The Chronicle of Higher Education acaba de publicar un interesante artículo sobre Google Libros, escrito por Geoffrey Nunberg, de la Escuela de Información de la Universidad de California en Berkeley: “Google’s Book Search: un desastre para los investigadores“.
Comencemos por el principio: con sus cerca de diez millones de libros digitalizados, y lo avanzado de sus desarrollos, está claro que previsiblemente no habrá otra biblioteca digital similar a la de Google en muchos años. De ahí la importancia de todas las cuestiones que la afectan, ya sean de retribución, privacidad… o de calidad.
¿A quién está orientado el servicio de Google Libros, en su doble vertiente de obras digitalizadas en una treintena de bibliotecas del mundo, y de obras cedidas por sus editores y autores? Buena pregunta, que podemos contestar de soslayo: ¿a quién está dirigido el buscador Google?: a todo el mundo. Pues también la búsqueda de libros intenta prestar servicios a los estudiantes, a los investigadores… y al público en general.
El problema, dice Nunberg, y no es el primero, es que Google no ha tenido en cuenta (o no lo suficiente) la especificidad del objeto-libro, que tiene detrás varios siglos de organización y clasificación que ha dado lugar a un corpus considerable de informaciones sobre las obras, que hoy llamamos metadatos: fecha, editorial, edición, autoría, clasificación temática, … Y los que hay en Google Libros, en opinión del autor, son pésimos. En una presentación disponible por línea se recogen ejemplos de malos metadatos.
En vez de recoger informaciones preexistentes en el universo bibliotecario, Google ha adoptado una postura mixta; por una parte ha utilizado datos sobre las obras, pero enfocadas a un publico general: así, utiliza clasificaciones temáticas del estilo de las que organizan los libros en una librería… no muy buena. Por otra parte, ha intentado que la información del interior de las obras se autoorganice mediante procedimientos algorítmicos semejantes a los que le han permitido indizar un corpus mucho más complejo: el de la Web. Pero el resultado no es todo lo bueno que podría ser, ni para los investigadores ni para muchos estudiantes.
Cualquiera que haya utilizado un poco Google Libros estára de acuerdo en que hay cosas extrañas y otras que funcionan mal. Los errores podrán irse arreglando (aunque parece que esta no es una tarea prioritaria), pero hay cuestiones de fondo que exigirían un giro en el proyecto. Sí: ya sabemos que el público potencial de este servicio es amplísimo, pero las cientos de miles (por no decir millones) de obras raras, antiguas, especializadas, en lenguas muertas, de siglos pasados que alberga Google Libros, ¿a quién van a servir, si no es a los investigadores?
No habíamos imaginado que pudiera existir una maravilla como esta biblioteca quasiuniversal, pero ahora que está a nuestro alcance, podemos pedir que funcione.