Ruido

27 noviembre 2009 12:12

Recibo (gracias, Ignasi) este cartel desde Lisboa, escrito en la lengua del Imperio: “Turistas, respetad el silencio portugués o idos a España”. Me ha hecho reflexionar sobre algo que debe de ser bien sabido: la permisividad que hay para los turistas: en España con frecuencia se les permiten comportamientos impensables en cualquier otro lugar. Y en Barcelona, lamento decirlo, en sitios como Ciutat Vella o la Barceloneta, más…

Una iniciativa porteña

14 noviembre 2009 9:09

Basta de demoler es un interesante blog que agrupa la acción de ciudadanos de Buenos Aires en defensa de su patrimonio.

A l largo de sus post van desfilando intervenciones puntuales sobre edificios en peligro (recordando en muchos casos su historia o su valor), cuestiones que tienen que ver con leyes y su aplicación, y todo tipo de reflexiones e informaciones sobre la ciudad.

La sección Mapa fotográfico resume el estado de la ciudad, con arreglo a esta clave:

Amarillo: Edificio en peligro.
Rojo: Edificio en peligro inminente de demolición.
Azul: Edificio demolido

Verde: Edificio demolido (demolición histórica).

Sería vital hacer algo así también sobre Barcelona…

Bicicletas asesinas

02 noviembre 2009 15:15

Ser peatón en Barcelona es un oficio de riesgo. Las bicicletas usurpan el espacio destinado a los viandantes, a pesar de lo que indican las ordenanzas municipales:

Artículo 14. Bicicletas

6. En el caso de que no exista carril bici u otra vía de las especificadas en el artículo 14.1, las bicicletas podrán circular, excepto en momentos de aglomeración de peatones, por:
a) las aceras, andenes y paseos de más de 5 metros y 3 metros de espacio libre.
b) parques públicos y áreas de peatones.
c) zonas de prioridad invertida en los dos sentidos de circulación.
A los efectos expresados en este artículo, se entenderá que hay aglomeración cuando no sea posible conservar 1 metro de distancia entre la bicicleta y los peatones que circulen, o circular en línea recta 5 metros de forma continuada.

A quien quiera comprobar el incumplimiento sistemático de esta norma le sugiero que se ponga en la calle Tallers o Elisabets a cualquier hora: ahí verá a los ciclistas sortear peligrosamente a los peatones. Jamás he visto a un guardia multar a uno….

Los ciclistas se cobijan bajo una capa de deporte y ecología, pero la verdad es que no tiene maldita la gracia que un peatón tenga que ir mirando atrás todo el rato para evitar que un “deportista” le haga polvo una pierna: las bicis no hacen ruido, y por ello son doblemente peligrosas.

Por último querría volver sobre el tema, ya tocado, de las motos en la acera. En el ánimo de ciertos motoristas ha calado el principio de que si se puede aparcar en la acera, se puede subir a ella en marcha, y ya que estás, pues andar un poco más y llegar más cerca de tu punto de destino, todo por la acera. No me he dedicado a la caza y captura de estos indeseables, pero uno se tropieza constantemente con ellos, como este que recorrió veinte metros sorteando peatones y viejitas con carro, junto al mercado de Sant Gervasi hace pocos días.

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Mirando al cielo

13 octubre 2009 22:22

Barcelona tiene una riqueza excepcional de detalles arquitectónicos, minucias, podríamos decir: están los esgrafiados de las fachadas, los artesonados de muchos portales, una abundancia de molduras y rejería… y las poleas.

Ignoro el nombre exacto (en castellano o en catalán) de estos soportes situados encima del último piso, sobre todo en casas del XIX y primera mitad del XX, que tenían por objeto sujetar una polea destinada a la subida y bajada de muebles y enseres.

Pero desde que descubrí su existencia, paseando por la calle mientras miraba al cielo, aun a riesgo de coger una tortícolis o torcerme un pie, no he parado de asombrarme de su riqueza y su variedad. He hecho una pequeña recopilación de treinta casos, que presento en la sección vecina Para la vista. La he titulado Brotes de los altos.

Destrucción de un jardín

11 octubre 2009 17:17

Un jardín no sirve sólo de solaz para los habitantes de la casa que rodea. Cualquier persona que pase por la calle se beneficia de la amplitud que genera, de la contemplación de los árboles, de la temperatura agradable que propician y de los aromas de las plantas. Por eso es muy triste ver hoy el destino del jardín de la esquina del paseo de la Bonanova y la calle Mandri.

Las fotos de la esquina con árboles son instantáneas del pasado, conseguidas gracias a Google Street View, que actúa así de involuntario notario de lo que se ha ido. La foto superior es mía, de ayer.

El magnífico jardín correspondía al edificio de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, congregación creada en 1850, y fue donde al parecer tuvieron noviciado y colegio. En los últimos tiempos han compartido el edificio el Conservatori Superior de Música del Liceu y la Clínica Bonanova. No se a cuál de estas entidades corresponde la responsabilidad de esta pérdida, o si tal vez al trazado de la nueva línea de metro, que tantos desaguisados va dejando a su paso. Pero es una pena. Una pena irreparable.
La conversión del paseo de la Bonanova en una adocenada sucesión de feos edificios comienza con la alcadía de Porcioles y culmina brillantemente (por el momento) con esta intervención digna de Hereuville.

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La acera como autopista

09 octubre 2009 21:21

La acera en Gran de Grácia

Si afirmara que en Barcelona cada día cientos de vehículos de motor, que no debían salir de la calzada, van alegremente por las aceras, podría parecer una exageración.

Pues sí: entre la pasividad de la autoridad y la aceptación sumisa de los viandantes, motos y motocicletas aparcan en las aceras. Que el sitio destinado a las personas sea ocupado por vehículos ya de por sí es grave, y es fácil verlo en cualquier parte de la ciudad: la acera se ha convertido en un párking. Parece que la gente ya se ha acostumbrado, o que (en el caso de las motos) piensa: “Peor sería si fuesen coches…”.

Pero además de esto hay otro factor: ¿cómo llegan las motos encima de las aceras? No remontan el escalón del bordillo para subirse a ella, allá donde encuentran un hueco “libre”. Y mucho menos pueden hacerlo en casos como el de la foto, en que los vehículos aparcados en el borde de la calzada impiden el acceso. ¿Qué hacen, pues?: entran por el rebaje de la acera que está en los pasos de peatones (es decir, normalmente, en las esquinas), y recorren por el interior de la acera los cinco, diez o veinte metros que necesitan para “aparcar”.

Claro (pensará el lector): se ven forzados, pobres, a hacer eso, pero apagan el motor, echan pie a tierra y empujan su vehículo hasta su destino.

No: lo que hacen es conducir su moto, impulsada por su motor, por encima de la acera, entre las ancianas, los cochecitos de niños y los sencillos viandantes, hasta su “párking”. Con un poco de suerte, lo hacen despacio.

A veces me quedo mirando fijamente al motorista que viene de frente por mi acera: ¿me tengo que apartar para dejarle el paso? ¿Se cortará y se dará cuenta de que está haciendo algo por o menos incorrecto? Normalmente no: sigue su camino como si nada…

¿Supone un delito según el Código de la Circulación aparcar una moto en la acera? ¿Y conducir un vehículo de motor por ella? ¿Han visto alguno de ustedes alguna vez a un policía municipal multando una de estas conductas?

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La vergüenza del Hotel Vela

04 octubre 2009 18:18

 

Ya se ha inaugurado esta fea mole en primera línea de costa, y en situación de dudosa legalidad. Pero no hablaré yo solo:

Patricia Gabancho
Iconos de vergüenza

Desde la generosa terraza del Museo de Historia de Cataluña, un amigo señaló el promontorio de Montjuïc y me dijo: “Porcioles no se habría atrevido y al final se atrevieron los nuestros”. Se refería al hotel Miramar, pintado de verde para hacer más clara su vergüenza. El alcalde huyó de inaugurarlo, aunque el Ayuntamiento tiene participación en el negocio, el 10% o así. No sé qué piensa mi amigo del hotel Vela, que sombrea la playa más popular de Barcelona. En todo caso, el Ayuntamiento lo considera un icono de la ciudad, justo ahora que el urbanismo icónico está desprestigiado en todas partes por las fracturas que produce en el espacio urbano, por la soledad de esos monstruos de postal, porque los buenos arquitectos prefieren hacer ciudad en lugar de hacer edificios con firma y estrambote.

Barcelona tiene cuentas siempre pendientes con el turismo, pero no tanto porque le molesten -que también- esos rebaños de gentes que van detrás de un guía con un paraguas a guisa de estandarte. No, Barcelona tiene la intuición de que con la excusa del turismo se cuelan demasiadas cosas, por ejemplo, una sutil prolongación del negocio inmobiliario a través de la construcción de hoteles, en cualquier parte. Si es un hotel, todo vale. El de Ricardo Bofill se tramitó como “equipamiento” del puerto para burlar la Ley de Costas. ¿Para que descansen los estibadores? Es una aberración, pero también lo es el que le crece al Palau de la Música o el cilindro de lujo en El Raval. Barcelona usa la cobertura del “turismo cultural”, pero lo que pretende es explotar turistas ricos como si la ciudad fuera la ribera de Cancún.

Nadie renuncia hoy a la industria del turismo. Pero en Barcelona el turismo no es la lluvia fina que beneficia al pequeño comerciante, sino un instrumento de gentrificación. La palabra describe la expulsión de los vecinos de toda la vida barridos por nuevos vecinos ricos después de una intervención urbanística. Si es Nueva York, el detonante es privado. Si es la Ribera, el Born, la Barceloneta y hasta El Raval con su prepotente hotel de lujo, el brazo ejecutor es municipal y “progresista”. ¿Estamos hablando de la ciudad que fue modelo de urbanismo sensible y a la menuda?

Agustí Fancelli
Hotel Vela

La inauguración, el jueves, del hotel Vela en el rompeolas de la ciudad ha provocado una protesta ciudadana modesta en número (entre 200 y 300 personas asediaron el edificio, el domingo pasado), pero atinada en sus contenidos. Anuncia esta plataforma la próxima presentación de una demanda contenciosa administrativa contra el Puerto Autónomo, que forzó la Ley de Costas hasta autorizar semejante bodrio, ratificado después por la Generalitat presidida por Jordi Pujol. El Ayuntamiento consiguió rebajar la altura del mamotreto a 100 metros, de los 178 inicialmente planificados… eso sí, con resultados estéticos discutibles, pues lo que antes era una estilizada vela marina se ha convertido en una panza cervecera sin gloria. Es, desde luego, inasumible que la misma Ley de Costas que se llevó por delante los viejos chiringuitos para crear nuevos espacios públicos, por cierto de gran éxito, pueda amparar ahora esta escandalosa privatización de un territorio que en el imaginario ciudadano figura como uno de los más libres.

En general, el paisaje, tanto el urbano como el rural, merece muy poca atención en este país. El hotel se sitúa justo en el eje Rambla-Colón-Portal de la Pau, de manera que el almirante ya no señala al mar, sino a un cinco estrellas a 300 euros la habitación base. La imagen estremece. También la sede de Gas Natural irrumpe en el eje paseo de Sant Joan-Arc de Triomf-Ciutadella, sin que ello haya suscitado el más mínimo debate. ¡El lío que se montó en París con la Défense en la línea Louvre-Campos Elíseos-Arco de Triunfo!

En fin, ya que los referendos se han puesto de moda, ésta sí parecía una cuestión que dirimir en una consulta, bastante más que la borrosa independencia. Pero ahora ya no queda sino unirnos al seráfico lema “enderroc, ja!”, lanzado por los manifestantes, sabiendo que es otro de los muchos brindis al sol en que se nos va yendo la vida. Aunque, consigna por consigna, tal vez sea preferible la de “veïns, una espècie en perill d’extinció”, que exhibía una pancarta. A veces, la descripción escueta resulta más demoledora que la reivindicación.

Esta web resume la resistencia frente al hotel.


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Animales cautivos

28 septiembre 2009 16:16

 
Esta curiosa casa de la calle Margarit, cerca del Paralelo, muestra el destrozo que se puede hacer en los motivos decorativos.

Esgrafiados y esculturas no se han conseguido librar de la intervención de los cables.


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La calle de los mil bancos

11 septiembre 2009 18:18

Bueno: menos. Pero resulta sorprendente lo que pasa en la calle Moragas (en Sarrià-Sant Gervasi), entre Folgueroles y Maluquer, lado mar.

En una acera de unos ochenta metros de largo se alinean, uno tras otro, once bancos y tres cuatro sillas individuales, hasta tal extremo que casi no queda sitio entre unos y otros (salvo como aparcamiento de motos; pero de las motos hablaremos otro día). No es que abunden los bancos en Barcelona, de modo que ¿a qué viene este derroche? Y además, en una calle relmente fea, donde nadie va a ver nada especial.

Déjenme adivinar: en el Ayuntamiento, o en el Distrito, llega la fecha límite: ¡Hay que apurar los presupuestos! Pues quedan estos miles de euritos por gastar… ¿Qué hacemos? —Nos da justo para once bancos y tres sillas. —¡Hala! Ponlos en cualquier sitio…

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El Raval, prostituido

08 septiembre 2009 16:16

El país publica hoy un artículo de Javier Calvo: “El Raval, un barrio prostituido“. Selecciono los últimos párrafos, pero merece la pena leerse entero:

Resulta gracioso, o lo resultaría si las consecuencias no fueran trágicas, que una clase política que tanto se ha llenado la boca con el paradigma de la sostenibilidad haya urdido un modelo que se ha derrumbado al cabo de una década. No hay ninguna ingenuidad en decidir que un barrio deje de servir los intereses de la gente que vive en él, desmantelar su tejido comercial y vendérselo a la industria turística. A esa situación no se llega por accidente. Lo ingenuo es creer que esa ruptura de un ecosistema ya precario no iba a generar el “efecto llamada” de una nueva clase criminal.

Una nueva clase criminal en toda regla, literalmente fuera de la ley, es decir, intocable por ella. Traficantes a los que no se puede encerrar por ser demasiado jóvenes, prostitutas a las que no se puede deportar por no tener papeles, etcétera. Para los vecinos del Raval es obvio que turistas y criminales son dos lados de la misma moneda, Escila y Caribdis, un sistema de huésped y parásito, condenados a tener sexo furtivo entre ellos, comprarse droga y robarse. Mi hija se acostumbró ya desde bebé a dormir oyendo los cánticos borrachos de los turistas ingleses y después sus chillidos cuando las bandas de argelinos los asaltaban al cerrar los pubs. Todo esto es obvio para cualquiera que camine por las calles del Raval, hay que estar ciego para no verlo, o bien fingir que lo estás.

El verdadero valor de las famosas fotos de los arcos de la Boquería, más allá de como documentos de la degradación, es como metáfora: el barrio entero es un burdel y el Ayuntamiento nuestro proxeneta.

Previsiones de futuro: el equipo municipal encabezado por Jordi Hereu y la concejal de distrito Itziar González ya han dejado clara su convicción de que el barrio puede asumir más turismo, y que el Raval debe ser la nueva puerta de entrada para los miles de turistas que llegan a la ciudad en cruceros. Las nuevas intervenciones urbanísticas deben “derribar barreras” para convencer a los turistas de acceder al Raval por la zona de Santa Mónica. Ya se imaginan ustedes la clase de barreras que hay en Santa Mónica: casas de vecinos, que pueden apostar a que se irán abajo para no estorbar a las hordas de turistas.

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