“Una renta vitalicia”

13 julio 2011 9:09

Publicar a James Michener y John O’Hara, que escribían best-sellers con regularidad, fue como heredar una renta vitalicia. Todas las editoriales importantes contaban con tres o cuatro escritores famosos como éstos que producían continuamente best-sellers. Pero los cimientos sólidos –el capital acumulado– en que se apoyaban los editores eran los libros de sus catálogos que se vendían año tras año. Eran estos títulos los que proclamaban la fortaleza económica de un sello y su prestigio cultural: una fuente de orgullo que compensaban de sobra a los propietarios y a sus empleados por los beneficios mínimos y los sueldos bajos característicos del sector.

(Jason Epstein, 2002)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

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Un comentario

María Antonia de Miquel dijo...

Lo de beneficios mínimos y sueldos bajos sigue igual (o peor). En cambio, el fondo de catálogo sobre el que se apoyaban la mayoría de las editoriales está en trance de desaparecer. ¿Qué nos queda, pues?

13 julio 2011 17:04