De báculos y Bacos

24 enero 2007 13:13


Hojeando el Tesoro de Covarrubias (nuestro primer diccionario, de 1611) caigo sobre una de esas deliciosas etimologías que creó la etapa primitiva de la ciencia del origen de las palabras. Y es la siguiente:

Báculo: El palo, el bordón, el cayado con que se afirma el flaco de pies, flaco, enfermo o temulento. Y así dice San Isidoro que báculo se dijo de Baco, porque advirtió a los que por tomarse del vino iban dando zancadillas, que usasen del báculo.

En realidad la palabra latina baculus está relacionada con el griego baktron, derivado de un verbo que significa ‘andar’. Sería un “bastón para andar” (como aún mantiene el inglés walking cane). Pero no se puede negar que la etimología isidoriana es preciosa, con el alegre dios del vino dando consejos a los que lo consumían en exceso…

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Las etimologías de Covarrubias

23 octubre 2006 12:12

En el Renacimiento, cuando despertó el interés por las hablas vulgares, aparecieron los primeros diccionarios de lenguas europeas, con frecuencia llamados tesoros, por las riquezas que encerraban. Con algo de retraso frente a ellas, en 1611 —justo entre las dos partes del Quijote— aparecía el Tesoro de la lengua castellana o española. Acabo de publicar aquí al lado la reseña de una nueva edición del Tesoro.

La obra de Covarrubias presenta un interés especial para los amantes de las etimologías. Los orígenes de las palabras constituyen una parte importante del Tesoro, pero el lector hará bien en ponerlas en perspectiva. Las “etimologías” que brinda son con frecuencia fantásticas, porque las procedencias de las palabras se explican por parecidos y simpatías: “Púdose decir teta de la letra griega Θ, thêta, a la cual la teta de la mujer tiene mucha semejanza, por cuanto es en forma redonda y en medio tiene el pezón semejante al punto de la dicha letra” (el origen de esta palabra es controvertido, pero no parece tener que ver con la letra griega…).

Otro caso: “Díjose mona de monos, griego, que vale solitario, porque estos animales viven de ordinario en islas deshabitadas” (en realidad viene de un término árabe relacionado con la mala suerte atribuida a estos animales).

Pero, como ya avisó el autor: “es tan de grande utilidad el conocimiento de las etimologías, que aun hasta las falsas se han de estimar, porque ocasionan a la inquisición y investigación de las verdaderas”.


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Swift y la etimología

16 septiembre 2006 16:16

Empezaré recordando una sátira de las etimologías hecha por Jonathan Swift, en sus Viajes de Gulliver (1727) . Swift, que era maligno y muy inteligente, dio a la isla volante que su héroe encuentra en uno de sus viajes el nombre de Laputa. Ciertamente, a Swift no le era nada ajeno el español, y sabía perfectamente cómo había bautizado a la isla. Pero en un momento dado deja a su protagonista meterse en disquisiciones etimológicas (Jonathan Swift, Viajes de Gulliver, traducción de Emilio Lorenzo , Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2006, págs. 210-11):

La palabra que yo traduzco como “isla flotante o volante” es en su lengua Laputa, cuya verdadera etimología nunca pude saber. Lap es una forma arcaica que significa “alto” y untuh “Gobernador”; de ambas palabras, por desgaste, dicen ellos que procede Laputa, a través del compuesto Lapuntuh. Pero no estoy de acuerdo con esta etimología, que juzgo un poco forzada. Me permití ofrecerles a los entendidos de aquella nación una hipótesis mía, según la cual Laputa sería algo así como Lapouted, donde lap significa “el rielar de los rayos solares sobre el mar” y outed “un ala”, opinión que, sin embargo, no trataré de imponer, sino de someter a la consideración del discreto lector.

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