Calambures comerciales

23 noviembre 2008 22:22


Nuestros lectores no ignoran que en la figura llamada calambur se juega con los límites entre palabras. He visto que ciertos establecimientos comerciales practican esta afición, como esta cafetería madrileña. ¿Podrían los lectores aportar otros casos?

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De pequeños comestibles

20 noviembre 2008 17:17


La casualidad (o la buena fortuna) puso ante mis ojos este cartel-menú de una taberna madrileña, con una sorprendente acumulación de diminutivos. Varios de ellos son prácticamente fósiles (criadillas y solomillo), otros se refieren claramente al tamaño (chuletillas) y quizás alguno está entre medias… Estoy llamando “diminutivos fósiles” a los que han perdido conciencia de serlo, porque incluso haya desaparecido la palabras sin diminutivo (ya no se usa solomo).

Y me pregunto dos cosas: ¿abundarán los diminutivos especialmente en el terreno gastronómico? Y, ya puestos: ¿qué otros ejemplos de diminútivos fósiles conoce el lector, aunque provengan de otro campo?

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Creadores de nombres propios

15 noviembre 2008 13:13

¿Por qué la Blackberry se llama así? Porque la empresa Lexicon Branding le dio ese nombre. A través de Baquía llego a esta entrevista con David Placek, fundador de la compañía. Merece la pena leerse.

La búsqueda de nombres para marcas o productos se conoce en España con el barbarismo naming (140.000 páginas en “español” lo usan, según Google). No es raro que los lingüistas hagamos ocasionalmente trabajos de este tipo: Fernando Lázaro me contó una vez cómo había asistido a una marca de rioja que quería encontrar un buen nombre para una línea de vinos. Yo mismo he intervenido en alguna de estas operaciones, pero el secreto profesional sella mis labios… Sólo puedo decir que es una tarea mucho más compleja y difícil de lo que parece, sobre todo si se tienen en cuenta (y hoy es inevitable), usos globales de una marca o un nombre, percibidos desde muy distintas lenguas. La comercialización del cava en Japón tuvo que tener en cuenta que esa palabra en japonés significa hipopótamo.

Ramón Solsona publicó este verano en La Vanguardia una preciosa serie “Marcas que marcan“, donde cuenta los orígenes de muy diversas marcas clásicas, de Bultaco a Danone…

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Jaime el Gaitero

10 noviembre 2008 15:15


En el blog de aquí a al lado he publicado un post sobre materiales del archivo de La Vanguardia. Dije:

El segundo caso, visto en El blog ausente, se titula “Tras las huellas de Jaime el destripador”. Un precioso post sigue las huellas en La Vanguardia de los crímenes de Jack the Ripper, malidentificado como The Piper, y en consecuencia bautizado periodísticamente como “Jaime el Gaitero”. Arriba, la noticia el 6 de octubre de 1888. Naturalmente, la prosa del momento deparará experiencias inolvidables a los lectores, como los “policías velocipedistas” que, desde los crímenes, recorren los barrios de mala fama.

Aparte de la divertida confusión Ripper/Pipper, lo que me ha hecho mucha gracia es recordar la época en que se traducían los nombres propios de persona y los apellidos a veces se adaptaban a la escritura y pronunciación española. Para mí, Jules Verne fue siempre Julio Verne, aunque ya conocí La cabaña del tío Tomás como La cabaña del tío Tom. ¿Cuándo acabó del todo esa práctica? Probablemente los lectores tengan una idea, y podrán aportar otros ejemplos…

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“El candidato melancólico” en clase

07 noviembre 2008 12:12

Gracias a Ana Lorenzo me entero de una bonita noticia sobre el libro epónimo de este blog.

Se trata de algo que cuenta Lourdes Domenech en su blog. Lourdes utilizó El candidato melancólico (que trata sobre la historia de las palabras) como lectura para sus alumnos de bachillerato:

En clase leímos dos artículos en voz alta (De pies a cabeza, carpintería lingüística) La ventaja del libro es que puede leerse sin seguir el orden de publicación de los capítulos. Al azar, se asignó a cada alumno un artículo. Tras una lectura atenta, debían hacer una síntesis visual (mapa conceptual, mapa de ideas, resumen, gráfico…) y preparar una exposición oral de 10 minutos máximo. Durante la exposición, podían proyectar su trabajo y ayudarse de un guión escrito, pero se premiaba la exposición sin el apoyo de este último (es una forma de que se esfuercen en ensayar). Las exposiciones sirvieron para descubrir los secretos de las palabras. Ni que decir tiene que algunos apartados despertaron más su curiosidad. La palabra “retrete” y sus hermanos léxicos, los eufemismos para nombrar los estados de embriaguez, los secretos de los nombres de los colores, las metáforas corporales, por ejemplo. Los trabajos se publicaron en el aula virtual (ver muestra).

En fin: como digo, esta es una de las mejores cosas que podían pasarle a mi libro…

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