La calidad editorial: un retroceso

25 enero 2019 16:16

No sé si fue el azar lo que me puso una mañana delante de los ojos esta serie de horrores editoriales, pero ellos me han empujado a escribir estas líneas. No voy a dar los nombres de las editoriales implicadas (no me interesa la anécdota, sino la categoría), ni los títulos de los libros. Pero sí que voy a contar lo que vi:

La introducción en el vacío. Un libro de textos breves de un autor extranjero. El primero de ellos se llama “Introducción”, y no lleva firma al principio ni al final. El volumen no menciona ni en la cubierta ni en la portada que haya una introducción, ni de quién es. El índice tampoco cita la autoría, como es obligado cuando un texto tiene un autor diferente del principal del volumen. Sólo tras la debida revisión uno deduce que el primer texto se debe al traductor, y los demás al autor.

La cursiva perdida. La antología de un poeta. La introducción, en este caso debidamente firmada e identificada, cita numerosas obras suyas y ajenas. El problema es que los títulos de esas obras no están en cursiva. Ni entre comillas (que, adecuadamente, se reservan para los títulos de los poemas). Nada distingue, en el flujo de palabras del texto, un título de los elementos que le preceden y siguen. Parece mentira hasta qué punto este hecho dificulta su lectura. ¿Se trata de un (dudoso) recurso de diseño? ¿O las cursivas se perdieron en la conversión del texto y nadie se dio cuenta?

El delirio de fuentes. Otra recopilación de un poeta. La introducción está llena de notas, y estas aparecen en una tipografía sin serifa, diferente de la letra con rasgo del texto principal. Además, su cuerpo es diminuto (la caja de texto tiene líneas de 56 caracteres, mientras que las de las notas tienen 82), su interlineado es apretado, y el espacio entre palabras es espantosamente pequeño, hasta el extremo de que en algunas líneas apenas se percibe el blanco. La legibilidad de las notas es, por tanto muy deficiente.

El adorno superfluo. Un libro sobre literatura, con notas al pie. Una línea o filete separa el texto principal del de las notas (aunque, por cierto, no siempre es necesario), pero además el editor ha creído conveniente añadir a su izquierda un adornito tipográfico de estilo clásico, una suerte de ramillete. El adorno rompe innecesariamente la uniformidad del gris de la página y además choca, por su barroquismo, con el carácter despojado del resto.

Hace ya mucho tiempo que se ha señalado que la facilidad de uso de la tipografía digital, unida a la ruptura en la transmisión de los conocimientos de composición (que los distintos másters no parecen suplir), está produciendo monstruos. Hoy he hecho desfilar por esta página algunos de ellos. Pero hay más…

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La rotulación popular: David Rittel y sus ‘Forgotten letters’

30 junio 2015 8:08

Fruto de su formación en la ESDIR de Logroño, David Rittel ha creado un libro en el que recopila la gráfica popular de la ciudad y crea aportaciones propias a partir de ella.

Para su trabajo ha entrevistado a distintas personas relacionadas con la tipografía y la rotulación popular, yo entre ellas.

Esta es la presentación de su obra, y mi entrevista:

La rotulación popular: David Rittel y sus Forgotten letters

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Leyendo pantallas

02 abril 2013 11:11

La metamorfosis de un artículo desde su publicación en un suplemento literario
hasta su compresión en un tuit, pasando por webs,
tabletas y teléfonos, por servidores públicos y servicios en la “nube”.

He publicado en la zona de artículos extensos de esta web Leyendo pantallas, un texto autorreferente que analiza las peculiaridades de la lectura en distintos soportes. En él se analizan:

las distintas tipografías en que va apareciendo, incluidos sistemas para comprobar la tipografía usada por los navegadores

los usos de distintos soportes de lectura dependiendo de las horas del día

por qué el texto digital es más que un texto

cómo los servicios de lectura por línea pueden informar sobre nuestros hábitos, y alguna de sus consecuencias

cómo descubrir qué servicios de márketing se enteran de nuestros clics en un diario en la Web, y qué hacen con esos datos

los problemas de no saber la longitud de un texto, y algunas formas de remediarlos

y como coda, una reflexión sobre la continuidad en los usos de la tipografía, a través de las décadas y los soportes

Aparecido originalmente en El País, esta versión de Leyendo pantallas esta corregida, aumentada con muchos enlaces y enriquecida (de verdad) con imágenes y elementos multimedia.

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El ereader encadenado

10 febrero 2012 11:11

#ereader

Un ereader para una persona mayor; ya van varias veces que me formulan esta consulta: ¿qué  lector de ebooks podría comprarle a mi padre, madre… que tiene setenta, ochenta y tantos años…?

La pregunta me la hace gente que no tiene una experiencia especial en el mundo digital. Pero sí tienen muy claro qué es lo que necesita el destinatario: un aparato en el que se lea bien, que tenga acceso a suficientes libros en español, que no sea muy caro… Y (esto es muy importante) que no necesite conectarse al ordenador para cargar libros.

Fijémonos en la situación: se trata de una casa en la que viven una o dos personas de edad, que no tienen ordenador. Mis consultantes, movidos por la propaganda o por sus deseos, se imaginan un aparato autónomo desde el que se pueden descargar libros y leerlos, sin más. Y entonces pregunto: “¿No habrá wifi en esa casa, no?”. No lo hay, claro: ¿por qué habría de haberlo, si no hay ni ordenador?

Existen ereaders que para comprar libros se pueden conectar vía 3G, es decir, por telefonía móvil. El Kindle Keyboard 3G (que no se puede encontrar en el sitio de Amazon España) tiene una cobertura gratis de 3G para conexión con Amazon, aunque vale un 50% más que el normal, pesa casi un 50% más y es más grande. Además, está sólo en inglés. El Kindle DX es aún más grande y caro (aquí hay una comparativa). La mejor opción sería el Kindle Touch 3G, que en cualquier caso también se debería comprar en Estados Unidos. Y, vistos los problemas que hay entre tiendas de Amazon, y aunque parece que desde la tienda americana se puede acceder a ¿la mayoría? de los libros en español, está opción no parece recomendable.

Y eso es prácticamente todo: ni el ereader de Casa del Libro, Tagus, ni el de Telefónica, eBook BQ, tienen versión 3G, aunque esta última está anunciada. Y comprar un tablet, del tipo que sea, sólo para leer libros, no parece aconsejable…

Por lo general, entonces, mis consultantes acaban comprando un ereader cualquiera (el más barato) y cargándolo de libros en su ordenador, para luego entregárselo relleno a su destinatario. Cuando el usuario quiera algún libro concreto, se llevarán el lector, y lo recargarán en su equipo, para devolverlo a continuación a su poseedor. Y esto es una pena, porque los editores pierden así la compra de impulso que habrían podido tener, y los usuarios pierden autonomía.

Los ereaders son muy buenos para los mayores, empezando por el simple hecho de que pueden agrandar su cuerpo de letra. Territorio eBook hizo una campaña de ereaders con lectores entre 55 y 75 años, con resultados muy buenos. Pero mientras no se puedan independizar del PC no desarrollarán del todo sus potencialidades con las personas mayores.

Photo by C. Frank Starmer, licensed under a Creative Commons License

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Tipografía cinética

06 febrero 2012 11:11

#tipografía

Cuando la palabra escrita se presenta en movimiento (aparte del juego clásico con fuentes, cuerpos, diacríticos, colores y maquetación), se introduce un elemento más. Las letras o las palabras pueden saltar, caer, desplegarse, girar… Es lo que se llama tipografía cinética.

Hasta ahora se ha utilizado básicamente para piezas cortas, porque nadie aguantaría leer, por ejemplo, el Quijote, de esta manera. Ahora bien: para poemas, enunciados expresivos, canciones o exposiciones breves resulta muy adecuado. Como ejemplo, véase la pieza de arriba, en la que el gran Stephen Fry habla sobre el lenguaje, y dice cosas que muchos ignoran…

A lo largo del tiempo hemos rastreado diversos usos de las tipografías cinéticas: los precedentes en el mundo de los títulos de crédito cinematográficos, ejemplos interactivos, utilización para booktrailers, y algún ejemplo hecho entre nosotros. Faltan sin embargo (o yo no conozco) muestras de autores españoles. Sería divertido también intentar un “animador de textos”, que dotara de movimiento a un párrafo a partir de su estructura; o todavía mejor: un animador que convirtiera una locución en su forma cinética.

Con la llegada de los tablets y teléfonos avanzados se ha abierto un flanco nuevo: ¿existen ya relatos para iPhone o iPad que saquen buen partido de las tipografías cinéticas? Por el momento lo que sí tenemos es una app de animación, Spout, que funciona en estos aparatos.

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El teclado del iPhone, y otros maltratos a usuarios hispanohablantes

03 febrero 2012 11:11

Dios me libre de todo fetichismo de la ñ, esa letra que, por ser característica de nuestra lengua, se ha cogido como enseña de instituciones de difusión del español, de fundaciones de lo mismo, que da nombre a revistas a un lado y otro del océano, a restaurantes, servicios informáticos e incluso a un superhéroe. Esa letra a la que se ha llegado a calificar de “significativo e irrenunciable blasón” de España.

No: no soy fechitista de la ñ, y sin embargo, tengo que señalar que es una molestia que no aparezca en el teclado del iPhone que se puede comprar en Madrid o en Buenos Aires…

Voy a repetirlo: no aparece en el teclado del iPhone. Claro, claro (se me dirá): es que es un teclado hecho por una compañía extranjera, anglohablante… Pero resulta que es un teclado virtual; es un teclado de software, son sólo instrucciones para pintar líneas en una pantalla. ¿Por qué no se adapta a nuestro tipo de QUERTY? No estamos hablando de que los iPhone para España tengan que apartarse en la cadena de montaje y allí atornillarles una tecla más. No: son sólo instrucciones de software para un aparato que, en todo lo demás, maneja el español.

Esta carencia hace más molesta nuestra escritura, porque para conseguir la ñ hay que mantener pulsada la tecla de la n, hasta que aparecen las variantes ñ y ń (forma esta última que, al parecer, en polaco y otras lenguas representa el mismo sonido ñ). Entonces hay que deslizar el dedo hasta la deseada. Idéntico problema tiene el catalán con la ç, que debe buscarse a partir de la c.

Ocurre lo mismo con la apertura de admiración y de interrogación: deben seleccionarse a partir de sus respectivos cierres, porque tampoco aparecen en el teclado:

Cualquier usuario hispanohablante de teclados físicos en ordenadores sabe que para conseguir una vocal acentuada (á) o con diéresis (ü) debe pulsar dos teclas.  Pero es un disparate exigir lo mismo para signos como ñ, ¡ y ¿.

Nuestros caracteres específicos (entre los que se cuentan las vocales con diacríticos) no sólo provocan problemas en los teclados. Aunque técnicamente hace ya décadas que no deberían ser un problema, siguen provocando desajustes por todas las esquinas del mundo digital. Todos recibimos de vez en cuando correos en los que han desaparecido las eñes y acentos.Y lo mismo ocurre con SMS, o con lectores de RSS:

O los nuevos navegadores, que, como Chrome, no quieren reconocer la codificación de Windows que tienen muchos sitios web (entre ellos, ¡ay!, el mío [aunque estoy en vías de cambiar la codificación]):

O los desaguisados en la alfabetización, que afean las prestaciones de servicios por otra parte tan útiles como Delicious (véase la á alfabetizada después de la u):

Pero el desprecio no se limita a sitios web extranjeros: tenemos también casos en los que webs españolas maltratan a sus usuarios, impidiéndoles utilizar acentos, como este caso de la web de la SGAE:

Y siguen siendo numerosos los casos en que correspondencia de instituciones oficiales refleja que tienen sistemas que no están adaptados para el español.

Hace más de una década ya me quejaba de estas cosas en mi libro Internet y el español, y resulta enojoso tener que volver a mencionarlas…

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“Editores avaros, despilfarradores y toderos”

01 febrero 2012 11:11

#lectura

Sin embargo, hay obstáculos que escapan a la voluntad del autor y que los editores colocan para que uno pueda leer confortablemente. Por fortuna ya pasaron las épocas experimentales de los pegantes de los lomos de los libros ─muchos recordamos tiempos idos en que las páginas se iban soltando a medida que pasaban─ pero sobreviven varias especies de editores entre las que recuerdo tres, a saber: los avaros, los despilfarradores y los toderos, todos expertos en hacerle zancadilla al lector vicioso. El avaro ahorra papel, el texto limita con el abismo donde acaba el libro, la caja es casi igual al formato, y la interlínea tan mezquina que la decisión de leer el libro debería ser consultada con el oculista. El despilfarrador es lo mismo pero al revés, el papel brilla tanto que ningún texto podría ser leído allí, el empaque es tan ostentoso que dificulta la manipulación y el contenido suele ser inferior a los lujos y excesos de la forma. Pero el peor editor es el todero. Porque el todero no sabe que existen diseñadores, expertos en tipografía, en fin profesionales que no intentan inventar lo que ya está inventado.

(Darío Jaramillo Agudelo, 1997)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

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Cielos tipográficos, instalación en Madrid

27 enero 2012 11:11

#arte #tipografía

La artista Soledad Sevilla ha creado para el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid, encargado por el Centro Reina Sofía, la exposición “Escrito en los cuerpos celestes“, que estará abierta hasta el 29 de abril.

Se trata de una estructura que reproduce, en su interior y a menor escala, la disposición general del Palacio de Cristal. Pero este nuevo recinto-dentro-del-recinto tiene una peculiaridad: sus paredes, translúcidas, están perforadas por orificios en forma de los signos de puntuación. Si a corta distancia el efecto es de una constelación de puntos, comas, paréntesis, comillas…, la impresión general es de un cielo estrellado que se pliega en el interior del Palacio, con ese color azul intenso propio de los atardeceres invernales madrileños.

¿Sabía la artista que puntuación viene de punto, y este del latín punctum, ‘punción’, ‘agujero’? Da lo mismo: estas paredes perforadas por la puntuación, por los signos tipográficos que evocan los ritmos y tonos del habla, evocan (para mí) el universo de lenguaje en el que nos movemos: esa logosfera en que estamos inmersos, y de la que sólo a veces, cuando nos acercamos, vemos el detalle.

Posteado también en mi blog lingüístico.

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Hacia el libro electrónico de calidad

08 noviembre 2011 12:12

#ebook #tipografía #calidad #editorial #agente #prensa
Dos post del excelente blog “Verba volant, scripta manent” inciden sobre el problema de la calidad tipográfica y editorial de los ebooks. El punto de partida es la nueva colección que ha sacado el diario La Vanguardia. El primero, “Ebooks de vanguardia” critica el excesivo analogismo de los primeros títulos, es decir, el hecho de que sean demasiado analógicos, poco digitales. Resumo los rasgos que se critican:

a/ Abigarrado: innecesariamente denso, apretado. [No] hay motivo para interlineados estrechos, títulos apretados, páginas estresadas.

b/ Plano: pese a contar con algunos enlaces internos, estos son insuficientes.

c/ Cerrado: ensimismado. Los enlaces al exterior están ausentes.

d/ Descuidado: en Viaje al corazón del hambre hay títulos al final de página, con su texto en la siguiente. Inexplicable. Inaudito. Cualquier editor imprime esto y sale despedido en globo al cabo de 5 minutos. […] Parece maquetado en Word, sólo que sin aprovechar todo lo que Word ofrece, que ya es decir.

e/ Poco riguroso: la edición del libro de Aldekoa decepciona en la cita de las fuentes. En un gráfico, en un dato, en un mapa, se limitan a poner Fuente: ONU. ¿Toda la ONU? […] ¿Por qué no se la enlaza?

En un post posterior, “Ebooks de Vanguardia, o para qué sirve un editor“, y gracias a los comentarios dce Mariana Eguaras (¡cuántas veces nuestros blogs se han enriquecido con aportaciones de los lectores!), añade:

a/ Ebooks de Vanguardia contaría con una web propia, no un espacio realquilado en la web de La Vanguardia.

b/ Los archivos en EPUB, PDF y MOBI llevarían, como mínimo, el nombre de la obra. ¿Alguien se imagina un libro de papel con las cubiertas mudas?

c/ Los textos estarían más pulidos y su hipertextualidad se hubiera mejorado mucho. Su diseño gráfico también sería algo mejor, más legible. También se hubieran introducido criterios de colección o, como mínimo, de familiaridad gráfica, ahora ausentes.

d/ El peso de los libros sería racional.

¿De dónde proceden todos estos males? De nuevo Verba… da en el clavo:

Han intervenido uno, dos o más diseñadores gráficos web. Han participado también unos cuantos tecnólogos. Pero no veo a ningún editor, a no ser que fuera un borde y no mereciera ningún agradecimiento. No hay nadie que se haya ocupado de trabajar el texto. Es cierto que está ya bastante pulido, pero el repaso y el enriquecimiento que unos ojos vírgenes pueden darle a una obra es el que ahora se echa en falta.

Aquí vemos claro qué diferencia una empresa perteneciente a la industria cultural de otra perteneciente a los envasadores de contenidos. La Vanguardia no ha puesto en marcha ninguna editorial. No hay ningún trabajo editorial detrás.

En estos tiempos en que los diarios, las tiendas web multiproducto, o los agentes literarios se hacen editores, conviene recordar algo que nuca debió olvidarse: hay un oficio editorial (que incluye una práctica de corrección), que tiene muchas décadas detrás. No está en juego sólo la belleza de la obra, sino aspectos clave de la ergonomía de la información textual. El libro digital no viene a simplificar las cosas, sino a complicarlas. Como prueba este post: “Proofing books in the digital age” (gracias, Silvia, Mario y Anónimos por señalármelo) que indica el complejo, y necesario, proceso que tiene detrás la creación de obras para muy distintas plataformas.

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“Expertos en hacerle zancadilla al lector vicioso”

19 octubre 2011 9:09

Sin embargo, hay obstáculos que escapan a la voluntad del autor y que los editores colocan para que uno pueda leer confortablemente. Por fortuna ya pasaron las épocas experimentales de los pegantes de los lomos de los libros ─muchos recordamos tiempos idos en que las páginas se iban soltando a medida que pasaban─ pero sobreviven varias especies de editores entre las que recuerdo tres, a saber: los avaros, los despilfarradores y los toderos, todos expertos en hacerle zancadilla al lector vicioso. El avaro ahorra papel, el texto limita con el abismo donde acaba el libro, la caja es casi igual al formato, y la interlínea tan mezquina que la decisión de leer el libro debería ser consultada con el oculista. El despilfarrador es lo mismo pero al revés, el papel brilla tanto que ningún texto podría ser leído allí, el empaque es tan ostentoso que dificulta la manipulación y el contenido suele ser inferior a los lujos y excesos de la forma. Pero el peor editor es el todero. Porque el todero no sabe que existen diseñadores, expertos en tipografía, en fin profesionales que no intentan inventar lo que ya está inventado.

(Darío Jaramillo Agudelo, 1997)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

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