Fui con muchas ganas a ver la exposición
Pequeños editores, grandes libros, organizada por el
FAD (hasta el 22 de enero, Pl. dels Àngels 5-6, Barcelona).
La exposición contiene una selección de fondos de 101 editoriales de toda España. Su origen fueron unas
Medallas FAD que se otorgaron en 2007 a 4 pequeñas editoriales como representantes de una manera de hacer valiente y creativa. En aquella ocasión fueron Café Central, Media Vaca, Minúscula y Mudito & Co.. las elegidas, siendo muy conscientes de que no eran las únicas. En ese mismo momento, toda la junta se propuso conseguir que este aplauso se hiciera extensible al máximo de editoriales posibles y es así como surgió la idea de esta exposición que hoy es una realidad.
La
selección de sellos descubre muchos absolutamente desconocidos (al menos para mí), junto a otros que bajo ningún concepto se pueden considerar "pequeños", como TREA, con sus
680 ISBNs. Hay algunos que jamás han aparecido en las páginas de la prensa, junto a otros que, como Atalanta o Nórdica, son reseñados habitualmente. Como detalle anecdótico, la única editorial que (supongo que voluntariamente) carece de página web es El Taller de Mario Muchnik.
En cualquier caso, como digo, es una oportunidad casi única de hojear libros que, en muchos casos, no habremos visto, ni veremos, en librerías.
Lamentablemente, la muestra sólo consiste en una larga sucesión algo desangelada de cajas con los libros: no hay nada ni en la web ni en la sala que ayude a hacerse una idea de ante qué estamos. Habrían cabido infografías que mostraran el año de creación de las editoriales, su número de títulos, las salidas anuales (datos todos públicos en el ISBN), o una comparativa visual entre la actividad de estos sellos y los más implantados en el mercado. Claves de colores o agrupamientos podrían haber servido para separar los editores por géneros (infantil, sociopolítico, artístico, etc.). Por no hablar de una selección de las declaraciones más interesantes de sus responsables. Tal y como está tenemos poco más que una reducida Feria del Libro en la que no se puede comprar...
Por cierto: ¿ven la imagen superior? La tuve que sacar a escondidas, porque numerosos pictogramas informan de que no se pueden sacar fotografías. ¿Por qué? Esto es un extraño prurito, por supuesto no sólo del FAD sino de muchas exposiciones en nuestro país. Una muestra como esta, que sirve al especialista, al estudiante, al simple curioso, no tiene por qué vetar que la persona que descubre una obra que se quiere comprar o el estudioso interesado por una cubierta utilice esa herramienta básica de nuestro tiempo, la cámara de mano o la del móvil, para registrar su existencia. Por supuesto, si hubiera pedido permiso para sacar una foto me lo habrían dado (supongo), tras idas y venidas y deliberaciones, pero eso es precisamente lo absurdo: convertir en decisión administrativa lo que es un derecho normal...
En resumen: una oportunidad única para descubrir muchos libros
sumergidos, lamentablemente infrautilizada.
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