Teléfonos “digitales”

21 mayo 2011 19:19

Llevo unos días atrapado en uno de los infiernos contemporáneos más comunes: la operación de cambiar en un caso, y conseguir nuevo en otro, teléfonos móviles para mis hijos. Por fortuna, la horrible experiencia, consumidora de horas y de paciencias, ha albergado en su seno dos aspectos benéficos. El primero ha sido comprobar que el mal trato e ignorancia de Movistar no está reservado en exclusiva para sus clientes, como yo pensaba: he visto cómo lo sufría también el personal de sus propias tiendas cuando llamaba a la central en demanda de ayuda. Bueno: siempre es un consuelo…

El segundo ha sido escuchar a una clienta entrada en años pedir: “Un teléfono, pero no de esos digitales [aquí hacía el gesto de quien opera en una pantalla táctil], sino de teclas”. ¡Maravilloso!: como es sabido, digital viene de dígito, ‘dedo’, pero tiene dos acepciones. La primera (y más antigua) es ‘relativo al dedo’, como en “huellas digitales”; pero la más frecuente en la actualidad es la que se opone a analógico, es decir, algo así como “basado en señales discretas, según la teoría de la información“. Una extensión de esta última es el amplísimo uso de digital como sinónimo de informático o de “propio de las tecnologías de la información”.

Mi (involuntaria) informante había tomado, en este mundo de iPhones, iPads e iPods que se accionan con el dedo sobre la pantalla, digital en el primer sentido, que le parecía venir como anillo al dedo. Había hecho algo así como una “etimología popular culta”, y por cierto, bien bonita…

Al revisar el DRAE para ver cómo andaban las definiciones de estas cosas, me ha sorprendido la pobreza de su situación actual (en esencia, idéntica a la que denuncié en mi artículo del 2004, “Los términos informáticos en el Diccionario de la Academia”). Digital sigue siendo:

1. adj. Perteneciente o relativo a los dedos.

2. adj. Referente a los números dígitos y en particular a los instrumentos de medida que la expresan con ellos. Reloj digital.

¡Y nada más! La cosa es grave, cuando comprobamos (gracias a DIRAE) que el adjetivo aparece en su acepción hoy más corriente (y ausente del diccionario) en otros artículos, como digitalizar: “Registrar datos en forma digital” (!). En fin… Véase lo que decía sobre ambas palabras hace ya siete años.

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Dirae: consulte el DRAE como ya no podía hacerlo

13 mayo 2011 13:13

Ha aparecido Dirae.es, una creación de Gabriel Rodríguez Alberich. Cito de Barrapunto:

Un diccionario inverso se parece un poco a Google, igual que un diccionario normal se parece a un navegador. En un navegador, introduces una URL y te aparece la página que deseas, igual que en un diccionario buscas un término y te aparece su definición. En un diccionario inverso la búsqueda se hace en la definición, y el resultado es el término que corresponde con esa definición (igual que en Google introduces palabras, las busca en el contenido de las páginas web, y el resultado es la lista de URLs donde aparecen esas palabras). Dirae.es es un diccionario inverso basado en el Diccionario de la Real Academia, que gracias a ese funcionamiento retrógrado multiplica su utilidad más allá de la pura definición de términos.

Escogiendo bien los términos de búsqueda, Dirae puede servir también como tesauro asociativo, buscador etimológico, buscador de sinónimos, buscador de categorías gramaticales y otras funciones lexicológicas. Puedes echarle un vistazo a los ejemplos de uso para empezar a probar su funcionamiento.

Pero vayamos por partes: Dirae es una aplicación utilísima, y todos los hispanohablantes y cualquier persona interesada por el español debería donar al menos un euro a su autor. Pero no es un “diccionario inverso”, porque un diccionario inverso es otra cosa.

Bien. Aclarado este pequeño escollo terminológico, diré que Dirae permite consultar cualquier elemento presente en la base de datos del Diccionario de la Real Academia, algo que no se puede hacer ni con el CD-ROM ni con la aplicación en línea. Dirae permite buscar por palabras presentes en la definición, por origen etimológico, por marcas en las acepciones (por ejemplo Germ. de Germanía), y permite crearse un diccionario de locuciones latinas o incluso rastrear recetas

En resumen: da al usuario del diccionario pleno control sobre lo que quiere conseguir de él, en vez de que se limite a buscar definiciones.

Hay que señalar que estas posibilidades que ofrece Dirae estaban ya presentes (junto a otras varias) en el primer CD-ROM que se hizo sobre el diccionario (1995), que creamos mi hermano Rafael Millán y yo mismo, pero luego desaparecieron de las siguientes versiones del CD-ROM. Tan útiles eran que muchos estudiosos han mantenido instalada esta versión en sus ordenadores (aunque ya no se corresponde a la edición en vigor del diccionario) para poder seguir utilizándolas.

Pensando un poco mal, hay que reconocer que estas posibilidades de exploración exahustiva de la base de datos del DRAE saca a la luz algunas de las vergüenzas de la obra, mejoradas en ediciones recientes, pero aún no desaparecidas del todo…

Cito de nuevo a Barrapunto:

Las remezclas de servicios públicos como Dirae.es son ejemplos de lo que en NTK llamaban “usabilidad de guerrillas”.

Dado que los sitios oficiales son nefastos, es casi un deber cívico extraer los datos y dotarlos de mayor utilidad.

En efecto: es una vergüenza que formas de acceso a una obra que ha recibido tanto apoyo de fondos públicos, y que son tecnológicamente posibles y culturalmente deseables no existan desde hace años en el sitio oficial de la RAE, y que haya tenido que ser una acción privada y altruista quien las lleve a la práctica.

[Pido excusas por publicar también este post en el blog de al lado].

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Interferencias del inglés en el castellano

06 mayo 2011 12:12

Punto y coma, el excelente boletín de los traductores españoles de las instituciones de la Unión Europea, acaba de lanzar su número 122, en el que destaca el artículo “Castellano doblado. Interferencias del inglés en el castellano contemporáneo”, de Juan Luis Conde.

El punto de partida es muy claramente purista:

el problema real es que cada término importado del inglés por los papanatas (economistas, periodistas, tecnócratas, negociantes, tenderos o simples indocumentados con trascendencia pública) cae sobre la lengua de llegada como un obús que deja a su alrededor un socavón de silencio en forma de palabras extinguidas. La fascinación por el neologismo imanta la imaginación verbal y la reseca. Como sucede a menudo con una especie foránea que se trasplanta, en torno a cada importación se rompe el equilibrio ecológico, crece el desierto y surge una nueva lengua para el intercambio habitual sin la flora ni la fauna autóctonas, irremisiblemente depauperada.

EL conjunto de ejemplos que se aportan es muy curioso, y abarca no sólo el léxico, sino también las construcciones sintácticas. He aquí un ejemplo:

la tipología del castellano impone que el rechazo a algo o alguien se exprese detrás del nombre de la cosa rechazada, igual que decimos «Tonterías, ninguna», u «Hoy póngame plátanos, pero naranjas, no», o «Perros, no» (con o sin coma). Sin embargo, en las manifestaciones de los tiempos en que escribo esto, leo otra manera de poner las cosas: «No a la guerra de Irak», «No al laicismo agresivo», «No a las drogas», etc. La negación se antepone y se liga sintácticamente.

No se trata de que este nuevo procedimiento para eslóganes de condena o rechazo sea, digamos, incorrecto o agramatical. Aunque peregrino y merodeante, siempre ha estado disponible. Se trata de que el viejo modo expresivo ha desaparecido del uso. ¿Qué ha sucedido? Ha sucedido que han empezado a traducirse palabra por palabra lemas originados en los Estados Unidos (en cuya lengua, la negación precede a lo negado: No dogs, No war, No nukes, etc.)

Sólo un ejemplo más (porque el artículo merece leerse en su totalidad):

la dificultad para percibir sintagmas con significado conjunto y depender de la traducción palabra a palabra ha transformado el uso del verbo «soler» en castellano, disparándolo. La frase «You used to smoke» no se traduce «Tú solías fumar», sino «Antes fumabas». Del mismo modo, no se hace justicia a la frase I used to go there when I was a child traduciendo «Solía ir allí de pequeño», sino «De pequeño, iba allí». No parece comprenderse que la traducción del verbo auxiliar used to no es otro verbo, sino un adverbio o su equivalente expresivo.

Bien: repito que el artículo compendia un interesante conjunto de datos. Para mi sorpresa, no pocas de las construcciones marcadas por Conde como forzadas, nuevas, o más frecuentes ahora que antaño, sonaban normales a mis oídos y competencia de hablante (o para no mentir, muchas sonaban normales hasta que reflexionaba un momento).

Pero el artículo me ha hecho reflexionar. Es cierto que la influencia del inglés, a través de traducciones descuidadas o por pura ósmosis, dado que nos rodea de tantas formas, es muy grande. Es también posible que esté arrinconando formas anteriores de decir las cosas, pero ¿es eso malo?, o incluso ¿es evitable? ¿No será un accidente más en la historia compleja y mestiza del español? Revisar las críticas pasadas sobre la degradación de nuestra lengua nos lleva a una postura más bien cauta al respecto.

Una observación final: el problema no es sólo la influencia del inglés (que por otra parte, de la India a Australia, de un Cambridge al otro no es una lengua monolítica) sobre las otras lenguas, sino también la contraria. Es sabido que un porcentaje altísimo del inglés que se habla en el mundo es entre anglohablantes no nativos: el “inglés internacional” es una variante particular de la lengua inglesa, hasta tal extremo que un anglohablante nativo que escriba para el International Herald Tribune sufrirá una severa corrección de estilo para adaptarse a un inglés que, en realidad, no se habla en ningun sitio.

Y no sólo eso: las frases inglesas con que queremos que nuestros visitantes anglófonos (y alemanes, y finlandeses) nos entiendan, con frecuencia tampoco son muy inglesas. Cuando el ascensor de mi estación de metro advierte “Tancant portes”, “Cerrando puertas”, y finalmente “Closing doors” (en vez de “[The] doors are closing”), está contribuyendo un poco más a la ceremonia de la confusión, o tal vez a la fiesta de la cohabitación de lenguas que lleva milenios celebrándose…