Mirando al cielo

13 octubre 2009 22:22

Barcelona tiene una riqueza excepcional de detalles arquitectónicos, minucias, podríamos decir: están los esgrafiados de las fachadas, los artesonados de muchos portales, una abundancia de molduras y rejería… y las poleas.

Ignoro el nombre exacto (en castellano o en catalán) de estos soportes situados encima del último piso, sobre todo en casas del XIX y primera mitad del XX, que tenían por objeto sujetar una polea destinada a la subida y bajada de muebles y enseres.

Pero desde que descubrí su existencia, paseando por la calle mientras miraba al cielo, aun a riesgo de coger una tortícolis o torcerme un pie, no he parado de asombrarme de su riqueza y su variedad. He hecho una pequeña recopilación de treinta casos, que presento en la sección vecina Para la vista. La he titulado Brotes de los altos.

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Destrucción de un jardín

11 octubre 2009 17:17

Un jardín no sirve sólo de solaz para los habitantes de la casa que rodea. Cualquier persona que pase por la calle se beneficia de la amplitud que genera, de la contemplación de los árboles, de la temperatura agradable que propician y de los aromas de las plantas. Por eso es muy triste ver hoy el destino del jardín de la esquina del paseo de la Bonanova y la calle Mandri.

Las fotos de la esquina con árboles son instantáneas del pasado, conseguidas gracias a Google Street View, que actúa así de involuntario notario de lo que se ha ido. La foto superior es mía, de ayer.

El magnífico jardín correspondía al edificio de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, congregación creada en 1850, y fue donde al parecer tuvieron noviciado y colegio. En los últimos tiempos han compartido el edificio el Conservatori Superior de Música del Liceu y la Clínica Bonanova. No se a cuál de estas entidades corresponde la responsabilidad de esta pérdida, o si tal vez al trazado de la nueva línea de metro, que tantos desaguisados va dejando a su paso. Pero es una pena. Una pena irreparable.
La conversión del paseo de la Bonanova en una adocenada sucesión de feos edificios comienza con la alcadía de Porcioles y culmina brillantemente (por el momento) con esta intervención digna de Hereuville.

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La acera como autopista

09 octubre 2009 21:21

La acera en Gran de Grácia

Si afirmara que en Barcelona cada día cientos de vehículos de motor, que no debían salir de la calzada, van alegremente por las aceras, podría parecer una exageración.

Pues sí: entre la pasividad de la autoridad y la aceptación sumisa de los viandantes, motos y motocicletas aparcan en las aceras. Que el sitio destinado a las personas sea ocupado por vehículos ya de por sí es grave, y es fácil verlo en cualquier parte de la ciudad: la acera se ha convertido en un párking. Parece que la gente ya se ha acostumbrado, o que (en el caso de las motos) piensa: “Peor sería si fuesen coches…”.

Pero además de esto hay otro factor: ¿cómo llegan las motos encima de las aceras? No remontan el escalón del bordillo para subirse a ella, allá donde encuentran un hueco “libre”. Y mucho menos pueden hacerlo en casos como el de la foto, en que los vehículos aparcados en el borde de la calzada impiden el acceso. ¿Qué hacen, pues?: entran por el rebaje de la acera que está en los pasos de peatones (es decir, normalmente, en las esquinas), y recorren por el interior de la acera los cinco, diez o veinte metros que necesitan para “aparcar”.

Claro (pensará el lector): se ven forzados, pobres, a hacer eso, pero apagan el motor, echan pie a tierra y empujan su vehículo hasta su destino.

No: lo que hacen es conducir su moto, impulsada por su motor, por encima de la acera, entre las ancianas, los cochecitos de niños y los sencillos viandantes, hasta su “párking”. Con un poco de suerte, lo hacen despacio.

A veces me quedo mirando fijamente al motorista que viene de frente por mi acera: ¿me tengo que apartar para dejarle el paso? ¿Se cortará y se dará cuenta de que está haciendo algo por o menos incorrecto? Normalmente no: sigue su camino como si nada…

¿Supone un delito según el Código de la Circulación aparcar una moto en la acera? ¿Y conducir un vehículo de motor por ella? ¿Han visto alguno de ustedes alguna vez a un policía municipal multando una de estas conductas?

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La vergüenza del Hotel Vela

04 octubre 2009 18:18

 

Ya se ha inaugurado esta fea mole en primera línea de costa, y en situación de dudosa legalidad. Pero no hablaré yo solo:

Patricia Gabancho
Iconos de vergüenza

Desde la generosa terraza del Museo de Historia de Cataluña, un amigo señaló el promontorio de Montjuïc y me dijo: “Porcioles no se habría atrevido y al final se atrevieron los nuestros”. Se refería al hotel Miramar, pintado de verde para hacer más clara su vergüenza. El alcalde huyó de inaugurarlo, aunque el Ayuntamiento tiene participación en el negocio, el 10% o así. No sé qué piensa mi amigo del hotel Vela, que sombrea la playa más popular de Barcelona. En todo caso, el Ayuntamiento lo considera un icono de la ciudad, justo ahora que el urbanismo icónico está desprestigiado en todas partes por las fracturas que produce en el espacio urbano, por la soledad de esos monstruos de postal, porque los buenos arquitectos prefieren hacer ciudad en lugar de hacer edificios con firma y estrambote.

Barcelona tiene cuentas siempre pendientes con el turismo, pero no tanto porque le molesten -que también- esos rebaños de gentes que van detrás de un guía con un paraguas a guisa de estandarte. No, Barcelona tiene la intuición de que con la excusa del turismo se cuelan demasiadas cosas, por ejemplo, una sutil prolongación del negocio inmobiliario a través de la construcción de hoteles, en cualquier parte. Si es un hotel, todo vale. El de Ricardo Bofill se tramitó como “equipamiento” del puerto para burlar la Ley de Costas. ¿Para que descansen los estibadores? Es una aberración, pero también lo es el que le crece al Palau de la Música o el cilindro de lujo en El Raval. Barcelona usa la cobertura del “turismo cultural”, pero lo que pretende es explotar turistas ricos como si la ciudad fuera la ribera de Cancún.

Nadie renuncia hoy a la industria del turismo. Pero en Barcelona el turismo no es la lluvia fina que beneficia al pequeño comerciante, sino un instrumento de gentrificación. La palabra describe la expulsión de los vecinos de toda la vida barridos por nuevos vecinos ricos después de una intervención urbanística. Si es Nueva York, el detonante es privado. Si es la Ribera, el Born, la Barceloneta y hasta El Raval con su prepotente hotel de lujo, el brazo ejecutor es municipal y “progresista”. ¿Estamos hablando de la ciudad que fue modelo de urbanismo sensible y a la menuda?

Agustí Fancelli
Hotel Vela

La inauguración, el jueves, del hotel Vela en el rompeolas de la ciudad ha provocado una protesta ciudadana modesta en número (entre 200 y 300 personas asediaron el edificio, el domingo pasado), pero atinada en sus contenidos. Anuncia esta plataforma la próxima presentación de una demanda contenciosa administrativa contra el Puerto Autónomo, que forzó la Ley de Costas hasta autorizar semejante bodrio, ratificado después por la Generalitat presidida por Jordi Pujol. El Ayuntamiento consiguió rebajar la altura del mamotreto a 100 metros, de los 178 inicialmente planificados… eso sí, con resultados estéticos discutibles, pues lo que antes era una estilizada vela marina se ha convertido en una panza cervecera sin gloria. Es, desde luego, inasumible que la misma Ley de Costas que se llevó por delante los viejos chiringuitos para crear nuevos espacios públicos, por cierto de gran éxito, pueda amparar ahora esta escandalosa privatización de un territorio que en el imaginario ciudadano figura como uno de los más libres.

En general, el paisaje, tanto el urbano como el rural, merece muy poca atención en este país. El hotel se sitúa justo en el eje Rambla-Colón-Portal de la Pau, de manera que el almirante ya no señala al mar, sino a un cinco estrellas a 300 euros la habitación base. La imagen estremece. También la sede de Gas Natural irrumpe en el eje paseo de Sant Joan-Arc de Triomf-Ciutadella, sin que ello haya suscitado el más mínimo debate. ¡El lío que se montó en París con la Défense en la línea Louvre-Campos Elíseos-Arco de Triunfo!

En fin, ya que los referendos se han puesto de moda, ésta sí parecía una cuestión que dirimir en una consulta, bastante más que la borrosa independencia. Pero ahora ya no queda sino unirnos al seráfico lema “enderroc, ja!”, lanzado por los manifestantes, sabiendo que es otro de los muchos brindis al sol en que se nos va yendo la vida. Aunque, consigna por consigna, tal vez sea preferible la de “veïns, una espècie en perill d’extinció”, que exhibía una pancarta. A veces, la descripción escueta resulta más demoledora que la reivindicación.

Esta web resume la resistencia frente al hotel.


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