«El sector editorial español tiene debilidades estructurales»

09 mayo 2013 10:10

En la revista de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas, nº 26, Rosa de Bustos me hace una entrevista (PDF del número completo de la revista) . La reproduzco a continuación, tal y como la contesté :

P. Publicaba El País que 7 de los 10 libros más vendidos por Amazon en su primer año en España son autoeditados. ¿Qué lectura deberían hacer los editores tradicionales de estas cifras?

R. La desintermediación en el sector editorial es una recurrente profecía de los tiempos digitales. La cuestión de la autoedición tiene dos caras: desde el punto de vista de los autores, carga sobre ellos una serie de funciones (edición, corrección, maquetación, incluso cubierta) que probablemente no estén preparados para hacer. El resultado pueden ser incontables horas perdidas, tras las muchas dedicadas a la pura escritura, para luego llegar a un resultado muchas veces de poca calidad. Claro, que parte del negocio que hacen editoriales o distribuidoras que acogen proyectos autoeditados puede ser la asesoría en estas tareas, o incluso que el autor se las subcontrate. Otro aspecto que puede interesar a un gran distribuidor/vendedor como Amazon es detectar antes que nadie, y en su propio terreno, qué autores nuevos, autoeditados, tienen posibilidades de entrar en el mainstream, y adelantarse a contratarlos en condiciones “normales”.

P. El porcentaje que se llevan los autores es hasta un 70 por 100, frente al 10 por 100 en la edición tradicional.

R. La parte de derechos que percibe el autor ha ido históricamente de la mano de la disponibilidad comercial de su obra. En el XVIII, cuando se leía en una obra “véndese en Madrid, en la librería tal y en Toledo en la librería cual” los derechos estaban ya por el 70 u 80 %. Si quieres que tu libro se encuentre físicamente en toda la península, disminuirán tus derechos. Pero por un libro digital que te has hecho tú, y que sólo se vende en un distribuidor por línea te pueden pagar el 70% perfectamente.

P. Dicen que Amazón, Google y Apple controlan ya el comercio del libro y que están fagocitando a las pequeñas editoriales y librerías. ¿Cómo debemos interpretar entonces el hecho de que en España se crearan 583 nuevas editoriales en 2011 y 535 en 2012, según datos del ISBN?

R. La edición tiene pocas “barreras de entrada”, como se suele decir. Es decir: no exige un capital grande, ni locales especiales… Una editorial puede nacer en el cuarto de estar de una casa. Además, es un tipo de actividad que sigue siendo de prestigio, curiosamente, por lo que no es extraño que sigan apareciendo nuevos actores. A ello podemos añadir lo que llamaría “efecto lotería”, que se da en edición como en pocos negocios. Uno puede ser editor de un libro sobre las andanzas de un niño mago, o de cincuenta variantes de un porno soft, y de repente ver cómo se convierten en una mina de oro… Eso no ocurre en otros negocios.

P. En España, el sector del libro aporta el 1 por 100 del PIB. ¿Se están tomando las medidas políticas y empresariales para que la industria editorial siga siendo una de las más importantes del país?

R. La verdad es que la edición española está en un momento malo, por el descenso del consumo, los cierres de librerías, las dificultades para entrar en una edición digital competitiva, como consecuencia del IVA, y de los obstáculos que aún están poniendo ciertos autores y agentes literarios…

P. ¿Cuáles son, a su modo de ver, los problemas propios de la edición española?

R. El sector editorial español tiene debilidades estructurales en la distribución y comercialización. Es un sector con unas carencias terribles en el terreno de los datos, de la información: el editor carece de información granular sobre lo que pasa con sus obras, y de esa manera solo puede avanzar a tientas. Pero a nivel de subsectores da la impresión de que ocurre lo mismo: las asociaciones de libreros tienen malos datos, los gremios de editores, también. Esto no se compensa con los comentarios de los lectores que el editor recoja en su sitio en Facebook, ni con que subcontrate a un gabinete de medios para llevar su cuenta de Twitter… Así no se puede seguir, porque las disfunciones del sistema acrecientan los problemas que pueda haber a nivel macroeconómico, y además tienen efectos multiplicadores: pienso en el círculo vicioso sobreproducción editorial / cierres de librerías / crisis del consumo, por ejemplo. Y otras cuestiones pendientes, como el mercado americano, al que hay que considerar más como un área con clientela a la que servir, y menos como un lugar donde enviar los excedentes. O la todavía más pendiente cuestión de editar en inglés, traducciones de la ficción local u obras científico-técnicas…

P. Le he escuchado decir, parafraseando a Kevil Kelly, que los editores temen a la piratería pero que los autores temen, sobre todo, a la oscuridad. ¿No es el nuevo paradigma digital el escenario ideal para la edición científica que ahora puede situarse en igualdad de condiciones en la Red?

R. Resulta difícil hablar hoy a favor de la edición universitaria, en un momento en el que hasta la misma misión de la universidad parece estar en entredicho, y en el que se pretende que solo se deben tener titulaciones que den beneficios (inmediatos), o que respondan a los intereses de las empresas. Pero tengo claro que la universidad debe estar para investigar en muchas áreas, incluidas de humanidades, en las que no se ven beneficios a corto plazo. Permítaseme a este respecto citar un artículo que escribí con Susana Narotzky hace ya diez años, pero que se puede suscribir íntegro: “¿Qué aprender?” http://jamillan.com/qaprender.htm

P. Usted defiende la existencia de las editoriales universitarias aunque estas tengan pérdidas, por el servicio que ofrecen a las comunidades universitarias y a la sociedad. ¿Qué consejos les daría en estos momentos de crisis económica, de continuos cambios tecnológicos y de búsqueda de los grandes grupos por nuevos mercados?

R. Fruto de la investigación universitaria, surgirán determinadas obras que ninguna editorial comercial puede proponerse editar, y que sin embargo merecen estar puestas a disposición de la comunidad de investigadores. Otra cosa es que se pueda, y se deban, minimizar los costes apelando a las posibilidades que hoy se ofrecen: desde la impresión bajo demanda hasta la edición puramente digital, con una sólida estructura de información y promoción por línea. Y por supuesto, recordando siempre que una unión de editores, en el terreno que sea, es siempre más fuerte que acciones aisladas.

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Una máquina POD en cada esquina

06 noviembre 2012 13:13

Paperight (@paperight) es una empresa sudafricana que ha desarrollado un sistema para convertir cualquier negocio de fotocopia o impresión en un punto de edición bajo pedido (o print on demand, POD).

Paperight gestiona una base de datos de obras digitalizadas por acuerdo con sus editores, y las suministra al comprador final, pagando una tarifa al propietario.

La diferencia fundamental con otros sistemas de POD es que no exigen una maquinaria especial, y con frecuencia costosa, sino que hacen uso de las impresoras y fotocopiadoras normales (se supone que la encuadernación la proporciona el vendedor por sus medios propios). Esto hace que no sólo sea un sistema disponible para establecimientos cara al público, sino también para instituciones que, como escuelas o universidades, tienen una demanda interna.

Esta iniciativa forma parte de una tendencia general a utilizar la interfaz que proporciona la estructura de comercio ya existente para proporcionar servicios al público por parte de empresas digitales. Véase, por ejemplo, cómo Amazon está empezando a usar cadenas de tiendas para sus entregas.

 

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En una mirada atrás

30 marzo 2012 9:09

#editorial

Lea el final del post sobre la génesis de este texto

En una mirada atrás

Había soñado con un mundo en el que cualquier libro, editado en cualquier momento, pudiera estar disponible en cualquier lugar; en el que se mantuviera la justa retribución de autores y editores, pero abriendo sin cortapisas la difusión de las obras en el dominio público o las que sus autores quisieran legar al futuro. Un mundo en el que los libros fueran arquetipos platónicos que se encarnaran en tiradas, en impresos bajo demanda, en dispositivos dedicados o en aparatos de amplio espectro, bajo la forma más conveniente para el lector. Un mundo en el que los libros se consiguieran en las librerías, llegaran por correo, bajaran del éter a nuestros aparatos, o se retiraran calientes, recién hechos, de distintos establecimientos (empezando por las librerías). Un mundo en el que la cultura fluyera y la tecnología permitiera el diálogo lectores/autor, el de editor/lectores y el de lectores entre sí. Un mundo en el que autores y editores tuvieran, y compartieran, completa información sobre el destino de sus libros. Un mundo en el que se pudieran crear y difundir libros hechos a la medida de una persona o de un colectivo, para sus propósitos particulares. Un mundo en el que la producción editorial de cualquier país en español se difundiera sin fronteras entre los países hispanohablantes, y en el que en general cualquier obra creada en cualquier país pudiera llegar a cualquier parte. Un mundo en el que las propuestas editoriales minoritarias encontraran su nicho. Un mundo en el que los autores pudieran escoger contactar directamente con su público y en el que el público pudiera en ese caso recompensar directamente al autor. Un mundo en el que nuevos agentes de recomendación y filtrado guiaran a un público ávido entre una oferta cada vez más rica.

Había soñado un mundo así, y creí que la digitalización del proceso editorial podría proporcionarlo: la digitalización de las obras, claro, pero también la de los mecanismos que las llevan hasta el público. Por creerlo así, desde el lejano comienzo de mi sitio web me dediqué a explorar esos temas, y por eso desde hace ya once años fui sistematizando mis indagaciones en un blog.

Se habían previsto problemas en ese proceso, claro, y todos y cada uno fueron haciendo su entrada: irrupción de poderosos agentes de fuera del sector editorial español, lenta y escasa adaptación de los operadores locales a una revolución digital ajena, mantenimiento de las fronteras para las obras, barreras a la comunicación de libros entre los lectores, digitalizaciones reprivatizadoras de obras en el dominio público por parte de la Administración, dispositivos que encadenan las obras compradas, nuevos canales cuasimonopolísticos de adquisición y lectura de libros…

Sería injusto no señalar igualmente que mientras tanto se ponían gratuitamente en la Red cientos de miles de obras, que aumentaban los sistemas de contacto entre lectores (mediante clubs de lectura y similares), que algunos autores y editores empezaban a gestionar bien la relación con su público…

Pero el saldo general no me parece satisfactorio, y tampoco me parecen positivas las tendencias que se apuntan, como la destrucción de un sistema que funcionaba, aunque imperfectamente (librerías, ciertas editoriales), para ser sustituidas por el ascenso de conglomerados prácticamente monopolísticos desde el punto de vista empresarial y tecnológico. Puede ser que estemos entre las convulsiones de una época que está alumbrando algo diferente, pero algunos rasgos de este nuevo mundo son más bien para echarnos a temblar.

Resulta que la Sargento Margaret de la Patrulla de salvación me pidió que respondiera a unas preguntas relacionadas con esto de la edición, y cualquiera se niega…

Bien: me negué. Al día siguiente, y con la certeza de ser obedecidos que tienen los que han cursado la carrera de armas, me indicó la conveniencia de deponer mi actitud. No quise un tercer aviso, y empuñé la pluma. No sé cómo, en vez de contestar a lo preguntado, me encontré recordando el estado de ánimo que me había llevado, hace ya años, a ocuparme de estas cosas. Y el texto que salió, de carrerilla, fue éste.

Ayer lo publicó la Patrulla, abriendo una serie bajo el sugestivo título de “La transición ¿lampedusiana? del libro”. Seguirán las respuestas al cuestionario que han dado mis colegas Silvano Gozzer (Anatomía de la edición), Arantxa Mellado (Actualidad Editorial) y Fernando García (Sin Tinta, El País).

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El sector del libro: retos y rutas

30 enero 2012 11:11

#editorial #librería

A los seguidores desde hace tiempo de los blogs de Manuel Gil (Antinomias libro) y Joaquín Rodríguez (Los futuros del libro), y sus intervenciones en la revista Trama y texturas, su obra conjunta El paradigma digital y sostenible del libro (Trama, 2011) no deparará muchas sorpresas. Pero no se trata aquí de sorprender, sino de sistematizar y asentar una reflexión que los autores vienen desgranando en post e intervenciones en distintos foros. Aquí han cristalizado en un discurso trabado y autocontenido, por más que se trate de una obra abierta y más llena de preguntas que de respuestas, como ya alerta la introducción. Muestra de la ambición de la obra es el hecho de que se reúnan bajo un mismo techo cuestiones referidas a una multiplicidad de actores del universo del libro: editoriales, pero también librerías, distribuidores y bibliotecas, edición científica, comercial y fanfic, libro nuevo y libro antiguo, impresión bajo demanda y ebook, como elementos todos íntimamente imbricados.

El punto de partida no es, y esto es importante señalarlo, un sector del libro (el español) sobre el que gravita la amenaza o la promesa de la digitalización, sino sencillamente un sector del libro que funciona mal, y a muchos niveles. Y precisamente sobre este sector es donde recae la necesidad o la conveniencia de una transición digital. La sobreproducción, las políticas comerciales débiles, que se manifiestan en el crecimiento de las devoluciones, la base lectora exigua, la debilidad del canal de librerías son los elementos de partida. A ello se une la falta de herramientas de análisis y aun de conocimiento del comportamiento del sector.

A lo largo de las páginas se agolpan las tareas pendientes, tanto hacia el sector tradicional como hacia el futuro (que pueden coincidir parcialmente en temas como la impresión bajo demanda, o en la gestión de los títulos vivos). Por suerte, el penúltimo apartado del libro, “La transición digital”, es una auténtica hoja de ruta que va detallando, actor por actor, los pasos que habría que dar desde la digitalización retrospectiva hasta la utilización de las redes sociales.

La cuestión de la sostenibilidad del sector del libro es quizás la última de las preocupaciones de sus empresas, y aun de sus consumidores. Mientras que en otras áreas empiezan a cundir prácticas y preocupaciones ecológicas (compra de productos de proximidad, alimentos biológicos…), para el libro sólo está comenzando la conciencia de las consecuencias medioambientales de la cadena de producción y comercialización. Razón de más para la oportunidad de su inclusión en este volumen, que intenta ser abarcador.

Es una pena que la mayoría de los libros no tengan ya índice de nombres y palabras: el de este volumen habría servido para localizar autores citados (Scolari), compañías traídas a colación (MacMillan, Telefónica), instituciones (CEGAL), productos (tablet),  o conceptos (devolución)… O si se hubiera incluido en Google Libros (o algún medio similar) se habría podido rastrear en sus páginas cualquiera de estos elementos. Nada de eso tenemos y, como ya hemos señalado en otras ocaiones, es malo que el libro de papel renuncie a sus sistemas clásicos de localizacion de información, en plena época de textos digitales abiertos a la búsqueda.

Estamos, en suma, ante una obra ambiciosa, que intenta crear un relato coherente no sólo de una situacion actual compleja, sino de un futuro que está en marcha, cuya forma avanzan indicios importantes dentro y fuera de nuestras fonteras. Ante una obra que no oculta los problemas, y que aporta honradamente los  caminos que los autores juzgan pertinentes para salir de una situación que se juzga muy peligrosa. Podemos preguntarnos si servirá de algo. Si las autoridades correspondientes de Industria, o de donde toque velar por el sector del libro están dispuestos a leerla; si los propios editores, distribuidores o libreros tienen el sosiego necesario para dedicarle unas cuantas horas de reflexión. Si la respuesta es globalmente “no”, podemos preocuparnos seriamente.

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X Conferencia del Libro, Common Ground y la edición científica en español

21 octubre 2011 9:09

Del 30 de junio al 1 de julio del 2012 se celebrará en la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona la X Conferencia Internacional del Libro. Yo participé en la de Madrid, 2007, y fue una experiencia muy interesante.

En palabras de los organizadores:

La Conferencia del Libro es un foro para profesionales, académicos y personas interesadas en la industria del libro (ya sean bibliotecarios, editores, libreros, autores, distribuidores, impresores, especialistas en tecnologías de la información, investigadores o profesores), provenientes de todo el mundo, para debatir sobre el pasado, el presente y el futuro del libro, así como otros aspectos clave de la sociedad de la información, incluidas las nuevas formas de lectura, escritura, edición, clasificación y catalogación de textos, educación y alfabetización…

Esta conferencia se ha venido celebrando anualmente en diferentes lugares del mundo: Oxford Brookes University, Reino Unido, en 2005; Emerson College, Boston, EEUU, en 2006; Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, en 2007; Universidad Católica de América, Washington DC, en 2008; Universidad de Edimburgo, Escocia, en 2009; Universidad de St. Gallen, Suiza, en 2010, y Universidad de Toronto, Canadá, en 2011.

Animamos a todas aquellas personas que deseen participar en la Conferencia del 2012 a que nos envíen una propuesta para presentar su trabajo (ya sea una comunicación de 30 minutos, un taller/seminario de 60 minutos o una sesión coloquio de 90 minutos presentada conjuntamente; para aquellos que no puedan asistir presencialmente, hay disponible también una participación virtual); todos los participantes en la conferencia tendrán la oportunidad de enviar sus artículos a la Revista, plenamente revisada por pares.

Hay que señalar que Common Ground, la entidad organizadora de esta y otras importantes conferencias, con sede en Urbana-Champaign, Universidad de Illinois (EE.UU.), ha saltado recientemente a la edición científica en español, con la publicación de la Revista Internacional de Tecnología, Conocimiento y Sociedad, que comienza con dos números monográficos sobre el pensamiento de Ortega y Gasset y su relación con la técnica. Para ello se ha contado con la participación de filósofos de referencia del panorama español actual y especialistas internacionales en la obra de Ortega.

Entre 2011 y 2012 se anuncia que se pondrán asimismo en circulación la Revista Internacional de Humanidades, la Revista Internacional del Libro, la Revista Internacional de Ciencia y Sociedad y la Revista Internacional de Conocimiento, Cultura y Gestión del Cambio, entre otras.

También se van a publicar los primeros diez libros en español en formato digital con opción de impresión bajo demanda.

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28.800 a 1

06 junio 2011 9:09

“Grup 62, primera editorial que apuesta por la impresión por encargo.
El grupo catalán lanza un catálogo de un centenar de títulos descatalogados.
Los 20 días de espera entre el encargo del libro y la entrega es el punto débil”.

 

“Kindle: books in 60 seconds“.

Sólo dos apostillas:

No es en absoluto cierto que Grup 62 sea la primera editorial en acudir a la impresión sobre pedido, pero ya estamos acostumbrados a que quienes informan sobre estos temas no pregunten (o busquen).

Las muy graves carencias de base de un sistema son capaces de hacer abortar las muchas ventajas que la edición digital ofrece, incluso para libros en papel…

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De la Web al libro

15 abril 2011 9:09

EgoBook, Your Facebook book from Nicolas Cazagou on Vimeo.

Los transvases entre el medio impreso y la Web son constantes, pero igualmente ocurre al revés. Comentaremos aquí dos casos destacados, uno reciente y el otro algo más antiguo.

EgoBook transforma elementos escogidos del muro de un usuario de Facebook en un libro impreso a todo color. Naturalmente, uno sólo puede seleccionar los contenidos que sus amigos de red le permiten ver. Cuesta, en función del número de páginas, entre 29.95$ a 44.95$.

Es difícil saber por qué nadie querría tener su Facebook impreso, salvo aquellos que hayan descubierto que el papel dura más que otros soportes…

Y un servicio de Wikipedia, que creo que no ha tenido toda la resonancia que merece: la Book Tool. Cualquier consultante de la enciclopedia puede (mediante las opciones de la barra de la izquierda, véase ilsutración al final) conseguir el PDF de una entrada, pero también puede formar un libro uniendo distintas entradas, en formato PDF u ODF. Su impresión se puede luego encargar a PediaPress. Un libro de 300 páginas sale por unos 14 euros.

Dada la riqueza de la enciclopedia colaborativa, uno puede hacerse libros sobre cualquier tema: arte, programación, historia… La licencia abierta de la Wikipedia (que suscriben automáticamente quienes aportan algún contenido a ella) permite hacer cualquier tipo de difusión.

La impresión bajo demanda, unida a la personalización que tan bien permite el medio digital, puede dar lugar a todo tipo de libros a la medida (acaba de aparecer la web Cuentis, para crear cuentos para niños).

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Conclusiones del Congreso de Libreros

24 marzo 2011 9:09

Tuvo lugar en Gran Canaria, y se acaban de hacer públicas sus conclusiones. Las recibo en el calor que me ha despertado la lectura atenta del magnífico número monográfico de Trama y Texturas sobre la librería.

A continuación van, íntegras. Pero destacaré las que me parecen más importantes:

1.      Los libreros españoles somos conscientes de los cambios sociales que la tecnología digital está produciendo en los hábitos de los lectores y de las implicaciones en el mundo del libro.

La experiencia de los libreros veteranos atestigua que siempre ha habido retos difíciles que nuestra profesión, tan vocacional, ha sabido afrontar y superar, y que los jóvenes libreros que asisten a este Congreso asumen.

2.      El sector del libro español ha elaborado un Plan Estratégico para adecuarse a los cambios y desafíos de nuestro tiempo. Algunas de sus líneas maestras son:

a.      Un plan de apoyo a la red de librerías independientes que ayude a su continuidad y fortalecimiento.

b.     La creación de un sello de librería de calidad

c.      El desarrollo de planes de formación reglada para los libreros

d.     La defensa del mantenimiento del precio fijo para el libro en todos sus formatos y soportes

3.      Los libreros optamos por la incorporación decidida de Internet y el mundo digital a nuestra realidad cotidiana a través de:

a.      La participación en distintas redes sociales

b.     El impulso de la impresión bajo demanda

c.      La creación del portal “www.todostuslibros.com”, que permite a cualquier usuario saber en qué librerías hay disponibilidad de cada título concreto

d.     La consolidación de “Los Libreros Recomiendan”, blog participativo en el que se destaca el papel prescriptor del librero

4.      Los libreros reivindicamos la función de vendedor final que nos reconoce la ley del libro. Esta función exclusiva debe respetarse también en las ventas a través de internet y en las diversas ferias del libro, cuya titularidad deben ostentar los gremios de libreros  contando con el apoyo del resto del sector y de las administraciones públicas para su organización

5.      Las iniciativas institucionales de apoyo a la difusión y venta de libros a través de las librerías deben ampliarse, contribuyendo a que el libro mantenga la relevancia cultural y social que merece.

6.      Destacamos la importante presencia de editores y distribuidores en este Congreso, con quienes hemos de seguir desarrollando proyectos colectivos de mejora del sector y campañas de promoción que fomenten la oferta bibliográfica rica y plural de la red librera española.

7.      Esta buena sintonía debe sentar las bases para la celebración de un congreso conjunto de todo el sector del libro, iniciativa que cada vez parece más necesaria y cercana.

Este último punto es vital: llevamos años con reuniones sectoriales, pero querríamos ver juntos, debatiendo, a representantes de todo el circuito: autores, editores, distribuidores, libreros, prescriptores y por último (¿lo adivinan?) lectores. Los otros puntos quieren sacar partido de las ventajas competitivas que ya tienen las librerías: la capilaridad de la red de establecimientos para mejor servir al público (3c), el visibilizar el know how acumulado (3d). Excelente todo…

El punto 4. parece más bien una defensa gremial: no es con apoyo de la administración y las leyes (unas leyes en muchos casos obsoletas) como los libreros van a protegerse, sino insistiendo en sus puntos fuertes. La imrpesión bajo demanda tiene aquí una posible función clave.

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Cómo ven los editores españoles su futuro

12 febrero 2011 9:09


De la galería de ojos de mi sección visual

Por presión popular comento lo que se dijo en la jornada Los retos del negocio editorial, organizada por Expansión, que reflejé en un post anterior: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”.

Los editores están al menos diagnosticando bien sus problemas. Ven que es inviable mantener el mismo modelo de negocio. Y claro: les parece “inconveniente” la entrada de players como Telefónica, Apple o Google, pero ¿qué van a hacer?.

No tienen soluciones, o las que ven son un espejismo: poner la esperanza en esos “nuevos contenidos atractivos que hasta ahora el libro tradicional no podía incorporar” (Edhasa) lleva a los editores a un nuevo terreno, el de la producción multimedia (animaciones, videos, etc.), carísimo y en el que los editores no tienen know how. Ya vivimos esa misma situación cuando los CD-ROMS en los 90, y sabemos cómo acaba. Además estos libros aumentados suelen ser inútiles y decepcionantes.

Dicen que el libro electrónico no debe entenderse como “la mera transcripción tecnológica de un contenido creado y pensado para otro soporte y otros clientes” (Planeta). ¡Claro que no!: tiene que ser la buena transcripción tecnológica (¡no esos epub llenos de errores!) de un contenido creado y pensado para el lector. Punto. Aunque (sigue Planeta) de prolongarse esta situación, “venderemos el mismo contenido a precios distintos y se quedarán con el más barato”. Sorprende ver esta falta de confianza en su producto tradicional, el buen libro de papel: lo que ocurrirá es que venderán el mismo contenido en varios formatos, y se seguirán vendiendo muchos libros de papel (auque quizás no tantos como ellos querrían…).

Sí: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”. El español ha sido una barrera de entrada, pero ya están ahí Google Ebookstore, Amazon a punto, desembarco generalizado de editoras bajo demanda (Palibrio y Xinxii), … En la lista LUN: lengua, uso y norma Silvia Senz ha planteado crudamente la cuestión: La “lengua común”, ¿salvaguarda de la industria editorial catalano-española? Una muestra:

Basta que núcleos de producción editorial tradicionales como México o Argentina recuperen lo bastante su industria para que lo que sale de España no llegue allí. […] Basta, pues, con que Apple, Google y otros “monstruos” llegados de lejanas tierras imiten la iniciativa de los “publishers” norteamericanos, contraten los derechos de publicación (de obras originales en castellano o de traduciones al castellano) para diversos países, creando su red mundial de colaboradores (traductores, correctores, adaptadores…) y produzcan así sus propias localizaciones para comerse casi enterito ese pastel idiomático que la federación española de gremios editoriales, creyéndose (ingenua y cínicamente) propietaria del idioma, cree conservar.

Hoy por hoy los editores en papel, secundados por los agentes y con la complicidad implícita de autores y derechohabientes extranjeros, detentan los derechos digitales de los libros cuyos derechos impresos poseen. Es decir: el editor X publica la novela Y en papel y la agente sólo venderá los derechos digitales de Y al mismo X. Luego Y puede (y suele) hacerle poco caso al canal digital: su negocio está en otra parte. Pero esto puede cambiar, por ejemplo, cuando los propietarios extranjeros de los derechos se pregunten cómo están obteniendo rendimientos digitales tan malos por sus libros. El troceo de los derechos en una lengua por países o zonas (derechos en español para Argentina, o México, o para América Latina, o para España, vendidos separadamente), que hasta ahora ha sido una  estrategia de los propietarios y sus agentes para sacar más dinero a los libros tradicionales, no tiene ningún sentido en el mundo digital, y desaparecerá; en el nuevo mercado realmente global habrá una ventana para editores arriesgados en español, vengan de donde vinieren.

Mientras tanto, y en lo que atañe a libros en papel, seguimos en un sector con mala información comercial, mala información a los clientes, con libros convertidos en un cocktail de datos y con una estructura de distribución que a nadie satisface (ni a clientes ni a vendedores).

La solución debería ser doble: por una parte mejorar el circuito del libro de papel, y sus correlatos de información digital, para conservar en buen estado ese precioso nicho, en vez de defraudar al comprador y enervar al librero. Por otra crear una oferta amplia, barata y de calidad de libros electrónicos. Ninguna de las dos interesa a quienes ya ocupan mesas de novedades en las librerías, y saben que van a seguir haciéndolo. Ambas interesan a todos los demas.

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ISBN: el cocktail de los datos sobre libros

24 enero 2011 9:09

Nuestros lectores habituales lo recordarán: hace algo más de tres años, Rafael Martínez Alés daba la voz de alarma acerca de la posible fragmentación del registro del ISBN en España. Pues bien, el ISBN, que venía estando regulado por el Ministerio de Cultura, ha pasado ya a manos de la Federacion de Gremios de Editores. Esto impedirá la división de la base de datos, pero por otro lado representa una privatización, como ha explicado muy bien Elvira Huelbes. Durante un periodo de transición que puede durar un año la base de datos consultable de ISBNs seguirá siendo la del Ministerio.

Es bien sabido que el ISBN es un identificador estándar e internacional (las siglas corresponden a International Standard Book Number) que se asigna a cada edición diferente de una obra que está en el circuito de venta, ya sea en una librería o en la web. En la versión en papel, el ISBN figura como un código de barras.

Para conocer algunas de sus repercusiones de la privatización hemos hablado con el Director de la nueva agencia del ISBN, Miguel Jiménez. A diferencia de la gratuidad anterior, ahora dar de alta un ISBN costará dinero, “aunque menos, o incluso mucho menos, que en cualquiera de los países similares al nuestro”. Las tarifas definitivas aún no han sido aprobadas, pero sí que parece que rondarán los 3 euros por ISBN, en una escala que irá abaratando el precio de quienes más ISBNs compren: en grandes cantidades, pueden llegar a salir a 30 céntimos de euro la unidad. Las pequeñas editoriales, por tanto, serán las más gravadas.

Los autores-editores, las personas que utilizan por ejemplo los servicios de una empresa como Lulu para hacerse sus propios libros, deben obtener un ISBN sólo si quieren que su obra esté a la venta por los canales habituales. Las empresas de impresión bajo demanda a veces prestan también el servicio de conseguir un ISBN, cobrándolo. Estos autores-editores serán claramente los más perjudicados en la nueva situación española, porque se les puede llegar a cobrar 10 veces más que los editores profesionales, por el hecho de que “registrar el ISBN de un autor-editor puede ser tan trabajoso, o más, que procesar los que presente un editor normal”.

Hay que recordar que el ISBN hoy no es un trámite obligatorio, salvo que se quiera llevar el libro a las librerías, físicas o virtuales. En teoría, una obra que no va a pasar por el circuito abierto de venta (por ejemplo, un libro a la venta sólo en la web de su editor, ya sea en papel o en edición digital), no requeriría ISBN, señala Jiménez. El trámite tampoco protege la propiedad intelectual. La sección “Qué no es el ISBN” de la web de la agencia aclara todos estos extremos.

Normalmente, las bases de datos de ISBN además de información sobre autor, título, editor, etc., tienen también otras informaciones, como lengua de origen (en el caso de las traducciones), o la materia. Ya expusimos en su día la importancia de la clasificación por materias, así como el hecho de que DILVE, la joven base de datos de libros en venta, auspiciada por los editores, ha elegido el sistema BIC. ¿Qué va a hacer en este aspecto el ISBN? Dejará de lado, dice Miguel Jiménez, la CDU que venía usando, y utilizará también BIC.

El hecho de decantarse por un sistema mejor de clasificación no es una garantía por sí solo: quienes asignan la materia son los editores, y si ellos no lo hacen bien, el libro quedará mal encuadrado. Y la experiencia demuestra que las editoriales, en las que no hay por lo general documentalistas ni personas que puedan cumplir su papel, delegan esta fina tarea en el último becario. Si para una novela perecedera esta cuestión puede no afectar mucho a las ventas, para libros científicos, de ensayo o de enseñanza la mala visibilidad en las bases de datos de materias puede ser todo un handicap. En el caso de los libros electrónicos, de la calidad de los metadatos dependerá su adecuada inserción en el ecosistema informativo.

El mencionado DILVE es una base de datos que impulsaron los editores como complemento al ISBN (que gestionaba el Ministerio): éste recogía todos los libros editados, aunque estuvieran agotados, y el DILVE las obras efectivamente a la venta que añadieran, de forma voluntaria, sólo los editores agremiados (que son la mayoría, pero no todos). Por otra parte esta base de datos de libros en venta contiene no sólo los datos bibliográficos, sino también cubiertas, solapas, capítulos de muestra, y otros elementos orientados a informar mejor al posible comprador. DILVE ha tenido desde su creación un buen desarrollo: a estas alturas gestiona casi 290.000 libros. ¿Habrá entonces dos sistemas prácticamente con los mismos objetivos y contenidos? Opina Miguel Jiménez: “ISBN y DILVE deben ir convergiendo”. DILVE ya tiene una pasarela con el ISBN, .

Pero esto no es todo: los libreros (que parecen hacer rancho aparte , o tal vez son los editores quienes lo hacen respecto a los libreros: nunca se sabe) tienen su CEGAL en Red, que reúne datos de ISBN, de DILVE y de otras fuentes.

¿Acaba aquí la proliferación de almacenes de prácticamente los mismos elementos? No, por cierto: de nueva creación es el ISTC (International Standard Text Code), un identificador de la “obra”, al que luego habría que ligar las “manifestaciones” de la misma, sea una edición en tapa dura o un archivo ePub. De extenderse su uso, habría obras con un código ISTC, localizables fácilmente en una base de datos común, que luego enlazaría con todas y cada una de las versiones en libro o en archivo digital.

Hablando de esto, ¿y los libros digitales? Ya en el 2005 la Agencia Internacional señaló que cada edición electrónica diferente debe tener también su propio ISBN. La Agencia Internacional del ISBN ha emitido un conjunto de directrices y Preguntas Frecuentes “para ayudar a las agencias nacionales de ISBN, editores, intermediarios y otras partes interesadas en la identificación apropiada de medios digitales, incluyendo ‘aplicaciones’ [los programas que permiten leer obras en [teléfonos avanzados, de Apple y otras marcas 16.02.2011]]”. En resumen: sigue habiendo la necesidad de tener un ISBN diferente para cada archivo en un formato distinto, más además, si un mismo formato presenta dos DRMs distintos (llamados extrañamente en la traducción GDD, por “gestión de derechos digitales”), cada uno de ellos debe tener su propio ISBN. ¿Acaba aquí la cosa? Tampoco… Si uno quiere distribuir capítulos o partes separadas de un libro (algo que en la edición científico-técnica es mucho más frecuente que en las novelas…) cada una de ellas debe tener su ISBN propio. Un manual sobre programación, por ejemplo, que constara de diez capítulos y que se quisiera explotar en dos formatos, en dos mercados diferentes bajo restricciones de uso (DRM) distintas, y con venta de capítulos independiente podría llegar a acumular 44 ISBNs, si he contado bien.

Pero (dirán algunos) ¿no existía el DOI, Digital Object Identifier precisamente para eso? Bueno: el identificador DOI (que lleva dando vueltas por ahí al menos desde hace catorce años; ) resulta que se puede integrar también en la cadena de caracteres del ISBN.

Editores, libreros, gestores ministeriales que dejan de serlo, estándares internacionales, supraestándares internacionales, estándares para obras digitales, fabricantes de formatos para e-book, fabricantes de medidas anticopia… Agítese y sírvase con una aceituna. ¿Será el ISBN el vaso que contenga todo?

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