
Recibo una consulta de un proyecto de literatura en la Red (que me ha pedido que no difunda su identidad). Su página juega con la tipografía, los fondos, el movimiento y la música, todo ello al servicio de un texto extenso, y que es realmente el centro del proyecto:
¿Qué podrías decirme sobre la extensión del texto y la capacidad de lectura on line? Soy consciente de que la extensión de cada texto que colgamos no es la adecuada pero decidí correr el riesgo de que la gente entre, navegue, mire, y no lea nada. En un punto me preocupa, en otro no, porque me interesa mucho la articulación texto - diseño - imagen - sonido. Es todo un tema... Sinceramente, no sé qué hacer a futuro. La elección de la tipografía obedeció a criterios estéticos más que de legibilidad.
¡¡¡Pufff...!!! Son preguntas realmente delicadas, de modo que iré por partes. Sobre la longitud de un texto que se debe leer en la Web hay muchas opiniones. Tal vez la clave sea una cuestión de edad combinada con la práctica: la gente que lee mucho en pantalla, pues... lee mucho en pantalla, y si el texto que hay que leer es largo, pues se lee; los jóvenes tienen más costumbre de lectura en pantalla que los mayores, etc. Otra cuestión es si segmentar un texto extenso en varias pantallas o si dejarlo sólo en una (yo soy partidario de lo segundo, salvo que lo que se quiera es hinchar los
hits de una web).
Aunque realmente hay factores que dificultan mucho la lectura:
Ahora bien, dicho esto, queda otro factor: la libertad del editor (en línea o en papel) para organizar el conjunto texto/contenido como mejor le parezca para transmitir el mensaje del autor, incluso sacrificando (algo) la lecturabilidad.
Los autores más conscientes siempre han cuidado, y muy especialmente en el caso de la poesía, la adecuación entre continente y contenido. Tanto en la dirección de recalcar la pureza y limpidez de los poemas (caso de las ediciones de
Juan Ramón Jiménez), como en la contraria: que el soporte y la tipografía reflejen las tensiones de la obra. Este último fue, por ejemplo, el caso del romántico José Cadalso (
fuente):
Si el cielo de Madrid no fuese tan claro y hermoso y se convirtiese en triste, opaco y caliginoso como el de Londres (cuya triste opacidad y caliginosidad depende, según geógrafo-físicos, de los vapores del Támesis, del humo del carbón de piedra y otras causas), me atrevería yo a publicar las Noches lúgubres que he compuesto a la muerte de un amigo mío, por el estilo de las que escribió el doctor Young. La impresión sería en papel negro con letras amarillas.
Hasta donde yo sé, semejante edición nunca se llevó a cabo, lamentablemente.
Pero sí: la decisión del creador (o del tándem autor/editor) debería ser soberana... aun a riesgo de dificultar el encuentro con el lector.
Etiquetas: Autor, Editoriales, Lectura, Lecturabilidad, Tipografía