Las etimologías de Covarrubias
En el Renacimiento, cuando despertó el interés por las hablas vulgares, aparecieron los primeros diccionarios de lenguas europeas, con frecuencia llamados tesoros, por las riquezas que encerraban. Con algo de retraso frente a ellas, en 1611 —justo entre las dos partes del Quijote— aparecía el Tesoro de la lengua castellana o española. Acabo de publicar aquí al lado la reseña de una nueva edición del Tesoro.
La obra de Covarrubias presenta un interés especial para los amantes de las etimologías. Los orígenes de las palabras constituyen una parte importante del Tesoro, pero el lector hará bien en ponerlas en perspectiva. Las "etimologías" que brinda son con frecuencia fantásticas, porque las procedencias de las palabras se explican por parecidos y simpatías: "Púdose decir teta de la letra griega Θ, thêta, a la cual la teta de la mujer tiene mucha semejanza, por cuanto es en forma redonda y en medio tiene el pezón semejante al punto de la dicha letra" (el origen de esta palabra es controvertido, pero no parece tener que ver con la letra griega...).
Otro caso: "Díjose mona de monos, griego, que vale solitario, porque estos animales viven de ordinario en islas deshabitadas" (en realidad viene de un término árabe relacionado con la mala suerte atribuida a estos animales).
Pero, como ya avisó el autor: "es tan de grande utilidad el conocimiento de las etimologías, que aun hasta las falsas se han de estimar, porque ocasionan a la inquisición y investigación de las verdaderas".
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