Entrevista a Arash Hejazi, editor iraní

30 abril 2009 9:09

Fotografía: Nina Ferrari


Arash Hejazi es el director de la editorial Caravan (aquí su sitio en inglés) con sede en Teherán, Irán. Le conocí por una circunstancia personal, que me apresuro a poner en conocimiento del lector: Hejazi ha editado, y traducido él mismo al farsi (o persa), mi libro Quasibolo (Serres, 2007). Habent sua fata libelli!: los libros tienen su propio destino… El librito en el que conté, en versos pareados, la biografía del personaje de las señales de tráfico, ya está en catalán y en farsi, y pronto se verá en coreano.

Aproveché el contacto tan bien iniciado con la edición de mi libro y le pedí una entrevista. Arash Hejazi accedió muy amablemente a contestar a unas preguntas:

* ¿Qué es Caravan?

Caravan la fundamos en 1997 mi padre, profesor universitario, y yo. Sin embargo, él dejó pronto la editorial, para proseguir su pasión académica. Después yo he tenido otro socio. Caravan es ahora una editorial de tamaño medio que publica ficción y no-ficción y que también tiene dos sellos, para niños y jóvenes adultos. Recientemente hemos lanzado nuestra división de audiolibros, que ha tenido mucho éxito.

Caraván publicaba también una revista literaria, BookFiesta (Jashn e Ketab). Sin embargo fue cerrada por el gobierno, por la publicación de un cuento del escritor italiano Primo Levi, debido a su contexto judío.

* Describa, por favor, la situación de la edición y la lectura en Irán. Según podemos saber por la Wikipedia, tiene una población de 72 millones de personas, con una tasa de alfabetización del 82%.

Bueno: esto podría ser objeto de toda una conferencia… La versión condensada es que en Irán hay unos 1.500 editores en activo, y son independientes: ni conglomerados ni editores multinacionales. Hay aproximadamente el mismo número de librerías, y ocurre lo mismo: no son cadenas, y la mayoría de ellas son independientes. Cada año se publican unos 35.000 libros, de los que el 40% son novedades. El 21% de los títulos publicados son traducciones.

Irán nunca ha firmado ninguno de los acuerdos internacionales de copyright, y por lo tanto los editores generalmente no pagan derechos a los autores internacionales. Sin embargo, unos pocos editores han decidido respetar el copyright individualmente, aunque no están protegidos por el gobierno iraní, ni tienen seguridad jurídica [Arash Hejazi no lo dice, pero él es uno de ellos]. En Irán la censura y el examen de la obra antes de la publicación, algo que hace el ministerio de Cultura, son otra cuestión seria.

A pesar de todo, se lee mucho en Irán. La tirada media de los libros es de unos 4.800 ejemplares, y los lectores están más inclinados a leer obras literarias que ficciones comerciales de público amplio. De modo que las listas de bestsellers son muy distintas de las listas occidentales, dominadas por autores como Dan Brown, Stephen King, John Grisham or Daniel Steel.

* Usted es médico, periodista y escritor. También es el director de Caravan, y traductor de varios libros: ¿cómo puede combinar todos estos trabajos?

En primer lugar, actualmente no practico la medicina. En realidad dejé de practicarla hace diez años, porque tenía que dividir mi tiempo entre la medicina, como trabajo, y y la literatura, como pasión. Elegí la pasión. Ser escritor no es un trabajo de tiempo completo para mí, sólo algo a lo que me dedico cuando tengo realmente algo sobre lo que escribir. No soy un autor prolífico.

Empecé a trabajar en edición como traductor literario, y desde ahí pasé al mundo editorial. Parece que la gente se fía de mis traducciones, de modo que se espera que publique una traducción de tanto en tanto. Ahora mi trabajo es editar, y me considero primordialmente un editor.

* ¿Cómo aprendió español?

Primero aprendí portugués, y luego empecé a aprender español, por mi cuenta.



* Como escritor y lingüista, me llena de alegría haber sido traducido al farsi. Mi libro está escrito en pareados: dos versos con el mismo metro y rima. Es un tipo de composición clásica en español. ¿Tienen algo similar en la literatura persa? ¿Mantuvo la estructura en la traducción?

La traducción de la poesía siempre me ha fascinado, y es un constante desafío y tema de debate. En la poesía clásica persa, de la que es un exponente el Rubayata de Omar Khayam, conocido en todo el mundo, tenemos el mismo concepto de rima y estructura.

Creo que a veces es posible mantener la rima y el contenido del poema original, aunque también hay que cambiar cosas. En sus versos traté de mantener la rima y el mensaje, pero fue imposible ser completamente fiel a la estuctura y al metro.

Por ejempo, cuando dice:

Viene al mundo, claro está
con la ayuda de mamá


Mi traducción suena así (en transcripción de los caracteres originales)

Be donya oomad albatté
teflaki maman shod khasté


O:

A veces trabaja tanto
que el trabajo le da espanto


que resulta:

Ooon Ghadar oon bär keshid
tä nafasesh ham borid’.


* Por último, una pregunta delicada: usted, como editor, eligió publicar mi libro. ¿Qué le gustó de él? ¿Cree que es un libro para niños, para adultos, o quizás para todo el mundo?

Beatriz Coll [mi agente literario, parte de la Agencia Raquel de la Concha] me envió algunos libros. El suyo me llamó la atención inmediatamente. Empecé a leerlo y sentí una extraña energía en las palabras y las imágenes. Era una reunión fascinante de imágenes que no tenían relación, dentro de una historia unificada, como encarnando la sensación de que todas las cosas están realmente conectadas. Era simple y al tiempo profunda. Era divertida y triste. Y realmente me gustó la idea de introducir al personaje como el más famoso y al tiempo el más desconocido del mundo.

Es un libro para niños, y también para adultos. Es un libro que apela al niño escondido dentro de los adultos y a los adultos ocultos en el niño. Trasciende la edad, el sexo, la nacionalidad o la raza (y es que no hay líneas tajantes entre ellas).

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Estampas porteñas, IV: Amorrortu

29 abril 2009 9:09


En el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, me topé por casualidad con la tumba de Sebastián de Amorrortu. Amorrortu fue un impresor y editor nacido en Bilbao en 1867 y muerto en Buenos Aires en 1949.

Amorrortu fundó su primera imprenta/librería/editorial en Bilbao, en 1891. Nacionalista y discípulo y amigo de Sabino Arana, cuyas obras editó, emigró a Argentina en 1910. Allí creó una nueva editorial, especializada en libros de medicina, mientras continuó editando temas vascos. Una placa en su mausoleo de la Recoleta une la alegoría industrial de las artes gráficas (la rueda dentada) con la de la composición (el componedor y las pinzas), al lado del producto final, los libros.

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¿Cuánto cuesta hacer un Kindle?

28 abril 2009 9:09

Una usuaria del Kindle, según Amazon

En el sitio dedicado al Kindle iReader Review encuentro una estimación del precio de coste del Kindle 2, que se vende en Amazon por 359 dólares.

Los costes son:

1. Componentes – $190.
2. Costes de desarrollo – $62.50.
3. Costes de promoción – $40.
4. Fabricación – $7.
5. Wireless – $5.
6. Devueltos y defectuosos – $2.50.
7. Empaquetado y transporte China-USA – $2.
8. Otros – $0. 

El total, al que se podrían atribuir otros costes suplementarios, es de 309 dólares. Eso significa que el beneficio por unidad vendida es de 50 dólares.

Semejante margen para una operación comercial tan gigantesca, reflexiona iReader Review, no se explica sólo como una venta de gadgets: lo que está en juego es la creación de un canal, y los beneficios vendrán de las ventas a través de él.

Y otra reflexión. Cuando veíamos en el post de ayer las expectativas de precio de los consumidores españoles de e-books y contemplamos lo que cuestan sólo los componentes, uno llega a la conclusión de que algo no acaba de funcionar…

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E-books: fantasías y realidades

27 abril 2009 9:09

Grado de interés en los dispositivos ebook por frecuencia de lectura de libros al año


Vía Soitu (en un artículo acertadamente titulado “No sé qué es un ebook, pero quiero uno”) accedo a un estudio que ha elaborado The Cocktail Analysis entre internautas españoles de 18 a 45 años.

Los encuestados confunden los e-books con los smartphones (tipo iPhone), cosa nada extraña, dada la extensión de programas de lectura en ellos. Las marcas que más conocen son precisamente las que no se venden en España (Kindle y Sony), demostrando que su conocimiento es más mediático que práctico. Además, consideran que el precio que pagarían por un dispositivo lector es de 75 euros, cuando por menos de 300 no se puede conseguir ninguno.

El interés por los e-books aumenta con la cantidad de libros leídos al año (gráfico superior), cosa lógica, aunque la lectura de prensa sería uno de los fines más importantes a los que se querría destinar.Los autores que se leerían más en estos aparatos coinciden con los best-sellers de librerías. Por último, una mayoría accedería a inserciones publicitarias en las obras descargadas si estas fueran gratuitas.

Aquí está el estudio íntegro.

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Marsé, Cervantes, y el diez por ciento de sus cenizas

24 abril 2009 10:10

La concesión del Premio Cervantes a Juan Marsé nos ha hecho el regalo inesperado de sus palabras. Vale la pena leer íntegro su discurso, que nos brinda La Factoría. Entresaco algunos párrafos (aunque es mejor leérselo de cabo a rabo):

Recuerdos de su iniciación editorial:

Aquí, ahora, se me ofrece también la oportunidad de exponer algunas consideraciones sobre mi persona y mi trabajo, pero antes quisiera, con su permiso, ampliar el capítulo de agradecimientos, evocando el recuerdo de algunos amigos que hace mucho tiempo, cincuenta años atrás, cuando empecé a publicar, me otorgaron su confianza y su apoyo. Algunas de estas personas están entre nosotros, otras se fueron ya. A todas ellas debo buena parte del alto honor que hoy se me concede. Son, en primer lugar, Paulina Crusat, desde su amada Sevilla y su generosa tutela, y desde Barcelona Carlos Barra1 y Víctor Seix, que en mil novecientos cincuenta y nueve me acogieron en su editorial, al frente de un irrepetible comité de lectura. Aquel comité estaba compuesto por Joan Petit, Jaime Gil de Biedma, Jaime Salinas, Gabriel y Juan Ferrater, Luis y José Agustín Goytisolo, José Mª Valverde, Josep Mª. Castellet, Miquel Barceló, Rosa Regas y Salvador Clotas. Y no quiero olvidarme de los escritores amigos de Madrid, que por aquellos años nos visitaban a menudo, mis entrañables Juan García Hortelano, Ángel González y Pepe Caballero Bonald, y Gabriel Celaya y Juan Benet.

Y de manera muy especial deseo mencionar a Carmen Balcells, mi agente literaria de toda la vida, de ésta y la de más allá, sobre todo desde el día que tomé prestada una ocurrencia de Groucho Marx y le dije: Querida Carmen, me has dado tantas alegrías, que tengo ordenado, para cuando me muera, que me incineren y te entreguen el diez por ciento de mis cenizas.

Antes de conocer a estas personas, que habrían de ser tan importantes en mi vida, yo no había tratado a nadie que tuviera que ver con la literatura, o con el mundillo literario. Prácticamente no había salido del taller de joyería de mi barrio, en el que entré como aprendiz a los 13 años, y me apresuro a decir que muy contento, pues la necesidad de llevar otro jornal a casa me liberó de un fastidioso colegio en el que no me enseñaron nada, salvo cantar el Cara al Sol y rezar el rosario todos los días. Y cuando publico los primeros relatos en la revista Ínsula y la primera novela en Seix Barral, sigo en ese taller. Por cierto que mis credenciales sociales y laborales, al darme a conocer en aquel estupendo grupo editorial, suscitaron ciertas expectativas, no estrictamente literarias, sino más bien ideológicas, asociadas a las premisas de un realismo social muy en auge por aquellos años. Fue algo presentido: nadie habló nunca de ello, pero flotaba en el aire la idea, la posibilidad de que el recién llegado a la trinchera noble de las letras aportara una narrativa de denuncia, un testimonio objetivo y de primera mano de los afanes y las virtudes intrínsecas de la clase obrera.

Yo podía quizás haber sido, lo digo sin un ápice de sarcasmo, el “escritor obrero” que al parecer faltaba en el prestigioso catálogo de la editorial. Halagadora posibilidad que a su debido tiempo, la fábula de un joven charnego del Monte Carmelo, desarraigado y sin trabajo, soñador y sin medios de fortuna, pero también sin conciencia de clase, se encargaría de desbaratar. Confieso que no me habría disgustado satisfacer aquellas expectativas, entregar la gran novela sobre la clase obrera de la Barcelona de la postguerra. Pero lo que yo entonces deseaba de verdad, era abandonar el trabajo manual y disponer de más tiempo libre para leer y escribir.

La cuestión lingüística de Cataluña:

Como saben ustedes, soy un catalán que escribe en lengua castellana. Yo nunca vi en ello nada anormal. Y aunque creo que la inmensa mayoría comparte mi opinión, hay sin embargo quién piensa que se trata de una anomalía, un desacuerdo entre lo que soy y represento, y lo que debería haber sido y haber quizá representado. Dicho sea de paso, desacuerdos entre lo que soy y lo que podría haber sido en esta vida, como escritor y como simple individuo, tengo para dar y tomar, o, como decimos en Cataluña, per donar i per vendre. Mis apellidos, de no mediar el azar, podían haber sido diferentes, y mi vida también. Y puestos a elegir, la verdad es que yo hubiese preferido ser Ramón Llul o Miguel de Cervantes, por ejemplo, o Joseph Conrad, aquel marino polaco que, finalmente, escribió en inglés. En todo caso, con el nombre que tengo, con éste o con cualquier otro, nunca he querido representar a nadie más que a mí mismo.

Añadiré dos o tres cosas acerca de mi formación como ciudadano y como escritor. La dualidad cultural y lingüística de Cataluña, que tanto preocupa, y que en mi opinión nos enriquece a todos, yo la he vivido desde que tengo uso de razón, en la calle y en mi propia casa, con la familia y con los amigos, y la sigo viviendo. Puede que comporte efectivamente un equívoco, un cierto desgarro cultural, pero es una terca y persistente realidad. Y el realismo, además de una sensata manera de ver las cosas, es una corriente literaria muy nuestra, y que aún goza de un sólido prestigio, pese a los embates de la caprichosa modistería. En fin, no quiero instalarme en la identidad cultural para dar lecciones a nadie, y tampoco pretendo hacer aquí una defensa excesiva del realismo.

Pero, como dijo Woody Allen en una de sus buenas películas, el realismo es el único lugar donde puedes adquirir un buen bistec. Quizá no estaría de más tenerlo en cuenta. No voy a enumerar las anomalías que por imperativo histórico sufrió el aprendiz de escritor. Y la más determinante no fue aquella escuela inoperante y beatorra de la dictadura, la del lema Por el imperio hacia Dios, escuela donde ciertamente se prohibió leer y escribir catalán, y hasta hablarlo en horas de clase. No, no fue sólo por eso que un buen día me encontré manejando una lengua, y no la otra; fueron los tebeos y los cuentos que leíamos, las aventis que nos contábamos y las películas, las de amor y las de risa, y todo aquello que iba conformando nuestra educación sentimental, las poesías y el teatro de aficionados, las canciones de amor y las primeras novelas, ya no solo las de aventuras, de Julio Verne o Emilio Salgari, sino las de Baroja, Dickens, Balzac, o los cuentos de Maupassant y de Hemingway, o los versos de Gustavo Adolfo Bécquer y de Rubén Dario.

La escritura y la memoria:

El lenguaje oficial había suplantado al lenguaje real. En la calle y en los papeles las palabras vivían bajo sospecha, muchas cosas parecían no tener nombre, porque nadie jamás se atrevía a nombrarlas, otras se habían vuelto decididamente equívocas y apenas podía uno reconocerlas. Las palabras acudían medrosas, emboscadas, traicionando el sentido al que se debían. Afectadas por el expolio y el descrédito, sometidas a la censura y al escarmiento, o destinadas a la impostura, de pronto perdían su referente, enmascaraban su verdadero sentido y cambiaban de significado. Entre las pomposas palabras que entonces nos caían desde los balcones y despachos oficiales, desde el cuartel y desde el púlpito, entre esas palabras fraudulentas y las palabras que la gente intercambiaba en la calle, en el trabajo y en casa -palabras de familia gastadas tibiamente, según testimonio del poeta-, había un abismo.

Este desacuerdo entre apariencia y realidad, entre lo que oficialmente se decía que éramos (adictos, felices, reconciliados, bien pagados, píos feligreses todos) y tal cómo nosotros nos veíamos en realidad, no tiene por supuesto nada que ver con el glorioso equívoco que propició la locura y
forjó la leyenda de don Quijote. Pero son muchas, y todas vigentes, las lecciones que ofrece la obra de Cervantes. Y así, el aprendiz de escritor tomaría buena nota de la primera y más sencilla de todas ellas, esa que dice: Las cosas no siempre son lo que parecen. No lo eran entonces para el valeroso caballero, en aquel siglo tan pródigo en espejismos, y por supuesto tampoco lo son hoy. Sin ir más lejos, las famosas armas de destrucción masiva, por ejemplo, que no hace mucho tiempo algunos casi juraban haber visto, al final resultaron ser un par de zapatos.

Pero yo me estaba refiriendo a nuestros años de incienso y plomo bajo el palio de la luz crepuscular, aquel tiempo en el que no solamente la prensa y la radio, el Boletín Oficial del Estado y la Hoja Dominical mentían sobre lo que nos estaba ocurriendo, sino que hasta los espejos mentían. Y fue entonces, todavía en años de aprendizaje de quién les habla, cuando la imaginación echó una mirada sobre aquel expolio de la memoria, y le tendió la mano. Era una labor complementaria, en todo caso, porque imaginación y memoria, para el escritor, son dos palabras que van siempre entrelazadas, y a menudo resulta difícil separarlas. Ciertamente un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva, esté proyectada en la novela histórica de fecha más remota, o en la literatura de ficción científica más futurista y fantástica. No hay literatura sin memoria. Incluso la memoria trapacera puede hacer buena literatura. La tan reiterada advocación “hay que olvidar el pasado”, lógicamente no se aviene con la naturaleza y la función de la escritura.

Hay que acotar nuevas parcelas de la memoria, hacer más denso el laberinto, cuidando, pues, de dejar una traza de hilo, como hizo Teseo aquella vez, para poder volver al exterior, y contarlo. Sobre todo, en lo que a mí respecta por lo menos, persistir en la búsqueda de algo, que nunca he sabido definir, pero que tiene que ver, por encima de cualquier otra finalidad, con alguna forma de belleza.

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Día del libro

23 abril 2009 15:15

Poco más se puede decir…

    Estampas porteñas, III

    22 abril 2009 9:09

    En el pasaje Buenos Aires, en la calle de Florida de la ciudad epónima, una singular confluencia de librerías de segunda mano y sastrerías (gracias, Roger por la pista).

    En la foto, el reducido local de Aletheia, en transición hacia otro más holgado.

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    Estampas porteñas, II

    21 abril 2009 9:09

    En Chacarita, Buenos Aires.

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      Estampas porteñas, I

      20 abril 2009 22:22

      Preciosa librería de libros “viejos, descatalogados y únicos” en la calle Corrientes de Buenos Aires.

      El mural, pintado a mano como se ve, presenta una heterogénea selección de autores.

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        Educar en la sociedad del conocimiento

        17 abril 2009 9:09


        Acaba de aparecer el número 72 del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza con una parte monográfica sobre “Educar en la sociedad del conocimiento”, que han coordinado Carlos Wert e Inés Miret. Éste es su índice:

        La escuela y el ordenador: el nuevo culto cargo, por José Antonio Millán

        Aprender y enseñar con las TIC: expectativas, realidad y potencialidades, por César Coll

        Investigación sobre la implantación y el uso de las TIC en la educación: resumen de datos, por Inés Miret y Álvaro Cruz

        Matemáticas y TIC en el aula. Hacia una nueva realidad, por Antonio Pérez Sanz

        Las TIC y la enseñanza de la lengua y la literatura, por Felipe Zayas

         

        Se puede conseguir en bile [ese signo en forma de caracol] fundacionginer.org.

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