El anuncio en el ojo

25 mayo 2007 8:08


Como lector habitual de prensa digital me sorprende encontrar cada vez más anuncios intrusivos. Están los que creo que llaman intersticiales, que aparecen entre la página donde estabas y la que quieres ver, forzando a un nuevo clic para que desaparezca (abundan en El Mundo). Y están también los anuncios laterales de la página que de golpe se amplían y te tapan el texto (arriba un caso de El País). También los anuncios con sonido que al pasar el puntero inadvertidamente por encima se arrancan en melodías no pedidas. Naturalmente, la reacción del lector ante los productos o servicios anunciados de esta manera intromisiva no es muy favorable. Leo en el blog de Enrique Dans:

¿Qué hace que se sigan invirtiendo presupuestos publicitarios en lanzar teóricamente a los ojos del cliente un mensaje que éste, en la mayoría de los casos, ni siquiera llega a ver, y que si ve provocará que se acuerde manifiestamente de la madre que parió al anunciante? Simplemente, el genuino desconocimiento y la traslación a coordenadas Internet de una ?presunta? sabiduría del marketing de toda la vida: el concepto de marketing de interrupción. Creer que no pasa nada cuando te interpones entre el cliente y el contenido al que éste quiere acceder.

El escritor y los papeles

05 febrero 2007 13:13

El escritor es una persona que se pasa la vida rodeado de papeles. ¿no? ¿Incluso si usa ordenador para escribir, y manda por email el artículo o el libro al editor? Pues también.

Hay unos papeles de los que no se libra ningún profesional (hablo como escritor, pero lo mismo se aplicará a cualquiera), y son los relacionados con facturas y cobros. Me dirán que la mayoría de las empresas admiten facturas por email, y que luego pagan por transferencia bancaria, y se acabó. Pues no.

Estoy ahora enviando una factura a un gran periódico español. La cuantía es ridícula, pero es igual: me dicen que la mande por “circuito normal”, o sea que “la envie por correo”. Es decir: gasto de papel, tinta de impresion, papel de sobre, sello, y gestión de la puesta en buzón. Estoy tentado de decirles que eso, hoy en día, no es “normal”. Pero por si acaso me esperaré a cobrarla…

¿Me pagarán por transferencia, como les pido? No sé, no sé: a los del papel les encanta enviar un cheque, para así hacerme ir al banco, y generar más papel. Me los imagino con mi expediente: un legajo compuesto por mi factura original, firmada y rubricada, fotopia del cheque y luego fotocopia del cargo cuando lo cobre en el banco: estupendo…

Otros dicen que me pagan por tansferencia, pero que lleve un papelito del banco con su sello, diciendo que soy el titular de la cuenta que digo que tengo. Esto lo hacen mucho los ayuntamientos y universidades. Debe de ser por si me da la locura de decir que hagan el ingreso en la cuenta de mi primo… ¡No, señor, no lo van a permitir! Pero resulta que estoy en un banco de Internet, y no puedo ir a la agencia (porque no hay) y pedir el papelito. Aquí me encuentro con un abanico de respuestas: algunos me dicen, “¡Ah, bueno!”, y me pagan igual, demostrando que este trámite es claramente suprimible. Otros se ve que han reflexionado más, y me piden ¡captura de pantalla donde se vea mi número de cuenta y el nombre del banco! ¿Qué me creía yo, que se iban a quedar sin el papelito? Así que hago la captura de la pantalla, tacho laboriosamente mis saldos, que a ellos no les importan, y se lo mando: a veces me piden que se lo envíe en papel, claro…

Pasa lo mismo con los gastos de algún viaje para dar una conferencia: me lo pagan, claro (aunque me he encontrado últimamente con alquien que me quería hacer ir a otra ciudad para dar una charla, y mientras discutíamos del precio me decía; “No, si encima vas a pedirme que te pague el billete también”…). Como digo: me lo pagan, en el mejor de los casos con una transferencia cuyo concepto reza: “Pago de los gastos de desplazamiento, etc.”, pero tiempo después me llega una cartita con el recibo: “He recibido de la Institución Fulanita, la cantidad de XXX euritos en concepto de…”. Debo firmarla, ensobrarla, ensellarla y buzonearla. Hay instituciones atentas que te mandan incluso el sobre y el sello. Muchas gracias, pero: ¡señor mío!, me dan ganas de decirles…, si a mí lo que menos me importa son los treinta céntimos, sino mi tiempo, y el hartazgo de hacer una miriada de puñetitas así… ¡Y ya tienen constancia en sus registros de que yo, y no otro, ha recibido sus dineros, por los conceptos que constan en la correspondencia (a veces copiosa) que estas cosas suelen generar!!!

Pues bien; tras largos años de relación con muchas instituciones de todos los tipos, he deducido una regla, que se podría formular así: “cuanto peor funciona administrativamente una institución, más papelitos te piden”. Trabajo habitualmente para empresas punteras de España y del mundo y es un placer: email va, email viene, textos van, acuse de recibo viene, factura va, transferencia entra. ¡Bastante peñazo es todo para complicarlo aún más!

Mi teoría: temerosos de perder sus puestos de trabajo (y con ellos sus muchas prebendas) los burócratas del Reino están reaccionando a las mejoras de los trámites de su ciudadanos (banca virtual, facturas por mail), inventándose nuevos jeribeques que les permiten al tiempo molestar al currante (demostrándole quién manda) y rodearse de la pila de legajos sin la que desde hace siglos se sienten desnudos…

Las cosas de Jeanneney

19 enero 2007 15:15

No es nada personal, pero cuesta mucho no reaccionar negativamente cada vez que el presidente de la Biblioteca Nacional de Francia hace declaraciones. Recapitulemos: Jean-Noël Jeanneney reaccionó contra el proyecto de digitalización de libros de Google, so pretexto de que ponía en peligro la cultura europea, y se convirtió en el impulsor de la idea de la Biblioteca Digital Europea (The European Library). El proyecto fue evolucionando hasta admitir también la posibilidad de vender libros de los editores, mientras que sus propósitos y alcance originales no demostraban un gran desarrollo.

En recientes declaraciones a La Nación, Jeanneney prosigue su campaña:

Nos alegramos por la iniciativa de Google. No obstante, nosotros queremos una oferta diferente. Hice búsquedas en Google Search Book sobre Victor Hugo. Encontré veinte libros en inglés y uno en alemán. Y recibí una carta de un editor inglés que me contaba que había hecho una búsqueda sobre Grandes esperanzas , de Charles Dickens, y en el resultado apareció un vínculo publicitario para una empresa organizadora de casamientos. No tengo ganas de que al lado de El Principito , de Antoine de Saint-Exupéry, aparezca un vendedor de zapatos y al lado de Viaje al fin de la noche , de Louis Ferdinand Céline, uno de medialunas [croasanes, para España].

Respecto a la primera cuestión, si los franceses no han querido digitalizar libros con Google, no deben extrañarse de que falten en las búsquedas. Por otra parte, el servicio de Google Libros es gratuito, y se financia con publicidad (la publicidad contextual, que en efecto, relaciona determinados contenidos lingüísticos de la búsqueda con el tipo de anuncios que inserta). En este mundo, la coexistencia entre contenidos publicitarios y de otros tipos ya no escandaliza a nadie. Para ser consecuente, le propondríamos a Jeanneney que extendiera su campaña a cualquier tipo de contexto en el que sus grandes obras se rocen con vulgaridades (cosa que ocurre todo el rato, por ejemplo, en los escaparates y mesas de las librerías, como hemos reflejado en el fotomontaje).

Mahoma y el Quijote

02 octubre 2006 15:15

Leo con terror que “pueblos valencianos suprimen de las fiestas actos ofensivos a Mahoma“. ¿Cuál será el siguiente paso?, ¿censurar el Quijote?:

Viendo, pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros, y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montiña, historia sabida de los niños, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y, con todo esto, no más verdadera que los milagros de Mahoma (I, V)

Prohibido volar con libros

12 agosto 2006 16:16

  • La larga serie de medidas que, so pretexto de protegernos, persiguen ver hasta dónde se puede llegar en el proceso de humillación y sumisión de los ciudadanos ha alcanzado un nuevo récord. Los viajeros a y desde el Reino Unido viajarán sin equipaje de mano, salvo una bolsa transparente con (por supuesto) el pasaporte y las compresas necesarias (al aire, sin su envase) o las medicinas (con la receta). No se admiten líquidos de ningún tipo, y si se lleva leche para niños, el padre o la madre tendrán que probarla: la alerta antiterrorista ha detectado (debemos creerles) que se pretendía utilizar explosivos líquidos. Y tampoco se admitirán libros en el equipaje de mano. Ni aparatos electrónicos. El viajero del futuro será así: horas confinado en un aeropuerto y luego en un avión, pudiendo sólo leer la revista de la compañía, ver las películas que le echen, y escuchar la música que ellos quieran. No entiendo esta medida concreta contra los libros: ¿por qué no dejan subirlos bajo la misma condición que la leche infantil? “¡Usted!, ¿qué lleva ahí?”. “Un libro…”. “Eso es lo que usted dice. ¡A ver, ábralo y lea unas líneas!”…