Cultura escrita & sociedad, 10: la génesis editorial del Casares

22 octubre 2010 9:09

Ha aparecido el último número de Cultura escrita & sociedad, excelente, como de costumbre, y cuyo índice listo al final del post. Pero no quiero dejar de comentar uno de sus artículos, que une dos temas gratos a esta web: la edición y los diccionarios.

Se trata de “El Casares. Historia de un diccionario, 1915-1942”, de Philippe Castellano. Castellano es también autor de Espasa; una aventura editorial, historia de la génesis de la famosa enciclopedia, que fue su tesis doctoral en 1994, y se publicó en España en el 2000.

Castellano aborda en este artículo de Cultura escrita & sociedad otra gran proeza editorial, en este caso de una sola persona trabajando cerca de tres décadas, y en la que intervinieron distintas editoriales e instituciones, hasta la publicación final por Gustavo Gili en 1942: el Diccionario ideológico de la lengua española: desde la idea a la palabra desde la palabra a la idea, de Julio Casares. Es un diccionario que todos hemos usado, que se reimprime constantemente y del que sólo se puede lamentar que no se haya reformado y puesto al día y que no cuente con edición electrónica…

Su creador, Julio Casares, músico y políglota (llegó a dominar 18 lenguas), concibió su diccionario en fecha tan temprana como 1915. Esta era su idea (citada a través de un artículo de Concha Soler):

hay que crear, junto al actual registro por abecé, archivo hermético y desarticulado, el diccionario orgánico, viviente, sugeridor de imágenes y asociaciones, donde, al conjuro de la idea, se ofrezcan en tropel las voces, seguidas del utilísimo cortejo de sinonimias, analogías, antítesis y referencias; un diccionario comparable a esos bibliotecarios solícitos que, poniendo a contribución el índice de materias, abren camino al lector más desorientado, le muestran perspectivas infinitas y le alumbran fuentes de información inagotables

La referencia a un índice de materias no era baladí: Casares trabajó en la comisión internacional que dio forma a la CDU, de la que hemos hablado en un post anterior sobre la clasificación por materias.

La historia de la compilación del diccionario, de los vaivenes editoriales e institucionales, del apoyo final de la editorial Gustavo Gili, de cómo la Guerra Civil lo puso al borde de la pérdida, y muchas cosas más ha sido posible gracias al archivo que los actuales gestores de la editorial, Mónica y Gustavo Gili, han prestado al investigador. Sí: este sello centenario, que ha permanecido en manos de la misma familia, conserva sus archivos y por tanto puede contribuir a la historia de sus proyectos editoriales, que es la historia de nuestra cultura, de un modo que los sellos caídos en manos de grandes grupos, cuyos archivos han sido casi siempre destruidos, no pueden hacer…

Cultura escrita & sociedad, 10

Ciencia, historia y escritura, coordinado por José Pardo Tomás

“Escrito en la rebotica. Coleccionismo naturalista y prácticas de escritura en el gabinete de curiosidades de la familia Salvador. Barcelona, 1626-1857”, José Pardo Tomás (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona)

“La ciencia en la esfera pública del siglo XIX: géneros, discursos y apropiaciones”, Agustí Nieto-Galán (Universitat Autònoma de Barcelona)

“La escritura como invención: la Física-texto de Adolphe Ganot y el género ciencia”, Josep Simon (Universitat de València)

“Palabras de química. Oralidad y escritura en la enseñanza de una Ciencia Experimental”, Antonio García Belmar (Universitat d’Alacant) y José Ramón Bertomeu Sánchez (Universitat de València)

“Ciencia en el exilio, una forma de resistencia. La traducción castellana de ‘The Wisdom of the Body’ de Walter B. Cannon (México, 1941)”, Àlvar Martínez Vidal (Universitat Autònoma de Barcelona) y Emma Sallent Del Colombo (Universitat de Barcelona)

Estudios

“El Casares. Historia de un diccionario, 1915-1942”, Philippe Castellano (Université de Rennes 2-Haute Bretagne)

“Diarios masculinos (1972-2004): ¿una práctica de trabajo o la vida por escrito?”, Vania Grim Thies y Eliane Peres (Universidade Federal de Pelotas, Brasil)

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Traducir antes de Internet

19 octubre 2010 9:09

Durante bastantes años (pero hace ya muchos) viví de las traducciones. Hablo del año Nosecuantos A.G. (antes de Google). Normalmente, sobre todo en ficción pero también en otros géneros, uno avanzaba por la obra desbrozando el terreno y dejando tras de sí, como rocas o tocones de árbol imposibles de retirar, dudas o aspectos enigmáticos del texto.

Acabado el primer borrador, uno se sentaba ante la lista de dudas acumuladas y primero saqueaba la biblioteca de consulta doméstica. Yo, como todos los traductores, había acumulado un conjunto nada desdeñable de diccionarios y enciclopedias. Resueltas algunas cosas, y si parecía que no había otro remedio, uno iría a la Bibioteca Nacional (entonces vivía en Madrid) a ver más obras de referencia y a pedir a lo mejor algún manual de una materia exótica, para averiguar qué demonios querría decir tal palabra. Tras una mañana o un día invertido en este menester todavía podían quedar cosas muy raras. Entonces uno empuñaba el teléfono y daba la lata a varios amigos, que por lo general tampoco podían aclararte nada.

¿Qué quedaba sin resolver? Podían ser muchas cosas: alusiones, frases hechas inencontrables que a lo mejor recogían la letra de una canción, nombres que podían ser marcas comerciales convertidas en genéricos o que podían reflejar un argot local… Era una pesadilla. Cuando se acababa el plazo de entrega o cuando las llamadas del editor se hacían insoportables uno resolvía todo “como Dios le daba a entender”, y entregaba.

Años, a veces décadas después, uno se tropezaba con la frase hecha en un contexto más transparente, averiguaba que en efecto tal nombre era una marca, pero no de lo que había pensado, etc., etc. Y tanto tiempo después aún le recorría a uno un sudor frío…

Me he acordado de todo esto al leer una pieza sobre la retraducción de obras ya traducidas, por J. Massot (a laque llegué vía un post del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires). Allí, un profesor y traductor, Gabriel López Guix, afirma:

tenemos la maravilla de Internet, que nos permite consultar una cantidad ingente de documentación que antes no soñábamos tener ni en la mejor de las bibliotecas. Yo diría que tendrían que retraducirse todas las obras traducidas antes de Internet.

Bueno: todas no, pero casi…

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Organizar por materias: dos elecciones

18 octubre 2010 9:09

Pensemos en la visita a una buena librería, o a una buena biblioteca de las que dan acceso abierto a las  estanterías. Uno llega a la zona de su interés y ahí están: al lado de libros que ya hemos leído, y de otros cuya existencia conocíamos, aquellos de los que ni habíamos oído hablar, y que sin embargo encontramos a nuestra disposición…

Las clasificaciones temáticas permiten explorar lo existente, y por eso son herramientas insustituibles en un universo como el de los libros, complejo y extensísimo. Y en el terreno del acceso digital a las obras son un elemento sencillamente vital. La clasificación temática es uno de los elementos que, como el autor, el título, el editor, el año de publicación y otros metadatos, van a servir para guiar al lector al encuentro del libro. Y quizás será uno de los más importantes para la exploración y la serendipia.

Se encuentran dos orientaciones en este delicado tema: la bibliotecaria (siglos de organización de vastos conjuntos de obras especializadas, orientadas a la consulta) y la librera-editorial (décadas de organización de conjuntos contemporáneos, con miras a la venta).

Pues bien: dos decisiones de sendos mediadores entre los libros y el público muestran el papel creciente que va a tener esta cuestión en el campo de las obras digitalizadas.

Google, para Google Libros (y, suponemos, para las futuras Google Editions) está utilizando el sistema BISAC (Book Industry Standards And Communications), división del Book Industry Study Group. El problema es que BISAC está orientado al comercio: es lo que  “la industria del libro [de Estados Unidos y Canadá] usa para decir a los libreros dónde poner los libros en las estanterías”, como señaló Geoff Nunberg en su post de hace un año, titulado expresivamente: “Google Libros: un descarrilamiento de metadatos”.

Cito a Nunberg:

La pregunta es por qué Google decidió  en primer lugar utilizar estos encabezamientos [los de BISAC]. (Clancy [ingeniero en jefe del proyecto de Google Libros] niega que fueran los editores quienes se lo pidieron, aunque esto podría tener que ver con sus propias ambiciones de competir con Amazon). El esquema BISAC se adapta bien para organizar las estanterías de una moderna cadena de librerías con 10 kilómetros de estanterías, o una pequeña biblioteca pública donde los consumidores ordinarios o los clientes buscan libros en las estanterías. Pero no ayuda particularmente si vuelas a ciegas por una biblioteca  con varios millones de títulos, incluyendo obras académicas, extranjeras, y grandes cantidades de libros de los primeros periodos.

Con la llegada de Google Editions, está todo más claro: Google clasificará sus libros según el estándar comercial, porque quiere venderlos (o que los vendan a través de su servicio). Los muchos errores de clasificación que denunció Nunberg pueden irse subsanando, pero la clasificación de materias seguirá apuntando a compradores o lectores de base, y además de cultura norteamericana, y no a usuarios especializados de cualquier parte del mundo.

La buena noticia paralela es que  un proyecto que agrupa muchas universidades americanas y que se nutre básicamente de las digitalizaciones de Google, Hathi Trust (hablamos de él hace dos años), está trabajando para dar acceso a las obras a un público profesional con herramientas más avanzadas y criterios más bibliotecarios.

Mientras tanto, el servicio de información sobre libros españoles en venta, DILVE, promovido por las editoriales españolas, está trabajando también en la clasificación por materias. Hasta ahora lo único que funcionaba era la clasificación del ISBN, basada en un estándar bibliotecario utilizado desde hace años en España y en otros lugares: el la CDU. Ya fuera por inadecuación progresiva de la clasificación a la realidad cotidiana, o por descuido de las editoriales en la asignación de materia (que de todo hubo, y quizás más de lo segundo), el sistema se ha revelado insuficiente.

Una comisión recién creada, y en la que participan FGEE, FANDE, CEGAL, Grupo Planeta, Grupo SM, Grupo Santillana, Casa del Libro, El Corte Inglés, FNAC, Librerías Bertrand, Librería Diógenes, Troa Librerías y Libranda ha elegido el sistema BIC, Book Industry Communication, también de intención comercial (no bibliotecaria), nacido en la Gran Bretaña y utilizado además en Australia y Nueva Zelanda. El sistema deberá adaptarse en materias concretas a la realidad española.

DILVE funcionará como el eje en torno al que se articulará la información tanto sobre obras en papel como electrónicas, lo que da idea de la importancia de este paso.

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La librería digital Laie

21 julio 2010 10:10

Los fondos de las editoriales agrupadas en la recién estrenada Libranda se venden sólo en las librerías. Como justamente recordaba Damià Gallardo en un comentario a otro post de este blog, el ruido sobre Libranda está eclipsando el trabajo con el libro electrónico que están haciendo algunas librerías, por ejemplo, Laie.

Laie es un buen ejemplo de librería virtual que agrupa no sólo los fondos de Libranda, sino también de otras distribuidoras digitales, de las que presenta 100.000 títulos, en español, catalán e inglés.

Una de las formas más típicas de localizar un libro es mediante el buscador interno. El de Laie localiza palabras en el título y en el subtítulo; sin embargo puede mejorar la ordenación de los resultados. Con el “buscador avanzado” se puede a priori limitar la búsqueda a e-books, aunque el uso del formulario de consulta me ha dado algunos problemas.

Ante una búsqueda abierta, se presenta por defecto el libro en papel, con su precio, aunque la ficha del libro ya informa de la disponibilidad o no del e-book. Como además se informa de en qué librerías de la cadena está efectivamente disponible, el resultado es que se ofrecen todos los medios para que el lector acceda a un título.

El acceso temático comienza en once categorías, que luego pueden subdividirse en varios niveles (por ejemplo: “Home [ese feo anglicismo]> lingüística – teoría y crítica literaria > teoría literaria > estudios de cultura escrita“), y en sus niveles más altos conduce a tres categorías: recomendados, novedades y más vendidos.

La búsqueda de un autor lleva a todos los libros del mismo, en cualquier lengua. En todos los casos, ademas del libro localizado se ofrecen otros libros del autor, e incluso qué otros títulos compraron quienes adquirieron una obra (ese útil recurso a lo Amazon), así como el habitual tributo al 2.0 en forma de comentarios del usuario.

En resumen: Laie es un buen ejemplo de cómo una librería puede dar acceso a un fondo muy grande, en diversos formatos, ediciones y lenguas, ayudando al lector a abrirse camino por la selva de libros.

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La lectura de RSS

28 junio 2010 9:09

Alguna gente accede a este blog aterrizando en su página de entrada de cuando en cuando. Otros reciben sus nuevos post a través del correo electrónico utilizando el servicio que presta FeedBlitz. Otros, por fin, están suscritos a las informaciones automáticas de novedades, o feeds, a través de agregadores, como Google Reader.

Curiosamente, para ser un recurso tan útil, mucha gente desconoce cómo usar las RSS. Vamos a examinar dos sistemas que tratan de acercar a usuario de base su funcionamiento. NewsRack (arriba) es una aplicacion para iPhone que usa la metáfora del kiosko de prensa: los distintos blogs o páginas suscritas aparecen como cabeceras de periódicos, el último post ocupa la portada, y un número indica cuántos post pendientes de lectura hay. La aplicación se sincroniza con Google Reader, de modo que si uno salta entre leer las novedades en el teléfono y en el ordenador, cada medio conserva rastro de las deciciones tomadas en el otro.

Planetaki (abajo) es un servicio web en el que cualquier lector puede crearse  una página de entrada donde  agrupar las webs o blogs que desea seguir. Esta página puede ser pública o privada. Este es el Planetaki Jamillan, mi propio Planeta. A diferencia de lo que ocurre con los agregadores de RSS (en el que fácilmente uno acaba por acumular cientos de post), Planetaki sólo conserva los de los siete últimos días, pensando (lo que normalmente puede ser cierto) que los post más antiguos ya no interesan.

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Redes y Cultura: seminario en Madrid

23 junio 2010 10:10

El día 29 de junio , martes, a las 10 de la mañana, dirijo en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, un seminario sobre Redes y cultura, con el siguiente programa:

10.00 h     Apertura

10.15 h     Redes complejas
RICARD SOLÉ, Profesor investigador ICREA

11.00 h     El análisis de redes sociales: historia de una perspectiva
NARCISO PIZARRO, Universidad Complutense de Madrid

12.15 h     Facebook, una plataforma de posibilidades para la cultura
LAURA GONZÁLEZ-ESTÉFANI, Facebook España

13.00 h     Complejidad, cultura, conocimiento
SANTIAGO ORTIZ, Bestiario

13.45 h     Para navegar la  red de la cultura
CARLOS WERT, Residencia de Estudiantes

Del texto de presentación:

Las redes son un medio de conceptualización y una herramienta de manejo de realidades muy diversas.

Quizás las más importantes de las redes que nos rodean, porque están ligadas a la forma de actuar de las personas, sean las redes sociales. Nuestra época ha visto el gigantesco desarrollo de servicios Web que permiten interactuar en un facsímil digital de nuestras propias relaciones.

Por otra parte, la aplicación de las tecnologías digitales a las redes complejas está permitiendo su visualización y manejo, de una manera imposible anteriormente.

El estudio de movimientos culturales del pasado a través de redes sociales arroja nueva luz sobre ellos. La superposición de afinidades artísticas con relaciones familiares, profesionales y de otros tipos crea una perspectiva inédita para la comprensión y la enseñanza de la historia de la cultura.

El estudio de un brillante periodo de nuestro pasado literario, artístico y científico, la Edad de Plata, se puede beneficiar de esta perspectiva, a través de una herramienta de nueva creación que permite desplegar la riqueza de relaciones que animó ese momento.

El concepto de red, el de red social, su plasmación digital, y su utilización para la visualización de la cultura son los ejes que animarán este seminario interdisciplinar.

Asistencia gratuita previa inscripción: 91 563 64 11
E-mail: actos[signo de arroba]residencia.csic.es

(Advertencia: soy colaborador habitual de la Residencia de Estudiantes).

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Contenidos y servicios ¿gratuitos?

10 junio 2010 9:09

Muchos sitios y servicios Web son gratuitos, pero requieren registro: el usuario sólo debe dejar su nombre, correo electrónico, y quizás algún dato más. (Por añadidura, la dirección IP desde la que se conecta uno da también otra información).

¿Cuánto valen estos datos? Recientemente, en un viaje con cuyos recuerdos he castigado a mis lectores, me encontré (por azares del destino) de huésped en un hotel bastante bueno. Era Nueva York, y estaba en Park Avenue. Resulta que la conexión WiFi era de pago, y caro (cuando dentro de unos años veamos esto nos producirá la misma estupefacción que si nos hubieran cobrado el agua), pero si uno se registraba en la web de la cadena de hoteles, salía gratis. Como el WiFi salía a 15 dólares diarios, e iba a estar cuatro noches, lo hice: me pidieron mi nombre, dirección, un email, y marcar algunas aficiones. Y tuve mi conexión sin pagar.

60 dolares: ¡mis datos personales valían 60 dólares! Cierto que el entorno podía hacer pensar que yo era un potentado, pero ¿cuánto valen los datos que dejamos en redes sociales, en registro para leer prensa y sitios así? ¿40, 30, 20 dólares? ¿Y la huella de nuestras búsquedas y navegaciones, muchísimo más específica respecto a nuestros gustos y habitos de consumo, cuánto vale?

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Sobre la innovación y la ecología

03 junio 2010 9:09

David Owen publica en el New Yorker de 17 de mayo del 2010 un artículo sobre “The inventor’s Dilemma” (aquí un extracto: versión íntegra sólo para suscriptores).

El artículo trata sobre un inventor, Saul Griffith, comprometido con temas medioambientales, y que entre otras cosas, siguió los desarrollos de la llamada tinta electrónica (e-ink) desde sus comienzos. Esta tecnología es la que está detrás del Kindle y otros muchos lectores actuales. Es curioso (por lo menos para mí) ver el espacio de tiempo tan dilatado que supone el desarrollo y puesta a disposición del público de una tecnología ya inventada, como ocurrió con la tinta electrónica: fueron necesarios má de diez años.

Otra cuestión importante que plantea el artículo es la ecológica:

Buscar, acceder y almacenar un volumen creciente de páginas web, fotos familiares, correos, viejos libros, tweets, aplicaciones “en la nube”, videos humorísticos, programas de televisión, películas, pornografía y todo lo demás que se puede encontrar en línea requiere electricidad, y la mayoría de esa electricidad se genera normalmente quemando carbón. Las huellas de energía y carbono de la Internet ahora superan probablemente las del transporte aéreo, me dijo Griffith, quizás por tanto como un factor de dos, y están creciendo más rápido que las de cualquier otra actividad humana.

Ya se lleva hablando tiempo del coste real de lo digital, y de hecho esta es una cuestión que preocupa sin duda a los grandes agentes de la Red: Google.org, el brazo filantrópico de Google, que se dedica a temas medioambientales (y de donde procede el gráfico superior), es un gran inversor en las empressa de Griffith que trabajan en energías renovables.

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La búsqueda de información médica fiable

19 mayo 2010 9:09

Es bien sabido que cuando una persona tiene problemas de salud, lo primero que hace es hablar con un médico. Lo segundo es consultar en Internet. Y a veces el orden se invierte…

El sector de la sanidad tiene una gran importancia social y económica, y la información tiene mucho que ver con ella. Precisamente una de las iniciativas que ha puesto en marcha Google ha sido Google Health, un ambicioso plan (aún en beta) para tener acceso en línea al historial médico, alertar sobre incompatibilidades sobre medicamentos y cosas así, y facilitar acceso a información de confianza.

Porque el problema en estos temas es, claro está, la fiabilidad de aquello a lo que se accede cuando uno busca “colesterol alto” o cualquier otro problema. Los profesionales médicos están, como es lógico, preocupados por esta cuestión, y por lo que veo hay un debate público sobre la cuestión. En el blog de uno de ellos, Primum non nocere, me encuentro con un post que cita un estudio que han hecho unos pediatras del Reino Unido sobre fiabilidad de las fuentes encontradas vía Google. El estudio clasifica los resultado encontrados en Correctos o Incorrectos, y los relaciona con el tipo de sitio: las webs patrocinadas y las de noticias generales tenían el mayor contenido en informaciones incorrectas, mientras que las informaciones más correctas estaban en los sitios gubernamentales:

Rafael Bravo, el autor de este blog, ha reproducido (a menor escala) la experiencia para la web española, y ha encontrado que la información de fuentes gubernamentales, como podría ser el Ministerio de Sanidad, es casi inexistente:

He mantenido en muchas ocasiones que efectivamente la información sobre salud en Internet es de de calidad variable y con frecuencia inexacta, no muy diferente, por otro lado de la de otros medios de comunicación, información o formación. La solución no es quejarse, ni prohibir, ni establecer certificaciones o sellos de calidad de dudosa eficacia. La solución, a mi entender, es ofrecer información de buena calidad, actual y precisa que compita con la  información inexacta. Como en muchas otras cosas, esta calidad la podría ofrecer la administración pública, pero en nuestro país parece que ha hecho dejación de sus funciones. En los casos, pocos, donde consta que existe esta información, el seguimiento de una política de sitios cerrados u oscurantista hace que esta información no aparezca en los motores de búsqueda, o si lo hace en posiciones muy retrasadas, lo que al efecto es como si no existiera, ya que el comportamiento de los pacientes se decanta claramente por el uso directo de estos populares buscadores de la red.

El problema de la información oficial en nuestro país es ya un clásico …

Foto de An Unreliable Witness. Algunos derechos reservados

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Google y la cronología

11 mayo 2010 9:09

Es un rasgo del buscador que había visto pocas veces en acción, pero que en una investigación concreta me he encontrado muy desarrollado. Ahora Google construye automáticamente una cronología a partir de las páginas web que encuentra. Me lo he topado al buscar Dionisio Ridruejo (puede ser que algún lector que repita idéntica búsqueda no se encuentre los “Resultados cronológicos”: desde hace tiempo Google adapta los resultados de búsqueda a cada usuario).

Como se ve en la imagen, el buscador construye una gráfica de las menciones que encuentra según los años. El problema es la mezcla de fuentes que maneja: Ridruejo fue primero parte activa del régimen franquista, y luego pasó a la oposición democrática. La cronología mezcla datos de fuentes neutrales con otros de derechas (la Hermandad del Valle de los Caídos, o Batiburrillo, blog de Red Liberal): es decir, es realmente un batiburrillo…

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