Pierre Menard, autor del Aleph

01 julio 2015 13:13

Los hechos son así (cuenta Maximiliano Tomás en La Nación):

En marzo de 2009 el escritor y docente universitario Pablo Katchadjian (Buenos Aires, 1977) imprimió, en edición de autor, pagando todos los costos, doscientos ejemplares de un libro de cincuenta páginas titulado El Aleph engordado. Siguiendo procedimientos similares a los que ya había utilizado en El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007), Katchadjian continuaba así con una serie de homenajes y experimentos con los clásicos de la literatura argentina, que se agregaban a su obra de ficción, entre la que se cuentan novelas como Gracias, Qué hacer o La libertad total y en las que la ironía, la reescritura, el ejercicio metaliterario y el divertimento son temas centrales.

Para quien todavía no lo sepa, El Aleph engordado es precisamente lo que su nombre indica: Katchadjian tomó uno de los cuentos más célebres de Jorge Luis Borges y lo intervino (en el sentido en que se suelen “intervenir” obras en el arte contemporáneo) agregándole grasa, es decir, palabras de más. Así, el texto pasó a tener más del doble de su peso original: de las saludables cuatro mil palabras de Borges a las obesas nueve mil seiscientas finales de Katchadjian. Una frase de Borges como “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada: había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza” pasó a transformarse, por ejemplo, en: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada como una torre italiana; había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis racional, una decisión involuntaria”.

Y entonces:

Tres años después, en 2011, cuando del libro de Katchadjian existía apenas un recuerdo y algunos ejemplares dispersos, María Kodama, viuda de Borges y heredera de todos los derechos de su obra, demandó al escritor por plagio, de acuerdo a la actual Ley 11.723 de Régimen Legal de la Propiedad Intelectual.

Lo absurdo de esta reacción ha suscitado diversas respuestas. Carlos Scolari en Twitter convocó:

En solidaridad con #Katchadjian > campaña #HackingBorges Vale todo! #remix #mashup #intertextualidad #maniacotextual

Seguí la invitación con un juego:

Borges, ese desordenado: hemos restituido las palabras de El Aleph al orden alfabético:

 

Ahora, he llevado la cuestión un grado más allá, como verá quien lea:

 

Pierre Menard, autor del Aleph

 

Ilustración superior tomada de The New York Street.

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3 comentarios

Solitarius dijo...

Admirable, José Antonio, admirable.

En realidad, y sin haber leído “El Aleph engordado” creo que tu ejercicio o divertimento es más agudo e interesante que el del Sr. Katchadjian, por la selección del cuento y por el procedimiento (sustitución paralelística mejor que mera adición). En el contexto de la controversia, tu aportación roza ya la genialidad…y es además valiente. Ahora solo cabe esperar que la Sra. Kodama no llegue a conocer este blog.

01 julio 2015 17:04
José María Areta dijo...

Me preocupa la intransigencia mostrada con los derechos de propiedad intelectual en general. Y no por la “piratería”, según se denomina a la reproducción de la obra ajena, sino por las limitaciones que impone o puede imponer en la creatividad, como en el caso que se menciona en este artículo.
Una fotografía de un objeto no es el objeto mismo, pero, ¿podría considerarse una copia? La lectura de un libro en público, ¿podría ser penalizada sin el permiso de los propietarios del “copyright”?
Como parece apuntar el texto del famoso “autor del Quijote” borgiano, es un experimento legítimo (se podría haber llamado el Aleph de Avellaneda, perfectamente), pero preocupante para muchos intereses comerciales en este estrecho mundo cultural que nos ha tocado vivir.

01 julio 2015 19:21
jamillan dijo...

Muchas gracias, Areta y Solitarius. El padre Ignazio dell Pascolo me ha llamado la atención sobre un par de detalles, que me he apresurado a corregir en el texto.

02 julio 2015 10:01