Publicidad intromisiva

02 abril 2009 9:09


Esta es la publicidad de Intel en La Vanguardia: un incordio que se despliega y cubre el texto que se pretende leer. ¿Se imagina que estuviera leyendo el periódico en el metro, y una mano le metiera un panfleto entre los ojos y el periódico? Pues este es exactamente el efecto.

No sé si tendrá mucho efecto publicitario: a mí lo que me provoca es ira contra el anunciante y contra el soporte…

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La perversión del enlace

11 enero 2008 8:08


El enlace es el alma de la WWW: es la herramienta fundamental para conectar contenidos, la llave que abre los conceptos hacia su explicación o ampliación. Pero su abuso hace la lectura dificultosa, y no digamos nada cuando apuntan a cosas irrelevantes, y sobre todo si al pasar el cursor por encima sacan una imagen del destino que tapa parcialmente el texto.

Pues bien, estas tres lacras simultáneas son las que presenta El Semanal Digital, por ejemplo en esta noticia. Un sistema automático ha recorrido el texto y ha creado un enlace en ciertos términos. El resultado son veinte enlaces para 340 palabras: demasiado. Ninguno conecta con una fuente o una ampliación de la noticia: todos ellos llevan a publicidad servida por AdProx. Aunque la propaganda del sistema dice que lo que se destacan son “palabras clave relevantes“, la verdad es que términos sin gran contenido semántico, como cada o para, se convierten también en enlaces. Y en general estos no son muy pertinentes. Si infidelidad lleva, adecuadamente, a publicidad de un polígrafo (“máquina de la verdad”), gran conduce al Hotel Sol Meliá, y para a “una hipoteca para cada situación”. Todo con globitos que aparecen y desaparecen sobre el texto… Y pensar que AdProx llama a esto “publicidad no invasiva”…

Resulta difícil pensar en un caso que ilustre mejor cómo el ruido y la intromisión pueden interferir en un mensaje.

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Los libros, a la basura

11 diciembre 2007 22:22


La oprobiosa imagen superior pertenece a un contenedor situado en la bella (aunque en progresiva degradación) villa de Cadaqués. El reciclado de desechos es una muestra de respeto al medio ambiente, aunque algún día debería plantearse la ecuación costos/beneficios que implica la forma en que se hace: habrá sorpresas…

Pero a lo que íbamos: el papel es uno de los productos más reciclables, y estos contenedores dispersos por toda la geografía animan al ciudadano a depositar en ellos su “papel y cartón”. Pero, concretamente, ¿qué tipo de materiales están incitando a arrojar al contenedor? La imagen lo dice bien a las claras: frente a una caja de cartón y lo que con buena voluntad podríamos calificar de “revista”, hay seis hermosos libros, seis, encuadernados, a lo que parece, en tapa dura.

Me parece una barbaridad esta exhortación, por dos motivos. En primer lugar por las omisiones: no hay ninguna imagen de los packagings abusivos de yogures o latas de cerveza, ni de los periódicos dominicales sobreinflados para meter publicidad, ni de los folletos con los que espamean nuestros buzones físicos, ni de las pilas de propaganda electoral (ilegible e ileída)
con las que nos empapelarán en seguida. No: hay que reciclar libros.

Pues no: aun si uno no está de acuerdo con el adagio clásico retomado por Cervantes (“No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”), hay una forma preciosa de mantener el libro vivo: hacer que pase al mercado de segunda mano (¡rápido, antes de que lo destruyan o lo llenen de cánones), o lanzarlo al bookcrossing para que alguien lo encuentre. O, si me apuran, dejarlos cuidadosamente apilados en una esquina cerca del contenedor: ya verán lo que duran…

Pero a la basura, ¡nunca!

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Y más booktrailers

15 noviembre 2007 9:09


El País descubre con un año de retraso los booktrailers, que ya anunciamos en noviembre del 2006, dos veces. ¿No guglean estos redactores?

Por cierto, como eso de YouTube empieza a parecer ordinario, Mondadori me envía como promoción de Juegos sagrados, de Vikram Chandra, un CD con un trailer en el que gira un caleidoscopio (imagen superior) mientras una voz clama, prometedoramente: “mafia, crimen violencia, prostitución, sexo, …”, ¡y luego te brinda un PDF con declaraciones del autor! Eso sí, todo servido en un tríptico de papel de alto gramaje…

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La vergüenza de las digitalizaciones del Prado

29 octubre 2007 10:10


¿Como sabía el Bosco que su minuciosa y torturada obra El Jardín de las Delicias iba a terminar en el Museo Nacional del Prado?

¿Qué? ¿Que él no lo sabía? Pues yo he visto con mis propios ojos cómo figura el nombre del museo aquí y allá por toda la superficie de la obra. ¿Dónde? En la reproducción del cuadro en la web del Museo.

No me diga que alguien del Museo, bajo mandato de su Dirección (la misma que decía que “Los museos han de liderar la promoción del conocimiento del arte“), ha decidido estampar visiblemente en todos los cuadros el logo de la institución… No me diga que ha interferido con su fea huella corporativa en la original organización de pinceladas que los siglos llevan admirando

Personalmente , no concibo la razón de tan torpe maniobra: ¿evitar que se cuelguen las obras en otras webs? ¿Y a quién hace daño eso? ¿No favorecería acaso el “conocimiento del arte”? Y si tanto les importa que les roben las imágenes de “sus” obras, ¿no saben los responsables de la web y del museo de la existencia de filigranas o “marcas de agua”, que pueden incorporar información a un archivo gráfico sin interferir visualmente con su contenido?

No: lo que vemos aquí, y veíamos en las digitalizaciones de la Biblioteca Nacional, es una práctica guiada por una ideología muy concreta: las obras que custodian nuestras bibliotecas y museos son suyas, de ellos, de las instituciones. Si quieres hacer algo con ellas, pídeles permiso… y ya verán si te lo dan. ¿Difusión de la cultura?, ¿conocimiento del arte?… bah, paparruchas: lo primero, el sagrado respeto a la… ¿propiedad?

Salió en Vaya gaita, y fue recogido en Menéame (gracias, Ana).

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Las webs de las editoriales y las editoriales en la Web

18 octubre 2007 20:20

Escribía hace dos días Deakialli DokuMental (y sigue siendo cierto):

Una vez más la Wikipedia se anota un punto, la enciclopedia libre ya ofrece información sobre el ganador y finalista de los Premios Planeta de este año y paradójicamente (o no) la web de Planeta no informa en ningún lugar del tema.

En fin: me da la impresión de que hay editoriales a quienes se les da muy bien las librerías y la prensa, y entonces (piensan ellas), ¿para qué ocuparse de la Web?

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E-books que huelen a libro

28 agosto 2007 11:11

Hay gente para todo… Cuenta CanalPDA:

Un distribuidor de libros electrónicos se preguntaba cuáles eran los motivos para que los estudiantes continuaran comprando libros, incluso cuando estos eran más caros que las ediciones electrónicas. Lo preguntaron y muchos respondieron: el olor. Los libros, ya sean nuevos o viejos, deben oler.

Pensando, pensado… han encontrado la solución. Con la compra de cada libro electrónico ofrecen la posibilidad de recibir un adhesivo que, colocado en el equipo utilizado para la lectura, recreará el universo olfativo necesario para que cualquier bibliófilo se sienta como si tuviera su joya más preciada delante de su nariz.

Además se abren otras posibles vías de expansión de la idea: los olores personalizados. La mayoría prefiere libros que huelan a humedad, pero también hay que prefiere otros tipos de personalidad organoléptica: café, pan recién hecho, galletas…

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El caso del catálogo obeso

03 agosto 2007 17:17

¿Nuevas tecnologías para ayudar a la edición tradicional? Sí, pero con conocimiento… En mi retiro vacacional accedo a la Red mediante un módem telefónico (¿recuerdan?: Priiii-Pip-Pip-Pip-Priiii, etc.). Esto me hace escudriñar primero el remite y el tamaño de los correos, antes de descargármelos. Cuál no será mi asombro cuando veo que una editorial recién creada (pero ya gigantesca) me manda su catálogo en… cuatro megas.

Para quienes se conectan mediante ADSL no pasa de ser un incordio, algo que por unos momentos nos atasca la entrada de correo, pero para quienes tengan conexiones menores es toda un aagresión, y en general constituye un despilfarro de recursos. Se me ocurren muchas alternativas, pero aquí va una para el bisoño departamento de promoción de la editorial (pero no es un caso aislado…): ¿qué tal un simple enlace , y que el catálogo se lo baje quien quiera? Ocuparía unas 500 veces menos…

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Comunicación viciada

02 julio 2007 11:11


Supongamos que cada vez que voy a comprar el periódico el kioskero me ofrece un chicle. A la tercera, le digo: “No gracias : si quiero uno ya se lo pediré”. Y el kioskero, si no es un negado, capta el mensaje.

El texto electrónico es una materia dinámica, que presenta rasgos muy útiles, como la interactividad con el lector. Esto ha hecho que se use especialmente en situaciones de diálogo con un usuario. Pero en la comunicación escrita deben imperar principios análogos a los que se tienen en la oral. Por ejemplo: no ser pesados, no repetir las mismas cosas una y otra vez.

La web del Open Bank (una institución que opera únicamente de forma remota) hace lo siguiente cada vez que uno pide hacer una transferencia: interpone una pantalla ofreciendo un envío automático de un SMS de aviso de las transferencias. Yo no lo quiero, y pulso el no, pero a la siguiente transferencia, me lo vuelve a preguntar, y a la otra y a la otra, y a la otra… Hay tantas soluciones que da hasta risa proponerlas. Por ejemplo: una línea donde diga “Para obtener notificación por SMS haga clic aquí”.

Otra mala practica: colocar un anuncio cuando uno pulsa la orden de efectuar una transferencia. Veamos: el clic es la orden para que parte de mi dinero vaya a otro lugar; meter ahí un anuncio intersticial va contra las reglas más elementales no sólo de la ergonomía, sino de la comunicación general. ¿Se ha efectuado la transferencia? Si cierro la ventana del anuncio, ¿sigue su camino la transacción? ¿Debo hacer clic de nuevo en la orden de transferir?

El texto y los clics son los únicos medios de contacto entre un banco (o cualquier institución virtual) y sus clientes. La mala gestión de la comunicación digital, viciándola con repeticiones, clics innecesarios y publicidad, sólo redunda en perjuicio del cliente.

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La sinécdoque siniestra

21 junio 2007 22:22

El editor Gonzalo Pontón pone hoy un nuevo dedo en la llaga de la presencia catalana en Frankfurt, con el artículo “¡Es la ciencia, estúpido!“. No se trata sólo de que (en contra de las promesas del mismo Montilla, entonces ministro y hoy President) se haya restringido la presencia en la Feria del libro de Frankfurt a los autores que escriben en catalán (olvidando a los Marsé, Mendoza, Vila-Matas, Cercas, etc.). No; como dice Pontón:

Si se fijan en la obra de los agraciados, advertirán que todos ellos tienen, además de la lengua, un vínculo en común: son creadores de literatura de ficción y cultivan, sobre todo, la novela, esa “imagen de la vida”, que dijo Galdós. Desde luego que la novela, la poesía y el teatro son parte de la cultura, pero no son toda la cultura. En el fárrago de artículos, declaraciones y correspondencias materiales y virtuales sobre galgos y podencos no he encontrado ni una sola alusión al ensayo, a la prosa didáctica o a los libros de conocimiento y razón crítica. Y, sin embargo, el saber, ya sea humanístico o cosmológico, también forma parte de la cultura. Lo sabían ya los antiguos griegos y así lo creen, desde luego, los países europeos, que a través de sus editoriales acuden a la Feria de Frankfurt con una amplia muestra de su producción científica y humanística: centenares de nuevos libros sobre filosofía, política, historia, psicología, economía, matemáticas, física, astronomía, medicina…

En efecto: uno de los males más curiosos que aquejan al ya de por sí extraño mundo del libro es esta equiparación libro = novela. En retórica esta figura (tomar la parte por el todo) se llama sinécdoque. La pirueta de los políticos catalanes no está lejos de la de muchos otros políticos y medios de comunicación que equiparan también escritor = novelista, lector = lector de novelas, etc. Que otros con más saberes exploren los porqués de esta operación de escamoteo (sobre todo el qui prodest), pero esta extraña maniobra frankfurtí, magistralmente descrita por Pontón, dibuja una pobre figura de la cultura que intenta cubrir. En efecto:

¿Una Europa sin Einstein ni Hawking, sin Russell ni Wittgenstein, sin Schumpeter ni Keynes, sin Braudel ni Hobsbawm, pero con novelistas de Perpignan, L’Alghero y Andorra? Pobre Ortega, que decía aquello de que “Europa es igual a ciencia”.

Sólo a alguien con un perverso sentido del humor se le puede haber ocurrido el lema de Cultura catalana: singular y universal. Porque lo que vamos a mostrar en Frankfurt ni es toda la cultura, ni es totalmente catalana, ni es singular (a no ser que la singularidad sea nuestra pretendida miseria científica), ni es, obviamente, universal, sino tertuliana y astigmática.

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