“Una letra o palabra equivocadas”

15 junio 2011 9:09

Ley de Dilling: siempre que una letra o palabra equivocadas puedan cambiar el sentido de una frase, el error se producirá en la dirección que cause más desconcierto.

(Arthur Bloch, 1999)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

Todo libro tiene, al menos, dos lectores

18 mayo 2011 9:09

Se supone que todo libro tiene, al menos, dos lectores: el que lo escribe y el corrector de pruebas. Pero no pasa de ser una suposición.

(Héctor Yánover, 1994)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

El preparador de originales

10 mayo 2011 9:09

Pierre Assouline publica en su blog un post sobre la “Neurosis del corrector“, saludando la aparición de un libro anónimo, Souvenirs de la maison des mots, escrito por un “correcteur d’édition […] aussi appelé préparateur de copie”, lo que nosotros llamaríamos un “preparador de originales” (o así se decía en la época en que yo estaba en ese mundo). El libro parte de esta constatación:

La importancia creciente, incluso inmensa, que recientemente ha tomado el corrector es directamente proporcional al declive absoluto del autor y del negro.

El autor vela su pertenencia a una casa editorial, aunque por los ejemplos que aporta se le puede relacionar con Grasset. Por algunas observaciones se entiende que preserve el anonimato:

Durante mucho tiempo he sido corrector. No recuerdo haber leído en todos estos años un solo libro realmente apasionante. Cuando una obra me parecía lo suficientemente digna de admiración, nunca he oído hablar de ella en la prensa.

En fin, Assouline reflexiona sobre las aportaciones de los preparadores de originales a numerosos escritores, y acaba pidiendo que su nombre figure al lado del del impresor…

Feliz Día del Libro

23 abril 2011 9:09

En conmemoración del Día del Libro,
ofrecemos a nuestros lectores la edición en PDF
del conjunto de artículos sobre corrección de pruebas
(y diversas cuestiones tipográficas)
publicados por El Averiguador Universal
en los meses de julio y agosto de 1880.
La edición ha sido posible gracias a la colaboración de nuestros lectores.

NOTA: la edición que ofrezco puede ser mejorada por cualquiera
que lo desee, y se puede distribuir sin más límites
que los que marca su licencia (que debe siempre figurar en cualquier ejemplar).

El Averiguador y la corrección de pruebas

08 abril 2011 9:09

Me había quedado  sumergido en la cuestión tras publicar un post sobre la historia de los signos de corrección, cuando por pura serendipia (porque buscaba otra cosa) me topé con un bonito conjunto de datos.

El Averiguador fue una de las mejores iniciativas de revistas del siglo XIX. He contado su historia en un antiquísimo artículo. Reproduzco su comienzo:

En el año 1868 apareció en Madrid la revista El Averiguador, que más tarde pasaría a llamarse El Averiguador Universal. Su publicación sufrió varias interrupciones y —tras los respectivos eclipses— reapareció en los años 1871, 1876 y 1879 (tuvo también una tardía Quinta época en 1954). Su director durante mucho tiempo fue el presbítero José María Sbarbi.

¿Qué era el Averiguador? Sencillamente, una recopilación de correspondencia entre “curiosos, literatos, anticuarios, etc., etc.”, junto con una “revista […] de documentos y noticias interesantes”. Obsérvese de entrada lo amplio del universo de la publicación, representada en el doble “etc.” de los destinatarios y en el vago concepto de “interesante”, como única identificación de los contenidos. Pero precisamente esta era su virtud: ser un punto de encuentro entre gente con intereses muy diversos.

Pues bien, en el Año Segundo, número 37, de 15 de julio de 1880, págs. 199-201, figuraba un artículo titulado “Corrección de pruebas”, firmado por M. Ossorio y Bernard, que empezaba así:

Entre los factores indispensables del mundo literario, ningúno tan poco apreciado generalmente como el corrector de pruebas, cuyos inestimables servicios debieran proclamarse diariamente para que, siendo conocidos, pudieran ser debidamente recompensados.

En el número 39, del 15 de agosto de 1880 (que se abría con la esquela de Juan Eugenio Hartzenbusch), págs. 233-236, Alejandro Gómez Fuentenebro contestaba: “Más sobre correccion de pruebas”. Y en el número 40, del 31 de agosto de 1880 (que se abría con la “Advertencia” de que “no se sirven los pedidos [de la revista] sin anticipar el importe”), págs. 247-253, aparecía del mismo una “Explicación de los signos empleados para la corrección de pruebas; y reglas de buen gusto tipográfico que deberán tener presentes los correctores”.

Pues bien, quien quiera ver cómo se desenvolvió el diálogo, y las enseñanzas que se desprenden para el oficio de corrector, puede leer los artículos íntegramente. En vista de que mi ejemplar del Averiguador se está deshaciendo, no he podido escanearlos, sino sólo hacer unas fotos, que he subido a Flickr (al final del post van las direcciones) .

Pero además se me ha ocurrido que tal vez alguien, o mejor dicho álguienes, con medios de OCR (o con ganas de teclear) podría colaborar para transcribirlos. No tengo que contar a mis lectores cuánto más útil es disponer del texto electrónico que de la imagen de unas páginas. He creado un wiki para la transcripción (quien quiera usarlo deberá registrarse). Si logramos acabarlo, haré una edición digital de lujo de los artículos que, como todo lo que se cuelga en este sitio web, podrá reproducirse.

En fin; aquí están las páginas:

“Corrección de pruebas”, por M. Ossorio y Bernard:

Pág. 199: Entre los factores indispensables del mundo literario, ningúno tan poco apreciado generalmente como el corrector de pruebas, cuyos inestimables servicios debieran proclamarse diariamente para que, siendo conocidos, pudieran ser debida-
Págs. 200-1

“Más sobre correccion de pruebas”, por Alejandro Gómez Fuentenebro

Pág. 233
Pág. 234
Pág. 235
Pág. 236

“Explicación de los signos empleados para la corrección de pruebas…”, por Alejandro Gómez Fuentenebro

Pág. 247
Pág. 248
Pág. 249
Pág. 250
Pág. 251
Pág. 252
Pág. 253

“Mirar todo el tiempo tan fijamente aquellas letras negras”

09 marzo 2011 9:09

Los que se quedan sentados y trabajan con las manos se ven amenazados por otra desgracia al tener que fijar los ojos continuamente en aquellas letras negras, pues poco a poco contraen debilidad de la visión, y cuando sus ojos no son muy fuertes son afectados, para empezar, por mala visión, irritaciones y otras enfermedades de los ojos […]. Recuerdo que en una ocasión, después de haber estado sentado unas cuatro horas con mi impresor para corregir las pruebas de una de mis obras, más tarde, cuando había salido de la imprenta, aún flotaban delante de mis ojos las imágenes de aquellos pequeños mecanismos a los que había mirado tan intensamente, e incluso durante la noche me parecía verlos. Por tanto, a causa de mirar todo el tiempo tan fijamente aquellas letras negras mientras los hombres componen o distribuyen los tipos, el tono de las membranas y de las fibras del ojo se debilita seriamente, en especial la pupila; de ahí que no sea extraño que sufran de enfermedades de los ojos.

(Bernardino Ramazzini, 1700)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

Historia de los signos de corrección de pruebas

08 marzo 2011 9:09

En los Cahiers GUTenberg hay un artículo de Jacques André: Petite histoire des signes de corrections typographique. Lo he visto en el nuevo blog De Editione de Silvia Senz.

El pequeño recorrido por fuentes básicamente francesas (desde los signos ad hoc de creadores como Balzac hasta la estandarización) me he hecho añorar la existencia de datos similares para la edición española. Tal vez nuestros lectores lo sepan: ¿existe algún estudio sobre el tema?

50 años (o así) de oficio editorial

22 febrero 2011 9:09

En el 2009 se festejó el cincuentenario de Anaya, y me pidieron una contribución al volumen colectivo El libro del 50. Así nació el texto “50 años (o así) de oficio editorial”:

Mi edad no me permite, francamente, tener cincuenta años de experiencia editorial, pero ustedes me disculparán la licencia… Allá por 1974, siendo todavía estudiante de la Facultad, hice mi primera traducción, precisamente para el Grupo Anaya. Gustavo Domínguez (que había sido mi profesor), me encomendó la versión española de Las lenguas y su enseñanza, de W.A. Bennett para Cátedra.

Y esa fue mi puerta de entrada en la edición. El primer contacto fructificó en otras traducciones y a partir de ahí —y salvados el inevitable remate de mi carrera y el casi más inevitable servicio militar— en 1977 empecé a trabajar en Editorial Fundamentos.

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ISBN: el cocktail de los datos sobre libros

24 enero 2011 9:09

Nuestros lectores habituales lo recordarán: hace algo más de tres años, Rafael Martínez Alés daba la voz de alarma acerca de la posible fragmentación del registro del ISBN en España. Pues bien, el ISBN, que venía estando regulado por el Ministerio de Cultura, ha pasado ya a manos de la Federacion de Gremios de Editores. Esto impedirá la división de la base de datos, pero por otro lado representa una privatización, como ha explicado muy bien Elvira Huelbes. Durante un periodo de transición que puede durar un año la base de datos consultable de ISBNs seguirá siendo la del Ministerio.

Es bien sabido que el ISBN es un identificador estándar e internacional (las siglas corresponden a International Standard Book Number) que se asigna a cada edición diferente de una obra que está en el circuito de venta, ya sea en una librería o en la web. En la versión en papel, el ISBN figura como un código de barras.

Para conocer algunas de sus repercusiones de la privatización hemos hablado con el Director de la nueva agencia del ISBN, Miguel Jiménez. A diferencia de la gratuidad anterior, ahora dar de alta un ISBN costará dinero, “aunque menos, o incluso mucho menos, que en cualquiera de los países similares al nuestro”. Las tarifas definitivas aún no han sido aprobadas, pero sí que parece que rondarán los 3 euros por ISBN, en una escala que irá abaratando el precio de quienes más ISBNs compren: en grandes cantidades, pueden llegar a salir a 30 céntimos de euro la unidad. Las pequeñas editoriales, por tanto, serán las más gravadas.

Los autores-editores, las personas que utilizan por ejemplo los servicios de una empresa como Lulu para hacerse sus propios libros, deben obtener un ISBN sólo si quieren que su obra esté a la venta por los canales habituales. Las empresas de impresión bajo demanda a veces prestan también el servicio de conseguir un ISBN, cobrándolo. Estos autores-editores serán claramente los más perjudicados en la nueva situación española, porque se les puede llegar a cobrar 10 veces más que los editores profesionales, por el hecho de que “registrar el ISBN de un autor-editor puede ser tan trabajoso, o más, que procesar los que presente un editor normal”.

Hay que recordar que el ISBN hoy no es un trámite obligatorio, salvo que se quiera llevar el libro a las librerías, físicas o virtuales. En teoría, una obra que no va a pasar por el circuito abierto de venta (por ejemplo, un libro a la venta sólo en la web de su editor, ya sea en papel o en edición digital), no requeriría ISBN, señala Jiménez. El trámite tampoco protege la propiedad intelectual. La sección “Qué no es el ISBN” de la web de la agencia aclara todos estos extremos.

Normalmente, las bases de datos de ISBN además de información sobre autor, título, editor, etc., tienen también otras informaciones, como lengua de origen (en el caso de las traducciones), o la materia. Ya expusimos en su día la importancia de la clasificación por materias, así como el hecho de que DILVE, la joven base de datos de libros en venta, auspiciada por los editores, ha elegido el sistema BIC. ¿Qué va a hacer en este aspecto el ISBN? Dejará de lado, dice Miguel Jiménez, la CDU que venía usando, y utilizará también BIC.

El hecho de decantarse por un sistema mejor de clasificación no es una garantía por sí solo: quienes asignan la materia son los editores, y si ellos no lo hacen bien, el libro quedará mal encuadrado. Y la experiencia demuestra que las editoriales, en las que no hay por lo general documentalistas ni personas que puedan cumplir su papel, delegan esta fina tarea en el último becario. Si para una novela perecedera esta cuestión puede no afectar mucho a las ventas, para libros científicos, de ensayo o de enseñanza la mala visibilidad en las bases de datos de materias puede ser todo un handicap. En el caso de los libros electrónicos, de la calidad de los metadatos dependerá su adecuada inserción en el ecosistema informativo.

El mencionado DILVE es una base de datos que impulsaron los editores como complemento al ISBN (que gestionaba el Ministerio): éste recogía todos los libros editados, aunque estuvieran agotados, y el DILVE las obras efectivamente a la venta que añadieran, de forma voluntaria, sólo los editores agremiados (que son la mayoría, pero no todos). Por otra parte esta base de datos de libros en venta contiene no sólo los datos bibliográficos, sino también cubiertas, solapas, capítulos de muestra, y otros elementos orientados a informar mejor al posible comprador. DILVE ha tenido desde su creación un buen desarrollo: a estas alturas gestiona casi 290.000 libros. ¿Habrá entonces dos sistemas prácticamente con los mismos objetivos y contenidos? Opina Miguel Jiménez: “ISBN y DILVE deben ir convergiendo”. DILVE ya tiene una pasarela con el ISBN, .

Pero esto no es todo: los libreros (que parecen hacer rancho aparte , o tal vez son los editores quienes lo hacen respecto a los libreros: nunca se sabe) tienen su CEGAL en Red, que reúne datos de ISBN, de DILVE y de otras fuentes.

¿Acaba aquí la proliferación de almacenes de prácticamente los mismos elementos? No, por cierto: de nueva creación es el ISTC (International Standard Text Code), un identificador de la “obra”, al que luego habría que ligar las “manifestaciones” de la misma, sea una edición en tapa dura o un archivo ePub. De extenderse su uso, habría obras con un código ISTC, localizables fácilmente en una base de datos común, que luego enlazaría con todas y cada una de las versiones en libro o en archivo digital.

Hablando de esto, ¿y los libros digitales? Ya en el 2005 la Agencia Internacional señaló que cada edición electrónica diferente debe tener también su propio ISBN. La Agencia Internacional del ISBN ha emitido un conjunto de directrices y Preguntas Frecuentes “para ayudar a las agencias nacionales de ISBN, editores, intermediarios y otras partes interesadas en la identificación apropiada de medios digitales, incluyendo ‘aplicaciones’ [los programas que permiten leer obras en [teléfonos avanzados, de Apple y otras marcas 16.02.2011]]”. En resumen: sigue habiendo la necesidad de tener un ISBN diferente para cada archivo en un formato distinto, más además, si un mismo formato presenta dos DRMs distintos (llamados extrañamente en la traducción GDD, por “gestión de derechos digitales”), cada uno de ellos debe tener su propio ISBN. ¿Acaba aquí la cosa? Tampoco… Si uno quiere distribuir capítulos o partes separadas de un libro (algo que en la edición científico-técnica es mucho más frecuente que en las novelas…) cada una de ellas debe tener su ISBN propio. Un manual sobre programación, por ejemplo, que constara de diez capítulos y que se quisiera explotar en dos formatos, en dos mercados diferentes bajo restricciones de uso (DRM) distintas, y con venta de capítulos independiente podría llegar a acumular 44 ISBNs, si he contado bien.

Pero (dirán algunos) ¿no existía el DOI, Digital Object Identifier precisamente para eso? Bueno: el identificador DOI (que lleva dando vueltas por ahí al menos desde hace catorce años; ) resulta que se puede integrar también en la cadena de caracteres del ISBN.

Editores, libreros, gestores ministeriales que dejan de serlo, estándares internacionales, supraestándares internacionales, estándares para obras digitales, fabricantes de formatos para e-book, fabricantes de medidas anticopia… Agítese y sírvase con una aceituna. ¿Será el ISBN el vaso que contenga todo?

Enfermedades de transmisión textual

21 enero 2011 9:09


“Ejecución a garrote, 1901”, Underwood & Underwood
(Library of Congress) [Public domain], via Wikimedia Commons

La transmisión de textos tiene en la Web un terreno abonado, y es curioso que aquí se repitan muchos de los problemas que se planteaban en la transmisión manuscrita. Sin ir más lejos la lectio facilior:  la persona que copia o transcribe un texto no entiende una expresión, y la interpreta como otra que le resulta más familiar. En el blog de al lado hemos explorado algunos ejemplos de este fenómeno en la literatura y en la vida diaria.

Pero donde he encontrado muchos de estos casos es en un género muy vivo en la Red: los sitios de letras de canciones. La verdad es que son algo muy útil: si sólo recordamos de una determinada canción unas pocas palabras, basta guglearlas para acceder a una página donde consta su título, texto íntegro, cantante o compositor, etc.

Hay numerosos sitios que se dedican a este menester de recopilar letras. Las sacan de cualquier fuente y, entre otros procedimientos, a veces tienen que transcribir a partir de la grabación. No hay que pedir mucho en acentos ni puntuación, ni a veces en ortografía; pero en ocasiones hay problemas peores. Así, podemos leer en el sitio Quedeletras los siguientes, y asombrosos, versos de Joaquín Sabina Javier Krahe en “La hoguera” (en el video del enlace la canción empieza en el minuto 3):

Y sé que iba de maravilla
nuestro castizo Garrote Bill
para ajustarle la bolilla
al pescuezo más incivil.

¡Nefasta influencia de la cultura anglosajona! El garrote es uno de los inventos españoles más característicos (hasta el extremo de que su nombre ha pasado en préstamo a otras lenguas, como siesta y fiesta) . ¡Y aquí se interpreta con una especie de nombre de un personaje de película americana de serie B! En cuanto a lo de tomar la bolilla por la golilla…, bueno, a qualquiera puede pasarle. Por suerte, muchos de estos sitios permiten comentarios de los lectores, que pueden corregir los errores… si les hacen caso. Dos usuarios dieron la voz de alarma, respectivamente hace un año y casi dos, aunque su sensato aviso no ha tenido efecto, por el momento, sobre la corrección de la letra:

Nick: juanurali  Fecha: 21-02-2010
13376) Coincido con guillermito sobre lo del Garrote Vil y he mandado la modificación. Además, creo que no es -ajustarle la “bolilla”- sino la “golilla”. Creo que es una forma de llamar al cuello.

Nick: guillermito  Fecha: 05-04-2009
10293) No es: “castizo Garrote Bill”. es: castizo “Garrote Vil” El Garrote Vil era un método de tortura y ejecución en la antigua España. http://es.wikipedia.org/wiki/Garrote_vil