La nostalgia de la página

16 enero 2012 11:11

#lectura #ebook

En esta era de publicaciones en pantalla hay un elemento que permanece inalterable: la fascinación por la página tipo códice. Ya sea en un visor de PDFs que permite leer un periódico en el ordenador (arriba, El País) o en una aplicación para télefono avanzado (abajo, iBooks en un iPhone) hay un intento de recrear la sensación de paso de una página de papel.

Pero ello se hace siempre con refinamientos, no vaya a ser que la ilusión no sea completa: ¡iBooks llega a tomarse la molestia de reproducir la página que se gira como si se transparentara desde detrás! (abajo vemos un detalle). Este horrendo efecto en realidad nos remite a la penosa lectura de libros en papel Biblia…

Y El País trata cuidadosamente la sombra de la esquina cogida por el puntero vía ratón:

¿Y qué decir de las aplicaciones que arrugan la página (y que incluso hacen un ruidito de papel crujiente)?

Y pasando al hardware: ¿por qué esa fascinación recurrente por los aparatos de dos pantallas enfrentadas, como el Libretto?

Y ya en el dominio de las interfaces táctiles, ¿cómo considerar este prototipo de e-reader que tiene un mando para pasar página como quien arquea y retiene  el borde de un libro (o, ya puestos, de un manga)?

A ver si tenemos las cosas claras: la página es útil, perceptual y ergonómicamente, porque es un rollo leer masas continuas de letras, pero una cosa es la compartimentación del texto, que es útil mnemónica y conceptualmente, y otra son las nostalgias que en nada ayudan a la lectura. En realidad se trata de restos fósiles que los mecanismos nuevos arrastran, igual que los primitivos automóviles remedaban los coches de caballos.

Estas servidumbres tienen un nombre: en inglés es skeuomorphism. Me entré por primera vez de la existencia del término a través de Arcadi Espada, que citaba un post del AppleWeblog. La Wikipedia define así skeuomorphism: “un objeto derivado que retiene como diseño ornamental elementos de una estructura que fue necesaria en el original”. En español es esqueuomorfismo, y así lo usa, por ejemplo, Serafín Moralejo en Formas elocuentes: reflexiones sobre la teoría de la representación (Akal, 2004).

De modo que cada vez que en el mundo de los ebooks pasamos página con giros, sombras, transparencias, arrugas y crujiditos, estamos perpetuando restos de los que nuestros descendientes se reirán, igual que nosotros nos reímos de esos autos primitivos tan parecidos a carruajes…

Y como recordatorio de los ímprobos esfuerzos de los fabricantes de hardware y software por acercar sus productos  a lo que no son, quede este divertimento:

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=GOMIBdM6N7Q[/youtube]

La triple matriz de la lectura

09 enero 2012 11:11

#lectura #ereader

¿Cómo representar la complejidad de las modalidades y formas de lectura? En la sección de al lado he publicado un intento:

El conjunto de los dispositivos de lectura electrónica y modalidades de obras digitales dibuja un panorama ciertamente abigarrado. Cualquiera que se asome a él se verá desbordado por las novedades tecnológicas, propuestas editoriales, y movimientos empresariales. ¿Cómo resumir el encuentro entre la compleja práctica social de la lectura y los no menos complejos retos tecnológicos asociadas a ella?

Con frecuencia me ha sido útil representar gráficamente una situación. Lo que voy a mostrar aquí no es ni mucho menos una obra acabada, sino una propuesta de comprensión, que empiezo por presentarme a mí mismo.

seguir leyendo…

Del ciberarribismo de nuestras instituciones

25 noviembre 2011 16:16

#biblioteca #buscador #iPhone
Leo en la web del Ministerio de Cultura que

La Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria presenta el servicio gratuito de realidad aumentada georeferenciada [sic, por la única r] y en tiempo real para móviles Smartphones [sic, por la mayúscula y la falta de cursiva] ANDROID, IPHONE o SYMBIAN con una capa de información digital sobre bibliotecas españolas.

Se trata de una aplicación creada con Layar que hace que el propietario de un teléfono avanzado (iPhone o similar) vea superpuesta sobre la imagen de la zona donde se encuentra qué bibliotecas hay próximas, y obtenga información sobre cómo llegar a ellas.

La verdad: las bibliotecas no son algo que, como las farmacias de guardia, uno tenga que localizar sobre la marcha y sin pérdida de tiempo. Caso de que fuera necesaria la consulta urgente de un libro, esta aplicación no dice qué fondos tienen disponibles las bibliotecas, ni uno puede entrar en una y sin más pedir un libro: hace falta sacarse un carnet de usuario o similar.

Los beneficios de este servicio de realidad aumentada (cuyo coste estaría bien saber) son mínimos, y a cambio falta una información equivalente, puesta al alcance de todos mediante un buen mapa web, en el sitio del Ministerio, que no ofrece más que un mapa global esquemático y listados. El trabajo de referencia que ha hecho falta para crear la aplicación en Layar está, además, enterrado en una aplicación privada y propietaria, que nadie puede recuperar para crear un servicio más útil para los usuarios. (He aquí, al margen del Ministerio de Cultura, mapas de situación de las bibliotecas de Barcelona y Madrid)

Creo que esta aplicación es una muestra más del ciberarribismo de muchas de nuestras instituciones: apuntarse un tanto tecnológico, con independencia de si sirve para algo o no, y con descuido de acciones más provechosas. Si suena bien, si es algo de móviles (que se supone que es lo único que usan los jóvenes), si es tan moderno como la realidad aumentada, si es algo sobre bibliotecas, ¡adelante, cueste lo que cueste, sirva para lo que sirva!

Los códigos QR avanzan

21 noviembre 2011 9:09

#QR #Wikipedia #iPhone
Los códigos QR, capturados por un móvil avanzado (como iPhone o los que funcionan con Android), llevan a una determinada dirección web. Desde hace algún tiempo empiezan a verse por nuestras calles en la publicidad, como podemos constatar en el  ejemplo de arriba, comentado en el blog de un publicitario. Están también en el envase de muchos productos, por ejemplo ciertas marcas de zumos; aunque a decir verdad, las veces que he probado ir a las correspondientes webs me he llevado una gran decepción: ¿para qué tienen esas webs? ¿Y para qué demonios querrán que vayamos a ellas?

Ya hemos comentado en post anteriores algunas posibilidades de estos códigos, pero se van ampliando. Wikipedia ha creado hace pocas semanas QRpedia, que, a partir de la URL de una entrada de la enciclopedia colaborativa, crea un código que se puede poner, por ejemplo, al lado de las piezas de un museo.

 

Las posibilidades de trabajar colaborativamente creando entradas de Wikipedia (por ejemplo, de monumentos y puntos notables de una ciudad), y luego dotándoles de sus correspondentes QR son asombrosas, y muy aptas para proyectos educativos…

Recordemos que muchos acortadores de direcciones generan el código QR de la URL acortada: lo hacen goo.gl y bit.ly. Y para la captura del código hay aplicaciones específicas, aunque otras más generales como la de Google para iPhone tambien lo hacen.

Como por arte de magia

18 noviembre 2011 9:09

#Google #iPhone
Así que quieren los fabricantes de programas o dispositivos que el usuario perciba lo que hacen sus productos. Y a medida que las personas que los utilizan se cuentan por millones, sus responsables van tomando más y más decisiones que apuntan al usuario-tipo, al que tiene el comportamiento que ellos piensan que tiene la mayoría… o el que acabará por tenerlo.

Este ha sido el caso de Google, decidido incluso a enmendar la plana a los usuarios: uno busca X, y se le responde “usted en realidad quiere decir Y”. Se corrigen automáticamente presuntos errores de escritura de la palabra, o se buscan también sinónimos, se contextualiza la búsqueda según la localización del consultante… Resumí los problemas que esto causa en “El buscador que era algo más” (y léanse sus sabrosos comentarios). Pero la cosa ha ido a más: se ocultan las opciones avanzadas, se suprime el útil operador +, se retira (o yo ya no encuentro)  la opción de buscar materiales con una determinada licencia y por último se priman los contenidos más recientes.

Hasta tal extremo este uso violenta el comportamiento anterior del buscador, que Google ha decidido dar la opción de volver a las búsquedas literales de antaño con su opción Verbatim.Porque:

In most cases, Google’s algorithms make things better for our users – but in some rare cases, we don’t find what you were looking for.

Bien: soy uno de esos casos raros, y usaré Verbatim. Pero para los que no quieran meterse en complicaciones, ahí tienen, en un clic, y como por arte de magia, excelentes respuestas a sus búsquedas de servicios, productos, noticias: consumo, en una palabra…


Buscaba la web de FANDE (Federación de Asociaciones Nacionales
de Distribuidores de Ediciones) y esto es lo que me encontré…

El universo de los productos Mac ha estado siempre en la onda de ocultar cuidadosamente qué ocurre en su interior, ya desde su adopción de la interfaz gráfica:

La introducción del Mac inició una especie de guerra santa en el mundo de la informática. ¿Eran las interfaces gráficas una brillante innovación tecnológica que convertía a los ordenadores en más accesibles para los humanos y por tanto para las masas, llevándonos a una revolución sin precedentes en la sociedad humana, o una insultante chorrada audiovisual diseñada por hackers zumbados de San Francisco, que despojaba a los ordenadores de su potencia y flexibilidad y convertía el serio y noble arte de la computación en un pueril videojuego?

La cita es de una obra que lleva desde 1999 siendo de lectura obligada, pero curiosamente cada vez más actual: En el principio… fue la línea de comandos, de Neal Stephenson en edición abierta en Sindominio.

Pues bien: las maravillas de la interfaz táctil, y el modelo de funcionamiento de los iPhone o iPad han llevado al paroxismo la situación descrita por Stephenson: aplicaciones que descienden de los cielos, que saben dónde estas y lo que quieres, pero que son absolutamente opacas con respecto a cómo funcionan, qué saben de ti o qué hacen con ello.

Estamos metidos hasta el cuello en un mundo mágico, manejando dispositivos que funcionan de maravilla a base de ocultar su complejidad, y se quedan a cambio con nuestra privacidad… Hasta qué punto es una trampa lo descubriremos cuando sea demasiado tarde.

Editores Digitales Independientes: quiénes son y qué hacen

10 octubre 2011 9:09


Nos vimos las caras en el Liber Digital. En el Grupo de  Editores Digitales Independientes están, por una parte, los comparecientes el 6 de octubre en la mesa: Ganso y PulpoMusa a las 9La Tortuga CasiopeaEditorial Intangible (de izquierda a derecha en la foto, ignorando al de en medio, que soy yo). También están entre ellos Sinerrata EditoresMinobitiaEdiciones con carrito, Rayo verde, y alguno que se me olvida… No son (todavía) una asociación, ni un lobby, ni están en él todos los que son editores, y digitales, e independientes, pero es una buena muestra representativa del quehacer digital joven en España.

A continuación, voy a intentar resumir algo de lo que se habló: como las mesas redondas no se graban, y lo único que hay es un meritorio tuiteo (gracias @Raquel_Kriz y a los que publicaron con el hashtag #grupoedi), trato de que no se queden del todo en el aire cosas interesantes. Por supuesto, quienes estuvisteis ahí, en la mesa o entre el público, sentíos libres de corregir o aumentar lo que digo…

Estos autodenominados Editores Digitales Independientes:

son muy jóvenes

tienen proyectos en fase de inicio

están por todas partes: Barcelona, Madrid, Valencia…

la mayoría editan sólo digitalmente (Minobitia lo hace también en papel, por ejemplo)

muchos están en la edición digital porque la ven como la única salida para publicar

se mueven entre la apertura más completa de la obra (gratuita y sin DRM en el caso de Ganso y Pulpo) y el uso de canales cerrados y de pago (apps para iOS, en el caso de La Tortuga Casiopea)…

…pero tienen por lo general una política anti DRM

abarcan un abanico amplio de géneros: de infantil a narrativa y ensayo, pasando por clásicos

algunos (Editorial Intangible) apuestan por géneros poco extensos, no aptos para una obra impresa

editan para un abanico de formatos y plataformas: web, iPhone/iPad, e-readers, …

muchos de sus proyectos quieren llegar al público más allá de las fronteras del estado español

no se fían de las distribuidoras digitales generales, por lo que…

…venden por lo general desde sus propias webs

algunos buscan complicidades en librerías y bibliotecas

tratan de llegar al público a través de las redes sociales…

…pero se quejan de que esto no les genera ni muchas ventas ni comunicación con sus lectores

tienen dificultad para dar visibilidad a las obras que editan

fijan el precio de venta procurando que sea bajo, aunque teniendo en cuenta con los deseos de retribución de sus autores (Musa a las 9)

el porcentaje para sus autores oscila entre el 10 y el 40%

su formación pocas veces es específicamente editorial

tienen estructuras empresariales mínimas o inexistentes

la edición no es para ellos su fuente de ingresos primaria

y, sobre todo:

tienen muchas ganas de editar, de probar procedimientos y caminos nuevos

Foto de Arantxa Mellado

Libros digitales, ¿parásitos del papel?

03 octubre 2011 9:09

La comercialización digital de los cómics es un hecho: ya hemos tratado el caso de Marvel y compañía. Me encuentro en un post de Avión de papel (que por cierto, no tiene ni un sólo enlace) un comentario sobre la situación en España. Su titular reza:

La industria del tebeo abarata hasta un 50% el precio de las descargas digitales, paga al autor un 25% de los ingresos y apuesta por la lectura en todos los formatos disponibles: ordenador, tabletas y móviles.

La entrada se refiere a la plataforma de distribución de cómics Koomic, que ha comenzado con 70 obras, y aumenta a razón de cuatro por semana, de prácticamente todos los editores españoles salvo Norma y Planeta. Uno de sus obras más famosas es Mortadelo y Filemón. Las obras distribuidas por Koomic se pueden leer sin descargar, en un navegador (con una realización viñeta por viñeta un tanto tosca), descargándoselos en el ordenador con DRM de Adobe, o en un iPhone o iPad.

Desde el punto de vista de la comercialización, y aparte de la compra por Web o app, han introducido unas tarjetas de prepago, de venta en librerías (ya conocemos otros casos en que una obra digital se adquiere mediante un cupón físico).

Pues bien: el mencionado post incide en la cuestión del precio:

Los precios finales también quieren ser un incentivo para los lectores. En Koomic dichos importes varían según editorial y tebeo, pero un cómic digital suele ser entre un 30 y un 50% más barato que su formato primigenio. Por ejemplo, el debut digital de Mortadelo y Filemón, ¡A reciclar se ha dicho!, cuesta 5,99 euros frente a los 12 euros en papel.

Y las siguientes, e interesantes, observaciones:

Desde Koomic aseguran que, dentro de los procesos de digitalización, la posterior actualización de los sistemas operativos para tabletas y móviles implica un coste importante.

Bueno: parece que cada vez se puede hablar más claro sobre los costes (y problemas) que tiene la proliferación de plataformas. Pero aún hay más:

De ahí que, en un futuro, puede que “los cómics nativos” no cuenten con precios de venta tan asequibles, como los que hoy resucitan en digital después de nacer impresos.

¡Exactamente! ¿No están muchas obras digitales parasitando inversiones que ya se amortizaron en papel? La respuesta es claramente que sí para obras ilustradas, pero también para gran parte de la ficción, si pensamos en los costes de traducción/composición. Quizás una obra nacida en papel pueda alcanzar un precio muy bajo al revenderla por línea, pero ¿y las obras nativas digitales?

A ver si la revolución del libro digital va a ser cierta sólo si tiene sus bases en el papel…

Del teléfono al libro

12 septiembre 2011 9:09

Los desarrollos de Google abarcan un conjunto inmenso de dominios, cuya integración acaba de comenzar, y probablemente  aún hemos visto muy poco de lo que ésta puede dar de sí.

Por ejemplo: el reconocimiento de imágenes del mundo real, que crea un cómodo puente entre las cosas y las informaciones digitales sobre ellas. Sí: disponíamos de los códigos QR (de los que hemos venido hablando), pero que son una representación abstracta creada ad hoc; el mundo (reconozcámoslo) no está lleno de estos cuadraditos listos para ser capturados por nuestros móviles. En el terreno de los libros está el código ISBN, fácilmente interpretables por aplicaciones como ZBar, pero de nuevo se trata de un constructo creado para ese fin.

Pero Google Goggles parte del mundo real: el usuario fotografía desde su smart phone monumentos, textos, etiquetas de productos u obras de arte, y el software reconoce qué son y aporta informaciones sobre ellos.

En el mundo del libro (que es el que interesa a efectos de este blog), se puede partir de la fotografía de una cubierta: una simple fotografía de móvil, no muy buena, como la superior.

La aplicación móvil de Google la escanea y comienza la labor de reconocimiento: se identifica la imagen de la cubierta (si pertenece al mundo del arte), se reconoce su autor y se lee el título del libro:

¡Cuánto sabe Google!, ¿no? La verdad es que la imagen de la Virgen con el niño y su atribución a Jean Fouquet son datos que están en la Web, porque ahí los hemos puesto nosotros: sin ir más lejos, en la Wikipedia. Los algoritmos de Google han identificado la fotografía con la imagen del cuadro en cualquiera de los miles de sitios donde aparece al lado del nombre de su autor.

Los programas de reconocimiento de caracteres, OCR, del buscador (que ya veíamos en acción en Google Docs) han leído las letras de la cubierta, y, tras plantear la hipótesis de que el objeto fotografiado es un libro, lo han localizado y han buscado todo lo que Google tiene sobre él, de modo que al pulsar “Book” en la pantalla superior obtenemos:

La obra está perfectamente localizada. Bajando por la pantalla se puede acceder a diferentes informaciones sobre la ella: el sitio web del autor, una reseña del New York Times, webs de discusión de lecturas, o muchos otros sitios:

El lector que ha encontrado el libro en casa de un amigo (o en una librería) puede así hacerse una idea de la obra, pero accediendo a Google Libros puede lograr algo mejor: explorar su contenido. ¿Hablará la History of the Breast sobre las “amas de cría” (wet nurses)? Hagamos una búsqueda:

En efecto: la expresion aparece 24 veces en la obra, y se ofrecen párrafos en los que está presente. Para una información más amplia sobre el contenido, la aplicación proporciona también la nube de expresiones y nombres de su interior, con su frecuencia relativa:

Supongamos que a estas alturas la persona interesada por la obra desea comprarla. Si está disponible como e-book, Google Books se la ofrecerá pronto como descarga, pero también está ahí el enlace a Amazon, donde igualmente descargarla, o bien comprarla como libro físico.

Si se quiere comprar como libro inmediatamente, y uno está en una gran ciudad, mediante el botón Google Shopping (aún no plenamente operativo en muchos países), se puede acceder a las librerías y otros lugares donde esté a la venta, naturalmente con indicación de qué precio tiene en cada uno. Mientras dure en España el precio fijo del libro, eso no supondrá una diferencia, aunque (si el usuario ha permitido que el dispositivo conozca su localización) sí que podrá tener el dato de cuál es el establecimiento más próximo que lo tiene en stock.

Pues bien: ése ha sido el recorrido, casi de ciencia-ficción, desde tener un ejemplar en la mano hasta saber casi todo lo posible sobre la obra y acceder a su compra. Naturalmente: este recorrido ideal supone, desde la parte del editor y del librero:

que Google puede acceder a una base de datos con el título del libro y sus metadatos: entre otros, autor, editorial, ISBN, materia…  (para España, sería DILVE)

que el editor haya consentido en integrar el texto completo del libro en Google Libros para que se pueda buscar en su interior

que los principales libreros hayan puesto sus stocks en tiempo real a disposición de Google

Sí: conectar el mundo real y el digital cuestan un esfuerzo suplementario a todos los actores de la cadena, pero es posible que valga la pena…

Un escáner en cada bolsillo

07 septiembre 2011 9:09

Una de las áreas digitales con desarrollos más sorprendentes son los smart phones. La última aplicación que he probado es un auténtica bendición para investigadores, lectores, curiosos y en general gentes lectoras que quieran reutilizar datos impresos en el medio digital.

La aplicación de escáner JotNot Scanner Pro para iPhone (mejor para el 4) saca una fotografía de una página de libro o columna de periódico o revista y luego la procesa. La aplicación permite corregir errores de paralaje y seleccionar la porción de texto que se desea utilizar (imagen inferior)

El resultado final se puede mandar desde la misma aplicación a Google Docs (para lo que hay que tener una cuenta en Google, Gmail, o equivalente), y este programa le practica un OCR, es decir: convierte la imagen de las letras en texto digital editable y buscable.

EL OCR nunca es perfecto, claro, pero hay factores que lo mejoran: por una parte la claridad de la fuente del texto (es mejor un libro bien impreso que un periódico), buena iluminación, colocación del móvil en paralelo al plano de la  página, y alta definición de la imagen. JotNot no deja configurar en qué lengua se le comunica al OCR que está el texto (dato bastante importante para el programa), y me da la impresión de que por defecto indica “inglés”. De todas formas, siempre se puede (fuera del móvil) retomar el archivo y subirlo de nuevo a Google Docs indicando la lengua.

Esto nos recuerda que, en general, se puede practicar un OCR gratuito a cualquier texto subiéndolo a Google Docs como PDF o como archivo de imagen. Siempre habrá que retocarlo y corregirlo, pero puede ahorrar muchísimo trabajo.

JotNot Pro vale 0,79 euros, pero también hay una versión gratuita más simple.

Gloria y desaparición del diccionario en la era digital

01 agosto 2011 12:12

Con este título he publicado un artículo en El País. Comienza así:

Los diccionarios son uno de los muchos objetos que han desaparecido de la mesa de trabajo de escritores, estudiantes, investigadores…, junto con bolígrafos, cuadernos y tablas de logaritmos, sustituidos todos por un rectángulo iluminado provisto de teclado. No es que hayan perdido su utilidad, sino que las funciones que cumplían las cubren ahora un conjunto de programas y sitios web.

En él analizo características lingüísticas y técnicas de los diccionarios digitales, por lo que me perdonarán que incluya este post tanto en mi blog de lengua como en el de edición.

Foto:  diccionario de húngaro y tabla de logaritmos
ayer en un mercadillo de Cadaqués