El fin del “camarada” en China

12 junio 2010 13:13

El término camarada proviene del latín camara (primero ‘bóveda’, como su antecedente griego, y luego ‘habitación’), y apareció en castellano en el siglo XVI. Si los  que comparten el pan son compañeros, los que viven en un mismo aposento serán camaradas. Esta palabra se extendió al francés: camérade, inglés: comrade, alemán: Kamerad.

Su uso social como expresion de igualitarismo tiene sus orígenes en el siglo XIX. En ruso se adoptó a finales de ese siglo la forma tovarich, de tovar, ‘mercancía’, que originariamente aludía a ‘compañeros de negocios o viajes’. Y el partido nacionalista chino Kuomingtang puso en boga a principios del XX el término tongzhi, literalmente ‘[gente con] el mismo espíritu, meta, etc.’. (La Wikipedia inglesa presenta un buen resumen bajo Comrade).

El término se extendió en los años 30 por igual entre el fascismo alemán (Ich hatt’ einen Kameraden) y el falangismo español (Yo tenía un camarada), entre el comunismo ruso y el chino.

En Alemania su uso cesó tras el la caída del nazismo. En España, tras la victoria de Franco, pervivió mientras los falangistas dominaron en el aparato del Estado. Una aparición novelesca del término lo tenemos en Si te dicen que caí, de Juan Marsé, cuyo protagonista se dirige a un falangista como “camarada Imperial”; pero luego desapareció del todo.

En Rusia se mantuvo, con uso decreciente, mientras existió la Unión Soviética. China es el único lugar en el que seguía teniendo una cierta utilización, pero, como recoge La Vanguardia: ahora China dice adiós a la palabra ‘camarada’. El término había ido cayendo paulatinamente en desuso, pero aún se mantenía, por ejemplo en la forma en que los conductores de autobús se dirigían al público, y a hora este último uso ha sido abolido.

Pero como dice el mismo periódico:

En la última década, sin embargo, ha aparecido como palabra de uso corriente en el argot juvenil porque significa homosexual. Esta utilización tiene su origen en el hecho de que los dos caracteres que definen el término camarada son los mismos que significan homosexual. Su popularidad se extendió por toda la comunidad gay a partir de que empezara a ser utilizada por el cineasta Lin Yihua en Hong Kong. Esta definición no se reconoce de forma oficial, pero con el tiempo ha ido ganando adeptos entre la población más joven de China.

Este uso proviene de los años 90, como se ve en el artículo Tongzhi de Wikipedia.

Y aquí termina por el momento la historia de una palabra griega, que amplía su significado en latín, y cuyo derivado español triunfa en varias lenguas, teniendo un periodo de auge cuando los grandes movimientos políticos del siglo XX, para luego ser adaptado en ruso y chino y extenderse, y caer por fin en el olvido en el siglo XXI, salvo un rescate postrero por parte de la jerga de una comunidad específica. Bonito recorrido, ¿no?

Entrevista en “La Nación”

10 abril 2010 21:21

El diario argentino La Nación ha publicado una entrevista conmigo, con motivo de la aparición en ese país del libro epónimo de este blog: El candidato melancólico. La entrevista, titulada “La Web cambió el modo de escribir” la realizó Héctor M. Guyot, y la transcribo a continuación:

Las palabras comparten la condición nómade del hombre. Al cruzar valles, montañas y fronteras, cambian. También, como los hombres, esconden rastros de sus vidas anteriores. Y en esos rastros puede leerse la historia del mundo.

Así lo afirma el filólogo español José Antonio Millán. Las palabras, dice, llevan señales de contactos, invasiones y conquistas entre las culturas más diversas. Por eso, y porque el tejer y destejer colectivo de palabras en el tiempo es en buena medida un fenómeno oral, Millán llegó a una hermosa definición: la etimología es la arqueología del viento. La materialidad de un sonido, pero también el aliento efímero de la voz que nombra.

A la improbable tarea de leer en el viento se dedica Millán (Madrid, 1954) en su último libro, El candidato melancólico (RBA), una invitación a descubrir “de dónde vienen las palabras, cómo viajan, por qué cambian y las historias que llevan dentro”. La travesía que propone puede llevarnos miles años atrás, allí donde las lenguas se confunden: “La comparación entre latín, griego y sánscrito, la antigua lengua de la India, nos sitúa en la lengua madre (o abuela) de todas ellas, a la que llamamos indoeuropeo -señala Millán-. El rege latino, de donde viene nuestro rey , y el rajá de la India deben provenir de un término común de hace cuatro o cinco mil años. Claro que a veces las palabras han variado tanto que puede ser difícil descubrir su origen: nuestro ajedrez viene, a través del árabe, del sánscrito shaturanga “.

Lo que antes viajaba en el viento hoy vuela también en forma de bits a través de los circuitos electrónicos del inconmensurable cerebro colectivo de Internet. Esta entrevista, por ejemplo, es fruto de un intercambio de e-mails . No es raro, porque Millán, autor de Internet y el español y La lectura en la sociedad del conocimiento , ha participado en el desarrollo del Centro Virtual Cervantes y dirigió el CD-Rom del diccionario de la Real Academia. En suma, es arqueólogo del viento pero también un hombre de la Web, que con su flujo incesante y global hace ya rato que participa de esta aventura común de dar nuevas formas a las palabras y el idioma. O los idiomas, en rigor.

Lo que sin embargo no ha cambiado, previene Millán, es la naturaleza de esta transformación permanente. “La gran revolución de las lenguas modernas comenzó con el periodismo, la radio y la televisión, que permitieron que muchas palabras pertenecientes al habla científica o técnica pasaran al lenguaje común -dice-. En este sentido, Internet no ha hecho más que continuar esa tendencia.”

-¿Qué consecuencia tiene que el buscador de la Web por excelencia -Google- sea estadounidense y el inglés, el idioma preponderante?
-Google funciona perfectamente en español y en muchas otras decenas de lenguas, de modo que su influencia puramente lingüística no es muy grande. Tiene sí una clara influencia cultural, por las suposiciones que el buscador hace sobre lo que puede ser más interesante para el usuario, por ejemplo. En estos momentos puede que el idioma más usado en la Red sea el chino. Sin embargo, el inglés es la lengua de quienes crearon las tecnologías en las que se basa Internet, de modo que no es extraño que nos haya dado muchos préstamos para referirnos a aparatos (computadora), técnicas (bits), espacios (Web), géneros ( blogs ); pero muchas otras palabras en uso en este dominio, como tecla, pantalla, correo, son nuestras.

-¿Puede compararse el boom del e-mail al viejo hábito de intercambiar epístolas?
-En efecto, el e-mail ha sustituido el antiguo arte epistolar, y no sólo eso: lo ha revitalizado. La gente de mi generación sustituyó las cartas por el teléfono, hasta el extremo de que hace dos décadas casi nadie escribía una carta. Con el e-mail hemos vuelto a hacer no sólo mensajes y breves notitas, sino auténticas misivas.

-¿Qué pasa cuando el e-mail viola las reglas del idioma en beneficio de la comunicación veloz e inmediata?
-Hay todo tipo de e-mails : los breves y apresurados, o los largos y demorados; hay correos de amor y de negocios, familiares y formales. En este sentido, ocurre como con la conversación hablada: uno no se expresa igual charlando con los amigos que compareciendo ante un juez; no es igual dar un recado a un desconocido que contar algo a tu pareja. Hay muy distintos registros de habla, y también de comunicación escrita. Hay, sí, géneros de comunicación que son eminentemente informales: los mensajes de texto en el celular, las notas en redes sociales, los mensajes de Twitter, el chat… En estas modalidades la lengua escrita no está perfectamente cuidada (igual que no lo está la lengua hablada en una conversación de amigos en un bar): de hecho, se trata de una especie de “oralidad por escrito”. Pero eso no hace que nuestra lengua degenere, ni nada por el estilo…

-¿Llegará el día en que sólo leamos libros electrónicos? Cuando se extienda el uso de este nuevo formato, ¿cambiará la naturaleza del acto de leer?
-Es dudoso que prescindamos de los libros en papel, entre otras cosas por razones puramente económicas. Y sí, parece que la lectura en pantalla cambia algo: se está comprobando que estudiantes que manejan el Kindle encuentran más problemas para asimilar y memorizar que si estudiaran con un libro en papel. A medida que aumente la práctica, sabremos más cosas, algunas de ellas impensadas: el escritor Nicholson Baker, por ejemplo, ha contado lo divertido que le pareció un pasaje de una novela al leerlo en papel y cómo en pantalla no lo encontró nada gracioso.

-Estos cambios en el acto de leer, ¿modificarán la naturaleza del acto de escribir y la relación con el idioma?
-Ya ha cambiado el modo de escribir. Al menos para quienes escribimos mucho para la Web (y los diarios acaban también en la Web): uno sabe que parte de su público van a ser máquinas (las arañas de los buscadores como Google), de modo que estamos escribiendo también para ellas. Y el lector tiene al alcance de la mano, a un clic, la comprobación inmediata de lo que dices: hay que tener cuidado con lo que se escribe hoy en día.

Mi entrevista en “La Opinión”

25 marzo 2010 14:14

Aprovechando que pasaba por La Coruña me ha entrevistado Isabel Bugallal en La Opinión. Como la entrevista es sobre todo de temática lingüística, aquí la reproduzco, aumentada con una imagen y enlaces.

He corregido pequeños errores, fruto de la transcripción de una entrevista oral y de las prisas periodísticas…

-¿Cómo puede hacer tantas cosas y mantener una bitácora (jamillan.com) tan amplia al día?

-Porque me gustan. Soy muy dado a aprovechar tiempos muertos como un viaje en metro, e ir haciendo cosas.

-Y escribe y publica en papel libros; cuentos, novela, ensayo, y hasta ha ilustrado alguno.

-Va por épocas, ahora estoy más volcado en el ensayo y las obras infantiles. La fotografía también me interesa: me ha permitido ilustrar de forma sui generis algún libro.

-¿Siempre lleva una cámara?

-Sí, eso es sagrado, porque nunca sabes cuándo puede saltar la oportunidad. Con la fotografía digital es comodísimo, puedes tirar las fotografías que quieras.

-¿El cartel más insólito que se ha encontrado recientemente?

-Un mensaje de amor de un chico a una chica. Decía: “Soy la guinda en tu sostén” [ver arriba]. Y la firma. ¿Precioso, no?

-Tampoco está mal el de la embajada de Rumanía que colgó en su bitácora.

-“Aquí no se hacen fotocopias, no hay esto, no hay lo otro, no tenemos cambio, no es la embajada de Rumanía”… Me encontré con carteles con todo tipo de negativas de gente que debe estar harta de que le pregunten.

-¿Fue lanzador de peso?

-De jovencito. Era una actividad atlética que me gustaba mucho. Es una mezcla curiosa de fuerza, agilidad y dinamismo que, cuando la descubrí, me emocionó. Lo dejé de practicar de joven pero me quedó huella, cuerpo de lanzador de pesos: un cuerpo un poco soviético.

-Y ahora es atleta de la lengua.

-Las palabras me interesaron siempre. Me gusta la historia de las palabras, descubrir carteles en la calle, oír cómo habla la gente. Sí, me hice un atleta de la lengua y, cuando me dejan, hablo muchísimo.

-¿De dónde le viene ese interés por el lenguaje?

-Vengo de una familia con una cultura verbal muy grande. En Navidades, por ejemplo, hacíamos concursos e inventábamos letras de villancicos. Uno de mis abuelos era traductor de Shakespeare, mi madre escribía libros para niños… En fin, estaba inmerso en una cultura muy relacionada con la lengua. Recuerdo cuando mi padre me contó la etimología de una palabra y descubrí de golpe que las palabras no fueron tal como las conocemos sino que tienen detrás una historia, a veces gigantesca, y que son historias alucinantes que van pasando de continente en continente a lo largo de los siglos.

-¿Van pasando y se producen las invasiones bárbaras?

-Las invasiones acaban siendo tan asimiladas que no son bárbaras. Una cantidad inmensa de palabras del español vienen del árabe, de lenguas germánicas, del italiano, del francés, muchísimas del inglés y, en cuanto pasan cincuenta o sesenta años, las sientes como propias. Si le dices a alguien que detective o tanque son palabras inglesas se quedaría sorprendido. Pasó siempre y no es un problema, al revés, acaba enriqueciendo la lengua.

-¿Qué hacer con los términos que han venido con las nuevas tecnologías?

Googlear o bloguear, ¿se quedarán en la lengua? Depende del azar. Google es un nombre propio pero hay otros muchos nombres de marcas que se quedaron, como celo o kleenex.

-¿La Academia peca a veces de tolerante con lo que no son más que modas pasajeras?

-Uno ha visto de todo. La función de la Academia es más bien ser notario. Ahora que hay muchos lingüistas allí y que son gente sensata, puede decir, ‘sí, esto es así y significa esto, pero es un uso de tipo vulgar’. Eso no estaría mal, pero, a veces, hace propuestas fallidas, como ciberpágina y el prefijo cíber- para todo, y la gente no la seguido. La lengua funciona por sufragio universal: si los hablantes quieren llamar a una cosa de una determinada manera, lo harán por encima de las academias y, si no, no habrá forma humana de que lo hagan.

-¿Es muy escrupuloso con la puntuación?

-Me parece un recurso absolutamente sutil y maravilloso. Soy cuidadoso cuando escribo porque una frase puede acabar diciendo una cosa completamente distinta. No es igual ‘Pedro es simpático. Pero un poco aburrido’ que ‘Pedro es simpático, pero un poco aburrido’. Con el punto estás insinuando una oposición grande y con la coma parece una cosa secundaria.

-¿El punto y coma se explota poco?

-No sólo en español, también en francés, en portugués, en las lenguas de origen latino. Es que fue de los signos de puntuación más tardíos en aparecer y está a caballo entre el punto y la coma. Hay autores como Bolaño o Vila-Matas que no lo usan jamás, sorprendentemente, porque a mí me ayuda mucho, sobre todo en las frases largas, con subordinadas o con adversativas. Es uno de los signos que se utilizan menos también por su dificultad.

-¿El epiceno ha muerto?

-El género gramatical es una cosa muy curiosa que está sometida a tensiones de los hablantes. Las mesas no son femeninas ni los coches masculinos.

-¿Qué opina de tratar de eliminar el sexismo en la lengua con ‘los y las’?

-Es evidente que una solución tan pesada no puede ser buena. Eso nos llevaría a cosas como ‘todos los padres y las madres de los alumnos y alumnas, junto a los profesores y profesoras de este centro…’ Son frases intragables, que nadie dice.

-¿Qué tal están escritos los periódicos?

-Para ser bestsellers diarios, bastante bien escritos están; los de calidad tienen un nivel razonable. Algo tiene que padecer la lengua si traduces a toda velocidad y a veces conviertes a bomberos en etarras.

-Usted empezó a trabajar como corrector, una figura que prácticamente ha desaparecido.

-Sí, y ha desaparecido -por presiones económicas- sobre todo en la prensa; en las editoriales, casi también, cuando el control de calidad es más necesario que nunca [para diferenciarse], ahora que cualquiera pu
ede crear un blog y escribir de lo que quiera.

-¿Augura una pronta desaparición del papel en prensa?

-Es una cuestión muy debatida pero el papel tiene unas ventajas que van a hacer que permanezca, aunque no en la misma forma. En el periódico te encuentras todo junto, los cines, los anuncios de pisos, las últimas noticas, los análisis y la opinión. Quizá pronto no sea necesario incluir anuncios o la cartelera porque estará en otros medios y hasta la tengas en tu teléfono.

-¿Las ediciones digitales se parecen todavía demasiado a las de papel?

-En gran medida, sí. La edición digital debe buscar su propio camino. No es hacer lo mismo y pegarle un vídeo encima. Debería sobre todo explotar los enlaces, una riqueza que el papel no puede tener.

-¿Las nuevas tecnologías cambiarán la forma de hacer literatura?

-Tanto como la literatura, no sé. Siempre hubo escritores que hicieron lo que les dio la gana, como Joyce, incluso cosas rarísimas. Lo que seguro que cambiará es la comunicación escrita. Ya está cambiando.

“Making off”, y otras aberraciones

20 diciembre 2009 15:15

Una de las ventajas de saber inglés es que la gente puede usar palabras de esa lengua, vengan o no a cuento. Y una de las desventajas de no saberlo demasiado bien es que con frecuencia se usan como inglesas expresiones que no lo son.

Por ejemplo: el making of. Esta expresión inglesa significa “creación de”, y funciona como un sustantivo, con el sentido de “película documental que representa la producción de una película o de un espectáculo televisivo”. Un vocabulario cinematográfico señala que “originalmente se usa para la promoción de la [película] y que ahora se incluye como extra en las ediciones en DVD”. En sentido amplio es cualquier película o reportaje fotográfico que ilustra sobre la creación de algo, aunque sea un calendario (imagen superior).

El problema es que gente que no sabe mucho inglés (es decir, la mayoría de los hispanohablantes) ha reinterpretado la expresión como compuesta de la preposición o adverbio off. Google informa de la existencia de 394.000 páginas en español con la expresión making off, frente a 731.000 de making of. Es decir: gana la versión correcta, pero por poco: making of se ve mal escrito aun en periódicos de prestigio.

Este fenómeno es un caso de etimología popular culta: quienes escriben esto saben que existe en inglés la partícula off, y les parece más oportuna en esta expresión. ¿Conocen los lectores otros casos de palabras extranjeras mas escritas por exceso de conocimientos de quien las usa?

Nombres fósiles

15 diciembre 2009 14:14


Reflexiono en un bar al lado de la estación de Atocha de Madrid, llamado El Andén. ¿Habra nombres de establecimientos que conserven memoria de su entorno, aun cuando éste haya desaparecido? Pienso en el bar El Circo de Madrid, al lado del extinto Circo Price, y en el restaurante Madrid- Barcelona, de Barcelona, junto a la estación de tren que ya no existe…

Tal vez el lector recuerde otros casos.

Ferlosio y la lengua

02 noviembre 2009 14:14

En el suplemento “Babelia” de El País, el pasado sábado 31.10, he publicado una recensión del último libro de Rafael Sánchez Ferlosio: “Guapo” y sus isótopos (Barcelona, Destino, 2009):

Este libro parte del asombro ante la existencia de palabras tan próximas como “guapo”, “lindo”, “bonito”, … Prueba de su similaridad es que no se pueda decir “el niño es guapo y lindo”. Ferlosio las llama, con una analogía química, “isótopos”, o sea “del mismo lugar”, y si le seducen es por sus relaciones “conceptualmente brumosas donde la mente no se ve asistida por la visión de netos límites semánticos, ni deslumbrada por su claridad”.

En la obra Ferlosio analiza desde muy diversos puntos de vista este campo semántico. La reseña se puede leer íntegra en el enlace indicado.

Copio ahora su pieza final sobre “Ferlosio y la lengua”. Tomé los datos sobre los avatares lingüísticos del autor de su pieza autobiográfica “La forja de un plumífero”, en la tristemente desaparecida Archipiélago, 31, invierno de 1997:

El autor de El Jarama siempre tuvo un vivo interés por la lengua; de hecho, su novela más famosa surgió de sus notas sobre formas populares de habla. Al acabar de escribirla en 1955, Ferlosio se “retiró de la circulación” para dedicarse a “altos (o bajos) estudios gramaticales” durante 15 años. Estudios solitarios, que se vieron enriquecidos en una época por una tertulia con un grupo de amigos profesionales de la lengua (Carlos Piera, el malogrado Víctor Sánchez de Zavala…). Esta reunión recibió el título, algo rimbombante, de Círculo Lingüístico de Madrid. De la numerosa escritura surgida de estos años de estudio, la pieza más acabada fue “Guapo” y sus isótopos, empezada en 1970 y revisada y publicada ahora.

¿Desde dónde escribe Ferlosio cuando habla de lengua? Desde luego, no se declara un experto (no tiene reparos en observar en un momento: “Quise cumplimentar la referencia en la Biblioteca del Ateneo, pero no encontré nada; no tengo impulsos de investigador, y me desanimé”). Pero se ve con las fuerzas intelectuales para aprehender algunas de sus sutiles realidades, a través de la lectura y la observación, y contarlas maravillosamente a quien quiera escucharlas.

Como el sabio del grabado antiguo, que atraviesa la bóveda celeste para asomarse a la maquinaria que la mueve, en esta obra palpita la emoción de quien se adentra en lo que “nadie ha visto nunca con ojos mortales, ni creo que llegue a ver jamás, esa gran página arbórea, pluridimensional y pluriarticulada que llamamos ‘el acervo'[léxico]”.

El Candidato Melancólico en Argentina

14 octubre 2009 16:16

Mi libro El candidato melancólico se ha puesto esta semana a la venta en Argentina, comercializado por las Ediciones del Nuevo Extremo.

La obra, que da nombre a este blog, es un bonito libro (qué voy a decir yo…) sobre etimología, es decir, el origen de las palabras. ¡Incluso figura en él la etimología de etimología!

Venciendo mi natural modestia, voy a obrar “a la norteamericana”, extractando algunas de las críticas aparecidas sobre él:

Este libro constituye un magnífico ejemplo de la necesaria y meritoria tarea consistente en divulgar los conocimientos sobre el lenguaje y hacerlos más accesibles a un público medio que, pertrechado de una buena base de cultura general, carezca no obstante de formación técnica especializada en lingüística (Carlos Folgar, Revista de Filología).

El lector atento topará a cada página con este tipo de asociaciones chocantes muy próximas a la poesía. Millán sobresale a la hora de construir un discurso cohesionado a partir de la información genética que llevan inscritas las palabras en el ADN. Su trabajo profundiza en los genes de la lengua castellana. Los tesoros ocultos de las palabras aparecen por la vía etimológica en lugares insospechados. Así, descubrimos que en un rebuzno se oculta el antepasado latín de la bocina (buccina: trompeta). O que la relación entre hígados e higos proviene del hecho que en latín iércur ficatum era el hígado del animal alimentado con higos. La sociedad europea es cada vez más multilingüe. Por eso Millán enfatiza la relación de las palabras castellanas con otras catalanas, gallegas, vascas, francesas, italianas, inglesas o indias. Interesante es también el recorrido por las procelosas aguas de la corrección que Millán efectúa en el capítulo “Mejor no lo digo” (Màrius Serra).

El volumen, en suma, constituye un repaso original y divertido a la historia de 700 palabras del español (Alberto Rivas, Punto y coma).

No es un libro sobre política lánguida, como el título podría hacer pensar, sino sobre el origen de las palabras, sus viajes, sus transformaciones, sus cambios de sentido. Geniales los capítulos dedicados a los eufemismos, a los avatares de la palabra albóndiga, a los diminutivos. Apasionante también la aventura de nombrar el retrete a través de los siglos (cagatorio, letrina, necesaria, común, excusado, tocador, water, sanitario, cuartito, inodoro, lavabo, aseo, servicios…), signo de la vitalidad de una lengua a la que se le quedan enseguida viejas las palabras (Pedro de Miguel).

Un libro ameno y asequible, sin renunciar al rigor lingüístico, a cuyo término el lector “se sabrá un eslabón vivo de esa cadena de siglos que en cada momento hace que nos entendamos y que a cada momento pone los cimientos del cambio…” (Miguel A. Román, Libro de notas).

La historia de cientos de palabras en un libro ameno de un gran divulgador (Magí Camps, La Vanguardia).

Sólo cabe añadir que aquí se puede leer la introducción y el primer capítulo. Y que el lector que quiera medir sus conocimientos etimológicos tiene ahí algunas pruebas, que fueron concursos en su día.

El nombre de la ciudad de Mallorca

04 octubre 2009 17:17

Preciosa excursión histórica por el nombre de la principal ciudad de la isla de Mallorca en Studiolum. No la revelaré, para que el lector disfrute con ella, pero adelanto la conclusión final:

Son muy pocas las ciudades del planeta que se atreven a llamarse limpiamente así [Ciudad], marcando el orgullo de ser «la» ciudad, como si dijéramos el centro del mundo. Poquísimas: Roma era la Urbs, Constantinopla —Constantinopolis— la Polis (de hecho, Estambul viene del griego local is tan polin = en la ciudad), y Medina, la ciudad para los contemporáneos de Mahoma…

Hay otros ejemplos de toponimia autoexplicativa (que podríamos llamar “de grado cero”): me ha venido a las mientes el “puente de Alcántara”, pero el lector quizás pueda descubrir más.

Mapas etimológicos

20 septiembre 2009 16:16

Kalimedia ofrece “mapas etimológicos“, es decir: con los nombres geográficos (topónimos) sustituidos por el significado que se supone que tienen.

El resultado es más valioso como estímulo o divertimento que como herramienta científica. Por una parte, muchas de las etimologías de los topónimos (como las otras, para qué vamos a engañarnos) son conjeturales: nadie sabe su origen a ciencia cierta. Por otro lado, en un territorio coexisten nombres de antigüedades muy diversas: en España hay nombres prerromanos al lado de otros latinos, árabes… o incluso aparecidos en el siglo XX, como Costa Brava. Todos aparecen mezclados en estos mapas.

De todas formas (y como recoge el sitio de Kalimedia), estos mapas producen una curiosa sensación de extrañamiento, al enfrentarnos a un mundo de rasgos geográficos con nombres inteligibles, lo que sólo ocurre en ficciones, com la Tierra Media de Tolkien.

(Vía Biblioríos).

Una cuestión de substancia

03 septiembre 2009 22:22

Este cartel se exhibía antes del verano en la terraza de un céntrico bar barcelonés. El bar acababa de pasar unas semanas cerrado porque habían pillado, al parecer, a un camarero fumándose un porro…

Pasemos por alto la ausencia de hache en prohibido, o la reducción del grupo culto -bs- en substancia. Omitamos incluso el estudio de la interesante variante: “Prohibido fumar porros y otras sustancias”, para ir al grano.

¿Qué significa aquí sustancia? Claramente, ninguna de sus acepciones en el DRAE. Quizás más cerca estará la última edición del María Moliner: “Cualquier cosa sin forma determinada de la que está formada otra cosa material cualquiera o con la que se puede formar: ‘Una sustancia pegajosa. La sustancia orgánica’ “.

Ni siquiera: sustancia aquí significa ‘cosa’, ‘producto’, pero de un tipo muy especial: prohibida, ilegal. Dado que en la terraza se puede fumar tabaco, todo parece indicar que éste no es una sustancia. ¿Por qué? ¡Porque esta permitido!

El sintagma su(b)stancias ilegal(es) está muy extendido: 615.000+352.000+431.000+435.000 resultados en Google, más de 1,8 millones de apariciones. También abunda, aunque algo menos su(b)stancia(s) estupefa(c)ciente(s). Creo que ahora la resbaladiza sustancia se ha contaminado del sentido negativo de sus adjuntos habituales, con lo que el dueño del bar puede perfectamente prohibir fumar sustancias.

Para que no le cierren.