El escritor y el encargo

31 octubre 2006 19:19

Hace pocos días, en la presentación del libro de Llàtzer Moix sobre Eduardo Mendoza, Mundo Mendoza, su autor declaraba, sin pudor ni ostentación, que él libro había surgido de un encargo editorial. Es infrecuente. El encargo editorial y que el autor lo confiese.

Pero repesco ahora en la sección Nubarrones de la revista Las nubes (habrá que bajar hasta media página hasta encontrar el epígrafe “Escribir”) un texto de Elisenda Julibert, cuyo último párrafo dice:

Tal vez esta inevitable obscenidad de la escritura explique por qué algunos escritores, como Roland Barthes, han afirmado que no encuentran especial placer en escribir sin más, sino que prefieren escribir por encargo. Por lo menos, al escribir por encargo uno se siente como un artesano de la escritura pero no como un parásito o como una araña que tejiera su tela verbal con una mezcla de sus desechos y los de las presas que devora.

A mí, particularmente, me encantan los encargos.

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3.200 millones de libros esperan pasar a bitios

31 octubre 2006 14:14


La venezolana Unionradio.net recoge las declaraciones de Lofti Birkhas, consejero delegado y fundador de la multinacional especializada en digitalización Kirtas Technologies, que acaba de firmar un acuerdo con Microsoft para la digitalización de libros y la creación del buscador Live Book Search:

El negocio de la digitalización masiva de libros está todavía en los inicios, ya que se estima que más de 3.200 millones de títulos, distribuidos entre las bibliotecas de todo el mundo, pueden transformarse en bytes. […] Incluyendo los proyectos que lleva a cabo Google y los que ha puesto en marcha Microsoft, en el mundo se han digitalizado menos de 500.000 libros.

Prosigue la noticia: “La gran duda que se mantiene es la manera de afrontar los derechos de autor y Birkhas señaló que se debe considerar que el formato digital puede proporcionar buenas oportunidades a los editores y dueños de los derechos de ampliar su mercado, captar más clientes y reimprimir libros”. (Gracias, Silvia).

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CITA en Peñaranda

31 octubre 2006 14:14


Viaje a Peñaranda de Bracamonte para participar en el foro sobre Sociedad de la Información, Tecnología y Educación, en el nuevo y flamante Centro Internacional de Tecnologías Avanzadas que ha creado allí la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Una vez allí (preciosos edificios de Alvaro Siza y Juan Miguel Hernández León) me reciben unos resaltes metálicos en una pared: se trata de los nombres de una serie de tipografías, escritos cada uno en sus propios tipos, y precedidos del nombre del protoeditor Manuzio, y terminados en el signo @. Es la aportación del diseñador Alberto Corazón (colaborador antiguo de la Fundación GSR) al proyecto. En la imagen superior, la Garamond, y debajo el conjunto
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La vergüenza del canon de bibliotecas

29 octubre 2006 14:14

¡Que vergüenza el pago de un canon por préstamo de libros en las bibliotecas! ¡Qué vergüenza la resolución del Tribunal de Justicia de la UE, que condena a España por eximir de ese canon a las bibliotecas públicas! La defensa del trabajo de autores y editores, ¿pasa por gravar económicamente el eslabón más débil de la cadena de la lectura? ¿Quiénes sacan libros en préstamo de las bibliotecas públicas, sino las capas de población más necesitadas: estudiantes, inmigrantes…? A cambio de lo que ingresen por este canon autores y editores (que será una miseria, el auténtico “chocolate del loro”), ¿qué daño se va a hacer a la difusión de la lectura?

Como autor de varios libros, eximo por la presente de cualquier tipo de pago a los establecimientos públicos que los presten. ¿Dónde hay que firmar?

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Microsoft y la digitalización de libros

28 octubre 2006 11:11

Gracias a una alerta de Ana Nistal, me entero de que el proyecto de Microsoft para digitalización de libros Live Book Search (del que ya hablamos aquí) arranca con fuerza. Su flanco más destacado son los acuerdos con derechohabientes para digitalizar obras con derechos vigentes.

El hecho de que Microsoft, Google, Amazon y otros proyectos menores quieran suministar libros digitalmente no es una moda, sino que parte de la convicción de que el mundo de la letra impresa y la Internet pueden confluir fructíferamente. Desde el punto de vista de los usuarios, sólo podemos desear amplitud de oferta, competencia en servicios y después… que gane el mejor (o los mejores: esto no es un juego con un único ganador…).

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    Día del Corrector

    27 octubre 2006 13:13

    Pues resulta que hoy es el Día del Corrcetor, del Corector, ¡del Corrector!

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    El debate de la digitalización: la hora del usuario

    26 octubre 2006 9:09

    Tres días de encuentro en Madrid sobre Bibliotecas y objetos digitales que acabaron ayer. No he podido asitir a todo, pero de lo visto y oído, y charlado en los pasillos saco algunas notas apresuradas (que para eso esto es un blog).

    Infinidad de proyectos de digitalización de patromonio documental, en bibliotecas nacionales, autonómicas, universitarias e institucionales. Pero: ¿se está confluyendo hacia los mejores estándares? ¿No se están repitiendo digitalizaciones de obras que ya se han digitalizado, a veces en repetidas ocasiones? ¿Se están creado versiones de las obras en texto buscable o una vez más son sólo facsímiles digitales? ¿Son siempre visibles las obras digitalizadas, o están ocultas bajo interfaces opacas, peticiones de registro y otras barreras? ¿Quiénes están decidiendo qué y cómo digitalizar? Hasta aquí, cuestiones surgidas y no siempre contestadas.

    Y por último, uno de los grandes temas, a mi entender, y en el que no se llegó a profundizar: ¿se está teniendo en cuenta a los usuarios de estos conjuntos digitales? Porque no van a ser sólo archiveros, bibliotecarios y documentalistas, sino que cada vez más serán enseñantes, estudiantes y ciudadanos que quieren conocer su historia y su patrimonio? Y que por cierto: son los que están pagando estas iniciativas con su dinero de contribuyentes. ¿Se les tiene en cuenta en interfaces, explicaciones, propuestas de uso?

    Por supuesto, continuará…

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    El tamaño del texto

    23 octubre 2006 10:10


    Leer puede ser una actividad perfectamente natural, a poco que uno tenga buenas capacidades de visión. Pero antes o después a todos nos llega la decadencia visual bajo la forma de la presbicia, o vista cansada, que básicamente empeora la visión cercana (la que se pone en práctica en la lectura). Quienes la sufren empiezan a alejar el libro o periódico de los ojos, hasta que por fin no pueden leer sin gafas.

    Tradicionalmente, los libros destinados a la población envejecida se componían en letra de un cuerpo grande, como los devocionarios, del estilo del Nuevo Eucologio Romano en letra gorda. Devocionario completo que contiene todos los oficios del año, el de los difuntos, la semana santa entera, etc. París, 1876. Y modernamente, con la población de los países desarrollados cada vez más envejecida, han surgido algunas colecciones dirigidas especialmente a las personas de más edad o con dificultades visuales, como Brazo largo, letra grande, de la editorial Sirpus. De acuerdo con esta editorial,

    la primera colección específica en letra grande nace en Inglaterra en 1964, debido, según se cuenta, a que Agatha Christie deseaba que sus viejas amigas pudieran todavía leer sus libros. En Francia hace su aparición a mediados de los años setenta.
     

    Por fortuna para todos, una de las ventajas de los textos electrónicos (por ejemplo, los de las páginas web), es que puede cambiar de tamaño a demanda del lector, mediante el menú del navegador, con Ver / Tamaño del texto. Con navegadores recientes y ratones dotados de ruedecita de desplazamiento se cambia el tamaño del texto con la tecla Control + rotación de la rueda (¡aunque me he encontrado con mucha gente que ignora este recurso!).

    Hace ya cuatro años, el entonces guru de la usabilidad, Jacob Nielsen, pedía que los usuarios tuvieran siempre el control del tamaño de los textos, y señalaba dos razones que a su entender hacían que los textos de las páginas web fueran por lo general poco legibles:

    La mayor parte de los diseñadores de webs son jóvenes, de modo que tienen una visión perfecta. El texto pequeño no les incomoda en la misma medida que a aquellos al otro lado de los 40. Los diseñadores tienden también a tener monitores caros, de alta calidad, que son mejores para los ojos.

    Mientras crean un sitio web, los diseñadores no leen realmente la información de las páginas. […] Cuando no tienes que leer las palabras, no importa que los caracteres sean pequeños.

    Los navegadores actuales permiten casi siempre lo que pedía Nielsen entonces: que el usuario del sitio pudiera variar el tamaño del texto, aunque el diseñador hubiera especificado en el HTML un cuerpo de letra determinado. Pero, ¡ay!, los (malos) diseñadores pronto descubrieron otra posibilidad: meter los textos como imagen (y por tanto, al tamaño inamovible que les da la gana), o incorporarlos, de forma igualmente cerrada, a presentaciones en Flash.

    Y estos abundan… Cuando me encuentro con una horrenda web de ese estilo sólo me queda un recurso: ¡hacer zoom para ampliar una zona de la pantalla! (muchas tarjetas de video permiten esa posibilidad: basta explorar su menú para encontrarla).

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    Il mondo del libro

    22 octubre 2006 19:19


    Deakialli DocuMental nos ofrece un precioso cartel italiano sobre el mundo del libro.

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    La información como bien público

    21 octubre 2006 13:13

    Llego (gracias, RaM) a un artículo muy curioso (en inglés): “La información digital publicada es un bien público“, por un para mí desconocido Philip Dorrell. El artículo analiza, primero, por qué y en qué medida la información es un bien público, y en segundo lugar cómo nuestras leyes la tratan como un bien privado, lo que provoca una “autoimpuesta pobreza de información en medio de la abundancia”, con el fin de que los creadores puedan recibir un pago por su trabajo. ¿Se podría conseguir una remuneración a los creadores que no traiga consigo la elevación de barreras artificiales a la difusión de su obra? Para el autor sí, y exponerlo es el objetivo de su artículo, una pieza razonada, bien informada y tal vez utópica, pero ¿no vale la pena pensar (en voz alta) en esas cosas?

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