Cómo oponerse con éxito

30 agosto 2011 19:19

En estos días en que, con alevosía estival, se han empezado las obras de la Rotonda estaba yo leyendo una obra muy clara: Federico Aguilera y José Manuel Naredo (eds.) Economía, poder y megaproyectos (Teguise, Fundación César Manrique, 2009). Se centra en las grandes intervenciones urbanas, semillero de corrupciones: Ciudad deportiva del Real Madrid, Fórum de las Culturas de Barcelona, …  En su comienzo encontré unos párrafos que me hicieron pensar y que en realidad se aplican a muchos otros casos, grandes o pequeños.

Están en el primer apartado: “En memoria de Antonio Estevan“, ingeniero y activista que luchó contra intervenciones como el Plan Hidrológico Nacional. En una carta a los editores del volumen mencionado Estevan reconocía su

completa pérdida de confianza en las posibilidades del diálogo con las instituciones, sean del signo que sean, y una creciente convicción de que sólo con movilización social se puede ganar en esta clase de conflictos, pero teniendo en cuenta que, aún así, la movilización no es condición suficiente para ganar. Tiene que haber además una perspectiva de deterioro electoral de los partidos responsables suficiente para hacerles cambiar. Los razonamientos, la información, la demostración incluso apabullante de que se tiene razón, no sirven absolutamente para nada. Los políticos sólo se mueven por cálculos electorales y los tecnócratas no se mueven por nada, pues su objetivo es hacer obras, al margen de cualquier otra consideración. Por eso creo que los esfuerzos sobrehumanos que a veces hacemos para demostrarles técnicamente a las autoridades y a sus técnicos que están equivocados en tal o cual proyecto deberíamos reorientarlos a la difusión y a la movilización social, cuidando especialmente la proyección electoral de las protestas. Y negándonos a hablar con las estructuras tecno-políticas. Esto lo resumía yo en las charlas en el Júcar con una frase lapidaria que hacía bastante efecto: contra tecnocracia, democracia; con la tecnocracia no vale la pena discutir.