Descubrir los libros

04 marzo 2013 12:12

Supongamos que los agentes de autores de lengua española empiezan a separar la venta de derechos digitales de los derechos en papel. Supongamos que en consecuencia pueden surgir auténticos editores digitales, que empiezan a adquirirlos y a publicar libros de calidad en cantidades apreciables. Supongamos incluso que tienen una buena política de precios, y que los colocan en todas las posibles librerías digitales. Entonces quedaría aún la parte más difícil: que los lectores potenciales los descubran.

Si en el mundo del papel uno puede confiar en que los lectores visiten las librerías o lean un suplemento literario, ¿qué ocurrirá con los ebooks? La cuestión es tan acuciante que ya tiene un nombre discoverability, tal vez traducible como descubribilidad.

Los datos parecen indicar que la mitad de las compras en Amazon provienen de búsquedas orientadas. En otras palabras: la gente que entra a comprar ya sabe lo que busca. Eso es lógico: ¿cómo va nadie a hacerse una idea de qué libro comprar navegando desde la portada de Amazon, o de iTunes? La recomendación algorítmica que inició Amazon, tipo “quien ha comprado X ha comprado también Y”, puede funcionar razonablemente… una vez que uno ha llegado a un libro que le interesa, y eso es precisamente lo que no acabamos de saber cómo funciona.

¿Qué se debería y qué no se debería hacer para hacer los libros descubribles? Vamos a centrarnos en el caso de la narrativa, que es el género que se lee predominantemente en ebook, y el más complicado para esta cuestión: la no-ficción (autoayuda, libro práctico, ensayo) tiene las cosas más fáciles, por el acceso temático.

Sí: la recomendación es una de las cosas que mejor funcionan para las lecturas, pero yo diría que las redes sociales de lectores (como Goodreads, sobre la que escribió Actualidad Editorial) son para lectores a) voraces consumidores de muchos libros al año y b) duchos en el ciberespacio. No veo a ese lector de un libro al mes o cada dos meses, que ni tiene cuenta en Facebook y sólo usa esporádicamente el correo electrónico, dándose de alta en una red de recomendación. No le compensaría…

Los sitios de márketing de libros centrados en los autores (como Open Road Media, imagen superior) no sirven, y hay que decirlo muy claramente. La información que suministran sobre ellos sólo interesará a quienes sean ya sus devotos lectores; no despiertan precisamente el deseo de leerlos. Y la información sobre las obras es defectuosa por mal orientada.

Los sitios de márketing centrados en las obras (como Small Demonds) pueden ofrecer un desmenuzamiento interior de las obras más orientador. Veamos qué hace el sitio, con el ejemplo de la novela de Stephen King 11/22/63, sobre el asesinato de Kennedy (imagen de arriba): con una interfaz muy tipo iPad (dan ganas de frotar la pantalla del ordenador con el dedo), y una presentación de datos a la Pinterest (sólo imágenes), nos informa de qué canciones, películas, programas de televisión, libros, etc.,  se mencionan en la novela. Además un mapa sitúa los lugares en que transcurrre la acción (es una pena que no pondere los pesos de cada uno en la trama). Podemos, así, saber que en el libro se habla de West Side Story, y a partir de ahí llegar a las otras 43 obras que hablan de ella. Claro: puede haber un lector que busque libros en que se mencionen ciertas películas, pero me extraña. O (quizás más probable) alguien que busque novelas que transcurran en un lugar al que piensa viajar. Pero tal y como está, veo el sitio mejor para el análisis de las obras (del que se podrían beneficiar los estudiosos de la literatura) que para buscar lectura…

Ah: y los videos no sirven. Una ojeada al canal de Youtube de Open Road Integrated Media muestra videos, sin duda caros de confeccionar, que dudo que atraigan a compradores, y que se han visto un número de veces muy bajo (y ni pensemos en qué proporción se convertirá en compra).

¿Qué podría servir, sin embargo?

Los buenos metadatos pueden mejorar el hallazgo de obras: en el caso de la narrativa, no sólo autor y título, sino además, lengua de origen, traductor, país de origen del autor, época en la que escribe, y género y subgénero si es el caso (para buscar ciencia ficción americana de los 60, o novelistas hungaros de entreguerras). Aunque los metadatos hay que estructurarlos de una manera diferente para cada una de las librerías por línea en que se quieran vender los libros, y son un dolor de cabeza para los editores… Además, recordemos que muchas veces los mejores metadatos de un libro son las mismas palabras que contiene, y en ese sentido Google Play puede hacer mucho por la obra indizándola (cuando el editor permite que se haga).

Aunque parezca algo que ya no se estila, la mejor solución es una buena web editorial, con contenidos generados por los propios editores, que son los que conocen sus libros: ni departamentos de márketing ni algoritmos serán capaces de mejorar ese conocimiento. Lo repito: una buena web editorial que incluya extractos de las obras, sí (aunque esto lo hacen también las librerías por línea); y además que publique información sobre los autores, sobre los movimientos a que pertenecen (información buena: ni copiar solapas ni la Wikipedia); que informe sobre la obra, y sobre su traducción (el lector literario sí agradece esos datos), y sobre todo, que explique por qué alguien debería leer ese libro.

Y no vendría mal una ayuda de algunos viejos conocidos: los suplementos culturales, en papel y en la web. Amigos: ya está empezando a haber, exclusivamente en versión digital, un montón de libros interesantes. ¿Por qué no echáis una mano?

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Hacia el libro electrónico de calidad

08 noviembre 2011 12:12

#ebook #tipografía #calidad #editorial #agente #prensa
Dos post del excelente blog “Verba volant, scripta manent” inciden sobre el problema de la calidad tipográfica y editorial de los ebooks. El punto de partida es la nueva colección que ha sacado el diario La Vanguardia. El primero, “Ebooks de vanguardia” critica el excesivo analogismo de los primeros títulos, es decir, el hecho de que sean demasiado analógicos, poco digitales. Resumo los rasgos que se critican:

a/ Abigarrado: innecesariamente denso, apretado. [No] hay motivo para interlineados estrechos, títulos apretados, páginas estresadas.

b/ Plano: pese a contar con algunos enlaces internos, estos son insuficientes.

c/ Cerrado: ensimismado. Los enlaces al exterior están ausentes.

d/ Descuidado: en Viaje al corazón del hambre hay títulos al final de página, con su texto en la siguiente. Inexplicable. Inaudito. Cualquier editor imprime esto y sale despedido en globo al cabo de 5 minutos. […] Parece maquetado en Word, sólo que sin aprovechar todo lo que Word ofrece, que ya es decir.

e/ Poco riguroso: la edición del libro de Aldekoa decepciona en la cita de las fuentes. En un gráfico, en un dato, en un mapa, se limitan a poner Fuente: ONU. ¿Toda la ONU? […] ¿Por qué no se la enlaza?

En un post posterior, “Ebooks de Vanguardia, o para qué sirve un editor“, y gracias a los comentarios dce Mariana Eguaras (¡cuántas veces nuestros blogs se han enriquecido con aportaciones de los lectores!), añade:

a/ Ebooks de Vanguardia contaría con una web propia, no un espacio realquilado en la web de La Vanguardia.

b/ Los archivos en EPUB, PDF y MOBI llevarían, como mínimo, el nombre de la obra. ¿Alguien se imagina un libro de papel con las cubiertas mudas?

c/ Los textos estarían más pulidos y su hipertextualidad se hubiera mejorado mucho. Su diseño gráfico también sería algo mejor, más legible. También se hubieran introducido criterios de colección o, como mínimo, de familiaridad gráfica, ahora ausentes.

d/ El peso de los libros sería racional.

¿De dónde proceden todos estos males? De nuevo Verba… da en el clavo:

Han intervenido uno, dos o más diseñadores gráficos web. Han participado también unos cuantos tecnólogos. Pero no veo a ningún editor, a no ser que fuera un borde y no mereciera ningún agradecimiento. No hay nadie que se haya ocupado de trabajar el texto. Es cierto que está ya bastante pulido, pero el repaso y el enriquecimiento que unos ojos vírgenes pueden darle a una obra es el que ahora se echa en falta.

Aquí vemos claro qué diferencia una empresa perteneciente a la industria cultural de otra perteneciente a los envasadores de contenidos. La Vanguardia no ha puesto en marcha ninguna editorial. No hay ningún trabajo editorial detrás.

En estos tiempos en que los diarios, las tiendas web multiproducto, o los agentes literarios se hacen editores, conviene recordar algo que nuca debió olvidarse: hay un oficio editorial (que incluye una práctica de corrección), que tiene muchas décadas detrás. No está en juego sólo la belleza de la obra, sino aspectos clave de la ergonomía de la información textual. El libro digital no viene a simplificar las cosas, sino a complicarlas. Como prueba este post: “Proofing books in the digital age” (gracias, Silvia, Mario y Anónimos por señalármelo) que indica el complejo, y necesario, proceso que tiene detrás la creación de obras para muy distintas plataformas.

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Revistas de la Edad de Plata

24 octubre 2011 13:13

Hoy se ha abierto al público la aplicación Revistas de la Edad de Plata en el Portal Edad de Plata, que mantiene la Residencia de Estudiantes de Madrid junto a otras instituciones.

Revistas de la Edad de Plata ofrece, en facsímil sincronizado con texto buscable, un valioso conjunto de 31 revistas literarias y culturales del periodo 1910 1917-1939, que totalizan más de 8.000 artículos (más de 9.000 registros, contando anuncios, ilustraciones y otras piezas breves), salidos de la pluma de 1.700 autores, correspondientes a los 316 ejemplares que constituyen las 31 colecciones, formadas por más de 14.000 páginas con más de 85 millones de caracteres.

Para acceder a este conjunto, una de las posibilidades es utilizar un buscador visual, que, desarrollado por Bestiario, da acceso a toda la riqueza de las relaciones entre los diferentes protagonistas (literarios, artísticos, científicos…) de la Edad de Plata. El buscador (arriba), permite acceder a 203 grupos (tertulias, movimientos…), 5.725 personas, 6.524 obras (libros, películas…) y 894 revistas, en sus ricas interrelaciones. En el ejemplo superior, el gráfico informa de que Alfonso Reyes, que participó en la Tertulia del Café Pombo, y es autor de las obras que aparecen el el círculo exterior, colaboró en El Sol, Héroe, Litoral…, y en esta última revista publicó “Trópico”. A partir de ahí, se puede acceder al facsímil y transcripción del poema en la siguiente herramienta:

El Publicador de Revistas da acceso al facsímil y texto electrónico sincronizados de cada uno de los más de 9.000 elementos contenidos en las 31 revistas, entre las que hay cabeceras tan importantes como La gaceta literaria, Caballo verde para la poesía… Entre los escritores que publicaron en ellas se cuentan los nombres más importantes de la cultura española, hispanoamericana y europea de la época: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Paul Valery, Alfonso Reyes, Stephan Zweig, Jorge Luis Borges…

Este Publicador, que desarrolló Rafael Millán, está dotado de un potente buscador que permite busquedas literales, pero también por proximidad de palabras, y tiene integrado un vocabulario y morfología del español (lo que hace que pueda buscar todas las formas de un adjetivo, o de un verbo dados). Tiene también un potente lenguaje de interrogación que permite consultas del estilo de “apariciones de la preposición en seguida de verbo en gerundio”.

Las aplicaciones de investigación y educativas de estas herramientas son evidentes. Pero como la profesión va por dentro, una de las primeras cosas que curioseé fue la presencia de crítica de libros y publicidad de editoriales en el periodo. La digitalización de las revistas tiene metadatos, como la etiqueta “[anuncio]”, que permite recuperarlos.  Los ejemplos superiores aparecieron en la revista Ultra, del año 1921. Para ojos contemporáneos sorprende lo llamativo del nombre del editor frente al tamaño más pequeño del de los autores o las obras publicitadas.

Como muestra del alcance internacional de la cultura del momento, veamos otro caso, esta vez de La gaceta literaria de mayo del año 1928. Esta revista española anuncia la aparición de una antología de nueva poesía mexicana, al lado de la publicidad de un librero berlinés que manda libros en alemán a España y América. Más abajo, el librero parisino León Sánchez Cuesta se ofrece para enviar libros “de todos los países”.

Por último, he aquí un curioso caso de arqueología de la agencia literaria: la Agence Litteraire Internationale, a través de su aliado español que es la propia Gaceta, se ofrece para gestionar derechos de traducción.

Y estas son sólo algunas de las muchísimas perlas encerradas en las páginas de estos testimonios vivos de la vida cultural de la España de la Edad de Plata.

Advertencia: el autor de este blog, junto con Carlos Wert, Agustín García y todo el equipo de la Residencia de Estudiantes,  ha tomado parte en el desarrollo de la aplicación Revistas de la Edad de Plata.

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Amazon en España, y el cortísimo aliento de nuestro libro digital

21 febrero 2011 9:09

La noticia ha sido una carta de Carmen Balcells a sus autores, divulgada por La Información. Confirmando todos los rumores (y operaciones como la reciente integración de metadatos con la base de datos de los editores españoles, DILVE), Amazon desembarcaría este mismo año en España. La agente “espera que represente un revulsivo para el mercado de los libros electrónicos, que actualmente obtiene unas ventas mínimas”.

¿Es realmente así? La Balcells debe de saberlo, porque de los 32 literatos que gestiona (incluidos varios premios Nobel), sólo ha recaudado en el 2010 la cantidad de 5.885 euros. Aparentemente (porque la noticia no está muy bien redactada) eso correspondería a 3.414 obras. Entendemos, de nuevo, que los 1,7 euros de media ingresados por obra corresponden al porcentaje sobre el PVP devengado por derechos de autor. Cantidades, en cualquier caso muy bajas:

La mayoría de los títulos disponibles registran entre cero y dos ventas, y el que más éxito ha logrado, Todos los cuentos de Gabriel García Márquez, se queda en 835 unidades.

Carmen Balcells, que participa, como saben nuestros lectores, en un proyecto de libro electrónico, ya ha cedido autores a Amazon. La librería virtual, por otra parte, ya hace tiempo que vende libros en español. Pero Amazon no viene sólo para dinamizar el mercado de libros elctrónicos, no: viene a vender e-books en un mercado incipientísimo: viene a hacer muchas otras cosas

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Cómo ven los editores españoles su futuro

12 febrero 2011 9:09


De la galería de ojos de mi sección visual

Por presión popular comento lo que se dijo en la jornada Los retos del negocio editorial, organizada por Expansión, que reflejé en un post anterior: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”.

Los editores están al menos diagnosticando bien sus problemas. Ven que es inviable mantener el mismo modelo de negocio. Y claro: les parece “inconveniente” la entrada de players como Telefónica, Apple o Google, pero ¿qué van a hacer?.

No tienen soluciones, o las que ven son un espejismo: poner la esperanza en esos “nuevos contenidos atractivos que hasta ahora el libro tradicional no podía incorporar” (Edhasa) lleva a los editores a un nuevo terreno, el de la producción multimedia (animaciones, videos, etc.), carísimo y en el que los editores no tienen know how. Ya vivimos esa misma situación cuando los CD-ROMS en los 90, y sabemos cómo acaba. Además estos libros aumentados suelen ser inútiles y decepcionantes.

Dicen que el libro electrónico no debe entenderse como “la mera transcripción tecnológica de un contenido creado y pensado para otro soporte y otros clientes” (Planeta). ¡Claro que no!: tiene que ser la buena transcripción tecnológica (¡no esos epub llenos de errores!) de un contenido creado y pensado para el lector. Punto. Aunque (sigue Planeta) de prolongarse esta situación, “venderemos el mismo contenido a precios distintos y se quedarán con el más barato”. Sorprende ver esta falta de confianza en su producto tradicional, el buen libro de papel: lo que ocurrirá es que venderán el mismo contenido en varios formatos, y se seguirán vendiendo muchos libros de papel (auque quizás no tantos como ellos querrían…).

Sí: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”. El español ha sido una barrera de entrada, pero ya están ahí Google Ebookstore, Amazon a punto, desembarco generalizado de editoras bajo demanda (Palibrio y Xinxii), … En la lista LUN: lengua, uso y norma Silvia Senz ha planteado crudamente la cuestión: La “lengua común”, ¿salvaguarda de la industria editorial catalano-española? Una muestra:

Basta que núcleos de producción editorial tradicionales como México o Argentina recuperen lo bastante su industria para que lo que sale de España no llegue allí. […] Basta, pues, con que Apple, Google y otros “monstruos” llegados de lejanas tierras imiten la iniciativa de los “publishers” norteamericanos, contraten los derechos de publicación (de obras originales en castellano o de traduciones al castellano) para diversos países, creando su red mundial de colaboradores (traductores, correctores, adaptadores…) y produzcan así sus propias localizaciones para comerse casi enterito ese pastel idiomático que la federación española de gremios editoriales, creyéndose (ingenua y cínicamente) propietaria del idioma, cree conservar.

Hoy por hoy los editores en papel, secundados por los agentes y con la complicidad implícita de autores y derechohabientes extranjeros, detentan los derechos digitales de los libros cuyos derechos impresos poseen. Es decir: el editor X publica la novela Y en papel y la agente sólo venderá los derechos digitales de Y al mismo X. Luego Y puede (y suele) hacerle poco caso al canal digital: su negocio está en otra parte. Pero esto puede cambiar, por ejemplo, cuando los propietarios extranjeros de los derechos se pregunten cómo están obteniendo rendimientos digitales tan malos por sus libros. El troceo de los derechos en una lengua por países o zonas (derechos en español para Argentina, o México, o para América Latina, o para España, vendidos separadamente), que hasta ahora ha sido una  estrategia de los propietarios y sus agentes para sacar más dinero a los libros tradicionales, no tiene ningún sentido en el mundo digital, y desaparecerá; en el nuevo mercado realmente global habrá una ventana para editores arriesgados en español, vengan de donde vinieren.

Mientras tanto, y en lo que atañe a libros en papel, seguimos en un sector con mala información comercial, mala información a los clientes, con libros convertidos en un cocktail de datos y con una estructura de distribución que a nadie satisface (ni a clientes ni a vendedores).

La solución debería ser doble: por una parte mejorar el circuito del libro de papel, y sus correlatos de información digital, para conservar en buen estado ese precioso nicho, en vez de defraudar al comprador y enervar al librero. Por otra crear una oferta amplia, barata y de calidad de libros electrónicos. Ninguna de las dos interesa a quienes ya ocupan mesas de novedades en las librerías, y saben que van a seguir haciéndolo. Ambas interesan a todos los demas.

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El archivo de la Balcells

10 enero 2011 9:09

En la pasada Navidad se ha conocido la venta del archivo de la agente literaria Carmen Balcells al Ministerio de Cultura, por tres millones de euros. Iba a decir que es un placer que un archivo tan rico se conserve en nuestro país, aunque ya veremos: a lo mejor una universidad americana se apresuraría a poner en línea sus contenidos, en condiciones mejores que lo que suele ocurrir con nuestros centros. Esperemos que lo que se ha pagado sea un precio “de mercado”, porque, total, la Balcells podía haberlo regalado, y porque hay por ahí editoriales históricas cuyos archivos han desaparecido (¿dónde está el de Espasa, o el de Gredos, por ejemplo?), y que se habrían podido conseguir gratis. Pero un archivo no es una acumulación de papeles: es necesario personal y procesos de catalogación y puesta a disposición del público. Se afirma que, este “fondo podría convertirse, en un futuro, en un centro nacional dedicado a la creación, la edición y la industria editorial“. Obsérvese el condicional de podría: cuándo podría, con qué dotación. Ojalá llegue a existir, aunque, insisto, puede que para cuando lo hayan hecho, haya desparecido todo resto de los archivos de las editoriales históricas. Y, por cierto, ¿qué pasa con el Archivo de Preservación Digital que también prometió el Ministerio?

Se ha jaleado mucho el número de premios nobel que encierra: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre o Camilo José Cela. Pero me da la impresión de que sus materiales (cartas, borradores, etc.) no podrán ser hechos públicos más que negociando con elos o sus herederos… ¿tal vez a través de su agente? ¿O en el precio de compra se incluye el derecho de difusión pública? Y por último, el archivo parece que redicará en Alcalá de Henares, que “no en vano es la cuna de Cervantes”, como dice el Director General del Libro. No sé: también podría radicar en Valladolid, dado que por ahí pasa el Pisuerga…

Pero dada la unanimidad satisfecha con la que se ha jaleado esta compra y sus circunstancias, creo que mis reservas sólo son fruto del estado obnubilado que producen las fiestas.

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“Pensé que mi trabajo consistiría en leer libros”

10 noviembre 2010 9:09

Un amigo editor, recién fichado por uno de esos megagrupos que conciben la publicación de libros como una expendiduría de churros, me confesaba hace algunos años sus perplejidades: “Es algo alucinante. Nos pasamos el día entero reunidos. Primero una reunión con los responsables del marketing, para diseñar la estrategia publicitaria del inminente best-seller. Después, una reunión con los distribuidores, a quienes tratamos de convencer de que ese best-seller va a ser la caraba. Tras un pequeño refrigerio, nos reunimos con los comerciales, explicándoles los trampantojos y embelecos que deben emplear para camelar a los libreros y colarles el bodrio en cuestión. Hacia el final de la mañana, el jefazo nos convoca en su despacho, para que le rindamos cuentas sobre lo acaecido en las anteriores reuniones. Y así un día tras otro. A la semana siguiente publicamos otro best-seller y se repiten las mismas reuniones, en las que se vuelven a diseñar las mismas estratagemas archisabidas. Lo más chocante es que mis compañeros se comportan como si todo les pillase de nuevas, como si fuera la primera vez que pronuncian esas palabras gastadas que repiten por enésima vez. Acatan con una naturalidad pasmosa su condición de peones en una representación ritual, e incluso han llegado a desarrollar un hábil virtuosismo, consistente en remolonear por los pasillos, entre reunión y reunión, para no tener que pisar los despachos. Cuando me ficharon, pensé que mi trabajo consistiría en leer libros y proponer la publicación de los que hallara más interesantes; ahora he comprendido que esa labor se deja en manos de las agentes que nos venden sus maulas, o de las dotes adivinatorias de mis subalternos. Mi cometido consiste, pura y simplemente, en reunirme. Y ahora me disculparás, porque tengo que asistir a una convención de editores. Mi vida, chico, parece una novela de Kafka, pero en versión gilipollas”.

(Juan Manuel de Prada, 2002)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

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La llegada de Google Editions

13 septiembre 2010 9:09

La mayor revolución en el mundo del libro digital aún no ha llegado, dicho sea para desazón de mucha gente del mundo del libro, y alborozo de periodistas.

Muy pronto Google Editions (del que ya hemos hablado extensamente, o todo lo extensamente que se puede hablar de algo que aún no se ha lanzado al público) va a abrir sus puertas.

Se tratará de un servicio que servirá de mayorista para que distintas webs, de libreros o editores, vendan obras, pero que también las suministrará directamente al público.

Como decía Peter Osnos en The Atlantic,  Google ya ha hecho acuerdos con 35.000 editores, entre ellos (me consta) algunos en lengua española, por millones de libros. Su opción será suministrar obras que podran ser leídas en toda una variedad de aparatos, incluidos telefonos avanzados, tablets y demás (frente a los formatos cautivos, que sólo se pueden leer en un dispositivo). Los libros no se bajarán como archivos, sino que estarán “en la nube”, y se borrarán del dispositivo lector cuando la conexión se interrumpa, con lo cual al menos en teoría no habrá copia no autorizada (aunque las mentes más preclaras del Lado Oscuro se apresurarán a intentarlo… y conseguirlo).

La situación será revolucionaria, de entrada para los usuarios, que tendrán ocasión de practicar una compra y acceso al libro mucho más sencilla que con los sistemas ahora vigentes. La situación venía siendo paradójica: a mayor facilidad para el lector (que venía dada por plataformas cerradas como el Kindle o el iTunes de Apple), mayores cortapisas para el editor, sometido a las condiciones muchas veces abusivas de sus distribuidores electrónicos. Ahora será posible, al menos en teoría, que editores menores o libreros gocen de una situación más igualitaria frente a los actores dominantes.

Dos elementos más indican que el cambio es potencialmente revolucionario. La edición de un libro en Google Editions no será  equivalente a  la de la misma obra vendida como un archivo: equivaldrá más bien a otra modalidad de edición, que por lo tanto puede ser objeto de un nuevo contrato (igual que la edición de club o de bolsillo de un mismo libro, para entendernos). Esto significa que  los autores cuyos agentes hayan vendido las ediciones digital a sus mismos editores en papel tienen ahora otra oportunidad: vender los derechos de explotación “en la nube”, quizás con mejores perspectivas.

Y otra cuestión: Google puede aportar aquí otro aspecto que está siendo mal gestionado: los derechos territoriales de los libros. Según la legislación vigente (absurda en el mundo digital, pero vigente al fin y al cabo), un determinado editor tiene licencia para vender una obra en una determinada lengua, y en ciertos países (por ejemplo: derecho en español para España). La venta de libros electrónicos como archivos, en webs de editores o librerías, no puede discriminar eficazmente la procedencia de una compra, con lo que, si no me equivoco, el contrato de edición puede ser incumplido. Las tecnologías que usa Google permitirían regular este aspecto.

 Vamos a ver en seguida cosas muy curiosas…

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Libranda se acerca: ¿qué hay para los autores?

13 mayo 2010 9:09

Extractos de la noticia en  Público:

la plataforma de distribución digital liderada por Planeta, Santillana y Mondadori estará lista para la próxima Feria del Libro, que se celebra en Madrid en dos semanas. Ayer, estos grupos editoriales presentaron a la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) el proyecto, que ya tiene nombre: Libranda.

Como ya se sabía, esta gran iniciativa digital reunirá el mayor catálogo de literatura en castellano y catalán gracias a la alianza de los principales grupos editoriales de España: Planeta, Santillana, Random House Mondadori, SM, Wolters Kluwer, Edicions 62 y Roca Editorial,

el precio de estos e-book será de un 30% menos que en papel.

Según pudo saber este periódico, el porcentaje de derechos de autor se ha negociado en torno al 20% del precio de venta. En papel es del 10%.

Otro asunto que estaba pendiente de resolver es el préstamo entre lectores. La plataforma liderada por Planeta, Mondadori y Santillana ha delimitado que se puedan hacer hasta seis copias. Es decir, el usuario que compre un título podrá prestarlo hasta seis veces, aunque no será posible una redistribución. El usuario que haya recibido un e-book en préstamo no podrá prestarlo después.

La importancia de esta plataforma es evidente, por agrupar una parte considerable de la oferta editorial. ¿Bastará esa reducción de precio del 30% para animar a comprar un libro del que uno no acaba de ser pleno poseedor (véase la política de préstamos)? Y respecto a los derechos de autor, por lo que voy viendo los agentes están cediendo los derechos digitales sólo a los editores de la obra en papel, de modo que en la práctica el autor está encadenado. Sí: los derechos serán el doble que los de la obra en librerías, pero a cambio no están dándose anticipos. Esto último es un claro motivo de preocupación: como autor digital sólo puedo editar con mi editor en papel, y además mi editor no tendrá el sano acicate que supone haber desembolsado una cantidad a cuenta de futuras ventas…

Por otra parte, y por lo que parece, los derechos digitales están vendiéndose con las mismas limitaciones lingüístico-territoriales que los de papel (en español para España, por ejemplo), en un claro calco de lo que ocurre en el mundo analógico. ¡Por favor…!

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Localización de titulares

13 julio 2009 14:14

La asociación privada CEDRO, que (entre otras funciones) recauda y distribuye el canon de las fotocopiadoras, ha iniciado un nuevo servicio: la localización de titulares de derechos de autor:

CEDRO pone en contacto a un usuario con el titular de derechos de cualquier lugar del mundo que necesite encontrar.

Este servicio facilita, por ejemplo, que una editorial pueda comunicarse con un titular de derechos de autor que desea localizar con el fin de publicar su obra o que una organización contacte con un escritor para invitarle a unas jornadas.

Bien se ve que vienen tiempos duros. Hasta ahora la función de localización de un derechohabiente, con cualquier fin, la ejercían los agentes…

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