Según mi adorado Gérard Genette [1], la página cuarta de la cubierta de los libros (también llamada contracubierta) es otro de los lugares estratégicos del paratexto que arropa al texto literario propiamente dicho. No todos los editores la cuidan como es debido, a pesar de su importancia crucial como segundo espacio de encuentro (el primero es la propia cubierta) del lector/comprador con el objeto-libro. Uno está ya harto de esas contras en las que alguien con desgana se ha despachado acerca del contenido de un buen libro con trivialidades acerca de la “condición humana” o similares; ya no nos las creemos, y lo más grave es que el editor tampoco. Por eso algunos delegan directamente en el autor , que procede lógicamente al autoelogio sin que se le mueva un pelo, pero que no suele vender bien su mercancía. Y otros prefieren incluir frases admirativas que han merecido libros anteriores del escritor o traducir las que obtuvo en su país la edición original; se trata del recurso a un pretendido argumento de autoridad (el nombre del crítico o el del medio que acogió su reseña) que no denota una imaginación desbordante. Yo mismo me he encontrado alguna vez con mi nombre firmando una frase sacada de contexto para cuya utilización nadie me había pedido permiso. En fin, gajes del oficio. Pero lo cierto es que los textos de las contras (junto con los de las sobrecubiertas o “camisas” y los de las solapas, cuando las hay) merecen mejor consideración: una buena contra, además de informar sobre sus contenidos, puede decidir la compra de un libro.
(Manuel Rodríguez Rivero, 2002)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso
1. Gérard Genette, Seuils, París, Éditions du Seuil, 1987. Edición en español: Umbrales, México, Siglo XXI, 2001: