Frailecillos, capuchinos y otros monjes húmedos

14 septiembre 2013 15:15

Hace poco, una tormenta estival con gruesos goterones que golpeaban contra los charcos me trajo súbitamente a la memoria una palabra que hacía más de medio siglo que no pronunciaba ni escuchaba a nadie: frailecillo.

Así se llamaban (al menos en Valdepeñas, Ciudad Real, donde vivía por aquel entonces) las burbujas que se formaban sobre el agua caída cuando había una lluvia fuerte. Me recuerdo, de pequeño, en las mañanas de lluvia en el patio del colegio de las Salesianas, viendo correr a los frailecillos por el regato hacia el desagüe. Uno podía apostar a ver cuál duraba más tiempo, o llegaba más lejos, o hacerlos competir con un barquito de papel. ¡Inocentes pasatiempos de los niños de la era pre-PlayStation!

El origen era claro, incluso para un niño de aquella época: el término remitía a la capucha del fraile.

Con una excepción, la palabra no figura en ningún diccionario que tenga mi alcance (ni el Tesoro, ni Autoridades, ni el Terreros, ni el de la Academia, ni el María Moliner, ni el Salamanca, ni el DEA, ni en el Clave). En esa acepción tampoco la encontramos en los corpus de la Academia, CREA y CORDE.

Sin embargo, la Enciclopedia del idioma de Martín Alonso dice s.v. frailecico:

AND[alucía]. Pompa que hace en el suelo la lluvia.

Además, en algún otro diccionario estará, porque leemos esta acepción de frailecillo en la web Lista de palabras y en el Wikcionario (que no citan sus fuentes):

Burbujitas que ocasiona la lluvia al caer en los charcos de agua

El fenómeno es bien conocido, como cuenta Yahoo Answers:

Cuando llueve, a veces la lluvia hace burbujas al caer sobre un charco y otras veces no las hace. ¿Por qué? ¿De qué depende?

La lluvia es un producto de la condensación del vapor de agua que se encuentra en la atmósfera. Cuando las gotas son lo suficientemente grandes, ya no pueden sostenerse en el aire y caen por su propio peso, atraídas por la fuerza de la gravedad de la tierra. En su recorrido por el aire disuelven las partículas gaseosas que van encontrando a su paso (es decir, partículas de los gases que configuran la atmosfera terrestre, como son el argón, nitrógeno, oxígeno, neón, etc.). Estas partículas quedan incorporadas a las gotas de agua y al llegar éstas al suelo o a un charco de agua (que están por supuesto a una temperataura bastante mayor), aquéllas se calientan y desprenden los gases que habían disuelto.

Ello da lugar, por lo que al agua respecta, a esas burbujas tan curiosas que las gentes del campo observan tan a menudo. Cuanto mayor es la diferencia de temperatura entre las gotas y el agua de los charcos o de las lagunas, más burbujas se producen.

Esas burbujas (dice DivulgaMeteo) anuncian continuidad de la lluvia:

Existe la creencia popular –avalada por la experiencia– de que mientras haya gorgoritos no escampará, y sólo empezará a hacerlo cuando éstos desaparezcan.

En este recorrido se nos han ido apareciendo otros término, si bien genéricos: pompa, ‘Ampolla que forma el agua por el aire que se le introduce; o gorgorito, burbuja pequeña, marcado por la Academia como propio de Salamanca. Podemos rastrear otros términos afines, a través del útil diccionario inverso Dirae (buscando definiciones que contengan “lluvia”). Por ejemplo borbolla, que para la Academia es: ‘Burbuja o glóbulo de aire que se forma en el interior del agua producido por la lluvia u otras causas’. Obsérvese que todos estos términos (pompa, gorgorito, borbolla) parecen de origen onomatopéyico o expresivo.

Continuando la pesquisa a través de Dirae llegamos a esta otra expresión (s.v. capuchino en el DRAE):

llover capuchinos, o capuchinos de bronce.
1.
locs. verbs. coloqs. Caer la lluvia con gran intensidad o ímpetu

Ausente de las demás fuentes lexicográficas que he mirado, fue incorporada al DRAE en su edición de 1956. El corpus CORDE contiene una aparición:

No falta aquí ni una noche, aunque caigan capuchinos de bronce (Benito Pérez Gadós, Torquemada en la Cruz, 1893)

Otra aparición que hemos podido comprobar es igualmente del año 1893 (que, por cierto, fué pródigo en tormentas); veáse el ABC del 6 de mayo de 1893:

—¡Dios mío! —decíamos pegando las narices a la vidriera— ¿llegarán a caer capuchinos de bronce? Porque ya han salido los de caoutchouc.

Y otra más, muy próxima en el tiempo:

¡Ya escampa! y llovían capuchinos de bronce! (10 de julio de 1892, carta de Julio Somoza de Montsoriu a Marcelino Menéndez Pelayo)

Valgan estos casos para ver que existe cierta asimilación entre las gotas de agua (o sus efectos) y [las capuchas de] los frailes. Por su parte, el bronce puede quedar adscrito a las exageraciones coloquiales relacionadas con la lluvia violenta, como caer chuzos.

 

 

La presencia de los frailes en la España de los pasados siglos fue constante, y no es extraño que dejaran huellas en el léxico, pero en el terreno infantil, al que en mi recuerdo pertenecía frailecillo, hay otro famoso caso: el frailecito o frailecico [del haba]. Según Autoridades, frailecito es el:

Juguéte que hacen los niños por entretenerse, cortando la parte superior de una haba, y sacándole el grano, queda el hollejo de modo que remeda a la capilla de un fraile.

Documentada con la famosa aparición en el Quijote:

de un revés solo partió cinco gigantes por la cintura, como si fueran hechos de habas, como los frailecicos que hacen los niños.

Añadamos tan solo que ni los inocentes entretenimientos infantiles quedan libres de malos pensamientos y peores palabras, y como prueba quede esta copla:

Marica jugaba
con un frailecillo de haba.

Fue al habar Marica,
ayer, con licencia
de su reverencia
fray Ginés García;
donde todo el día
en su mano andaba
aquel frailecillo de haba

[En Alzieu, Jammes y Lissorgues (eds.), Poesía erótica del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 2000, págs. 156-7. Véase también para la fama erótica de los frailes y los varios sentidos de haba, Francesca De Santis “Sátira e intertextualidad en la poesía erótica de frailes del Siglo de Oro”].

Y con esto terminamos esta divagación sobre frailes, lluvias y juegos. Quede tan sólo un apunte morfológico, y es la variación de los sufijos hipocorísticos -ico, -ito, -illo en las expresiones consideradas, que obedece tal vez a su uso en distintas áreas dialectales.

NOTA: Quien disfrute de la lexicografía de la lluvia tiene en otra esquina de este sitio web: Llovizna, lloviznar.

 

ADDENDA del 10 de octubre del 2013

Una persona que sabe mucho de la lengua y sus usos me dijo que la fuente de Martín Alonso debía de ser algún vocabulario regional. ¡Y así era! En el útil fichero antiguo del Nuevo diccionario histórico del español encontré esta ficha:

El Vocabulario andaluz de Alcalá Venceslada era la fuente. Y véase esta otra variante en la misma obra, s.v. frailecico:

Frailecico. m. Pompa que hace en el suelo la lluvia.

“Esta es una lluvia de nada. Hasta que el agua no haga frailecicos no me conformo”.

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Hijos de la flauta

15 enero 2012 17:17

De vez en cuando, una palabra se descompone, y una de sus partes empieza a funcionar para formar otras. Estos días estamos presenciando un fenómeno curioso. En un principio estuvieron los perroflautas, denominación sinecdóquica de una tribu urbana por los elementos que les caracterizaban. Pues bien: la parte final de la palabra, flauta, parece haberse convertido en identificador de un grupo como protestatario, “indignado” o similar. Esto en sí mismo es raro, porque los perroflautas si algo no eran es rebeldes contra el sistema, pero bueno: las palabras se contaminan por los contextos en que aparecen, y a veces acaban significando algo lejano. Ahí está el caso de patera, inicialmente ‘embarcación’ y luego, ‘lugar donde se hacinan inmigrantes’.

En castellano y en catalán yayo/iaio es una denominación familiar y cariñosa para abuelo, y a su vez abuelo también ha pasado a significar ‘persona de edad’. Pues bien: un grupo de personas mayores, con o sin nietos, y por supuesto sin flautas ni perros, pero luchadores por sus derechos contra el cierre de centros de salud, han escogido el nombre yayoflauta/iaioflauta para definirse. Arriba vemos una de sus manifestaciones en las que convive la denominación con dos iconos gráficos de la modernidad internetera: el hashtag o sostenido de las etiquetas de Twitter y la @ del correo electrónico. Tienen incluso un sitio web: http://www.iaioflautas.org.


(entrevista en Intervíu)

Por cierto, el activismo político de las personas de edad ha dado otras muestras de creatividad lingüística: en 1991 concurrió a las elecciones españolas el partido Panteras Grises. La denominación nació en realidad en EE.UU. en 1970, como Gray Panthers, claro juego de palabras (por las canas) con el movimiento negro Black Panthers

Había archivado la denominacion de yayoflauta como una curiosidad más, cuando la protesta de la policía autonómica catalana, los Mossos d’Escuadra me ha sorprendido en Twitter con este hashtag: “#mossoflautas“.

¿Habrá otros casos de utilización de -flauta para expresar rebelión o disconformidad? Agradeceré a los lectores que me notifiquen si se encuentran con alguno…

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El “cigarrón”

28 abril 2011 10:10

Los cambios en la morfología de las lenguas suelen ser escasos, a diferencia de los de vocabulario. Pero por estos días puede estar aflorando uno (agradezco el dato a Agustín García).

En el español de España existía desde hace años botellón para aludir a la reunión de gente (normalmente jóvenes) con el objeto de consumir bebidas alcohólicas, por lo general al aire libre. Pues bien, acaba de acuñarse cigarrón, término con el que se hace referencia a la concentración de personas al aire libre (por lo general en el exterior de establecimientos de bebidas), para fumar, dado que una reciente ley impide hacerlo dentro de los bares.

¿Existen otras formaciones en -ón que aludan a reuniones de gente con algún fin específico? O, por decirlo en otras palabras, ¿es el sufijo -ón añadido a un sustantivo una derivación productiva para expresar acciones colectivas? ¿Pueden nuestros lectores aportar otros ejemplos?

Fotografía: Ricardo Sánchez Belmont

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Porteños y otros gentilicios

26 abril 2009 13:13

Con motivo de mi visita a la preciosa ciudad de Valparaíso (Chile), me enteré de que sus habitantes se conocen como porteños, lo que dio lugar a un aprovechosa disquisición con mi anfitrión, LIM, cuyos detalles resumo a continuación.

Yo conocía, como todo el mundo, la denominación de porteños para los habitantes de Buenos Aires (mientras que bonaerenses se reserva para quienes viven en la provincia del mismo nombre). Pero además de estos dos lugares, muchos otros están habitados por porteños. La Academia dice que este nombre alude a los naturales “de algunas de las ciudades de España y América en las que hay puerto”. Concretamente:

Buenos Aires, capital de la Argentina

Valparaíso, ciudad de Chile

Puerto Carreño, ciudad de Colombia

Puerto Cabello o de Puerto La Cruz, ciudades de Venezuela

Puntarenas, ciudad de Costa Rica

Sin embargo, el DRAE no cita otros notables porteños, los habitantes del:

Puerto de Santa María (Cádiz, España).

Puerto de Sagunto (Valencia, España).

Si en un caso como éste el gentilicio sirve más bien de confusión que para aclarar, en otras ocasiones tiene una gran especificidad:

Santiago de Chile: santiaguino.

Santiago de Compostela (La Coruña, Galicia, España): compostelano.

Santiago de Cuba: santiaguero.

Santiago de la Puebla (Salamanca, Castilla y León, España): santiagués.

(Fuente: la lista de gentilicios de la Wikipedia).

Para diferenciarse, estos derivados de un mismo antropónimo hecho topónimo han apelado a la rica morfología de derivación de la lengua española (santiagu -ino / -ero / -és). Y también a otro recurso típico de los gentilicios: usar la segunda parte de un nombre compuesto (compostelano).

¿Conocen los lectores otros casos de gentilicios comunes a varios lugares, o bien de recursos de diferenciación a partir de un mismo topónimo?

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Tropecientas flores

01 marzo 2009 12:12


¿Cuántas flores hay en un campo primaveral (como éste del Bajo Ampurdán)? Pues… !vaya usted a saber! Un montón: tropecientas

El español tiene algunos numerales indeterminados y festivos utilizados para expresar “una gran cantidad”. Lo divertido es que utilizan los sufijos de las centenas, usando como raíz creaciones expresivas muy variadas.

¿Conocen los lectores más de estas formaciones? Agradecería que en sus respuestas mencionaran en qué lugar de España o del mundo hispanohablante se usan…

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De pequeños comestibles

20 noviembre 2008 17:17


La casualidad (o la buena fortuna) puso ante mis ojos este cartel-menú de una taberna madrileña, con una sorprendente acumulación de diminutivos. Varios de ellos son prácticamente fósiles (criadillas y solomillo), otros se refieren claramente al tamaño (chuletillas) y quizás alguno está entre medias… Estoy llamando “diminutivos fósiles” a los que han perdido conciencia de serlo, porque incluso haya desaparecido la palabras sin diminutivo (ya no se usa solomo).

Y me pregunto dos cosas: ¿abundarán los diminutivos especialmente en el terreno gastronómico? Y, ya puestos: ¿qué otros ejemplos de diminútivos fósiles conoce el lector, aunque provengan de otro campo?

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