Un nuevo aliento de poesía, vitalista y sensual, individualista y exultante, nació con la obra de
Walt Whitman (1819-1892).
Hojas de hierba, la obra en la que trabajó toda su vida, fue presentada al mundo hispano por el poeta José Martí, y Borges tradujo sus
poemas.
En 1873, Whitman se retiró a Candem, Nueva Jersey, con un ataque que le redujo a la invalidez. Para el poeta, activo y andariego, eso fue un gran revés: "qué felicidad reside en los pies y las rodillas, cuánto depende de nuestros poderes de locomoción", diría. Sin embargo, su estado de postración le permitió tener largas conversaciones sobre su vida y su obra, que fueron posteriormente publicadas y que ahora Pre-Textos edita, en selección y traducción del poeta venezolano Rafael Cadenas:
Habla Walt Whitman (Valencia, 2008). [Gracias a
Luis Muñoz por prestarme tu ejemplar: te lo devuelvo en cuanto nos veamos].
El poeta comenta el título original de su obra
(Leaves of Grass), y sus reflexiones se pueden traducir perfectamente al castellano: "'
Hojas de hierba, decían, no hay
hojas de hierba; hay
briznas (spears) de hierba, esa es su palabra, Walt Whitman: briznas, briznas'. Pero
Briznas de hierba no habría sido lo mismo para mí. Etimológicamente
hojas es correcto, —los hombres de ciencia la usan así—. Me atuve tenazmente a hojas, hojas, hojas, hasta que el título pudo cuidarse solo".
En un escritor que había dicho "odio las comas mal puestas" no sorprende encontrar estas reflexiones sobre el proceso de edición:
¡Y qué tribu es la tribu de los correctores de pruebas! Creo que algunos hombres, algunos escritores, le deben gran parte de su reputación a la excelencia de sus correctores de pruebas, a su vigilancia, a su consejo. ¿Quién puede hacerles justicia a los listos, agudos intelectos de los hombres de este linaje, su considerada paciencia, el gran a alcance de su visión? Se les concede poco crédito, son desdeñados, no se les da importancia, se les ofrecen argucias. Durante veinte años he tenido más o menos en mente decir mi palabra —decir lo que sé— sobre los correctores de pruebas; es una deuda que he debido pagar hace tiempo.
Y por último, vemos estas reflexiones (Whitman tuvo que costear y editarse él mismo la edición de su libro):
Mi teoría es que el autor podría ser hacedor hasta del cuerpo del libro: parar los tipos, imprimir el libro en una prensa, ponerle una cubierta, todo con sus propias manos, aprendiendo su oficio de la A a ala Z, todo lo referente a él. El artesano literario no debe ser tan inútil con sus manos.
Bueno: ¿acaso no hacemos todo con nuestras propias manos quienes escribimos en la Web?
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