Antes del multimedia, 7: el libro inmersivo

16 diciembre 2011 9:09

#infantil #iPad

¿Cómo transmitir a los pequeños lectores que vivimos en un planeta grande, donde caben varios continentes, cada uno con sus países, llenos de cosas y de personas?

La solución de antes del multimedia era, como mínimo, pintoresca: sepultar al niño materialmente en un libro gigantesco (para su pequeña escala). Existen diversos atlas infantiles con dimensiones notables, por ejemplo: un metro por setenta centímetros (que se convierte en metro por metro cuarenta, abierto). Allí Europa es un espacio del tamaño de la cabeza del pequeño lector y dentro trabajan los agricultores, pastan las vacas y se alza el Coliseo.

Hubo, en CD-ROM, buenos atlas infantiles multimedia (como el Gran Atlas del pequeño aventurero, Barcelona, Zeta Multimedia, 1997), donde los leones africanos rugían y se movían. Ahora estos productos se han pasado a las tabletas, como el iPad. La aplicación Kids World Maps (abajo) permite hacer zoom sobre el mapa, con el típico pellizco en la pantalla. Pero la pequeñez de la tableta nunca conseguirá transmitir al pequeño lector la sensación de estar en un gran mundo.

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Antes del multimedia, 6: la película del juego

15 julio 2011 9:09

Si uno quisiera representar en papel y utilizando sólo texto algo que transcurre en el tiempo, ¿qué tendría que hacer? Naturalmente, dividir ese proceso en fragmentos representativos, e irlos poniendo uno tras otro. No otra cosa es el teatro, o un guión cinematográfico. O la descripción de un acontecimiento en una novela.

El ajedrez, el rey de los juegos, tiene una peculiaridad que lo hace fácilmente representable: no hay que escoger qué parte de un juego narrar (como sí habría que escoger qué acontecimientos que forman parte de una batalla narrar). Todas las partidas se desarrollan en quantos, que son las jugadas. Por medio de notaciones convencionales, las sucesivas posiciones en un tablero pueden reflejarse textualmente, como esta apertura española, defensa Steinitz:

1. P4R, P4R
2. C3AR, C3AD
3. A5C, P3D
4. P4D, A2D
5. C3A, PxP
6. CxP, C3A
7. AxC, PxA
8. D3A, T1CD!
9. P5R?, PxP
10. CxP, P5R!

Aunque esto para jugadores avezados está clarísimo, a muchos les costará seguirlo, de modo que para transmitir las tensiones en que se desenvuelve la partida, con frecuencia las publicaciones ajedrecísticas insertan algún diagrama. Aunque, ¿no serían mejor muchos diagramas? ¿O incluso una partida expresada toda ella, desde el P4R hasta el ++, en diagramas? Algo así sería realmente la película de la partida…

Eso es lo que hace Luis Miguel Moreno, en su libro Campeonato del mundo de Ajedrez 1987 (edición del autor, Barcelona, 1988): representar las imágenes del tablero tras cada uno de los movimientos de Kasparov y Karpov. A razón de cuatro tableros por página (imagen superior), las partidas se van desenvolviendo movimiento a movimiento para satisfacción del aficionado…

Hoy tenemos partidas en película, y comentadas:

Y naturalmente, hay programas que permiten seguir una partida paso a paso, como esta de Paulsen contra Morphy en 1857:

Pero siempre recordaré el placer que me depararon, allá por 1988, los 1.500 tableros del libro de  Luis Miguel Moreno.

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Antes del multimedia, 5: realidad aumentada

08 julio 2011 9:09

Siento decirlo, pero también en este novedoso tema los libros ya estaban antes… Los procedimientos de “realidad aumentada” sirven para partir de imágenes reales y aderezarlas con aditamentos que las enriquezcan. Se utilizan, por ejemplo, para dar una idea de cómo era un lugar del pasado a partir de sus restos arqueológicos.

¡Justo lo que hace Paestum. Autrefois et aujourd’hui (Roma, Vision, 1999)! Este útil libro es una guía del sitio arqueológico de Paestum (Italia) y funciona del siguiente modo: uno pasea por el recinto hasta localizar alguna de las muchas perspectivas que aparecen fotografiadas en el libro. Entonces pasa una hoja de plástico que se superpone a la imagen y voilà!, las ruinas cobran vida y se yerguen de nuevo las construcciones del pasado:

Sencillo, ¿no? Las láminas de acetato incluida en libros han servido desde hace décadas con fines didácticos, por ejemplo para mostrar cortes anatómicos sucesivos. En este útil libro se ponen al servicio, como hemos visto, de la reconstrucción del pasado…

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Antes del multimedia, 4: interactividad

24 junio 2011 9:09

Interactividad: he aquí la palabra mágica del mundo digital, en los CD-ROM de los 90 y en las aplicaciones para iPad de los… ¿10? Básicamente, el usuario actúa sobre la obra, y ésta le devuelve una respuesta.

¡Como en los libros para enseñar a leer de la década de 1960! El ABC de Caperucita y Pulgarcito (Barcelona, Roma, s.a.), ilustrado por L.I. Mallafré, presenta unas ruedas laterales que permiten al niño (o a su amable tutor) encontrar la versión mayúscula o minúscula de cada letra, o bien —”Pues yo sé más”— de un escogido conjunto de sílabas.

Arriba, un detalle del mando rotor y la ventana interactiva.

Hoy podemos encontrar propósitos afines en los programas para infantes que, con una música machacona, les enseñan a reconocer letras

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Antes del multimedia, 3: el libro multisensorial

10 junio 2011 9:09

Capturar la atención de un niño es algo que los libros infantiles se han propuesto siempre. Para ello no han vacilado en usar imágenes, a las que pronto se unieron tridimensionalidad y movimiento (como en los llamados pop-ups, o libros con desplegables), y después sonidos y todo tipo de recursos.

En ete sentido, uno de los mejores casos que conozco es Pat la bestia, de un genio llamado Henrik Drescher (que publicó en español Ediciones Beascoa en 1993, y espero que ediciones posteriores): aparte de leer la historia, los niños pueden tirar del pelo de la bestia (convenientemente integrado en la ilustración), sacarle de la nariz monstruosas escolopendras verdes, o incluso ¡oler el interior de sus botas!

Como muestra de que en libros para niños realmente no tienen límite, Pat la bestia presenta un caso de mise en abyme, porque integra un libro dentro del libro, que a su vez es el reflejo deformado de la propia obra:

Hay muchas webs infantiles de calidad, hay libros infantiles aumentados para iPad, pero estas exploraciones multisensoriales del mundo de la ficción por el momento siguen reservadas al mundo de los libros materiales: mordibles, rascables… y olfateables.

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Antes del multimedia, 2: el espacio del tiempo

03 junio 2011 12:12

Escribía yo hace años:

Nuestra lengua está llena de usos metafóricos que asimilan el tiempo al espacio: “se acerca tal fecha”, “qué lejos veo las vacaciones”. En esa misteriosa equiparación, a veces nosotros estamos quietos, y el tiempo viaja (“ya llega el fin de semana”), y otras veces somos nosotros los que nos movemos (“nos acercamos a mi cumpleaños”).

Pues, bien esta traducción del tiempo a espacio (que parece ser un universal de las lenguas del mundo) es útil con fines de representación. Si asimilamos  la concatenación de años a una secuencia de puntos (una línea), podremos ir anotando a lo largo de ella los hechos ocurridos, y así disponer de una cronología gráfica. Pero, ¡ay!, las páginas de un libro son de por sí limitadas, mientras que el tiempo se extiende y se extiende. ¿Cómo resolverlo?

Había precedentes: al fin y al cabo, también un texto refleja un discurso continuo, y sin embargo se corta a cada página (salvo en soluciones extremadas): ¿cómo superar los límites de la página? Sencillamente, con la pirueta mental de dejar en suspenso la lectura a cada final de página o giro de hoja, para reanudarla inmediatamente.

Pero en contenidos gráficos, la página es un límite estrecho que puede ser conveniente forzar. Una solución que adoptó en 1480 el Fasciculus Temporum de Werner Rolevinck es aprovechar que en la forma de códice cada página tiene una contigua. En esta preciosa obra, la línea temporal (arriba, detalle) va recorriendo aproximadamente el centro de la doble página, y encima y debajo de ella aparecen  los acontecimientos correspondientes. Al llegar a su extremo derecho, se gira la hoja y mentalmente el lector reanuda el recorrido en la siguiente página doble.

Este recurso se puede mejorar si además permitimos que tanto la página de la izquierda como la de la derecha se desplieguen, duplicando su superficie. Es la solución que adoptó la monumental Synchronoptische Weltgeschichte (algo así como “Historia universal en cronología sinóptica”) de Arno Peters, Munich-Sollen, Universum Verlag, 1980, que se compone de dos tomos.

El primero contiene unos catorce metros de línea temporal, reducidas por fortuna a una veintena de  páginas desplegables como las que aparecen arriba. El segundo es el índice que permite localizar cualquier personaje o acontecimiento (por ej.: “insulina, descubrimiento de”), en un año y en una de las líneas paralelas en que se organiza (la dedicada a la ciencia). Pero ya el Fasciculus Temporum presentaba en sus primeras páginas un índice para explorar alfabéticamente la línea temporal…

Sí: las técnicas digitales tienen preciosos recursos para presentar cronologías, como la de la British Library (abajo), pero este breve recorrido por quinientos años de plasmación del tiempo en libros nos habrá convencido de que los principales problemas ya habían sido resueltos.

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Antes del multimedia, I: gorjeos

27 mayo 2011 20:20

Allá por 1998, en la sección Rinconete del Centro Virtual Cervantes, empecé a publicar una serie de breves colaboraciones agrupadas bajo el lema “Antes del multimedia”. Los articulos reflexionaban sobre los recursos que habían desplegado las publicaciones en papel antes, mucho antes de que aparecieran los libros electrónicos y, con sus nuevas posibilidades, los libros aumentados, enriquecidos o enjaezados. Por aquel entonces la tentación que acechaba a los editores de CD-ROMS era que los libros hicieran cosas, cantaran, se movieran… Veo con preocupación cómo la actual avalancha de apps para móviles avanzados e iPads lleva a los editores a idéntica trampa. ¿Para qué, con la de cosas que han hecho siempre los libros?

Este revival de los excesos multimedia (que ya en su época fue definido en dos pinceladas como “la solución para un problema que nadie tiene”), me ha hecho volver sobre aquella serie y, una docena de años después, republicar piezas de entonces, modificadas en lo que haga falta y tal vez (tiemblo al decirlo) aumentadas, enriquecidas o enjaezadas, y crear otras nuevas.

La primera, y lejana, entrega estaba encabezada por esta reflexión:

¿Cómo se las arreglaba la gente antes del advenimiento de todas estas técnicas o tecnologías que tanto nos ayudan? Pues había de todo.

Por ejemplo…

En El Averiguador Universal (preciosa revista de la que ya hemos hablado) del 15 de enero de 1880 leo que un investigador alemán, un tal Bechstein, había transcrito el canto del ruiseñor del siguiente modo. (La revista advierte que “es preciso pronunciar silbando los sonidos indicados por las letras”):

Tiou, tiou, tiou, tiou,
Shpe tiou tokua,Tio tio tio tio,
Kuutiu, kuutiu, kuutiu, kuutiu,
Tskuo, tskuo, tskuo, tskuo
Tsii, tsii, tsii, tsii, tsii, tsii, tsii
Kuoror tiu, tskua pipitskuisi
Tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tso, tsirrhading!
Tsisi si tosi si si si si si si si,
Tsorre tsorre, tsorre, tsorrehi,
Tsatn, tsatn, tsatn, tsatn, tsatn, tsatn, tsatn, tsi
Dlo dlo dlo dlo dlo dlo dlo dlo dlo
Kuioo trrrrrrrritzt

Como complemento de este apasionante documento de la era pre-fonográfica, escúchese arriba el canto de un rusieñor, y compárese. Advertencia: el ruiseñor grabado en Youtube en modo alguno puede ser el mismo que el registrado por Bechstein la friolera de 130 años atrás. Es posible que no sea ni siquiera de la misma especie. Y, por último, siempre cabe la posibilidad de que ambos, el ruiseñor grabado y el transcrito, estén hablando de cosas diferentes…

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