La cuadratura del Círculo

23 diciembre 2019 15:15

Bajo este título publiqué el 7 de noviembre un artículo, que me fue pedido ante la noticia de que Planeta cerraba lo que quedaba del Círculo de Lectores. Empieza así:

En 1962 apareció, en seguimiento del Club que Bertelsmann había fundado en 1950 en Alemania, y bajo la misma empresa, el Círculo de Lectores español. Por aquellas fechas el país estaba entrando en la senda del desarrollo. No mucho después aparecería el lema “Un libro ayuda a triunfar”, pero no hacía falta conocerlo para que todos, sobre todo los miembros de las clases socialmente ascendentes, tuvieran la sensación de que la educación y la cultura eran clave en el éxito profesional.

El artículo es un repaso por la historia del Club que tan unido ha estado siempre a la lectura en España.

Para leerlo:

La cuadratura del Círculo

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Sobre el audiolibro

12 abril 2019 11:11

Justo en la preparación de un encuentro de profesionales sobre el audiolibro, que se celebrará en Madrid a finales de mayo, y del que daré cumplida cuenta aquí mismo, me llegó una encuesta de El Cultural sobre el tema. Como lo que ha salido finalmente publicado de ella ha sido muy poco, a continuación reproduzco mis respuestas originales:

1. ¿Qué diferencia el supuesto auge actual del audiolibro en España del que se vivió en la primera década del 2000? ¿Por qué fracasó a partir de 2008 y qué ha cambiado en el editor y sobre todo, en el lector español?

Hay que remontarse incluso a un momento anterior, el lanzamiento de Alfaguara en 1995, en estuches de dos casetes: Pérez Reverte leído por José Sacristán, cuentos de Javier Marías leídos por sí mismo…

No recuerdo que este primer lanzamiento, digamos, de la edición contemporánea fuera ningún éxito. Lo que más ha cambiado tanto para el editor como para el lector es que ahora todos llevamos encima constantemente un aparatito que, entre otras cosas, sirve para oír grabaciones: el móvil.

Ahora bien: el hecho de acceder a un libro de autoayuda, a una novela, o a un ensayo por vía auditiva no depende sólo de que haya obras disponibles en grabación y de que llevemos el reproductor en el bolsillo: hace falta todo un cambio cultural, en sentido amplio. Es preciso que el lectoauditor tenga motivos para cambiar su tempo propio de lectura y su voz interior por algo ajeno (aunque pueda ser muy bueno). Ciertas obras servirán de compañía y solaz mientras uno hace las faenas de la casa, pero otras tendrán que competir con la lectura como medio utilizado en momentos de concentración.

Por supuesto, para las personas con deficiencias visuales (no sólo usuarios ciegos, sino un gran porcentaje de población en progresivo envejecimiento), los audiolibros siempre serán una auténtica bendición…

2.  ¿Qué opción recomendaría a un editor español interesado en el audiolibro, la producción propia o la cesión de derechos?

Aquí podríamos comparar lo que sucedió con la edición multimedia, los interactivos en CD-ROM: los costes de desarrollo eran realmente altos, de modo que lo que mejor resultaba era la “localización” de producciones de otros países. Ahora no cabe ni esa posibilidad, con lo que probablemente la opción mejor sea la cesión de derechos a compañías especializadas tanto en producción como –sobre todo– en márketing. Pero ¿están preparados para ello los autores y especialmente sus agentes?

3. ¿Qué datos reales tiene de facturación? Por ejemplo, ¿sabe cuáles fueron los tres o cinco títulos más leídos o vendidos el año pasado? ¿De cuántos lectores/oyentes estamos hablando?

Tradicionalmente las cifras en el sector editorial español son borrosas cuando no directamente raras. Y en este terreno, probablemente lo serán más…

4.  ¿Qué perspectivas reales de futuro tiene el audiolibro en España, es tan prometedor como apuntan?

Parece que desde hace años determinados actores del mundo editorial no se conforman con los libros, y han intentado promover primero el ebook y ahora el audiolibro. El libro electrónico (que es utilísimo, por muchos factores) no ha tenido el desarrollo prometido, aunque está floreciendo en esquinas impensadas, como el préstamo bibliotecario. Con el audiolibro puede que pase lo mismo, o algo aún peor, porque sus gastos de desarrollo son más grandes. Y también puede que las mejoras constantes en la conversión automática texto-voz compliquen el panorama.

En el fondo, las obras están condenadas a tener un desarrollo multicanal y pluriplataforma (papel, digital; suscripción, compra, préstamo; texto, audio), y esto puede ser una bendición para el consumidor final… y un quebradero de cabeza para los editores.

 

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¡Hjckrrh!: una nueva editorial

04 julio 2013 13:13

Este el es sonido estridente que puede hacer la tiza sobre una pizarra, aunque puede que a alguno de los lectores le recuerde más bien un pasaje de Alicia:

A estas palabras siguió un prolongadísimo silencio, roto sólo por la ocasional exclamación de «¡Hjckrrh!» por parte del Grifo…

Pues sí: bajo esta pluriconsonántica advocación nace una aventura editorial, puesta en marcha por un grupo de traductores radicados en Barcelona, que tratan de aprovechar las nuevas oportunidades proporcionadas por la edición digital  para editar y difundir lo que les apetece.

Y el comienzo es de lujo: tres textos de Mark Twain escritos en el año 1905, dos de ellos, dedicados al Zar y al Rey Leopoldo II, pertenecen a lo que se podría llamar sus “libros antiimperialistas” (sobre la génesis de esta rama de su obra véase la concisa pero útil biografía del autor en el sitio de la editorial). El tercero es el delicioso Soliloquio de Adán.

Las tres traducciones, que además constituyen las primeras ediciones críticas de las obras en castellano, se deben a la mano de Juan Gabriel López Guix, especialista en traducción de la Biblia, y autor de una una preciosa edición de Cuentos de la Gran Guerra (Alpha Decay). Los libros son accesibles de momento vía iTunes (para iPhone, iPad o iPod Touch.) y Kobo, aunque la intención es que lleguen a todas las plataforma de ebooks. Por cierto: las cubiertas, esa asignatura pendiente en los ebooks, están especialmente cuidadas.

Hay que destacar también la calidad del sitio de la editorial y de la información que reúnen en torno a sus libros: todo un ejemplo para los editores que lanzan sus libros desnudos a las redes…

Siempre es un placer dar la bienvenida a un nuevo sello editorial, y es un placer doble dársela a un proyecto tan sugerente y bien realizado.

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Descubrir los libros

04 marzo 2013 12:12

Supongamos que los agentes de autores de lengua española empiezan a separar la venta de derechos digitales de los derechos en papel. Supongamos que en consecuencia pueden surgir auténticos editores digitales, que empiezan a adquirirlos y a publicar libros de calidad en cantidades apreciables. Supongamos incluso que tienen una buena política de precios, y que los colocan en todas las posibles librerías digitales. Entonces quedaría aún la parte más difícil: que los lectores potenciales los descubran.

Si en el mundo del papel uno puede confiar en que los lectores visiten las librerías o lean un suplemento literario, ¿qué ocurrirá con los ebooks? La cuestión es tan acuciante que ya tiene un nombre discoverability, tal vez traducible como descubribilidad.

Los datos parecen indicar que la mitad de las compras en Amazon provienen de búsquedas orientadas. En otras palabras: la gente que entra a comprar ya sabe lo que busca. Eso es lógico: ¿cómo va nadie a hacerse una idea de qué libro comprar navegando desde la portada de Amazon, o de iTunes? La recomendación algorítmica que inició Amazon, tipo “quien ha comprado X ha comprado también Y”, puede funcionar razonablemente… una vez que uno ha llegado a un libro que le interesa, y eso es precisamente lo que no acabamos de saber cómo funciona.

¿Qué se debería y qué no se debería hacer para hacer los libros descubribles? Vamos a centrarnos en el caso de la narrativa, que es el género que se lee predominantemente en ebook, y el más complicado para esta cuestión: la no-ficción (autoayuda, libro práctico, ensayo) tiene las cosas más fáciles, por el acceso temático.

Sí: la recomendación es una de las cosas que mejor funcionan para las lecturas, pero yo diría que las redes sociales de lectores (como Goodreads, sobre la que escribió Actualidad Editorial) son para lectores a) voraces consumidores de muchos libros al año y b) duchos en el ciberespacio. No veo a ese lector de un libro al mes o cada dos meses, que ni tiene cuenta en Facebook y sólo usa esporádicamente el correo electrónico, dándose de alta en una red de recomendación. No le compensaría…

Los sitios de márketing de libros centrados en los autores (como Open Road Media, imagen superior) no sirven, y hay que decirlo muy claramente. La información que suministran sobre ellos sólo interesará a quienes sean ya sus devotos lectores; no despiertan precisamente el deseo de leerlos. Y la información sobre las obras es defectuosa por mal orientada.

Los sitios de márketing centrados en las obras (como Small Demonds) pueden ofrecer un desmenuzamiento interior de las obras más orientador. Veamos qué hace el sitio, con el ejemplo de la novela de Stephen King 11/22/63, sobre el asesinato de Kennedy (imagen de arriba): con una interfaz muy tipo iPad (dan ganas de frotar la pantalla del ordenador con el dedo), y una presentación de datos a la Pinterest (sólo imágenes), nos informa de qué canciones, películas, programas de televisión, libros, etc.,  se mencionan en la novela. Además un mapa sitúa los lugares en que transcurrre la acción (es una pena que no pondere los pesos de cada uno en la trama). Podemos, así, saber que en el libro se habla de West Side Story, y a partir de ahí llegar a las otras 43 obras que hablan de ella. Claro: puede haber un lector que busque libros en que se mencionen ciertas películas, pero me extraña. O (quizás más probable) alguien que busque novelas que transcurran en un lugar al que piensa viajar. Pero tal y como está, veo el sitio mejor para el análisis de las obras (del que se podrían beneficiar los estudiosos de la literatura) que para buscar lectura…

Ah: y los videos no sirven. Una ojeada al canal de Youtube de Open Road Integrated Media muestra videos, sin duda caros de confeccionar, que dudo que atraigan a compradores, y que se han visto un número de veces muy bajo (y ni pensemos en qué proporción se convertirá en compra).

¿Qué podría servir, sin embargo?

Los buenos metadatos pueden mejorar el hallazgo de obras: en el caso de la narrativa, no sólo autor y título, sino además, lengua de origen, traductor, país de origen del autor, época en la que escribe, y género y subgénero si es el caso (para buscar ciencia ficción americana de los 60, o novelistas hungaros de entreguerras). Aunque los metadatos hay que estructurarlos de una manera diferente para cada una de las librerías por línea en que se quieran vender los libros, y son un dolor de cabeza para los editores… Además, recordemos que muchas veces los mejores metadatos de un libro son las mismas palabras que contiene, y en ese sentido Google Play puede hacer mucho por la obra indizándola (cuando el editor permite que se haga).

Aunque parezca algo que ya no se estila, la mejor solución es una buena web editorial, con contenidos generados por los propios editores, que son los que conocen sus libros: ni departamentos de márketing ni algoritmos serán capaces de mejorar ese conocimiento. Lo repito: una buena web editorial que incluya extractos de las obras, sí (aunque esto lo hacen también las librerías por línea); y además que publique información sobre los autores, sobre los movimientos a que pertenecen (información buena: ni copiar solapas ni la Wikipedia); que informe sobre la obra, y sobre su traducción (el lector literario sí agradece esos datos), y sobre todo, que explique por qué alguien debería leer ese libro.

Y no vendría mal una ayuda de algunos viejos conocidos: los suplementos culturales, en papel y en la web. Amigos: ya está empezando a haber, exclusivamente en versión digital, un montón de libros interesantes. ¿Por qué no echáis una mano?

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Siete consejos para jóvenes editores

04 diciembre 2012 12:12

El último día de mi curso en el 2º Diplomado en Estudios Editoriales del Instituto Caro y Cuervo en el marco del Seminario Andrés Bello en La Candelaria, Bogotá, pensé en sintetizar algunas de las cuestiones que había debatido con sus alumnos. Estos eran un conjunto heterogéneo y activo, curioso y entusiasta, como ha descrito otro de sus profesores, Martín Gómez.

Al final, mi resumen tomó la forma de un septenario de consejos (lo que no me importó nada, dado el prestigio del número)… Y reza así:

1 Aun si no sois editores de ebooks, ni siquiera editores de libros, ni libreros, ni gestores culturales, como ciudadanos y como profesionales os conviene claramente tener familiaridad con las tecnologías de la información.

2 ¿Cómo? Jugando con ellas. Jugando y experimentando: con Twitter, con Facebook, con blogs, con Delicious, con Instapaper… Jugar como los niños, para conocer.

3 Nunca vais a conocer una Internet tan abierta y tan libre como ésta. Aprovechadla.

4 Devolved a la Red algo de lo mucho que que recibís de ella. Haced tuits informativos, cread blogs que valga la pena leer, enriqueced con comentarios las webs, cread entradas y mejorad otras en la Wikipedia

5 Aun si sois editores exclusivamente en papel, tendréis que usar los recursos que brinda la tecnología para crearos una imagen, para promocionar vuestras obras: mediante los buscadores, las redes sociales, los blogs, las aplicaciones móviles…

6 Hay libros que deben estar en el papel, sólo en papel. Otros merecen ser sólo digitales. Otros exigirán tabletas o teléfonos avanzados. Otros, alguna combinación de estos medios. Vuestra misión será encontrar los dóndes y los cómos de cada qué.

7 Y, para terminar, recordad una cosa: los libros no son contenidos. Los fabricantes de dispositivos que necesitan ser llenados, los operadores de telecomunicaciones que precisan tráfico: ellos quieren relleno para sus cacharros. Cada vez más. Pero los autores no escribimos contenidos; los editores no editamos contenidos. Escribimos y editamos obras. No lo olvidéis…

Mucha suerte y no dejéis de jugar.

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Comprar un ebook en Barnes & Noble

04 septiembre 2012 12:12

A primera vista era un expositor más en la librería de Barnes & Noble de Broadway con la calle 82, en Nueva York. Pero fijándose bien, éste no contenía libros, sino unos tarjetones de cartón del tamaño de una edición de bolsillo.

Como en un juego de muñecas chinas, el tarjetón contenía la imagen de un ereader (el Nook que comercializa la propia cadena Barnes & Noble), y la pantalla del lector presentaba la portada de un libro y en su interior la imagen indolente de un muchacho en un bote, y el título: Aventuras de Huckleberry Finn. Encima de todo, la indicación “Lleve esta tarjeta a la caja para la compra”.

[Addendas unas horas después: El dorso de la trajeta presenta el habitual texto de cuarta de cubierta:

]

¡Todo este despliegue para proponer una compra que se podría llevar a cabo en Internet en un minutos! Sí, pero que nos enseña dos tres cosas:

1) la lucha por la visibilidad de los ebooks: ¿cómo hacer para que el potencial comprador se fije en una determinada obra de los miles que se apiñan en el  ciberespacio? Sencillamente, convirtiéndola en una de los muchas que se apiñan en una librería tradicional.

2) la compra como acto físico: a pesar de lo que parezca, mucha gente es aún renuente a la compra por línea. Con este sistema, uno escoge su obra, que como es un clásico ya es conocida de todos; mira la cubierta, la coge, la paga en la caja y se va con el código de descarga.

[3) la importancia de la información próxima al objeto de la compra: nada más girar el libro/tarjeta]

El lector Nook de Barnes & Noble se ha situado bien en el mercado USA, batallando contra la competencia. El Nook Book Store lo está haciendo igualmente bien. Como ocurre con otros lectores, tiene aplicaciones para Web, tabletas y teléfonos, que permiten comprar y leer.

De vez en cuando circulan rumores de su instalación en España…

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El marcapáginas, y otras publicidades

10 julio 2012 10:10


Fuente

He hablado un par de veces de Hibris. Revista de Bibliofilia, bimensual editada en Alcoy (Alicante). Por el momento se publica sólo en papel, aunque me informan de que planean colgar en su web números atrasados. En el último número (65-66, septiembre-diciembre 2011) hay varios artículos de gran interés.

Uno de ellos es “Crónica de una señal anunciada: el biblión de los Manuales Soler”, de Concepción del Valle, que estudia la promoción que realizaba el editor barcelonés Manuel Soler desde finales del XIX, sobre todo con exitosa colección Manuales Soler luego rebautizada como Manuales Gallach, y por fin integrados en Espasa-Calpe, que los comercializó hasta los años 50. Pues bien: los Manuales Soler tuvieron un despliegue publicitario asombroso, con anuncios incluidos en otras publicaciones de la casa, regalos, cupones para conseguirlos, e incluso un mueble para agruparlos todos (la Enciclopedia Espasa también adoptaría luego ese poderoso argumento de venta).


Fuente

La difusión de los manuales se equiparaba, en la publicidad interior de los mismos (por lo general en las guardas), con el avance de la patria:

LA SIGUIENTE DEMOSTRACIÓN GRÁFICA DEL AUMENTO DE LECTORES  ES UNA PRUEBA DE QUE ESPAÑA PROGRESA
[sic, por tanta versal].

Por cierto; el histograma situado al pie de la página, que ilustra el aumento del número de lectores, que es vagamente proporcional al tamaño del personaje ilustrado, es toda una joya de la arqueología de la representación de datos. Además, obsérvese que los pocos que comienzan a leer los Manuales son ricos y eclesiásticos, y al final hay hasta un agricultor… [Esta imagen es la única que he encontrado, y si un lector en cuyo poder obre un Manual Soler con esta publicidad en las guardas me facilita una reproducción mejor se lo agradeceré eternamente]:


Fuente

Otro recurso promocional, nos dice Concepción del Valle, eran las postales humorísticas, que recalcaban el regalo. En una de ellas, un niño le dice al otro:

Oye, mamá ya no le riñe a papá si compra libros. ¡Como que los compra a la casa Sucesores de Manuel Soler de Barcelona y los regalos se los queda mamá!

Pues bien: uno de los obsequios era un marcapáginas, el primero que se registra en el mundo editorial español, y el primero con nombre propio: biblion (o biblión, como también lo escriben). Se presenta bajo los nombres de señal y de punto de lectura, lo que parece indicar cierta vacilación, o una terminología no asentada. La autora ha recopilado los siguientes nombres para el artefacto:

registro,
punto de libro
señal
guía de lectura
indicador
señalador
marcador

y los más infrecuentes

sujetador
marcapautas
indicador para señales
memorándum

En 1903, dice la autora, el impresor Víctor Oliva usa el anglicismo book-mark y el catalán senyal de plana (que sólo utilizó él). El que más se ha asentado hoy en día es marcapáginas, que creo de origen francés (marque-page o marque-pages, como este antiguo sitio web de coleccionista).

La casa Soler intentó el término biblión, que como sabemos tampoco se impuso, y lo ensalzó de esta manera:

Más que orientarse a recordar el punto donde se dejó la lectura, el biblión parece orientado al trabajo de estudio o consulta, como se ve por este ejemplo del folleto promocional:

Por su tipología, el biblión pertenece a los marcapáginas exentos (a diferencia de la cienta de registro y el punto de cursor); externo, porque se coloca en el corte delantero del libro, en vez de albergarse en  su interior; y lineal, porque apunta a una línea concreta del texto (en vez de señalar una página entera):

Para terminar, haré una referencia de pasada al futuro (o quizás el presente) de los marcapáginas en el medio digital: en iBooks para iPad una pulsación coloca en las páginas deseadas esta esqueuomórfica cinta:

Acudiendo después al menú de Marcadores, se pueden ver todas las páginas donde se ha llevado a cabo esta operación.

Coda: más marcapáginas, o como se llamen, en este blog:

Ring, riiiing… ¡Marchando!
Regalar saber
Marcapáginas

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El caso Vis-à-Vis

18 junio 2012 10:10

Es muy posible que las obras que encuentren su medio natural en las tabletas (iPad y tabletas Android) no sean los libros, sino las revistas.

Vis-â-Vis es una nueva revista, creada para tabletas. La revista es nativa digital, y nace explotando a fondo las posibilidades de imagen, imagen en movimiento y sonido (las potencialidades multimedia, habríamos dicho hace unos años), y las de la pantalla táctil.

Cada número, de los cinco aparecidos hasta ahora, tiene un buen equilibrio entre los contenidos que se descargan con él (400 ó 500 MB) y las conexiones al exterior, de tal modo que el hojeo de la publicación, incluso off line, no se detenga.

Siguiendo la tendencia ya general en las revistas, el deslizamiento vertical permite recorrer los artículos en toda su longitud, mientras que el horizontal se utiliza para cambiar de artículo. Muchos de sus contenidos son visibles en formato apaisado o en vertical (aunque para algunos se advierte que es mejor una determinada orientación). Cuando la página se transforma de una en otra, el texto se adapta en ancho y número de columnas, para mantener una legibilidad adecuada, como en el ejemplo inmediato:

Conviene recordar que, desde el punto de vista de la producción, estos cambios no son automáticos, con lo que el diseñador de estas obras para tabletas en realidad debe muchas veces crear varios tipos de puesta en página: el de iPad vertical, el del apaisado, y quizás el de otra(s) tableta(s) con una proporción distinta. Sí: gran parte de la magia que albergan estos productos en realidad no es sino trabajo y previsión…

Vis-à-Vis hace un bonito uso de las posibilidades táctiles. Como muestra, véase el caso superior: la pantalla está dominada por un gran 7, y un icono y un texto avisan de que hay que deslizar el dedo sobre él. Al hacerlo, se va descubriendo el enunciado completo: “7 minutos para encontrar pareja”. El juego metaeditorial puede hacer uso de diferentes recursos combinados: el anuncio de un coche se activa con el deslizar del dedo del ¿lector?, y el vehículo arranca con ruido del motor, y atraviesa varias páginas de la revista antes de detenerse.

Entre las distintas secciones de la revista (en la que tiene una gran presencia la música, el cine y la moda) destaca la sección de recomendación de libros, que da acceso a capítulos para lectura y otras informaciones.

Vis-à-Vis pertenece a esa nueva generación de revistas que, como JotDown (en la Web y recientemente en papel) están arrojando un soplo de aire fresco sobre el panorama de nuestras publicaciones. Ambas son gratuitas, por lo que deben de confiar en los ingresos publicitarios. Vis-à-Vis apunta a un público joven, y JotDown es más “periodística”: sus largas entrevistas, por lo general de gran interés, se han hecho muy populares.

Vis-à-Vis es una joven aventura recién iniciada, y resulta refrescante ver cómo se ha apropiado de las posibilidades del nuevo medio, el tablet de pantalla táctil, para distraer, motivar y seducir al lector.

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Páginas aumentadas

30 mayo 2012 10:10

Sabemos lo que es la realidad aumentada, sabemos qué son los códigos QR. Pues bien: cada vez hay más casos en que la interacción con un dispositivo móvil permite complementar la información no de un lugar físico, ni de un  código, sino la que está impresa en una página.

Esto es lo que hace Layar, aplicación para iPhone y otros teléfonos avanzados. La página del libro o revista (por ejemplo, la de arriba) se captura en el dispositivo, y en la pantalla aparece superpuesta una capa con puntos sensibles (abajo), que al ser pulsados llevan a información complementaria.

En el ejemplo de la revista Linda se pueden ver muchos tipos de contenido digital aumentado a partir de la página impresa: videos, gráficos, enlace a tiendas virtuales, y uso de medios sociales. En el video inferior hay varias muestras.

Las consecuencias para la publicidad son claras, aunque da la impresión de que hay muchas aplicaciones por descubrir en terrenos como manuales, libros de texto, guías turísticas, etc.

Otro bonito ejemplo de interacción de un libro impreso, en este caso con una webcam, es el de Between Page And Screen, que se anuncia como “an augmented-reality book of poems” (gracias, Noel). Y así funciona:

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¿El lugar de los libros es siempre la librería?

12 abril 2012 12:12

#librería

Estaba en una tienda de esas en las que se venden productos Apple. Como casi todos saben, el mayor placer de usar un producto Apple es comprar luego otras cosas que los hacen más útiles o deseables: fundas, adaptadores, cables, teclados externos, limpiadores de pantalla, kits de formación y un sinfín de complementos. Pues bien, cuando curioseaba entre ellos, ¿qué ven mis ojos? Libros. Sí, libros, de papel. Ahí estaba la biografía de Steve Jobs, junto a una serie de títulos para usuarios de Mac y para desarrolladores de productos en iOS.

Qué curioso (pensé): una oferta de libros específicamente dirigidos a un público, situada justo en el lugar al que van las personas que es más probable que los compren. Maravilloso, ¿no? Si yo soy un desarrollador de apps, ¿dónde es más probable que vaya: ¿a una librería, a la librería de una gran superficie o a la tienda de productos Apple? Y no sólo eso: veo que en la web de la tienda, repito: de informática, aparecen también a la venta los mismos libros (de papel), a veces formando pack con cacharrerías varias.

Extrapolemos: libros de recetas en el supermercado; o mejor aún: libros de recetas de pescado en la pescadería (del supermercado o no); libros sobre el cuidado de las plantas en la floristería; libros de viajes en la agencia de viajes (en las pocas que quedan…); libros de salud en farmacias; libros sobre dietas veraniegas y cuidado de la piel ante el sol en las tiendas playeras de toallas y flotadores; libros sobre “hágalo usted mismo” en las ferreterías; el lector puede añadir ejemplos, porque seguro que hay más. A ello se podría añadir: libros de un cierto tema en la web de venta de productos relacionados.

Cuando trabajaba para un grupo editorial (hace ya veinte años), hubo algunos intentos de colocar ciertos libros del amplio abanico de temas y sellos que publicábamos más cerca de sus compradores potenciales. Naturalmente, fracasaron. Fracasaron por las razones por las que fracasan muchas cosas en el sector editorial: las modalidades de comercialización, la falta de cuentas con establecimientos que no fueran librerías, y cosas de esas.

En una época en que las noticias sobre libros saltan a tu iPad o a tu lector, en el que las recomendaciones de las librerías digitales afinan tan bien, ¿es mucho pedir que el libro de papel vaya al encuentro de su público natural?

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