El desgaste de la lengua

24 abril 2010 13:13

Este puesto de frutas en el barcelonés mercado de la Boquería me hizo reflexionar. De creer a su dueña, todo es estupendo: el níspero, “buenísimo”; la mandarina, “buenísima”; una variedad de patata cuyo nombre no acierto a descifrar, “buenísima” también, y la “navel late” (así mismito pronuncian su nombre las vendedoras, del inglés late [leit], ‘tardía’), pues “dulcísima”.

El comercio es un terreno abonado para la alabanza (cierta o no): ya en el siglo XIV Pedro López de Ayala en el Libro de Palacio lo dice, en “Aquí comienza de los mercaderes” (verso 1189):

Pues ¿qué de los mercadores aquí podría dezir,
si tienen tal oficio para poder fallir,
jurar e perjurar e todo siempre mentir?
Olvidan a Dios e alma: nunca cuidan morir.

En sus mercadurías ha mucha confusión,
ha mentira e ha engaño e ha mala confesión;
[…]
Diz: «Tengo escarlatas de Brujas e Mellinas;
veinte años ha que non fueron en esta tierra tan finas».

Bueno: sin llegar a estos extremos, no cabe duda de la exageración superlativa del ejemplo que descubrí en el mercado…

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¡Etc.!

19 abril 2010 18:18

Varias sorpresas nos acechan en este cartel madrileño capturado en el 2008. La primera (tal vez debida al calco de alguna ignota  variante del chino) es el uso del singular para exponer la multiplicidad: en este bazar se venden “pila” y “mechero”, cierto que también “regalos” y “paraguas”.

La segunda es la presencia de la abreviatura “Mdrid”, aunque la ausencia de punto más podría hacernos pensar más bien en que se ha perdido una letra, como tantas veces sucede, con resultados curiosos….

Y la tercera (y, a nuestro entender, la más importante) es la presencia del “etc[.]”, según el DRAE:

[expresión utilizada] para sustituir el resto de una exposición o enumeración que se sobreentiende o que no interesa expresar

Se me ocurren bonitos ejemplos: “comía peras, manzanas, higos, etc.”, “le dieron de bofetadas, mojicones, puñetazos, etc.”. Ahora bien: ¿qué puede seguir a esta enumeración heteróclita: “pila[s], mechero[s], regalos, paraguas”, …? El último miembro parece exigir una máquina de coser, pero el aire general remite a la conocida clasificación borgiana, en cuyo miembro l), en efecto,  la encontramos:

a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera), m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.

¿Qué sobreentiende la ignota mente oriental del propietario? O, tal vez mejor dicho, ¿qué es lo que no le interesa expresar? Yo creo que es la misteriosa multiplicidad de lo existente a la venta

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Migración terminada

18 abril 2010 16:16

Para quien quiera saber qué ha pasado

Mudanza

15 abril 2010 8:08

Con este post, que figurará en todos los blogs de mi sitio, cierro la etapa Blogger de su gestión. Para hacer la transición, congelaré los comentarios en todos ellos, a la espera de poderlos reanudar pronto.

Disculpen las molestias…

Entrevista en “La Nación”

10 abril 2010 21:21

El diario argentino La Nación ha publicado una entrevista conmigo, con motivo de la aparición en ese país del libro epónimo de este blog: El candidato melancólico. La entrevista, titulada “La Web cambió el modo de escribir” la realizó Héctor M. Guyot, y la transcribo a continuación:

Las palabras comparten la condición nómade del hombre. Al cruzar valles, montañas y fronteras, cambian. También, como los hombres, esconden rastros de sus vidas anteriores. Y en esos rastros puede leerse la historia del mundo.

Así lo afirma el filólogo español José Antonio Millán. Las palabras, dice, llevan señales de contactos, invasiones y conquistas entre las culturas más diversas. Por eso, y porque el tejer y destejer colectivo de palabras en el tiempo es en buena medida un fenómeno oral, Millán llegó a una hermosa definición: la etimología es la arqueología del viento. La materialidad de un sonido, pero también el aliento efímero de la voz que nombra.

A la improbable tarea de leer en el viento se dedica Millán (Madrid, 1954) en su último libro, El candidato melancólico (RBA), una invitación a descubrir “de dónde vienen las palabras, cómo viajan, por qué cambian y las historias que llevan dentro”. La travesía que propone puede llevarnos miles años atrás, allí donde las lenguas se confunden: “La comparación entre latín, griego y sánscrito, la antigua lengua de la India, nos sitúa en la lengua madre (o abuela) de todas ellas, a la que llamamos indoeuropeo -señala Millán-. El rege latino, de donde viene nuestro rey , y el rajá de la India deben provenir de un término común de hace cuatro o cinco mil años. Claro que a veces las palabras han variado tanto que puede ser difícil descubrir su origen: nuestro ajedrez viene, a través del árabe, del sánscrito shaturanga “.

Lo que antes viajaba en el viento hoy vuela también en forma de bits a través de los circuitos electrónicos del inconmensurable cerebro colectivo de Internet. Esta entrevista, por ejemplo, es fruto de un intercambio de e-mails . No es raro, porque Millán, autor de Internet y el español y La lectura en la sociedad del conocimiento , ha participado en el desarrollo del Centro Virtual Cervantes y dirigió el CD-Rom del diccionario de la Real Academia. En suma, es arqueólogo del viento pero también un hombre de la Web, que con su flujo incesante y global hace ya rato que participa de esta aventura común de dar nuevas formas a las palabras y el idioma. O los idiomas, en rigor.

Lo que sin embargo no ha cambiado, previene Millán, es la naturaleza de esta transformación permanente. “La gran revolución de las lenguas modernas comenzó con el periodismo, la radio y la televisión, que permitieron que muchas palabras pertenecientes al habla científica o técnica pasaran al lenguaje común -dice-. En este sentido, Internet no ha hecho más que continuar esa tendencia.”

-¿Qué consecuencia tiene que el buscador de la Web por excelencia -Google- sea estadounidense y el inglés, el idioma preponderante?
-Google funciona perfectamente en español y en muchas otras decenas de lenguas, de modo que su influencia puramente lingüística no es muy grande. Tiene sí una clara influencia cultural, por las suposiciones que el buscador hace sobre lo que puede ser más interesante para el usuario, por ejemplo. En estos momentos puede que el idioma más usado en la Red sea el chino. Sin embargo, el inglés es la lengua de quienes crearon las tecnologías en las que se basa Internet, de modo que no es extraño que nos haya dado muchos préstamos para referirnos a aparatos (computadora), técnicas (bits), espacios (Web), géneros ( blogs ); pero muchas otras palabras en uso en este dominio, como tecla, pantalla, correo, son nuestras.

-¿Puede compararse el boom del e-mail al viejo hábito de intercambiar epístolas?
-En efecto, el e-mail ha sustituido el antiguo arte epistolar, y no sólo eso: lo ha revitalizado. La gente de mi generación sustituyó las cartas por el teléfono, hasta el extremo de que hace dos décadas casi nadie escribía una carta. Con el e-mail hemos vuelto a hacer no sólo mensajes y breves notitas, sino auténticas misivas.

-¿Qué pasa cuando el e-mail viola las reglas del idioma en beneficio de la comunicación veloz e inmediata?
-Hay todo tipo de e-mails : los breves y apresurados, o los largos y demorados; hay correos de amor y de negocios, familiares y formales. En este sentido, ocurre como con la conversación hablada: uno no se expresa igual charlando con los amigos que compareciendo ante un juez; no es igual dar un recado a un desconocido que contar algo a tu pareja. Hay muy distintos registros de habla, y también de comunicación escrita. Hay, sí, géneros de comunicación que son eminentemente informales: los mensajes de texto en el celular, las notas en redes sociales, los mensajes de Twitter, el chat… En estas modalidades la lengua escrita no está perfectamente cuidada (igual que no lo está la lengua hablada en una conversación de amigos en un bar): de hecho, se trata de una especie de “oralidad por escrito”. Pero eso no hace que nuestra lengua degenere, ni nada por el estilo…

-¿Llegará el día en que sólo leamos libros electrónicos? Cuando se extienda el uso de este nuevo formato, ¿cambiará la naturaleza del acto de leer?
-Es dudoso que prescindamos de los libros en papel, entre otras cosas por razones puramente económicas. Y sí, parece que la lectura en pantalla cambia algo: se está comprobando que estudiantes que manejan el Kindle encuentran más problemas para asimilar y memorizar que si estudiaran con un libro en papel. A medida que aumente la práctica, sabremos más cosas, algunas de ellas impensadas: el escritor Nicholson Baker, por ejemplo, ha contado lo divertido que le pareció un pasaje de una novela al leerlo en papel y cómo en pantalla no lo encontró nada gracioso.

-Estos cambios en el acto de leer, ¿modificarán la naturaleza del acto de escribir y la relación con el idioma?
-Ya ha cambiado el modo de escribir. Al menos para quienes escribimos mucho para la Web (y los diarios acaban también en la Web): uno sabe que parte de su público van a ser máquinas (las arañas de los buscadores como Google), de modo que estamos escribiendo también para ellas. Y el lector tiene al alcance de la mano, a un clic, la comprobación inmediata de lo que dices: hay que tener cuidado con lo que se escribe hoy en día.

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