Por dónde iba yo…
04 abril 2011 9:09
Saber dónde se ha interrumpido una lectura es un requisito imprescindible para continuarla; si no, uno está condenado a errar arriba y abajo de las páginas del libro, medio reconociendo fragmentos, hasta localizar uno realmente novedoso. Los lectores hacen todo tipo de operaciones para preservar esta valiosa información. Los más cuidadosos utilizan un punto de lectura, también llamado punto de libro o marcapáginas, artilugio creado para tal efecto. Los más píos usan la cinta de registro que muchas Biblias llevan incorporada (y muchas ediciones buenas, como las de Círculo de Lectores, también). Otros doblan una esquina de la página (que los anglosajones llaman “a lo oreja de perro”, dog-ear; la práctica está tan extendida que una tienda de libros usados se llama Dog-Eared Pages). Los apresurados dejan el libro boca abajo (lo cual no acaba de ser bueno para la encuadernación). Los estudiosos cierran el volumen manteniendo en su interior el lápiz con el que han estado haciendo anotaciones. Etcétera.
Tan importante es esta función, que los programas de lectura de libros la hacen por lo general automáticamente (al encenderse se abren por la página en que se les dejó), e incluso se mantiene a través de las distintas plataformas de lectura, en los programas que lo permiten: puedes dejar de leer en tu dispositivo dedicado o e-book, y al reanudar la lectura en tu smart phone te encuentras la página en la que estabas.
Vía Diari d’un llibre vell llego al Bloc de la Biblioteca de Reserva de la Universitat de Barcelona, donde se informa del hallago de un “punto de cursor”, que al parecer es el nombre técnico de este señalador de página, básicamente una cinta (aquí, cuerda) dotada de una flecha movible verticalmente para indicar no sólo la página sino también la línea en la que el lector se detuvo. Estaba en el libro de Pedro de Alcántara Tratado de la oracion y meditacion, impreso en el año 1633. Podría objetarse que este ingenioso dispositivo no discrimina si la lectura se interrumpió en la página de la derecha o en la de la izquierda (todo caso que al cerrar el volumen se eliminaría esta distinción, de haberse hecho). Entonces me he dado cuenta de que yo suelo abandonar la lectura o bien al acabar un capítulo, o si no por lo general siempre en la página de la derecha.
Y ya puestos, abro una encuesta entre mis lectores: ¿dónde dejan la lectura (por ejemplo, cuando les rinde el sueño)?: ¿en una división mayor (capítulo, apartado), o no? Y, claro, a falta de un punto de cursor como el del Tratado de la oracion: ¿cómo señalan la página?