la gente.

Tu proyecto editorial, jamillan.com, eres tú solo. Y se puede argumentar que es una publicacion en red, de hecho mucho más digna que alguna de las muchas autodenominadas "revistas culturales" que pululan por ahí. Mi pregunta es: ¿Qué hace la edición electrónica con todos los trabajadores de una editorial? ¿A qué se dedica ahora toda esa gente? Son departamentos enteros, suplantados por un par de personas.

Desde el punto de vista de los editores y los lectores, lo que plantea esta pregunta tan tramposa es la idea de crear nuevos tipos de obra más próximos a la obra colectiva. Enciclopedias como Encarta no dejan de ser un calco de la obra en papel. El reto es la generación de obra que no dependa de lo textual ni de los paradigmas actuales de acceso al conocimiento. Estoy pensando en un CD-ROM sobre una película etnográfica grabada en Venezuela entre los Yanomami que combina unas tomas del año 70 con árboles genealógicos, mapas, textos... y en algunas de estas obras palpas la riqueza real de este medio que no se acaba de lograr expresar más que de forma excepcional, no habitual, por desgracia.

Sí, pero mi pregunta no iba por qúe hacía el proyecto, sino qué hacen las personas que trabajan en la editorial, y a las que la edición electrónica les va a dejar sin trabajo, al menos sin el que hacen ahora. ¿Se empiezan a hacer su propio sitio web?.

Hombre, sería una derivación y un proyecto interesante. Se ven por ahí proyectos e intentos de nuevas editoriales, como algunos que acumulan muchas obras de autores noveles, que no han publicado nunca, pero no se ve que de ahí salga algo. En el fondo, de estos proyectos viven con ingresos marginales, en una comunicación con su escaso público, ¿no crees?

Hombre, yo lo que creo es que en la red se va a cumplir la ley de Zipf, sí o sí, esto es: el 10% del contenido valdrá para satisfacer las necesidades del 90% del público, y sólo un 10% del público buscará el 90% del contenido restante. ¿Qué te parece?

El problema no está tanto en cuánta gente, en el número de visitas, sino en la calidad. Si yo puedo hacer un sitio web en el que mis 3.000 lectores de papel lleguen a mí, estará todo redondo.

 

 

Creado 25 de noviembre del 2010

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