La mayoría de las obras para e-books hoy en día van a parar al formato ePub, que es redimensionable en cuanto al tamaño o cuerpo de la letra y cuyas líneas pueden “fluir” en los distintos tamaños de pantalla. El DRM o protección anticopia es independiente del formato, y los distintos distribuidores de e-books en ePub lo pueden añadir a sus archivos.
El ePub es un estándar mantenido por el International Digital Publishing Forum (IDPF), que es una asociación de la que forman parte numerosas empresas e instituciones, desde gigantes como Google o Microsoft hasta otras más pequeñas. Los miembros son sobre todo de países anglosajones, aunque hay alguno francés, y uno solo español, Santillana en Red.
El formato plantea algunos problemas en general, y otros concretos para el español (agradezco a Nuria Villagrasa Valdivieso que me hablar por primera vez de este asunto). Desde el punto de vista de la ortotipografia de nuestra lengua, las rayas o guiones largos que se usan a modo de paréntesis o en los diálogos (y que deben permanecer pegados a la palabra a la que preceden o a la que siguen), se separan cuando se encuentran al final de línea. Véase la ilustración de arriba.
La poesía o el teatro plantean también numerosos problemas en un formato planteado para texto seguido que fluye: sangrados, estrofas, versos repartidos entre dos personajes…
La acción respecto a este formato, auténtico estándar de la publicación digital, debe ser doble: intervenir en la modificación del formato para que respete las peculiaridades tipográficas de nuestra lengua, y trabajar para adaptar los géneros más complejos tipográficamente a sus limitaciones. ¿Saben nuestros lectores de alguna editorial o institución que esté trabajando en ello?
El problema es que muchos libros impresos ya están pasando a formatos electrónicos (y conocemos las dificultades que eso conlleva), mientras que otros están editándose en paralelo para papel y para e-book. Mi segunda pregunta para nuestros activos lectores: ¿se está impartiendo en algún lado la formación que permitiría a los antiguos correctores/redactores supervisar la calidad de un libro electrónico?