Las jergas del Poder
Me ha alegrado mucho encontrarme en un nuevo medio, FronteraD, con Mal-dic(c)ciones, un blog de un escritor que me gusta: J. Á. González Sainz. En su entrada "La voz de la megafonía" cuenta una anécdota que ocurre en italiano, pero que es perfectamente equivalente en español. Se trata de un viaje en un tren que de pronto se detiene, y se emite un mensaje por altavoz que informa de que se trata de "una avería en el PN". Nadie parece saber qué significan esas siglas, y el narrador interpela a la empleada del ferrocarril: PN es ni más ni menos que "paso a nivel"... Y el narrador reflexiona:
(Vale la pena leer el post completo). Su reflexión me ha impresionado, poniendo voz a algo que había sentido muchas veces: la sustitución de la comunicación desde el poder (y tan poder es el Jefe del Estado como una revisora) por un remedo oscurecedor...
¿Por qué había dicho PN en lugar de paso a nivel? ¿Por qué demonios —porque de demonios sin duda alguna se trataba— había dicho algo que sabía a ciencia cierta que nadie iba a entender, en lugar de utilizar la palabra por la que todos podía saber que iban a entender? ¿Al decir PN en lugar de paso a nivel se quería dar torticeramente a entender que era algo de elevada complejidad técnica, algo cuya dificultad o aleatoriedad estaba fuera de nuestro alcance y que, dicho en palabras que todos entendiéramos y nos capacitaran para saber a qué atenernos, podía mover nuestra insatisfacción y resultar contraproducente para la Empresa?, ¿o bien sólo se nos quería tomar el pelo? Si no querían que entendiéramos lo que sucedía no tenían por qué habernos informado. Pero no, querían informarnos y a la vez que no nos enteráramos, cumplir no con la información sino con la religión o la ideología de la información. Querían que recibiéramos la información como se recibe una comunión. De repente fui presa de un extraño terror. Por el agujerillo de aquella vulgar y pequeña situación cotidiana, que muy bien hubiera podido pasar inadvertida, me asomaba de pronto a todo lo demás y todo lo demás era igual o tendía a ser igual: nos sustituyen las palabras con las que entendemos y los modos que tenemos de entender por aquello con lo que se nos escapa el entendimiento de las cosas pero simulando no obstante una comunicación realizada. No comunican nada, pero comunican, siguen comunicando o no hacen más bien otra cosa que comunicar e informar no sólo importándoles un bledo que nos quedemos a dos velas sino aspirando religiosamente a que quedarse el receptor a dos velas sea el verdadero objetivo, el auténtico cumplimiento de la información, la comunión total con “la voz de la megafonía’.
(Vale la pena leer el post completo). Su reflexión me ha impresionado, poniendo voz a algo que había sentido muchas veces: la sustitución de la comunicación desde el poder (y tan poder es el Jefe del Estado como una revisora) por un remedo oscurecedor...
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