Y los turigrinitos…

31 agosto 2010 18:18

Este verano me ha sobresaltado un nuevo hallazgo léxico: turigrino, híbrido de turista y peregrino, que se aplica al que realiza el Camino de Santiago como turismo barato, y no guiado por la fe.

Ya hemos visto por aquí otros casos de palabras-maleta, incluso en topónimos, o nombres de lugar.

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Cómo los llamamos y cómo se llaman

17 junio 2010 10:10

Al tratar de los nombres de ciudades, lenguas, grupos humanos, etc., conviene distinguir entre la forma en que se llaman a sí mismos y la forma en que les llaman otros. Los habitantes de la ciudad de Londres la llaman London, mientras que los que viven en Alemania se refieren a ella como Deutschland. Llamamos al primer término de estos ejemplos exónimo, del griego ἔξω, éxō, “fuera” y ὄνομα, ónoma, “nombre”, y al segundo, endónimo, de ἔνδον, éndon, “dentro”. Las diferencias entre unos y otros son toda una lección de historia (la Wikipedia en inglés tiene un útil artículo sobre el tema: Exonym and endonym).

La cosa se complica con los gentilicios que se refieren a conjuntos supranacionales: en España es habitual referirse a los hispanohablantes de América con el nombre de hispanoamericanos. Pero uno rara vez oye en México o en Argentina hablar de “nosotros, los hispanoamericanos”. ¿Cómo se llaman a sí mismos los naturales de países donde se habla español? La útil web Cosas de la lengua (cuya mención en este blog debía hace tiempo) ha propuesto una encuesta sobre el endónimo colectivo de los hispanohablantes.

Las 12.000 y pico respuestas recibidas son una buena muestra, de la que se obtiene la respuesta unánime: en América, se usa latinoamericano, y en España hispanoamericano.

Y con más detalle sobre América:

La respuesta a la primera pregunta («Elija el gentilicio con el que se siente inmediatamente identificado») es concluyente: latinoamericano. En los países en que predomina latinoamericano como opción mayoritaria, el segundo gentilicio elegido es sudamericano. Y en los países centroamericanos, que seleccionaron en primer lugar centroamericano, la segunda opción fue latinoamericano.

En cambio, en Colombia y México, que también prefieren latinoamericano en primer lugar, el segundo seleccionado es hispanoamericano. En el resto de los países americanos este gentilicio aparece muy débilmente en la segunda respuesta y es el más votado en la tercera. Sin embargo, en Estados Unidos ocupa la primera posición (50 %) en la segunda respuesta.

Y sobre España:

Los españoles se inclinan mayoritariamente por el gentilicio hispanoamericano a la hora de nombrar a los hispanohablantes americanos: 47,11 % en la primera respuesta; 29,05 % en la segunda; y 25,73 % en la tercera. Pero eligen latinoamericano como segunda opción: 30,17 % en la primera; 26.97 % en la segunda; y 21.58 %, en la tercera. En tercer lugar y a considerable distancia de los anteriores, aparece sudamericano. Y aquí ha de hacerse una aclaración. En el lenguaje coloquial, el gentilicio sudamericano devino «sudaca» (como bocadillo en bocata; cubalibre en cubata; o tocadiscos en tocata), aunque con un cierto tono despectivo [sobre estos derivados].

Yo creo que la extensión de latinoamericano en España ha sido cosa de los últimos años, precisamente por seguir el uso mayoritario de los naturales de esos países. Cuando yo era pequeño jamás lo habría escuchado de labios de españoles. Dice Magí Camps, atento observador de la lengua desde las páginas de La Vanguardia:

También los españoles que han respondido la pregunta prefieren hispanoamericano en primer lugar. Pero por mucho que en este lado del Atlántico nos parezca este término más preciso, en La Vanguardia hace lustros que empleamos latinoamericano a instancias del corresponsal en México. La argumentación de Joaquim Ibarz es demoledora, y la macroencuesta de Cosasdelalengua.es así lo refrenda: “Si ellos se llaman latinoamericanos, quiénes somos nosotros para cambiarles el nombre”.

Lo curioso es que el actual endónimo latinoamericano parece tratarse de un galicismo, introducido por motivos políticos, y no carece de problemas. La consulta del corpus de la Academia, CORDE, no me ha sacado de dudas respecto a cuándo se difunde su utilización en América.

La postura del secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales, también en Cosas de lengua, tiene las cosas claras:

«Hispanoamérica» es el término adecuado para referirse al conjunto de países americanos que hablan español; se trata de una comunidad político-lingüística en la que nuestra lengua posee rango nacional y oficial (aunque unas pocas constituciones no lo especifiquen expresamente). Algunas de estas naciones, además del español, poseen otra lengua oficial, pero son minoría: el guaraní en Paraguay y el inglés en Puerto Rico.

También la palabra «Iberoamérica» está semánticamente bien delimitada; hace referencia a los países de aquel continente que hablan lenguas ibero-románicas. Aquí, dejando aparte el español, solo se da el caso del portugués, de manera que se habla de Iberoamérica cuando se quiere incluir a Brasil.

«Latinoamérica», en cambio, palabra inventada por los franceses hace ya varias décadas, tiene un contenido semántico algo confuso. Se supone que vaya dirigida a las naciones de América que hablan una lengua neolatina, francés incluido, naturalmente. Pero si sobre el mapa lingüístico del continente se hace una revisión del término, además de Iberoamérica, nos encontraríamos obligados a incluir al Canadá francófono, a la Guayana francesa, a Haití y a las islas antillanas que también hablan esa lengua. No se sabe bien qué utilidad pueda tener un término tan pintoresco como este. Porque la realidad es que no hace, ni puede hacer, alusión al conjunto de todos los países situados al sur de los Estados Unidos, ya que algunos de ellos, más ciertos ‘territorios’, hablan lenguas con orígenes ajenos al latín: holandés, inglés y una serie de criollos.

Para complicarlo todo, está el término hispano, como explica Gerardo Piña-Rosales en director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española en la misma web, más la propuesta de un neologismo:

Sabemos que el término «hispano» se utiliza particularmente en los Estados Unidos, y no así en España ni en Latinoamérica. Lo que ocurre que muchos de esos llamados «hispanos», aunque sean de origen hispánico no hablan español. Por otra parte, en EEUU se está usando cada vez el voquible «latino» como equivalente a «hispano», lo cual no es incorrecto, pero deja fuera a los portugueses, franceses, italianos, etc., y eso me parece una incongruencia. También es verdad que hay una tendencia a usar «latino» para personas de origen hispano pero que se expresan únicamente en inglés. Para aclarar un tanto esa difusa nomenclatura se me ocurrió el vocablo «hispanounidense», que describe a las personas cuya lengua materna es el español y son residentes de la Unión Americana. Al parecer, el término ha tenido éxito, y ya se ha comenzado a usar en artículos, ponencias, etc. Todo dependerá de que el pueblo, que es quien, al fin y al cabo, hace la lengua, lo adopte.

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El fin del “camarada” en China

12 junio 2010 13:13

El término camarada proviene del latín camara (primero ‘bóveda’, como su antecedente griego, y luego ‘habitación’), y apareció en castellano en el siglo XVI. Si los  que comparten el pan son compañeros, los que viven en un mismo aposento serán camaradas. Esta palabra se extendió al francés: camérade, inglés: comrade, alemán: Kamerad.

Su uso social como expresion de igualitarismo tiene sus orígenes en el siglo XIX. En ruso se adoptó a finales de ese siglo la forma tovarich, de tovar, ‘mercancía’, que originariamente aludía a ‘compañeros de negocios o viajes’. Y el partido nacionalista chino Kuomingtang puso en boga a principios del XX el término tongzhi, literalmente ‘[gente con] el mismo espíritu, meta, etc.’. (La Wikipedia inglesa presenta un buen resumen bajo Comrade).

El término se extendió en los años 30 por igual entre el fascismo alemán (Ich hatt’ einen Kameraden) y el falangismo español (Yo tenía un camarada), entre el comunismo ruso y el chino.

En Alemania su uso cesó tras el la caída del nazismo. En España, tras la victoria de Franco, pervivió mientras los falangistas dominaron en el aparato del Estado. Una aparición novelesca del término lo tenemos en Si te dicen que caí, de Juan Marsé, cuyo protagonista se dirige a un falangista como “camarada Imperial”; pero luego desapareció del todo.

En Rusia se mantuvo, con uso decreciente, mientras existió la Unión Soviética. China es el único lugar en el que seguía teniendo una cierta utilización, pero, como recoge La Vanguardia: ahora China dice adiós a la palabra ‘camarada’. El término había ido cayendo paulatinamente en desuso, pero aún se mantenía, por ejemplo en la forma en que los conductores de autobús se dirigían al público, y a hora este último uso ha sido abolido.

Pero como dice el mismo periódico:

En la última década, sin embargo, ha aparecido como palabra de uso corriente en el argot juvenil porque significa homosexual. Esta utilización tiene su origen en el hecho de que los dos caracteres que definen el término camarada son los mismos que significan homosexual. Su popularidad se extendió por toda la comunidad gay a partir de que empezara a ser utilizada por el cineasta Lin Yihua en Hong Kong. Esta definición no se reconoce de forma oficial, pero con el tiempo ha ido ganando adeptos entre la población más joven de China.

Este uso proviene de los años 90, como se ve en el artículo Tongzhi de Wikipedia.

Y aquí termina por el momento la historia de una palabra griega, que amplía su significado en latín, y cuyo derivado español triunfa en varias lenguas, teniendo un periodo de auge cuando los grandes movimientos políticos del siglo XX, para luego ser adaptado en ruso y chino y extenderse, y caer por fin en el olvido en el siglo XXI, salvo un rescate postrero por parte de la jerga de una comunidad específica. Bonito recorrido, ¿no?

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“En el nombre de Alá…”

14 febrero 2010 8:08

Interesante cuestión la que plantea una lectora de La Vanguardia:

me sorprendió que en la [entrevista] realizada al teólogo islámico Nazar Abu Zayd (16 enero) Víctor Amela dijese: ´Las obligaciones del buen musulmán consisten en creer que no hay más Dios que Dios (Alá), rezar cinco veces al día, ayunar cuando toca y ser caritativo´. Alá es la castellanización de la palabra árabe Allah,que significa en árabe dios,y por tanto resulta incorrecto usar Alá en español para referirse al dios de los musulmanes, que es el mismo de cristianos y judíos, pues equivale a decir que el dios de los cristianos holandeses o ingleses es God,o que el de los franceses es Dieu”.

Debo confesar que a mí siempre me ha parecido extraño este uso de “Alá”, que creo que tiende a exotizar, y por tanto alejar las creencias religiosas islámicas. Además es curioso ver los contextos en los que aparece: véase este uso en un artículo sobre seguridad en los aeropuertos.

“Prefiero que me desnuden aquí, a que me hagan pedazos en el aire”. Es evidente que la sentencia la firmaríamos todos, con la excepción de estos mártires de Alá que se la tienen jurada a ese mundo de infieles que es Occidente.

En general no habría problema en sustituir siempre Alá por Dios, como se puede comprobar en esta noticia:

“El Corán es claro: no hay obligación en la religión. ¿Un imán? Es un kafir [término empleado en el islam para designar aquellas personas que niegan a Alá o al profeta]”, prosigue antes de transcribir una oración en árabe dedicada a la supuesta víctima. […]

Otro opina que es lamentable a lo que se ha llegado, por parte de “una familia que emigra de un país islámico a un país en que el islam es el eterno enemigo” y a que “una mujer desobedezca a Alá”, agrega.

A esto se agrega el hecho de que, como señala el responsable lingüístico de La Vanguardia Magí Camps, los cristianos árabes llaman Alá a Dios. Tan es así que han sido los integristas musulmanes de Malasia quienes han reaccionado con violencia ante este uso.

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Del oficio de tragar, y feliz 2010

24 diciembre 2009 9:09

(Montaje sobre un cartel fotografiado en Guadalajara, México)

Aparte de que me haya parecido pertinente para las fechas que corren, el nombre de la asociación me ha despertado algunas reflexiones. Supongo (y si no es así, me encantaría que alguien me sacara de mi error) que tragón es, en el español de México, una palabra del registro coloquial, como ocurre en España.

Me ha parecido que dar a la asociación “Tragones anónimos” un nombre que utiliza la palabra común, en vez de la técnica, ayuda a su difusión. Si se hubiera llamado, por ejemplo, “Bulímicos anónimos”, habría gente que no sabría de qué se trata.

Y dicho esto, felices fiestas a los lectores del blog, y hasta algún momento de enero…

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El Candidato Melancólico en Argentina

14 octubre 2009 16:16

Mi libro El candidato melancólico se ha puesto esta semana a la venta en Argentina, comercializado por las Ediciones del Nuevo Extremo.

La obra, que da nombre a este blog, es un bonito libro (qué voy a decir yo…) sobre etimología, es decir, el origen de las palabras. ¡Incluso figura en él la etimología de etimología!

Venciendo mi natural modestia, voy a obrar “a la norteamericana”, extractando algunas de las críticas aparecidas sobre él:

Este libro constituye un magnífico ejemplo de la necesaria y meritoria tarea consistente en divulgar los conocimientos sobre el lenguaje y hacerlos más accesibles a un público medio que, pertrechado de una buena base de cultura general, carezca no obstante de formación técnica especializada en lingüística (Carlos Folgar, Revista de Filología).

El lector atento topará a cada página con este tipo de asociaciones chocantes muy próximas a la poesía. Millán sobresale a la hora de construir un discurso cohesionado a partir de la información genética que llevan inscritas las palabras en el ADN. Su trabajo profundiza en los genes de la lengua castellana. Los tesoros ocultos de las palabras aparecen por la vía etimológica en lugares insospechados. Así, descubrimos que en un rebuzno se oculta el antepasado latín de la bocina (buccina: trompeta). O que la relación entre hígados e higos proviene del hecho que en latín iércur ficatum era el hígado del animal alimentado con higos. La sociedad europea es cada vez más multilingüe. Por eso Millán enfatiza la relación de las palabras castellanas con otras catalanas, gallegas, vascas, francesas, italianas, inglesas o indias. Interesante es también el recorrido por las procelosas aguas de la corrección que Millán efectúa en el capítulo “Mejor no lo digo” (Màrius Serra).

El volumen, en suma, constituye un repaso original y divertido a la historia de 700 palabras del español (Alberto Rivas, Punto y coma).

No es un libro sobre política lánguida, como el título podría hacer pensar, sino sobre el origen de las palabras, sus viajes, sus transformaciones, sus cambios de sentido. Geniales los capítulos dedicados a los eufemismos, a los avatares de la palabra albóndiga, a los diminutivos. Apasionante también la aventura de nombrar el retrete a través de los siglos (cagatorio, letrina, necesaria, común, excusado, tocador, water, sanitario, cuartito, inodoro, lavabo, aseo, servicios…), signo de la vitalidad de una lengua a la que se le quedan enseguida viejas las palabras (Pedro de Miguel).

Un libro ameno y asequible, sin renunciar al rigor lingüístico, a cuyo término el lector “se sabrá un eslabón vivo de esa cadena de siglos que en cada momento hace que nos entendamos y que a cada momento pone los cimientos del cambio…” (Miguel A. Román, Libro de notas).

La historia de cientos de palabras en un libro ameno de un gran divulgador (Magí Camps, La Vanguardia).

Sólo cabe añadir que aquí se puede leer la introducción y el primer capítulo. Y que el lector que quiera medir sus conocimientos etimológicos tiene ahí algunas pruebas, que fueron concursos en su día.

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Nombres y marcas

24 mayo 2009 16:16

El 13 de mayo publicó El País un suplemento sobre marcas. En las páginas 12/13 hay un artículo sobre las marcas que se han convertido en nombres comunes de un producto. Palabras muy usadas para aludir a un tipo de producto como bimbo, albal, kleenex, tampax, jacuzzi o galleta María resultan ser marcas registradas.

La razón, claro está, es que cuando estos productos se introdujeron en el mercado no tenían un nombre genérico, y la primera marca en popularizarse se extendió hasta abarcar cualquiera de las modalidades, en un proceso de sinécdoque.

Recuerdo, hace años, anuncios destinados a devolver las cosas a su sitio, bajo la forma: “Sólo es X si lleva la marcaX”; aunque, bien pensado, ¿qué mayor homenaje cabe a una marca que convertirla en designador universal de un producto?

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Porteños y otros gentilicios

26 abril 2009 13:13

Con motivo de mi visita a la preciosa ciudad de Valparaíso (Chile), me enteré de que sus habitantes se conocen como porteños, lo que dio lugar a un aprovechosa disquisición con mi anfitrión, LIM, cuyos detalles resumo a continuación.

Yo conocía, como todo el mundo, la denominación de porteños para los habitantes de Buenos Aires (mientras que bonaerenses se reserva para quienes viven en la provincia del mismo nombre). Pero además de estos dos lugares, muchos otros están habitados por porteños. La Academia dice que este nombre alude a los naturales “de algunas de las ciudades de España y América en las que hay puerto”. Concretamente:

Buenos Aires, capital de la Argentina

Valparaíso, ciudad de Chile

Puerto Carreño, ciudad de Colombia

Puerto Cabello o de Puerto La Cruz, ciudades de Venezuela

Puntarenas, ciudad de Costa Rica

Sin embargo, el DRAE no cita otros notables porteños, los habitantes del:

Puerto de Santa María (Cádiz, España).

Puerto de Sagunto (Valencia, España).

Si en un caso como éste el gentilicio sirve más bien de confusión que para aclarar, en otras ocasiones tiene una gran especificidad:

Santiago de Chile: santiaguino.

Santiago de Compostela (La Coruña, Galicia, España): compostelano.

Santiago de Cuba: santiaguero.

Santiago de la Puebla (Salamanca, Castilla y León, España): santiagués.

(Fuente: la lista de gentilicios de la Wikipedia).

Para diferenciarse, estos derivados de un mismo antropónimo hecho topónimo han apelado a la rica morfología de derivación de la lengua española (santiagu -ino / -ero / -és). Y también a otro recurso típico de los gentilicios: usar la segunda parte de un nombre compuesto (compostelano).

¿Conocen los lectores otros casos de gentilicios comunes a varios lugares, o bien de recursos de diferenciación a partir de un mismo topónimo?

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¿La “lectora de e-books”?

01 febrero 2009 17:17

La expresión e-book en inglés y libro electrónico en español son ambiguas: se pueden referir tanto al artefacto electrónico como a la propia obra en formato digital. Esta peculiaridad proviene de la propia palabra libro, que también puede aludir tanto al contenido como al continente (en el comienzo de este artículo presento la ambigüedad).

Ahora que ya hay varias marcas de dispositivos lectores a la venta en España, y que habrá más, y que en formato de libro electrónico está hasta García Marquez, podemos pensar si la situación puede aclararse. Por ejemplo, dejando “libro electrónico” para la obra y “lector” para la máquina (como los franceses: lecteur de livres électroniques).

O ¿por qué no usar “lectora”?

Los artefactos que nos ayudan en el hogar suelen tener género femenino: la lavadora, la secadora, la nevera, la batidora, … La razón (digo yo) es que se sobreentiende “máquina”: “la máquina de lavar”. En algún caso son masculinos (como el microondas), pero es porque se sobreentiende “horno”. Por otra parte, ya existe lector como artefacto, en el sentido de “lector de CDs”. ¿Por qué no especializar entonces lectora para los dispositivos dotados de pantalla que permiten leer libros?

Me encantará oír las opiniones de los lectores.

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Hombre-anuncio

12 octubre 2008 17:17

El diario El Mundo del pasado viernes refleja la prohibición por parte del alcalde de Madrid de las personas que llevan mensajes publicitarios por las calles. El diario yuxtapone muy oportunamente la imagen de uno de estos hombres-anuncio cutres y prohibidos con los hombres-anuncio de lujo, también conocidos como “deportistas de élite”, y que suelen ir hechos un cromo.

La formación hombre-anuncio merece alguna reflexión. Y nada mejor que citar un párrafo de la obra que da nombre a este blog:

Otro procedimiento para crear una nueva palabra es unir dos distintas, como hombre-rana u hombre-lobo, según se dedique respectivamente a bucear o a aullar las noches de luna llena. Es un procedimiento muy vivo, que voy a ejemplificar con un caso reciente. Patera es ‘embarcación pequeña’, pero hoy en día se aplica especialmente a la ‘embarcación que llega a las costas españolas cargada de inmigrantes clandestinos’. Pues bien: al ingenio de algún periodista se le ha ocurrido acuñar la expresión piso-patera (que se ve con o sin guión), para indicar la ‘vivienda en la que se hacinan los inmigrantes’ (cap. 13).

Hombre-anuncio está vigente hace décadas, aunque hacia los años 20 y 30 del pasado siglo era más frecuente llamarles hombres-sandwich (calco del inglés sandwich-man, como se ve en esta ilustración de una obra de 1922).

¿Qué otros ejemplos de palabras compuestas formadas por dos sustantivos recuerda el lector?


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