El orden alfabético, dispositivo que lleva básicamente intacto un par de milenios, ha ayudado eficazmente a la recuperación de información textual durante mucho tiempo.
A pesar de lo que digan algunos, el orden alfabético no está anticuado: sencillamente, su función ha cambiado. Por ejemplo, no lo usaremos para buscar una palabra en un diccionario por línea (porque basta teclearla), pero sí para buscar una palabra en una lista desplegable: por ejemplo, una relación de países. Quizás la lista podría sustituirse por una mapa del mundo clicable (aunque, ¿y la gente que no supiera dónde está Kazajistán?), o por un árbol jerárquico, que en este caso empezaría por los continentes (aunque, ¿y la gente que no supiera en qué continente está Kazajistán?). Y aún así, en este último caso, pronto habría que llegar a una lista… que estaría mejor ordenada alfabéticamente.
Sin embargo, veo con frecuencia un problema grave en las listas alfabetizadas, y es su traducción: supongamos que en el original era un relación, por ejemplo de países, perfectamente ordenada… en inglés. Y entonces a alguien se le ocurre traducirla, dejando cada país en su sitio original, y la resultante es un batiburrillo considerable.
Escojo el último ejemplo que me he encontrado: la búsqueda avanzada de Google, desplegable “Región. Buscar páginas ubicadas en:” (imagen superior). ¿”Islas Malvinas” e “Islas Feroe” antes de Fiyi? ¿”Alemania” entre “Georgia” y “Ghana”? El enigma se resuelve pensando en “Falkland Islands”, “Feroe Islands” y “Germany”.
Moraleja: bienvenida la traducción, pero !realfabetizando!
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