Una pregunta que me han hecho lectores de este blog (y que me he hecho yo a mí mismo) es por qué existen personas que ponen a disposición de otras materiales con derechos de autor, sin permiso de sus propietarios. Pero antes, permítaseme una precisión: por sistema, evito utilizar la palabra piratería. A mí me parece que no hay nada en común entre los indonesios que asaltan yates y el ciudadano que sube a la red o se descarga una copia no autorizada.
Está muy claro qué razones pueden empujar a uno a bajarse una copia sin pagar, pero ¿qué impulsa a hacer lo contrario? La persona que sube un libro a un sitio de intercambio o lo pone en un red P2P podría tratarse o bien de un enemigo del editor, o del autor, o bien de un benefactor de los lectores, con ganas de hacer un regalo al mundo. Cabe una tercera posibilidad, que se ha esgrimido más bien en el caso de las películas y archivos mucho más pesados que un libro: ¿a quién conviene la existencia de este tráfico? Los sitios de descargas directas y los proveedores de acceso a Internet se benefician de la existencia de un numeroso conjunto de archivos descargables, que generan en el primer caso beneficios por publicidad, o ingresos por acceso premium, y en el segundo tráfico y contratación de banda ancha.
Como ocurre con muchas cuestiones de este universo complejo e inasible, nada se sabe a ciencia cierta. Por eso es de agradecer que, con todos sus defectos, haya aparecido un Portrait des cyber-pirates du livre. Lo ha producido el Observatorio del libro y el escrito en l’Ile-de-France, Le motif. Este observatorio ya produjo un interesante Etude sur l’offre numérique illégale des livres français sur Internet en 2009.
El “Retrato de los ciberpiratas” se ha elaborado, dadas las dificultades y desconfianza de los actores, mediante encuestas por email y peticiones en los foros dedicados al intercambio de libros. Al final cuentan con 30 testimonios, que no son muchos, pero menos da una piedra…
La edad media, tanto de los que suben como de los que bajan , es de 29 años: no son adolescentes.
Un dato interesante: la presencia destacable del colectivo de personas ciegas, organizadas para intercambiarse archivos, que a diferencia del libro en papel, pueden usar en conversores texto-voz o texto-braille.
El pirata típico lee más libros por año (25) que la media, y gasta en libros (entre 250 y 350 euros) más que la media.
De los que suben libros: un 40% forman parte de equipos o colectivos que se dedican a esta tarea.
Los hay de dos tipos: quienes crean los archivos, a veces comenzando con el escaneo del libro (con frecuencia prestado de una biblioteca), o en el caso de un cómic, traduciéndolo; y quienes redistribuyen un archivo ya existente, cambiando quizás sus metadatos. El 70% de la muestra es de este último tipo.
De hecho, ya se ha podido hablar de las habilidades del pirata como bibliotecario.
Los equipos de digitalización trabajan mucho: llegan a crear packs de varios formatos (epub, pdf, …), y en el caso de los mangas tienen que traducir del japonés, borrar el texto de los bocadillos, introducir el nuevo…
La motivaciones confesas de quienes suben libros son: primero, compartir, dar placer a otros y, segundo, corregir errores o malas traducciones en ediciones digitales preexistentes.
Bueno: hasta aquí el estudio francés. Si algún hispanohablante subidor de libros quiere contarnos cómo trabaja (solo o en equipo), que tipo de obras trata y cuáles son sus motivaciones, estaré encantado. Puede utilizar los comentarioas a este post (si así lo indica, no los haré públicos), o dirigirme un correo a mi dirección (arriba a la izquierda de esta página, en el enlace “Contacto”). Gracias por anticipado.