Las etimologías de Covarrubias

23 octubre 2006 12:12

En el Renacimiento, cuando despertó el interés por las hablas vulgares, aparecieron los primeros diccionarios de lenguas europeas, con frecuencia llamados tesoros, por las riquezas que encerraban. Con algo de retraso frente a ellas, en 1611 —justo entre las dos partes del Quijote— aparecía el Tesoro de la lengua castellana o española. Acabo de publicar aquí al lado la reseña de una nueva edición del Tesoro.

La obra de Covarrubias presenta un interés especial para los amantes de las etimologías. Los orígenes de las palabras constituyen una parte importante del Tesoro, pero el lector hará bien en ponerlas en perspectiva. Las “etimologías” que brinda son con frecuencia fantásticas, porque las procedencias de las palabras se explican por parecidos y simpatías: “Púdose decir teta de la letra griega Θ, thêta, a la cual la teta de la mujer tiene mucha semejanza, por cuanto es en forma redonda y en medio tiene el pezón semejante al punto de la dicha letra” (el origen de esta palabra es controvertido, pero no parece tener que ver con la letra griega…).

Otro caso: “Díjose mona de monos, griego, que vale solitario, porque estos animales viven de ordinario en islas deshabitadas” (en realidad viene de un término árabe relacionado con la mala suerte atribuida a estos animales).

Pero, como ya avisó el autor: “es tan de grande utilidad el conocimiento de las etimologías, que aun hasta las falsas se han de estimar, porque ocasionan a la inquisición y investigación de las verdaderas”.


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De las andalias al sillacar

18 octubre 2006 20:20

Me decía Ana Lorenzo en un comentario a Cruce de palabras: “Mis hijas llamaban a las sandalias andalias; el cruce era entre el verbo andar y la liaison que se establece al poner el artículo delante y al ir siempre en plural (como los pies son siempre dos)”.

La verdad es que la duda sobre los límites silábicos crea curiosas confusiones: la emisión sonora /unarradio/ puede corresponder a “una radio” o a “una arradio“, y hasta hace pocos años (quizás todavía) se podía oír a la gente de poca cultura hablar tranquilamente de “su arradio“.

En el caso de Ana hay otro factor añadido: el intento por dotar de significado a algo que no lo tiene: sandalia no significa nada, pero si las llamas andalias, su relación con andar queda perfectamente a la vista. En realidad la palabra viene del griego sándalon, que era originariamente el nombre de un pescado plano, de la misma raíz que el pez llamado en latín sólea y en francés sole, ‘lenguado’.

La lengua ofrece casos preciosos de estas reintepretaciones (que los expertos llaman etimología popular): de pequeño oía llamar a la moto con sidecar (pronunciado tal como se escribe), sillacar: ¡mucho más natural!

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Cruce de palabras

16 octubre 2006 14:14

En el hilo (conjunto de comentarios de un post o entrada) dedicado a Palabras que sólo usa una familia, la Usuaria Anónima dijo:

A mí de pequeña no me gustaba nada la escarola, (ahora tampoco me hace mucha gracia pero bueno) y como mi madre me obligaba a comerla, algún día en una de mis innumerables quejas debí de decir que no me gustaba la asquerola, que me daba asco. Así que en mi casa se quedó ese nombre para llamar a la escarola.

La verdad es que si entráramos en el mundo del habla de los niños no acabaríamos nunca. Por eso de momento voy a centrarme en este fenómeno de cruce de palabras: escarola + asquerosa = asquerola. Es un recurso que se usa con frecuencia con fines humorísticos. Recuerdo ahora la acuñación camarutas (de camareras + prostitutas).

¿Sabrían los lectores aportar más ejemplos?

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Palabras necesarias… que no existen

11 octubre 2006 8:08

En nuestra vida diaria nos rodean objetos y acciones que no tienen un nombre (por haber sido introducidos recientemente en nuestras vidas). Por ejemplo: ¿cómo se llama ese alambre forrado de plástico que cierra con frecuencia las bolsas de plástico de pan de molde, o que sujeta cada manojo de cables de un ordenador nuevo? Con frecuencia estas cosas se resuelven con una creación ad hoc de ámbito privado (las Palabras que sólo usa una familia, que estamos recopilando aquí cerca). Por ejemplo, he visto llamarlas bimbos , por la marca de pan de molde : “¿tienes unos bimbos por ahí para sujetar este cable?”. ¿Podría el lector señalarme más objetos o acciones usuales que carezcan (por el momento) de nombre?

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Alrededor del sandwich

09 octubre 2006 9:09

En mi libro El candidato melancólico, en el capítulo dedicado a los nombres de persona que se convierten en nombres comunes, hablo de la creación del genial conde de Sandwich. Sobre la (nada evidente) definición de sandwich, los riesgos de la lexicografía ombliguista y la variedad de grafías tiene unas páginas deliciosas Alberto Gómez Font en su libro Donde dice… debiera decir. Manías lingüísticas de un barman corrector de estilo, Gijón, TREA, 2006. De modo que le he pedido permiso para reproducirlas:

Los buenos diccionarios de español deben tener (algunos afirman tenerla) una clara vocación internacional, trasatlántica, puesto que nuestra lengua se habla a ambos lados del océano y en ambos hemisferios. Es la lengua oficial de 19 países y la de un estado asociado de los Estados Unidos al que todos consideramos como un país más: Puerto Rico. Son, pues 20 los países en los que el español es la lengua principal de comunicación, y en los diccionarios de esa lengua deberían tenerse en cuenta los distintos usos que tiene en cada lugar. Y a esos 20 países hay que añadir otro, los Estados Unidos de América, donde hay más de 40 millones de personas que usan el español como primera lengua.

Hay casos en los que encontramos esa vocación trasnacional, y el paradigmático es el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), redactado y editado por esta institución por encargo (y con la colaboración) de todas las academias de la lengua española de los países hispanos. También es un buen ejemplo el Diccionario Clave (de uso del español actual), donde podemos encontrar muchos usos americanos del español. Y, ya desde su título, el recientemente aparecido Diccionario de uso del español de América y España (DEAE, Vox, Barcelona, 2003) nos dice que sus especialistas en lexicografía prestaron especial atención a esa realidad internacional de nuestra lengua.

Pues bien, en ninguno de los tres casos los lexicógrafos tuvieron la suficiente amplitud de miras como para definir la voz sándwich ateniéndose a su uso en la mayoría de los países hispanohablantes. Veamos cómo nos explican el significado de esa palabra.

DRAE: Emparedado hecho con dos rebanadas de pan de molde entre las que se coloca jamón, queso, embutido, vegetales u otros alimentos.

Clave: Bocadillo elaborado con dos rebanadas de pan de molde; emparedado. (En zonas del español meridional, bocadillo).

DEAE: Especie de bocadillo hecho con dos o más rebanadas de pan de molde entre las que se pone algún tipo de alimento; se puede tomar frío o caliente.

En los tres casos los lexicógrafos caen en el error de definir esa palabra teniendo en cuenta únicamente su significado en español de España y de México, países donde, en efecto, el sándwich es un emparedado hecho con pan de molde (también llamado pan de caja, pan inglés…), y donde si el emparedado se hace con otro tipo de pan recibe el nombre de torta (en México) o bocadillo (en España) . Y también es grave error incluir en la definición la palabra bocadillo (aparece en el CLAVE y en el DEAE) sin tener en cuenta que esa voz solo tiene ese significado en español de España, de tal forma que quien consulte el diccionario, si no es español, tendrá que buscar también bocadillo.

Hay que buscar el sándwich en un diccionario redactado en América, en este caso en México, para encontrar una definición en la que no aparezca el dichoso pan de molde: en el Diccionario Enriquezca su Vocabulario, editado por Reader’s Digest, dice: «Bocadillo hecho generalmente con jamón y queso, y algún aderezo, entre dos rebanadas de pan; emparedado». No aparece el pan de molde, pero nuestra alegría por esa desaparición se va al garete cuando nos indican que los sándwiches son generalmente de jamón y queso, y cuando vemos aparecer otra vez la palabra bocadillo en la definición. ¿Qué pasó? pues que ese diccionario, cuya edición original es mexicana, sufrió (nunca mejor dicho) una revisión para adaptarlo al español de España… de ahí el jamón y el queso y el bocadillo.

¿Qué es lo que falla? Pues que desde la Argentina hasta Guatemala, pasando por las Antillas y los Estados Unidos, los sándwiches no son necesariamente con pan de molde, sino que se pueden hacer con cualquier tipo de pan, es decir, lo que en México se llama torta y en España se llama bocadillo en el resto de los países hispanohablantes se llama sándwich, sea con el pan que sea. Y esos sándwiches no tienen por qué ser generalmente de jamón y queso, y en su definición no tiene por qué usarse la palabra bocadillo; basta con emplear la voz emparedado.

Esa falta de sensibilidad, esa falsa creencia de que el español de España es válido en todos los países hispanos, pudo verla claramente el autor de este artículo un día en la cafetería del tren Talgo que une Granada con Madrid: una bella señorita con acento venezolano le pidió al camarero una Coca Cola y un sándwich de tortilla, a lo que el mozo respondió, categórico:

—No hay sándwich de tortilla.

Ella, contrariada, mirando fijamente la gran foto que había sobre la cabeza del camarero en la que se veía muy claramente, entre otros productos comestibles, un gran emparedado de tortilla de patatas hecho con un panecillo redondo partido por la mitad, repitió lo que quería, esta vez señalando el anuncio, y obtuvo esta respuesta, en voz muy alta:

¡¡No hay sándwich de tortilla!! Hay sándwich de jamón y queso, sándwich vegetal y sándwich de atún. Y ¡bo-ca-di-llos! de chorizo, de jamón serrano, de queso y de tortilla…

—¡Bueno! Pues póngame una Coca Cola y uno d’esos de tortilla contestó, incómoda, la turista venezolana.

También deberían recoger los diccionarios (el Clave lo hace en parte) las diferentes formas que la palabra inglesa sandwich adoptado en algunos países hispanos: sánguche, sánduche, sángüiche, sángüich, sánduiche…

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Cuidado con la coma

06 octubre 2006 9:09

Un reciente comentario del presidente Bush ha despertado, justificadamente, las iras de sus oponentes. Según cuenta el periodista José Manuel Calvo de El País:

Hace ocho días, el presidente dijo una frase que ya había empleado antes en una entrevista con la CNN: “Vamos a ayudar a los iraquíes. Hay que recordar que 12 millones de ellos votaron en las elecciones de diciembre de 2005. Ahora nos parece que han pasado diez años, pero cuando se escriba la historia, será simplemente una coma”. Hace tres días, en Arizona, Bush retomó la imagen: “Cuando se escriba este capítulo de la historia será una coma: los iraquíes votaron, coma, y EE UU entendió que Irak era un frente central en la guerra contra el terrorismo y ayudó a que aquella joven democracia floreciera”.

La comparación era clara: la coma es el signo de puntuación que marca la menor pausa, la interrupción mínima en el habla. Pero mucha gente pensó que no se pueden minusvalorar de esa forma las tensiones y el sufrimiento de un pueblo. Tal vez Bush la próxima vez diga: “Cuando se escriba este capítulo de la historia será todo un punto y coma”…

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El valor de los signos de exclamación

06 octubre 2006 9:09

Una secuencia de la serie de televisión Seinfeld, que ilustra a la perfección para qué sirven los signos de exclamación (Gracias, Nacho Gómez).

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=hT2MGTvhQtY]

El protagonista tiene toda la razón cuando le dice a la chica: “Yo sólo te he anotado el mensaje. No sabía que también tenía que describir la emoción de cada llamada”. Eso es exactamente lo que hacen estos signos: ¡! Desternillante…

Por cierto, ‘desternillante’ viene de ternilla, ‘cartílago’. Algo desternillante es lo que hace reír tanto que se rompen los cartílagos (se supone que de la boca). La gente que lo ignora reinterpreta la palabra como destornillante (algo que te hace reír tanto que se te aflojan los tornillos, supongo…)

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Y entonces pensé… ¿y la puntuación?

06 octubre 2006 9:09

Como expliqué en su momento, este blog nació para hablar sobre etimologías, pero pocas páginas más allá estaba manteniendo otro sobre puntuación (al hilo de mi otro libro, Perdón imposible), y entonces me dije: ¿por qué no unirlos? Los dos tocan temas referentes a a la lengua española, e incluso puede haber terrenos comunes.

Por ejemplo; la etimología de coma: viene del griego comma, que significaba ‘trozo’ o ‘corte’. Inicialmente, cuando ni se utilizaban signos de puntuación, aludía a los distintos fragmentos en que se dividía un texto (por ejemplo, para facilitar su comprensión). Luego su nombre pasó a los pequeños signos que marcaban esas divisiones.

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La pluma de plástico

03 octubre 2006 16:16

Hay palabras que guardan memoria arqueológica de las cosas, como la pluma estilográfica, que recuerda la época en que se escribía con una pluma de ave. ¿Recuerda algún caso más el lector?

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Etimología de libro

02 octubre 2006 13:13

Me lo preguntaban por la radio ayer: ¿cuál es la etimología de libro? (fue Juan Pablo Silvestre en Mundo Babel). Libro alude a la materia de la que estaba compuesto: viene del latín líber, que inicialmente significaba la ‘parte interior de la corteza de plantas’, que los romanos utilizaron como papel. El término latino todavía se utiliza en botánica. Es curioso que las palabras alemana e inglesa buch, book vengan de una raíz que significa ‘haya’, en recuerdo de cuando se escribía sobre tablillas de madera.

¿Sabría el lector más nombres de objetos que vengan de la materia de la que están hechos?

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